La ruta saliendo de Las Cascadas. ©Carlos Hevia

En noviembre de este año fui invitado por el Sernatur de la región de Los Lagos a recorrer la cuenca del lago Llanquihue en su totalidad. El desafío propuesto consistió en recorrer los 186 km del circuito completo en tres días pedaleando sobre una bicicleta. La travesía se transformó en toda una aventura donde, a la velocidad del paisaje, se revelaron los secretos de una tierra llena de fascinantes historias, personas únicas y bellos paisajes.

Cuando el viaje es sobre una bicicleta, cada kilómetro que se avanza es una conquista. La fuerza del cuerpo es transformada en desplazamiento por medio de un mecanismo ingenioso que, puesto al servicio de la marcha, genera oportunidades únicas para relacionarse con un paisaje lleno de detalles y temperamento cambiante. Los 14 kilómetros por hora en promedio que se alcanzan sobre las dos ruedas en esta ruta que bordea el lago Llanquihue, es la velocidad ideal para tener una experiencia completa y disfrutar de cada rayo de sol, de cada gota de lluvia y de cada soplido del viento.

Camino a Puerto Octay. ©Carlos Hevia

En sólo tres días pedaleando entre 6 a 8 horas a la vez, las ruedas pueden llegar a girar algo más de 40 mil revoluciones y transportar al viajero no sólo sobre el camino, sino que también por todas las estaciones del año. La fuerza de la lluvia del invierno, las nubes y los colores de la primavera y el sol implacable del verano, todo evidenciado en escasas 72 h de viaje. Todo esto bien orquestado para hacer de esta experiencia un verdadero desafío, no sólo para las piernas, sino que también para la cabeza y los sentidos, especialmente el ojo que encuadra las fotos de esta serie.

Día 1: Puerto Varas – Las Cascadas, lluvia de invierno

Iglesia Luterana. ©Carlos Hevia

El itinerario para recorrer el lago es tan simple como sorprendente. Saliendo desde Puerto Varas en dirección hacia Ensenada, la falda del gran “Peripillán”, volcán Osorno, fue la referencia obligada durante la primera jornada. La ruta es amigable pero desafiante, el pavimento en buen estado oscila constantemente entre lo plano y una pendiente moderada. Los primeros y muy lluviosos 90 km hacia el pueblo de Las Cascadas, fueron la distancia justa para hacer del descanso a la orilla del lago Llanquihue la mejor recompensa. Las fuerzas del cuerpo se recuperan cerca de las olas, acompañado de un buen plato de comida junto al fuego.

Don Juan, va a comprar salmón en lata camino a Puerto Octay. ©Carlos Hevia

Para comenzar el rodaje sin fin de los pedales en el sur de Chile hay que mostrarse respetuoso, estar bien preparado y dejar fuera el temor de sentirse vulnerable al continuo cambio del tiempo. Bajo la tormenta de la primera jornada la lluvia traspasó todas las capas de ropa hasta acariciar la piel. El agua que cae fuerte refresca mientras el ritmo de la cadena al rodar se mantenga constante, pero si las pausas se alargan, el frío podría mermar las ganas de volver a la ruta. La lluvia, cuando la velocidad es emoción, puede doler sobre la cara y cegar los ojos. Superar las pruebas bajo fuertes “gotarrones” y sumido en un intenso viento, entrega una satisfactoria sensación de fuerza, que da la motivación necesaria para aceptar el desafío al día siguiente.

Día dos: Las Cascadas – Puerto Octay, viento, nubes y colores de primavera

Muelle cerca a playa Centinela. ©Carlos Hevia

El segundo día comenzó temprano. La ruta que une Las Cascadas con Puerto Octay está llena de particularidades por los que vale la pena voltearse, detenerse y mirar bien de cerca. Inmensas praderas verdes a la orilla de un lago que se pierde en el horizonte, pobladas de vacas y casas de épocas antiguas marcan el ritmo de este tramo. El volcán Osorno, aún cubierto por grandes nubes, sigue siendo el imponente compañero de viaje. En esta jornada no hay que escatimar en comida, las cuestas se acentúan y junto a la ribera del Llanquihue el pavimento da lugar al ripio; las piernas pueden sentir el cambio.

Después de largas y ascendentes cuestas, la suerte corre a favor del ciclista y una extendida bajada hace que la llegada a la plaza de armas de Puerto Octay sea a máxima velocidad. En Puerto Octay hay que tomarse un tiempo para mirar, caminar y preguntar. Hay muchas cosas que descubrir. Al desplazarse, las nubes permiten finalmente ver al imponente “Peripillán” y playa Centinela es el lugar más indicado para ver el sol caer sobre el agua.

Viajando en bicicleta los pensamientos se tornan profundos y cada kilómetro es una oportunidad para aprender algo nuevo. Aunque el viaje se planifique en grupo, el único competidor que corre en esta ruta es el viento, que poco sabe de reglas y justicia. El viento es astuto y de carácter cambiante. Cuando está a favor del recorrido no sólo refresca del sol y seca de la lluvia, también da impulso y genera sonrisas. El viento en contra, por otra parte, podría contrarrestar a la gravedad y obligar al viajero incluso a pedalear un notorio descenso. De una u otra forma al viento se le vence y al fin del camino, el descanso llega.

Día tres: Puerto Octay – Puerto Varas, sol y traje de baño.

Playa Centinela. Para acercarse a la orilla del lago es necesario salir del camino principal por variantes de ripio. ©Carlos Hevia

Último día de la ruta y pareciera que el verano llegó y no se irá. Al medio día el sol pega fuerte sobre la piel y finalmente el sudor es evidente al acumularse y caer. Sin nubes, el paisaje es imponente, los volcanes y la cordillera de los Andes tienen el poder absoluto sobre el horizonte. A esta luz y a este calor nadie en el sur puede quedar indiferente. Al pedalear sobre la bicicleta el sol tiene un efecto variable, incentiva el recorrido pero al mismo tiempo desacelera el ritmo del avance, aumentando la temperatura del cuerpo y la duración de las pausas bajo la sombra.

En la ruta que une Puerto Octay con Puerto Varas, hay muchos lugares interesantes donde detenerse. La tentación por alargar el viaje, al menos una jornada más es mucha. El paisaje nunca deja de sorprender y algunos kilómetros antes de llegar a Frutillar el volcán Osorno finalmente cede su espacio para dar lugar a una vista única del volcán Calbuco. Bajo el intenso calor las playas de aguas frías del lago Llanquihue son una grata opción para lograr tregua a este sol amenazante. El camino se siente pesado bajo el calor. Las ruedas giran algo más lento y la caramagnola con agua fresca debe permanecer siempre en movimiento para una buena hidratación.

Playa principal de Frutillar. ©Carlos Hevia

Llegar a la ciudad de Frutillar, pasear por la costanera, comer algo y seguir rumbo al pueblo de Llanquihue; el día pronto llega a su fin y llegando a Puerto Varas hay que abandonar la bicicleta, cambiarse de ropa y preparar el largo viaje de regreso a casa, donde habrá tiempo de sobra para adaptarse nuevamente a la rápida velocidad de la ciudad.

Sector de las Cascadas. ©Carlos Hevia

Agradecimientos especiales:

Al equipo de Ladera Sur por permitirme hacer este viaje como corresponsal en terreno.

A la gente de Sernatur de la Región de Los Lagos por el trabajo que han hecho en la difusión de este circuito.

A los amigos de Puelo adventure, por ser unos excelentes guías en este circuito y hacer posible el recorrido sobre sus veloces bicicletas.

Menciones especiales:

Fundo Playa Venado, destino obligado de los amantes de las tradiciones sureñas, del queso y del manjar.

Cervecería artesanal Chester Beer de Llanquihue, con una excelente producción con compromiso local.

A la hostería “Zapato Amarillo”, en Puerto Octay y al Lodge “Las Cascadas” en el pueblo de Las Cascadas por la hospitalidad y la buena comida.

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