Máncora: el paraíso del surf peruano
¿Dónde ir en mis próximas vacaciones, pensé? Tantos lugares, paisajes y culturas que uno sueña conocer, se me vienen muchos a la mente, pero ninguno en específico. Para mí un destino siempre debe incluir alguna actividad o situación que involucre aventura, por ejemplo ir a Pucón y hacer un paseo a escalar o andar en bici, viajar al norte y meterse a bucear, o ir a la cordillera y esquiar. El lugar elegido para mí gusto debe ir de la mano con el deporte. En esta oportunidad el viaje sería distinto a lo de siempre porque sería un viaje de dos.
Para definir este crucigrama, primero tuve que ceder con ir a un destino playa-cálida. Me encanta el mar, soy buzo, pero tan solo el hecho de pensar en estar todos los días acostado de guata al sol y no hacer un deporte no es precisamente un descanso para mí. Así que le abrí la mente a un viejo deporte que me ha rondado desde siempre: el surf. Este deporte me llama la atención no solo por el hecho de ver a los tipos cortando las olas con una tabla, sino “ el todo” que esto implica, viajar, comer y dormir en la playa. Además la guinda de la torta es estar inmerso en el mar dándote un baño de sal, haciendo lo que te gusta, suena increíble. Lo había intentado un par de veces antes y había sido una experiencia muy dura pero agradable a la vez. Así fue que finalmente después de buscar en distintos lugares le dimos la oportunidad a Máncora en Perú, un destino súper conocido que jamás pensé en visitar.
Me llevé gratas sorpresas con este lugar. Nos alojamos por recomendación de un amigo en el Hotel Del Guagua, la comida es increíblemente deliciosa, el alojamiento no anda nada de mal y como si fuera poco el spot donde sale la ola es la playa misma del hotel. Además el agua del mar es cálida.
Estuvimos 10 días en los que tuve la oportunidad de aprender un nuevo deporte. Disponerse a aprender una nueva disciplina resulta una experiencia de crecimiento personal si te lo propones, fue duro volver a ser un principiante, pero al mismo tiempo es un golpe hermoso de humildad y una lección de perseverancia que para mí fue una verdadera terapia.
Tuvimos la suerte de poder degustar de la exquisita comida peruana, probar el atún en todas sus preparaciones y otros platos que definitivamente era imposible no tentarse a probar uno nuevo cada día. También nos sorprendieron los paseos que se pueden hacer, como una caminata al faro de Máncora el cuál es un mirador donde se puede apreciar toda la costa y el pueblo. Otro increíble y muy recomendable es un trekking de dos horas por la playa al sur hasta el sector de Pocitas y Vichayito viendo mansiones y playas con palmeras que parecen ser de portada de revistas de viaje.
En general todo anduvo bien salvo un detalle que llamó nuestra atención, la suciedad de las playas. Había basura y muchos peces y tortugas marinas muertas arrojadas. Por más que preguntamos a los locales y a los del centro de buceo, no encontramos respuestas concretas y todos los relacionaban con los cambios de mareas, cueck!
Definitivamente es un lugar que reúne todos los requisitos para tener unas gratas vacaciones, y lo mejor, a un precio muy conveniente.