Una invitación a conocerlos y protegerlos: Radiografía a los humedales más degradados de Chile
Los humedales son uno de los ecosistemas más productivos del mundo y entregan una gran cantidad de beneficios fundamentales para la preservación de la vida en la tierra. Pese a ello, el panorama de los humedales es bastante sombrío. Según estimaciones científicas, desde 1900 ha desaparecido cerca del 64% de los humedales del planeta y en ese sentido, Chile no es la excepción. Amenazas como la sequía, el auge inmobiliario, el cambio climático, la contaminación y la sobreexplotación de agua han convertido a varios humedales de nuestro país en planicies desiertas, bancos de arena, basurales o zonas urbanizadas. En Ladera Sur conversamos con Diego Luna Quevedo, Especialista en Política y Gobernanza de Manomet Conservation Sciences, y con Ivo Tejeda, director ejecutivo de la Red de Observadores de Aves y Vida Silvestre de Chile (ROC), para analizar la situación de algunos de los humedales más degradados de Chile, considerando sus causas de deterioro, pero también, haciendo un llamado a la necesidad de restauración.
Los humedales, por definición, son ecosistemas de transición entre un ecosistema terrestre y uno acuático, que están temporal o permanentemente inundados, regulados por factores climáticos y en constante interrelación con los seres vivos que la habitan. Son hábitats complejos y llenos de vida, que se manifiestan a lo largo del territorio en las más diversas formas.
En Chile existen más de 40 mil humedales, que cubren una superficie aproximada de 4,5 millones de hectáreas, representando cerca del 5,9% del territorio nacional. En los ecosistemas altoandinos los encontramos como bodefales y vegas, en la zona costera como estuarios, marismas o albuferas, y en las zonas patagónicas como turberas, verdaderos bloques de vegetación y agua que se prolongan por metros hacia el subsuelo.
Los humedales son uno de los ecosistemas más productivos del mundo y entregan una gran cantidad de beneficios fundamentales para la preservación de la vida en la tierra. Son verdaderas cunas de diversidad biológica y una fuente de agua, alimento y recursos para innumerables especies vegetales, animales y otros organismos interdependientes que dependen de estos ecosistemas para subsistir, incluyendo los seres humanos.
“Los humedales son vitales para la supervivencia humana y para el desarrollo de actividades productivas. Son de los ecosistemas más productivos del mundo, de los que innumerables especies vegetales y animales dependen para subsistir. Desempeñan muchas funciones a escala local, regional y mundial -desde proporcionar hábitat a la vida silvestre y satisfacer necesidades básicas de los seres humanos hasta la regulación de procesos atmosféricos y ciclos geoquímicos. Aunque estos beneficios no siempre sean obvios ni cuantificables, sin humedales no hay posibilidad de desarrollo ni resiliencia alguna”, señala Diego Luna Quevedo, Especialista en Política y Gobernanza de Manomet Conservation Sciences.
Son vitales para la supervivencia humana ya que recargan las napas subterráneas, purifican el agua, regulan los niveles de agua de las cuencas protegiéndonos de las inundaciones, y son una barrera clave que amortigua el impacto de tsunamis y marejadas. Además, son claves en la captura de dióxido de carbono, lo que es un factor clave en la lucha contra el cambio climático global.
Pese a todo lo anterior, el panorama de los humedales es bastante sombrío. Según las estimaciones científicas, desde 1900 ha desaparecido cerca del 64% de los humedales del planeta y se estima que cada año se continúa perdiendo alrededor del 1% de los humedales restantes. Y en ese sentido, Chile no es la excepción. Amenazas como la sequía, el auge inmobiliario, el cambio climático, la contaminación y la sobreexplotación de agua han convertido a varios humedales de nuestro país en planicies desiertas, bancos de arena, basurales o zonas urbanizadas.
Como explica el especialista en Política y Gobernanza: “A la hora de mirar en perspectiva la situación de los humedales en Chile, el panorama es bastante desalentador, ya que la gran mayoría de los sitios de importancia no cuentan con las condiciones mínimas para su protección efectiva y se encuentran en situación de desamparo. El estándar mínimo para humedales de importancia debiera ser contar con una figura de protección, un plan de manejo, mecanismo de gobernanza, fiscalización efectiva, infraestructura y ciencia básica que permita medir la efectividad de su manejo. Es particularmente preocupante la destrucción de humedales (salares) que estamos viendo a nombre del Litio. La pérdida de capital natural no hace más que profundizar la crisis de biodiversidad. En materia de humedales el Estado no está cumpliendo su rol de articulador y garante de conservación efectiva”.
Si bien en nuestro país existen varios marcos legales que acogen a los humedales, estos no cuentan con financiamiento para llevar a cabo los proyectos de conservación, fiscalización e infraestructura que permitan proteger de forma efectiva estos importantísimos ecosistemas.
Actualmente en Chile existe la Ley 21.202 que “modifica diversos cuerpos legales con el objetivo de proteger los humedales urbanos que sean declarados por el Ministerio de Medio Ambiente o por el municipio respectivo”. Esta ley entró en vigencia el año 2020, y desde entonces, 111 humedales urbanos han sido declarados como tal, según constata el Ministerio de Medio Ambiente de Chile (MMA).
Esta ley ha significado un avance significativo para los humedales urbanos que, hasta entonces, no contaban con ningún tipo de norma o marco legal que velara por su protección y resguardo. No obstante, no considera la asignación de recursos que permitan realizar las acciones necesarias para presentar la declaración tal como el Reglamento lo indica. Por ello es que los incentivos, la capacidad de gestión y los recursos necesarios para efectuar la declaración están limitados por las capacidades que tenga cada municipalidad. Asimismo, no contempla un financiamiento para creación de infraestructura, fiscalización, control y resguardado de dicho humedal urbano posterior a su declaración.
Por otro lado, esta ley solamente aborda los humedales emplazados completa o parcialmente dentro de límites urbanos, por ende, los que no se encuentran en estas áreas se regulan por medio de otras vías legales.
En ese sentido, la única vía normativa es la Convención de Ramsar, que corresponde al Decreto Supremo N° 771 del año 1981, y es un tratado internacional al que Chile suscribió y que protege zonas húmedas de importancia internacional por ser “reguladoras de los regímenes de agua y que permiten la conservación de una flora y fauna características, especialmente aves acuáticas”.
A la fecha, existen en Chile 16 sitios Ramsar reconocidos, de los cuales 12 estan a cargo de CONAF, 3 son administrados por privados y uno se encuentra bajo la administración del Ministerio de Medio Ambiente. Estos sitios Ramsar protegen una superficie de 358.990 hectáreas, lo que representa cerca de un 8% del área total de humedales en Chile, considerando que existen 4.507.264 de hectáreas de Humedales a nivel nacional, según indica el Inventario Nacional de Humedales de Chile del Ministerio del Medio Ambiente.
Por otra parte, diversos sistemas de humedales del país se encuentran protegidos bajo la categoría de Santuarios de la Naturaleza, no obstante, al igual como ocurre con la ley de humedales urbanos, esto no considera la asignación de recursos que permitan realizar las acciones necesarias para proteger de forma efectiva el lugar, por lo que, en muchas ocasiones, estas medidas no son suficientes para evitar la paulatina degradación del ecosistema.
Asimismo, existen otros instrumentos que abordan la protección de humedales son planes y compromisos nacionales e internacionales, como el Plan Nacional de Protección de Humedales 2018-2022, el Plan Estratégico para la Biodiversidad 2017-2020, aprobado mediante el Decreto Supremo Nº14 promulgado el 28 de febrero de 2018 y el Plan Estratégico para la Diversidad Biológica 2011-2020 y las Metas de Aichi, desarrollado en el marco de la COP10 Nagoya-Japón.
Humedales de Batuco: El caso de Puente Negro y Santa Inés
A poco más de 20 km al norte del centro de Santiago, en la comuna de Lampa, se encuentra el complejo de humedales de Batuco, que además de la laguna del mismo nombre, incluye a los humedales de Santa Inés, Puente Negro, e incluso, los humedales de Quilicura (San Luis y O’Higgins), ubicados en la comuna del mismo nombre.
Este conjunto integrado de zonas húmedas ha sido declarado Sitio Prioritario para la Conservación de la Biodiversidad, y constituye una red de sitios irremplazables para la flora y fauna nativa en la región Metropolitana, con abundancias de miles de aves acuáticas. No obstante, la creciente presión inmobiliaria en el sector, ha llevado a algunos de estos humedales a una degradación bastante alarmante.
“Buena parte de la atención mediática en los últimos años respecto a este complejo de humedales tiene que ver con la laguna de Batuco, que es el sitio quizás más importante de los que acabamos de nombrar. Son cerca de 300 hectáreas del espejo de agua que cuentan con la asignación de Santuario de la Naturaleza y están protegidos por la fundación San Carlos de Maipo. No obstante, no así toda la zona que rodea a esos sitios, que tiene distintos propietarios y durante los últimos años se ha visto una creciente intervención inmobiliaria”, señala Ivo Tejeda, director ejecutivo de la Red de Observadores de Aves y Vida Silvestre de Chile (ROC).
Un ejemplo es el caso de Puente Negro, un humedal de particulares características, con cuerpos de aguas estacionales -más seco en verano, pero con zonas húmedas e inundadas en invierno y primavera- que destaca por ser, junto a Santa Inés, uno de los dos sitios que en las últimas décadas ha mantenido presencia regular de becacina pintada (Nycticryphes semicollaris) en el país, una especie que en Chile se encuentra en peligro de extinción.
Hace algunos años, las zonas inundadas de este humedal eran bastante amplias. Incluso, hace poco más de 10 años, la propia Municipalidad de Lampa instaló miradores en la calle Cacique Colín, desde donde era posible ver las becacinas y otras de las especies que habitan en este humedal. No obstante, el progresivo deterioro del cuerpo de agua, principalmente por desvío de canales y urbanización colindante, ha provocado que hoy, desde esos miradores, solo se pueda ver hierba seca y nuevas construcciones.
A esto se le suma un loteo irregular que comienza a emplazarse sobre el sitio en 2019, el cuál fue notificado a las autoridades pertinentes desde la ROC. A raíz de esto, desde junio de 2020 la Superintendencia de Medio Ambiente (SMA), ha realizado una serie de inspecciones ambientales en el sitio e inició un requerimiento al Servicio de Evaluación Ambiental para que se pronunciara sobre el caso.
Posteriormente, a comienzos de 2021, la SMA ordenó medidas provisionales de paralización de obras, las cuales fueron extendidas en diversas ocasiones debido al incumplimiento de dichas medidas.
Aun así, según lo declarado por el propio Tribunal Ambiental, el loteo irregular supuso la eliminación de más de 17 hectáreas de humedal, mediante el relleno con tierra y escombros (ladrillos, restos de hormigón, basura), la remoción o desaparición de igual superficie de vegetación hidrófita y el secado de cauces.
“Una porción relevante del humedal se destruyó y hay casas arriba hoy en día, ósea hay una pérdida de hábitat evidente y una mayor cantidad de amenazas para las aves. La presencia de personas, de vehículos, de perros y gatos alrededor de estos sitios causa una perturbación para varias de las aves que están presentes”, puntualiza el director ejecutivo de la ROC.
Por su parte, en el humedal de Santa Inés no ha habido un proceso de urbanización propiamente tal, como ocurrió en Puente Negro, pero si existe otro problema: la falta de agua. “Ha habido un problema de falta de agua a partir de los canales de regadío”, indica Tejeda.
Ambos humedales pertenecen a terrenos privados, por ende, han sido utilizados tradicionalmente para la ganadería y sus cursos de agua han sido canalizados para su uso en la agricultura. Como indica el director ejecutivo de la ROC: “La gestión de esos sistemas de canales obedece a una gestión privada y de repente se abre y llega el agua y de repente no. Es decir, no hay una gestión del agua en torno a la conservación de los humedales. Eso hace que, en algunos años el sitio, sumado la sequía que hay en la zona, esté totalmente seco”.
Vale decir que el humedal de Santa Inés es uno de los pocos lugares donde hay registros de vari huevetero (Circus buffoni) en Chile. Además, es uno de los pocos lugares de la zona central de Chile donde el pidencito (Laterallus jamaicensis) presenta una población abundante.
“Hay especies amenazadas de aves playeras como la becacina pintada (Nycticryphes semicollaris) que antes se veía de forma regular en las áreas de Puente Negro y Santa Inés y hoy en día simplemente no se ve o se ve muy rara vez. Hay una pérdida de la calidad del hábitat importante”, puntualiza Tejeda.
Por su parte, Diego Luna Quevedo agrega: “Lo que queda de humedales en los sectores de Puente Negro y Santa Inés formó parte en el pasado reciente del sistema de humedales Lampa-Batuco que albergaba una gran extensión de zonas húmedas. Se trata de humedales en estado de degradación avanzada que requieren acciones urgentes de restauración. Amenazas e impactos fuera de control han llevado a estos ecosistemas a una situación de deterioro extrema. Extracciones ilegales de agua, cambios en el uso de suelo, relleno indiscriminado, loteos irregulares y grandes incendios de pastizales y pajonales, terminaron por destruir casi completamente estos humedales. En el caso de Puente Negro y Santa Inés se destruyeron directamente sitios de alimentación, refugio y reproducción de la Becacina pintada (Nycticryphes semicollaris), una especie clasificada como “En peligro” afectando severamente su ciclo de vida y población”.
Humedales costeros de Coquimbo: Una realidad alarmante
En la Región de Coquimbo existen más de 30 humedales costeros, los que incluyen áreas como pantanos, lagunas, esteros y deltas. Estos espacios tienen un papel crucial en la regulación del ciclo del agua y la mitigación del cambio climático, así como cumplen una importante función como lugar de descanso y alimentación para numerosas especies, siendo destacadas como áreas de invernada de aves migratorias neotropicales.
Su importancia se incrementa si se considera que son parte de una cadena de sitios en una zona semiárida fuertemente desertificada. Sin embargo, enfrentan amenazas significativas debido a la urbanización, la agricultura intensiva, la contaminación y el cambio climático.
“La bahía Coquimbo es un sector extenso de playa arenosa, que está inserto en un medio muy urbano. Son sitios que han tenido cierta preocupación de un conjunto de actores, muchos de ellos locales, que han realizado una labor importante en la visibilización y gestión de estos sitios. Sin embargo, son sitios fuertemente intervenidos en lo que es la expansión urbana. Por ejemplo, la desembocadura del río Elqui está reducida a su mínima expresión en las propuestas de Planes Reguladores y tenemos edificios construidos justo al lado del río”, puntualiza Ivo Tejeda.
“En el humedal Punta Teatinos, por otro lado, hay un problema importante de uso del sitio para actividades ilegales, o sea, había una toma del sitio que fue desalojada hace algunos meses”, continua el director ejecutivo de la ROC. “Es un sitio que tenía problemas relevantes en torno a la extracción ilegal de machas, con asentamientos de personas que implicaba el paso de vehículos, una cantidad muy importante de perros y una contaminación de plásticos y basura en ahí en el mismo sitio”.
Algo no muy distinto a lo que se ve en el humedal El Culebrón, donde el lugar esta expuesto a diversas prácticas que no son compatibles con la protección del humedal. “Tienes gente viviendo ahí, gente desarrollando prácticas de recolección de algas y un gran tránsito de turistas”, cuenta Tejeda.
“Son elocuentes los casos de Punta Teatinos, El Culebrón o el Estero de Tongoy, fuertemente impactados a vista y paciencia de la institucionalidad. Los ambientes acuáticos de las regiones secas del continente, como es el caso de la zona costera de Coquimbo, son considerados en la actualidad de los ecosistemas más amenazados a lo largo de las Américas, y en particular de la costa Pacífico Sudamericana. En el norte chico de Chile, los humedales son severamente utilizados y presionados bajo actividades recreativas, turísticas, desarrollo vial e inmobiliario, saneamiento y agricultura, entre otros. Esto, como consecuencia de la superposición desregulada de actividades y sus múltiples impactos asociados”, puntualiza Diego Luna Quevedo.
Por otro lado, entre la bahía de Tongoy y Bahía Barnes, también en la Región de Coquimbo, se encuentran cuatro humedales: Estero de Tongoy, Salinas Chicas, Salinas grandes y Pachingo. Estos ecosistemas forman una red de humedales insertos en una zona semiárida, que se caracteriza por su gran abundancia de avifauna y por sus especies vegetales únicas, algunas de ellas en peligro de extinción como el guaycurú (Limonium guaicuru) y el carrizo (Phragmites australis).
Este sistema de humedales fue declarado en 2018 como Santuario de la Naturaleza mediante el Decreto Supremo N°2 del Ministerio del Medio Ambiente – Humedales de Tongoy, con el fin de proteger el patrimonio natural de esta zona y de la región en su conjunto. No obstante, diversos factores como la presión inmobiliaria, el turismo de playa, el tránsito de vehículos y la presencia de animales domésticos sin supervisión, han seguido generando perturbaciones en el lugar y una paulatina degradación del ecosistema.
«Tradicionalmente ha existido una brecha muy importante entre declarar un sitio como un área protegida y manejarlo de forma adecuada. Incluso en los parques nacionales existen falencias y muchas cosas en las que avanzar, pero es aún más en buena parte de los santuarios de la naturaleza. Y eso es lo que pasa en Tongoy. Este sistema de humedales es parte de un santuario de la naturaleza, pero su manejo es muy escaso. Entonces actualmente algo en lo que tenemos mucho que avanzar es en cuanto al manejo de estos lugares”.
Si bien, existen casos bastante exitosos en la protección de los humedales en Chile, donde se ha logrado avanzar bastante en la restauración y conservación efectiva, son casos excepcionales, costosos y no representan una tendencia a nivel nacional.
“Hay algunas iniciativas de restauración como en los casos del humedal del río Elqui, humedal urbano del sector de Angachilla y en Cahuil. Estos proyectos se encuentran en proceso de implementación por lo cual hay que evaluar en el corto y mediano plazo la efectividad de las acciones implementadas. La restauración es cara y los procesos son complejos y largos”, señala Quevedo.
Por su lado, Tejeda añade: “hay casos en distintas municipalidades, de comunas de distintos niveles de ingreso, donde ciertamente hay un compromiso para destinar recursos para manejar el sitio. Sin embargo, es imposible manejar bien el sitio bien si no hay personas en terreno de forma constante”.
En ese sentido, el especialista en Política y Gobernanza comenta que “es notoria la existencia de obsoletos e inadecuados instrumentos de planificación y ordenamiento que sirven como marco a un uso deficiente del territorio, generando sistemáticamente un acelerado deterioro de los humedales. La desinformación, el desconocimiento y principalmente la falta de valorización por parte de los usuarios de dichos recursos, así como de los tomadores de decisión, ha posicionado además situaciones conflictivas en torno a estos ecosistemas. En la actualidad, los humedales insertos en el sistema costero se encuentran fuertemente deteriorados y en peligro, por lo que su conservación aparece como una tarea impostergable a escala regional”.
Un llamado a la restauración
Los humedales del mundo se siguen perdiendo y degradando a un ritmo alarmante como resultado de las actividades humanas. En consecuencia, los beneficios esenciales que proporcionan los humedales para la biodiversidad y las personas continúan deteriorándose seriamente.
Las causas más frecuentes son la actividad humana o las perturbaciones que son demasiado frecuentes o severas para permitir la recuperación natural. Así mismo, también influyen los efectos del cambio climático (por ejemplo, aumento del nivel del mar, aumento de temperatura, cambios en los patrones de inundaciones y sequías), que afectan cada vez más a la calidad y el flujo de los servicios de los humedales.
En ese sentido, la restauración de humedales destruidos o degradados, es decir, realizar intervenciones específicas que permitan devolver a los humedales su estructura y funcionamiento como ecosistemas, representa una valiosa oportunidad para recuperar y mejorar los diversos servicios ecosistemicos que nos brindan los humedales, incluida la reducción del riesgo provocado por las tormentas y otros fenómenos extremos, una mayor seguridad de alimentos y agua, y la capacidad para mitigar el cambio climático y adaptarse a él.
“La restauración de humedales debe ser priorizada en las políticas de ordenamiento territorial y de conservación de la biodiversidad. Chille ha asumido el compromiso de restaurar un millón de hectáreas al 2030 como parte del Plan Nacional de Restauración de Paisajes. Los humedales deben ser prioridad de dicho plan”, indica Diego.
El valor total de los beneficios que se derivan de un humedal restaurado puede ser a menudo varias veces superior al costo de la restauración cuando a ello se suma el valor de los beneficios perdidos por causa de la degradación. “Como la naturaleza proporciona normalmente servicios ecosistémicos a un costo más bajo que los sistemas artificiales, la restauración de humedales puede ser una estrategia rentable a largo plazo para el logro de objetivos simultáneos de conservación y desarrollo. Sin embargo, la primera prioridad debe ser siempre la conservación efectiva y el uso racional de los humedales, en lugar de permitir su continua degradación”, finaliza el especialista.