Glaciares ecuatoriales de Colombia: El Volcán Nevado del Huila
Esta crónica de nuestro colaborador, el fotógrafo colombiano David Cossio Sánchez (@david_cossio), consiste un relato íntimo, lineal, que —a modo de urdimbre— teje la historia de una expedición personal a uno de los paisajes y ecosistemas más sorprendentes, poco explorados y ricos en biodiversidad de nuestro planeta: los glaciares tropicales. En este caso, como se verá en este relato que va acompañado de gráficas que ofrecen una mirada única y privilegiada, Cossio se ha adentrado en unos parajes que conducen al Volcán Nevado del Huila, situado en la cordillera central de Colombia y cuya cima alcanza los 5.364 metros sobre el nivel del mar, siendo la cuarta montaña más alta de este país después de los picos gemelos de la Sierra Nevada de Santa Marta y del Ritacuba Blanco. El nevado es también el punto central del Parque Nacional Natural Nevado del Huila, creado en 1977 y con una superficie de 1.580 km². Es, en resumen, una zona extraordinariamente hermosa, con una vegetación propia de páramo, con frailejones, helechos, musgos, rastros de selva tropical y humedad, con enorme vida y biodiversidad en unas temperaturas que oscilan y descienden en la medida en que el ascenso se hace más demandante. Este relato, y el paisaje que lo protagoniza, es una joya que debe ser cuidada, protegida, reverenciada y admirada, pues es así mismo, excepcionalmente frágil ante los embates del calentamiento global y el cambio climático, que amenaza con cambiarlos de manera irreversible, hasta borrarlos para siempre.
El proyecto fotográfico sobre los glaciares colombianos nació en el momento en que fui consciente de que mi país tenía hermosas montañas acompañadas de glaciares majestuosos que poseen una belleza indómita, fluctuable y desgastada.
Así, con una excusa para conocer los rincones más remotos y altos de Colombia, nació este proyecto con una responsabilidad de compartir y conservar el tesoro blanco que muchos ignoran hasta el día de hoy. Hacer llegar a las personas el sentimiento de asombro y respeto por estos ecosistemas tropicales de alta montaña que están presentes en pocos países tropicales del mundo. En Colombia durante los últimos siglos se presenció el derretimiento de más del 90% del área glaciar total, esta erosión asoló aproximadamente 340 km² de hielo aprox. repartido en 6 áreas glaseadas, entre estas una está destinada a desaparecer en los próximos 5 años. En el 2020 el área glaciar abarcaba aproximadamente 35 km².
Una de las primeras expediciones con las que se registraron estos paisajes fue en el Nevado del Huila, un volcán activo de 5.364 msnm, ubicado en la ramificación oriental de los andes en Colombia.
Los glaciares tropicales presentan un flujo de zonas de vida fascinantes, llenos de caminos selváticos, que se transforman en bosques alto andinos de vegetación densa y húmeda que luego son páramos, que migran a superpáramos o glaciares.
Crédito: © David Cossio Sánchez
Las condiciones del Nevado del Huila son poco favorables en general para practicar montañismo , dado a la cantidad de bosque alto andino que abunda en la zona. Estos bosques son de los mayores productores de agua del país, son zonas de altas precipitaciones durante todo el año.
Vista al nevado desde la Cabaña Paéz en el resguardo indigena a 3.200 msnm en el departamento del Cauca, reconocido por ser una región donde abundan conflictos armados con grupos al margen de la ley y es escasa la presencia del estado. La gobernanza sobre este territorio la tienen principalmente las comunidades indígenas, como en este caso lo es la comunidad Nasa, quienes son los únicos autorizados en el país para guiar en estos caminos remotos.
El primer campamento fue una noche de aclimatación en el refugio de la Laguna Paéz en la casa de una familia Nasa dentro del resguardo indígena.
El camino empieza en el bosque alto andino, donde se aprecian especies de flora, funga y fauna como Osos de anteojos, Venados, etc…
Las comúnmente llamadas Sombrillas de la familia Gunneraceae son particulares de la zona y adornan los bosques como verdaderas sombrillas que cubren a las personas de las adversidades climáticas.
El camino va subiendo la cota de la altura y con ella va cambiando el paisaje.
Hay zonas del camino donde la humedad es tan alta que el suelo es barro, muchas veces llegando hasta las rodillas, dificultando el trayecto y exigiendo el uso de botas pantaneras si deseas favorecer la lucha de mantener libre de agua tus pies.
Dentro de la neblina se empiezan a vislumbrar frailejones, flora característica del ecosistema de alta montaña llamado páramo, este presenta un crecimiento entre 3.500 y 4.500 metros de altura.
A medida que avanzábamos hacia el borde de hielo se aprecia la zona hasta donde cientos de años atrás los glaciares se extendían, es una historia contada por las rocas.
Finalmente llegamos al Campamento base colombiano a 4.600 msnm. Desde este punto se puede visualizar gran parte de la cordillera oriental y la cascada de hielo del glaciar de la cumbre norte, la misma que intentaremos en los próximos días.
El clima y las condiciones extremas de la alta montaña dificultaron nuestro intento al ascenso de cumbre y el trabajo fotográfico se volvió exigente a causa de las grandes lluvias y nevadas. Desde que llegamos al campamento colombiano llovió por casi 3 días seguidos, pocas ventanas que fueron la salvación para no irnos sin fotografíar esta belleza tan frágil.
A causa del clima estuvimos en la carpa por dos días completos, esto fue útil para que nuestro cuerpo se aclimatara mejor y también lo aprovechamos para retratar el paisaje nevado que es muy poco común en Colombia.
La nieve nos acompañó durante la noche, pero mientras amanecía se desvaneció fácilmente debido a la relativa baja altura. En el día pudimos ver los “Arenales”, zonas de alta humedad muy erosionadas por el paso del hielo.
Esos días dentro de la carpa nos permitieron acercarnos más entre el grupo y aprender sobre la historia de nuestro guía Nasa, Luis, quien se fue capacitando empíricamente para hacer montañismo y progresar en hielo. Nos compartió su primer equipo de alta montaña que construyó él mismo para intentar tener más agarre en el hielo. Con el tiempo fue recibiendo equipo de calidad que otros montañistas le donaban.
Finalmente tomamos la decisión de realizar el ascenso a la cumbre el día siguiente, la lluvia seguiría pero no podíamos darnos por vencidos.
Partimos aproximadamente a las 3 de la mañana, con un clima relativamente estable pero con buenas condiciones para caminar, la nieve seguía cubriendo el paisaje.
Al amanecer, junto al equipo conformado de otros guías de alta montaña y fotógrafos talentosos empezamos la progresión en el glaciar. La neblina, que cubría todo el paisaje, creaba una atmósfera mística y onírica, no se creería que es Colombia.
Encordados y con cada vez más frío, íbamos avanzando entre grietas gigantes, cuevas de hielo y paredes moldeadas por el viento como una obra de arte abstracta. La alta humedad, junto al viento y las bajas temperaturas generan estas formaciones irreales que se asemejan al paisaje patagónico de alta montaña.
El ascenso fue exigente por las condiciones, el viento blanco, el frío y la humedad congelaban todo lo que estuviera expuesto, no fue una excusa para no avanzar, pero más adelante, a metros de la cumbre, el paso para escalarla estaba demasiado expuesto, fue entonces cuando decidimos volver, satisfechos de lo que habíamos podido experimentar hasta entonces.
La gran satisfacción de haber conocido esta cumbre blanca bajo su manto místico, complejo y salvaje sólo genera la emoción de compartir este sentir, esta experiencia, de reconocer el territorio de mi país bajo la historia que cuentan sus faldas, llenas de cultura y morfología erosionada, apreciando la belleza de lo indómito y salvaje pero reconociendo también su fragilidad, evidenciando que para mantener una estabilidad dinámica debemos ser conscientes de la relación bidireccional que conforma.