Inició el 17 de febrero de 2005, duró 30 días y más de 15 mil hectáreas resultaron quemadas. En eso se resumió, según la ONEMI (Oficina Nacional de Emergencia del Ministerio del Interior), la tragedia que afectó al Parque Nacional Torres del Paine hace 13 años atrás. ¿Las consecuencias? Gran parte del bosque nativo desapareció.

Dentro de las plantas que resultaron afectadas estaban las lengas (Nothofagus pumilio). De hecho, de acuerdo a un estudio, los efectos del incendio cambiaron la capacidad de adaptación al cambio de los bosques, lo que afecta seriamente a su restauración. Es más, la lenga es una especie que no tiene capacidad de rebrotar luego de ser quemada.

Pero en el incendio no sólo se vio afectado el Parque Nacional Torres del Paine, sino también su vecina Reserva Cerro Paine que vio 250 hectáreas de su bosque afectadas. Es precisamente este territorio el que hoy la ONG AMA Torres del Paine busca reforestar a través de una de las campañas de reforestación en la zona.

©Constanza Anette
©Jonathan Barría

Apadrina una lenga

Nelson Bahamondes, encargado de ciencia, investigación y gestión ambiental de la ONG AMA Torres del Paine y la Reserva Cerro Paine, está junto a los domos donde realizan los trabajos ambientales. Tiene como público a un grupo de niños de la escuela local y adultos, todos preparados porque dentro de poco van a poder plantar una lenga y ser parte de la reforestación de esta zona de la Patagonia.

Los objetivos

La primera etapa de la reforestación es criar estos árboles en el vivero. Luego se plantan en pequeños focos –porque las lengas en un principio crecen juntas–, en las que se separan en una distancia de 30 cm entre sí. Es todo un proceso: se cava un hoyo en el que quepa la planta, se inserta sin dejar ningún espacio de aire y luego se deja estable.

©Constanza Anette
©Jonathan Barría

Es así como hasta el momento han logrado plantar cerca de 20 mil lengas en un año. Según explica Bahamondes, las cifras de reforestación por año en este lugar tienen un objetivo que varía entre 20 y 30 mil. Sin embargo, es un proceso demoroso por el período que toman los árboles en aclimatarse. “Una lenga, para ser transportada del vivero puede ser definida por el tiempo o por el tamaño. Puede ser una planta de 30 o 40 cm que tiene tronco, o bien tú decides que sea un año. La idea de que sea ese tiempo, es poder sacar las producciones e ir avanzando. O sea, el objetivo de la reforestación es abarcar la mayor cantidad de espacio quemado en el menor tiempo posible y con las mejores técnicas para que crezcan rápido, no se mueran”, dice.

Sin embargo, la tarea no ha sido fácil. Además de la complejidad de criar lengas, el clima de la Patagonia no les ha dado respiro y el invernadero ha sufrido consecuencias: el techo se ha volado en varias ocasiones por los fuertes vientos. A esto se suma la fauna local, ya que una vez plantadas las lengas, deben asegurarse de protegerlas de los guanacos o los caballos, que ven en ellas un pequeño festín.

©Constanza Anette
©Jonathan Barría

El futuro

Bahamondes explicó que todavía no pueden hacer una evaluación completa de la reforestación porque llevan menos de 10 años -empezaron en 2014-. Recién en ese período se puede ver si siguen con las mismas técnicas o aplican nuevas. Sin embargo, sus planes se mantienen positivos: “Una vez que pasemos de recuperar los bosques de lengas, (la idea es) hacer mixtos porque obviamente la ecología de este lugar tiene otras plantas. Entonces nosotros esperamos, ya teniendo en desarrollo el vivero, producir calafate, arbustos, herbáceas y tal vez reproducir los ecosistemas como estaban antes”.

©Constanza Anette
©Jonathan Barría
Comenta esta nota

Comenta esta nota

Responder...