Encuentros cercanos con seres mágicos
En Kathmandu, Nepal, Pashupatinath es un lugar sagrado para la religión hindú. De hecho, es el lugar donde todo hinduista devoto debe ir al menos una vez en su vida, sin importar el lugar del mundo al que pertenezca. Algo así como la Meca para los musulmanes.
En Pashupatinath hay unas cuevas donde viven los hombres sagrados. Ahí meditan, fuman marihuana, practican yoga y se alimentan una vez al día con comidas vegetarianas. El resto del tiempo piden limosnas para suplir sólo las necesidades básicas ya que se han despojado de todos sus bienes materiales. Ellos viven felices esperando la muerte con ropas hechas de trapos, sus caras pintadas con puntos y líneas blancas, rojas y amarillas y sus pelos y barbas largas y descuidadas.
Las aguas del río Badmati atraviesan este complejo de templos y monumentos adornados con colores dorados, plateados y piedra tallada.
En este lugar, al igual que en el Ganjes, se lavan y purifican a los muertos en su camino a la inmortalidad, antes de quemarlos durante 4 horas en grandes hogueras. Según las creencias, es la mejor manera de devolverle a la tierra los elementos de los que estamos hechos. De esta forma, el cuerpo humano se desintegra en humo y cenizas que van a parar al río. Sin embargo, a nadie parece importarle realmente este estrecho contacto con la muerte ya que el cuerpo es sólo un accesorio del espíritu.
En este contexto lleno de colores, aromas, monos (sí primates) y sensaciones diferentes, sorpresivamente caímos en gracia con estos seres sagrados. Detrás de sus largas barbas y sus caras pintadas, escondían una mirada bondadosa y una felicidad y paz difícil de explicar. Sus amables gestos y alegría nos sedujeron para entablar una distendida y amistosa conversación en un torpe inglés.
Uno de ellos se rió con nosotros y nos mostró fotos de sus viajes a mundos llenos de plantas exóticas alucinógenas y una pequeña colección de monedas extranjeras que era, quizás, su único y máximo tesoro.
Aportamos con un billete de $1.000 y una moneda de $100 pesos chilenos a su colección, nos tomamos unas fotos y amistosamente nos despedimos deseándonos mutuamente una buena vida.
Compartir con estos seres místicos fue tan mágico como trasladarse a un mundo de ficción o como haber viajado en el tiempo. Son como seres sacados de cuentos que viajan por mundos extraños y diferentes a nuestros ojos occidentalizados.
La energía que transmiten es tan positiva que dan ganas de quedarse escuchándolos por horas.
Tal vez algún día podamos volver y seguir compartiendo experiencias y tesoritos de mundos lejanos con ellos mientras Pashupatinath siga siendo el lugar sagrado Hindú.
Aquí les dejo este dibujo que hice de uno de ellos.
Aquí les dejo una página con más información de este lugar
http://www.pashupatinathtemple.org
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Otras imágenes: Jaime Gajardo B.