Robinson Crusoe. Creditos: Guy Wenborne
Robinson Crusoe. Creditos: Guy Wenborne

En medio día de caminata se puede recorrer la mitad de la isla más importante del archipiélago Juan Fernández. Una travesía que asciende desde el pueblo San Juan Bautista hasta el aeródromo, pasando por la colorida geografía volcánica de acantilados, miradores oceánicos colmados de fauna marina y bosques con especies endémicas en peligro de desaparecer. 

El trekking consiste en una travesía donde se recorren 16 km desde el lado sudeste hacia el lado noroeste, el más antiguo de la isla. Se sugiere comenzar la caminata desde temprano, no más tarde de las 8:00 hrs. La flora endémica de la isla se encuentra en extremo riesgo producto del exceso de especies invasoras, como la zarzamora y el maqui. Por lo mismo, es fundamental usar polainas que cubran la parte baja del pantalón, para evitar el riesgo de acarrear semillas al sector alto, donde quedan unos pocos bosques prístinos libres de plagas.

Parque Nacional Archipiélago de Juan Fernández
Parque Nacional Archipiélago de Juan Fernández. Créditos: Colonos de Juan Fernández

El sendero comienza en ascenso desde el mismo pueblo San Juan Bautista. Tras cruzar el letrero que da la bienvenida al Parque Nacional Archipiélago Juan Fernández, se ingresa a un sector erosionado y reforestado con pinos y eucaliptos. A pocos minutos está el primer atractivo histórico: La Piedra con Letras. Se trata de un grabado de 1866 con la firma del colono isleño Pedro Arredondo, el dibujo de un bacalao y la palma chonta. Esta última es la denominación común que recibe el árbol endémico Juania australis, que tiene unas graciosas copas que se alcanzan a ver en el filo de los cerros más altos de la isla.

Isla robinson Crusoe.
Isla robinson Crusoe. Créditos: Arón Cádiz.

Continuando por el sendero, la plantación forestal da paso a las matas de zarzamora, maqui y murtilla, que dificultan el crecimiento del bosque nativo de la isla Robinson Crusoe. Solo al acercarse al lecho de agua, en el sector El Guindal, algunos helechos como el costilla de vaca se aferran a la tierra y se abren paso a las dulces invasoras. En este punto hay una quebrada –único punto de agua en toda la ruta– por lo que es fundamental hidratarse y rellenar las botellas. En este sector de descanso, la sombra de una enorme nalca ayuda a paliar el calor de verano. Se trata de una de las dos especies de nalca endémica de la isla, la cual evolucionó tomando rasgos arbóreos, más alta y con un tronco mucho más ancho que la del continente.

La quebrada hace que desde este punto el sendero siga en medio de una vegetación bastante más frondosa y abultada. Aparece el bosque de altura originario de la isla: lumas, canelo, naranjillo, manzano. Todos con nombres que suenan conocidos en el continente, pero que, al igual que la nalca, han sufrido variaciones genéticas en sus rasgos, que las hacen exclusivas de la isla.

Desde este punto queda la última media hora de mayor esfuerzo. El bosque húmedo protege la piel del sol de la mañana, mientras que el trino de un hermoso picaflor de Juan Fernández da fuerzas. Hay un punto de descanso, el mirador de La Virgen, pero la sugerencia es continuar un poco más para alcanzar la mejor vista de toda la caminata: el mirador de Selkirk, el punto más alto, con 45731 m.s.n.m

Robinson Crusoe. Creditos: Guy Wenborne
Robinson Crusoe. Creditos: Guy Wenborne

Desde este portezuelo se ve, hacia el norte, la bahía Cumberland, muy azul, silenciosa y solitaria, y las quebradas verdes de los cerros que topan con las casas del poblado San Juan Bautista. Hacia el sur, en cambio, priman los colores ocres, amarillos y verde claro, al fondo, la isla Santa Clara. Desde este empinado observatorio marítimo, cuenta la leyenda, el marinero escocés Alejandro Selkirk pasaba el día contemplando si pasaba un barco que lo salvara de sus cuatro años de soledad en la isla. La historia de su naufragio, abandono y rescate inspiró que Daniel Defoe escribiera en 1709 la novela Robinson Crusoe

Desde este portal comienza el descenso hacia el lado más antiguo y volcánico de la isla. Las formaciones geológicas de los acantilados parecen dibujos esculpidos en la pared del cerro El Yunque. El más alto, con 916 m.s.n.m, que con la luz y sombra del paso veloz de las nubes, se vuelve un espectáculo de altiva belleza. En eso, aparece una de las especies que atrae a muchos amantes de la botánica: Robinsonia gayana o resino hembra, considerada en peligro porque solo existe en la isla y está fuertemente amenazada por el avance de especies exóticas.

Picaflor de Juan Fernández. Créditos: Aron Cadiz Veliz
Picaflor de Juan Fernández. Créditos: Aron Cadiz Veliz

La humedad del bosque puede provocar chubascos intermitentes en este tramo. Veinte minutos de descenso y se vuelve a despejar, quedando frente a nosotros una de las vistas más hermosas de la isla: el sector de Villagra. Es una pradera llana y extensa de un verde brillante, con algunas casitas, algo de ganado y mesas para picnic. Aprovechando la vista hacia la bahía Ramplones y sus pozones, es un buen punto para almorzar. En invierno, cuando se termina la temporada de la extracción de langosta de Juan Fernández, vienen hasta el sector familias de isleños para acampar y cazar al conejo europeo, otra plaga crítica para la isla, porque erosiona la tierra con sus madrigueras y a su vez afectan a la flora nativa y la regeneración del bosque. También, a fines de enero o principios de febrero, los habitantes escogen al rey y la reina de Villagra y se celebra la Fiesta del Rodeo de marcaje de animales.

Trekking Isla Robinson Crusoe
Trekking Isla Robinson Crusoe. Créditos: Colonos de Juan Fernández.

Para asegurarse de llegar con luz a destino, el aeródromo de la isla, se debe salir desde Villagra no más tarde de las 13:00 hrs. Es imposible perderse. El sendero es plano y ancho, y en cada curva se descubre un nuevo ángulo de texturas y colores de la isla: tierras ocres que contrastan con los azules del océano, la vegetación rasa del suelo, a ratos cubierta por  campos de amapolas rojas y no me olvides, una flor rastrera celeste que, a pesar de ser exótica, termina por darle un tono alegre a ese paisaje tan solemne y majestuoso.

Pasamos bajo los picachos del cerro Tres Puntas, luego el sector de Punta Larga, donde hay un nuevo mirador. A continuación se bordea el acantilado de Tierras Amarillas. Unos brillos blancos llaman la atención. Son piedras de cuarzo expuestas en la pared de tierra, que lucen limpias a los pies del camino. La caminata sigue hasta Punta Chupones, con un mirador a los islotes Chamelos y a la isla Santa Clara, que se ve cada vez más grande.

Como si hubiera una línea imaginaria, la vegetación de pronto pasa a ser casi nula, un paisaje lunar. El suelo blanco y desértico cubierto de ceniza le otorga el nombre de Tierras Blancas a este sector. Allí es posible escuchar bramidos en la orilla: son manadas del lobo fino de Juan Fernández, también endémico, que posan al sol y parecen conversar entre ellos.

El eco de los lobos anuncia que la meta está cerca. Tras cruzar el límite del suelo ceniciento aparece nuevamente el letrero del Parque Nacional Archipiélago de Juan Fernández. Al frente, la pista del aeródromo y la avioneta que espera a los turistas y caminantes que llegan y despegan al continente. Existe también la posibilidad de retornar por el mismo camino, acampando en el sector de Villagra, o bien tomar una lancha desde Punta de Isla al poblado de San Juan Bautista.

Planifica tu visita

El circuito pertenece al Parque Nacional Archipiélago de Juan Fernández, abierto de lunes a domingo de 9:00 a 18:00 hrs (el ingreso al sendero es solo hasta las 14:00 hrs). El acceso al Parque cuesta $4.000 por adulto, $2.000 por adolescente (niños gratis),  y tiene una duración de siete días. La entrada se compra en la oficina de la Conaf, ubicada en la plaza central del poblado San Juan Bautista. 

¿Cómo llegar? Desde Santiago, por vía aérea a través de líneas aéreas locales LASSA y ATA, vuelos semanales que duran 1 hora y 40 minutos. Luego se toma una lancha desde el aeródromo hasta el poblado San Juan Bautista, que demora 45 minutos. 

Desde San Antonio, por vía marítima, a través del barco privado Naviera Transmarko. El viaje es de 1 día y medio de navegación hasta la isla.

Época adecuada: Todo el año. Idealmente de noviembre a marzo.

Recomendaciones: Normalmente, el trekking que cruza la isla se hace desde el pueblo San Juan Bautista, en Bahía Cumberland, hasta el aeródromo, en el sector Punta de Isla. Aunque se puede realizar a la inversa, es recomendable partir desde el poblado, ya que la parte empinada está solo al comienzo y luego se transforma en una caminata con leves bajadas. Si el clima lo permite, se recomienda organizarse para despedir el último día en la isla con este trekking, de manera que al llegar al aeródromo se tome el vuelo al continente y así no tener que embarcarse al poblado nuevamente. 

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