En lo más recóndito de la región de Aysén, Villa O’Higgins es quizás el poblado más aislado del país. Un lugar nacido más por aspiraciones territoriales que por las prósperas condiciones de vida que ofrece. Una zona más conocida por el informe del tiempo que por la mayoría de los chilenos.

Es en Villa O’Higgins –pueblo conectado vía terrestre al resto de Chile apenas a fines de los noventa- donde se inicia esta excursión cada vez más popular para los que gozan del trekking o quienes viajan rumbo al sur en bicicleta. En sólo dos días, este sendero de 21 kilómetros los tendrá rendidos a los pies del mítico Monte Chaltén (o también llamado Fitz Roy), fetiche de cualquier escalador que haya sabido de sus picos custodiados por hielo patagónico.

©Wikipedia
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Para comenzar la travesía se debe contactar en Villa O’Higgins al operador turístico que vende los boletos para cruzar el Lago O’Higgins. Gigantesca e imborrable cicatriz producida por el peso del hielo en el pasado y alimentado por glaciares, el O’Higgins ostenta el record panamericano de profundidad con sus 836 metros.

Rumbo al sur a bordo de la motonave Quetru, en dos horas y media de navegación en medio de bosques y montañas, se llega al exiguo poblado de Candelario Mancilla (nombre del primer colono en habitar este lugar), con apenas un puñado de casas apiñadas. Unos cientos de metros pendiente arriba por un camino de ripio, el retén de carabineros Hernán Merino Correa es el último rincón soberano de Chile antes de ser interrumpido abruptamente por impenetrables monumentos geográficos y antiquísimos hielos.

Un lugar controvertido, ya que por más de un siglo desde las primeras exploraciones de Francisco Pascasio Moreno (el famoso perito Moreno) y Hans Steffen, los estados de Argentina y Chile se disputaron el dominio de estas tierras logrando llegar a un acuerdo recién en 1995.

Entre alegatos y actos pioneros de esforzados colonos que, viendo pasar los días al ritmo del mate y el truco, hicieron frente al aislamiento y las condiciones desfavorables para el asentamiento humano. Fue así como a mediados de los sesenta, y cuando aún no había completa claridad sobre los límites fronterizos en esta parte retirada del continente, se llegó a malos entendidos que por poco provocan una guerra absurda. Y aunque en su momento hubo enfrentamientos reales y murió gente en un ambiente determinadamente bélico, como el caso del carabinero Teniente Merino, la guerra no prosperó y la vida fue preservada. Un ambiente agresivo muy ajeno a la dependencia e identidad patagónica que existía en el lugar, donde las fronteras eran invisibles a relaciones familiares, económicas y amorosas.

La ruta

©Wikipedia
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Una vez cruzado el lago O’Higgins y habiendo subido los metros que separan a Candelario Mancilla del retén de carabineros, hay que detenerse e interactuar con los efectivos policiales que se esfuerzan por hacer soberanía en uno de los lugares más apartados del país. Aquí es donde se cumple con los trámites migratorios, ya que esta es una excursión binacional.

Es precisamente en este punto donde empieza el tramo más exigente de la aventura. Desde el retén comienza a subir un camino de ripio con pendiente considerable el que, paulatinamente, se va introduciendo en bosques de Nothofagus con predominio de Lengas y Ñirres. Tras alrededor de tres o cuatro horas de caminata -o pedaleo- en medio de la aislada zona fronteriza, y habiendo cruzado al menos un par de zonas con abundante presencia de agua, las que son posibles de cruzar a través de improvisadas pasarelas de madera, se llega a un antiguo retén abandonado en el sector de Laguna Redonda. Pasos más adelante existe una rústica pista de aterrizaje estratégicamente ubicada.

Desde este lugar sólo resta alrededor de una hora a pie para encontrarse con el hito que marca la frontera argentina y donde el camino se angosta, convirtiéndose en un sendero claramente demarcado. Aquí se puede apreciar la soledad y aislamiento que deben haber sentido los colonos en su estrecha relación con el medio natural.

La recta final

Vista del Monte Fitz Roy ©Pixabay
Vista del Monte Fitz Roy ©Pixabay

Desde este punto restan a la vez unas dos horas y media de camino para, si el día lo permite, comenzar a descubrir el premio mayor de esta travesía. A medida que el sendero se torna en bajada, con algunas zanjas para tener en consideración si se va en bicicleta, aparecen en el horizonte hacia el sur espectaculares vistas de la Laguna del Desierto (conocido en Argentina como Lago del Desierto) con el imponente Chaltén (o Fitz Roy) de fondo. En menos de una hora se llega al puesto de gendarmería argentina ubicado a unos metros de la orilla del lago, donde se deben hacer los trámites respectivos. Este lugar es perfecto para levantar campamento y por fin relajarse y dejarse perder en el tiempo contemplando la laguna, los bosques y los impresionantes ángulos rocosos del Fitz Roy que acompañado de la luz, sombras, arreboles y nubes, le dan al paisaje un dinamismo único. Buen lugar para descansar tras 21 kilómetros y aproximadamente 8 horas de travesía.

Es recomendable levantarse con los primeros rayos de la madrugada para seguir impactándose del show de luces que se intensifica a esas gélidas horas del día. Desde este disputado lago hay dos opciones a seguir. La primera es caminar 12 kilómetros extras por la orilla este para alcanzar el extremo sur del lago, muy recomendable para quienes disfruten de caminatas por senderos poco transitados y no recomendado para quienes vayan en bicicleta ya que el camino es estrecho y un poco cerrado a ratos. Este tramo toma unas 5 horas y permite estar inmerso en uno de los más vírgenes bosques patagónicos.

La segunda alternativa es esperar el lanchón que a diario conecta los extremos sur y norte del lago, y así ahorrarse los 12 kilómetros de caminata a cambio de un precio bastante razonable.

Una vez al otro lado, es posible tomar buses o furgones turísticos que en poco más de una hora conectan los casi 40 kilómetros que restan para llegar a la villa turística argentina de El Chaltén, lugar de vuelta en la civilización y donde se pueden satisfacer las fantasías culinarias que muy probablemente ocuparon la imaginación durante la travesía.

En el Chaltén se da término a esta excursión por polémicos parajes que más allá de su división geopolítica pertenecen a una sola unidad llamada Patagonia, tesoro de la naturaleza que hay que proteger. Independiente de los límites dibujados en el papel, la Patagonia no sabe de fronteras.

Datos útiles

Pincha aquí para ver un mapa de la ruta:

 

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