La gente del sur sabe que hay varios sures. En mi caso, es el sur de Coyhaique, la capital de la Región de Aysén, que se conoce hace algún tiempo por sus malos índices de calidad de aire. Mal ahí. También es algo conocida por ser una puerta de entrada a la Patagonia profunda y recientemente por ser un nuevo reducto hype de Chile; la nueva Puerto Varas, dicen. Sí, tenemos café gourmets, co-works, bistrots, ¡vengan a vernos! Y vengan preparados.

Si bien la Región de Aysén es muy prendida en actividades de montaña, ciclismo de ruta y otros pasatiempos al aire libre, nuestra capital todavía está lejos de que la bici-modalidad sea una prioridad/bandera de lucha. Y es que desplazarse diariamente en bicicleta, por acá todavía cuesta. Por un lado no hay grandes incentivos: las distancias son cortas –por ende caminables–, no hay tacos de automóviles y no nos pagan los kg de CO2 no emitidos. Por el otro lado, hay grandes desincentivos: el clima, la contaminación, no hay infraestructura adecuada, el clima otra vez, etc. Sin embargo es el mismo clima con el que hacemos las actividades fuera de la ciudad. Algo raro hay ahí.

©Nicolás Smith
©Nicolás Smith

Definitivamente, vivimos en esta condición de ambigüedad, en que todavía no hemos construido la relación entre lo activos que estamos fuera de nuestras ciudades y lo poco que nos movemos al interior de ellas. Pero esta condición es también una oportunidad para ir creando esta relación a punta de adaptarnos a convivir, diariamente, con al menos tres tipos de “exposiciones”.

1.- Exposición a los elementos

©Nicolás Smith
©Nicolás Smith

Ah sí, Coyhaique es también famosa por tener una de las condiciones urbanas más extremas de Chile: viento patagón en los pocos meses de verano, hielo y nieve en el extenso invierno y todo esto acompañado de un fuerte desnivel en pocos metros de recorrido, y una incipiente, pero reducida cultura de convivencia vial.

Para lo primero nos protegemos: primera capa, segunda capa, y capas hasta el fin del mundo para no pasar frío… o al menos las suficiente hasta que entramos en calor subiendo y subiendo. Listo.

Ahora viene el “camuflaje”: nos hacemos radioactivamente visibles para forzar la convivencia vial (más sobre eso en el próximo punto). Pero, queridos ciclistas, desgraciadamente no es tan fácil. Creo y constato que hay que afrontar y ojalá reconocer el riesgo de la mejor forma, en especial por lo fácil que es terminar en el suelo independientemente si uno anda con cuidado o cadena líquida.

Lo más evidente, es preocuparse por la diferencia entre las heladas o “escarchas”: las blancas siendo las que nos gusta ver por la mañana, tiñendo todo de blanco. La escarcha negra, por otro lado, es una capa maldita invisible ultra-lisa que ataca durante los días más fríos y secos. Si combinamos las pendientes y los ríos de aceite de motor que descienden por las calles más ajetreadas, entonces tenemos algo de razón al exigir una infraestructura propia y más adecuada para los ciclistas. Tal vez sólo por el hecho de poder caernos más seguros, o que por mientras, nos vean caernos.

2.- Exposición a ser visto

©Nicolás Smith
©Nicolás Smith

En una región donde las horas de sol al día son escasas (promedian las 8,5 horas en invierno), donde el invierno es gris y blanco y extenuante, y donde los colores llamativos y fugases de las parkas de turistas se lucen, es totalmente necesario destacarse por sobre todo eso. Bienaventuradas son las chaquetas reflectantes, reflectantes en las alforjas, cascos vistosos y todo lo que pueda llamar la atención para ser visibles –en cualquier condición–, por otros automovilistas. Así, todos estarán enterados de que algo se mueve por ahí, en especial los amigos colectiveros o los que vuelan en camionetas; que hay que tener cuidado, que no se acerque tanto.

Hay que usar la estrategia “jungla” que les sirve a las ranitas colorientas pero ultravenenosas… El objetivo, por lo menos en nuestra cabeza, es ser vistosos. De esta forma también podemos ser un ejemplo de que sí, se puede andar regularmente en bici en esta zona. Y todo esto tiene más relevancia si uno considera que en la comunidad de Coyhaique, por escala, todos, tarde o temprano nos conocemos y formamos parte de ella. Por lo menos es más fácil divisar a un amigo o un conocido a la distancia. De igual forma, el uso de cascos debiera ser obligatorio, en especial en invierno, donde las caídas por efectos del hielo son parte de la historia habitual.

3.- Exposición a la contaminación

©Nicolás Smith
©Nicolás Smith

Este es el punto más difícil de considerar y tomar a la hora de salir. Por más llamativo y preparado para el clima que uno ande, no hay forma de escaparse de la contaminación atmosférica, en especial por material particulado. Es una condición que, lamentablemente, arrastramos como país entero, desde Santiago a los campos de hielo, sean ciudades en la costa, valle o precordillera. No hay cómo salvarse.

Bueno, tal vez no vivir en estas ciudades, pero eso dificultaría mucho el desplazamiento en bicicleta. ¿Y qué pasa con la intermodalidad? Eso es cosa de ciudades grandes. ¿Y si no pedaleamos tan rápido, como dicen algunos estudios, o uso alguna máscara que filtre los temidos particulados finos? Todas son opciones que debemos considerar para adaptarnos a este entorno que hemos construido. No tengo una respuesta clara frente a esto, pero creo que nunca es tan tarde como para subirse a la bici, ni nunca muy temprano para entender que la descontaminación de nuestras ciudades es un proyecto de todos y de largo aliento.

©Nicolás Smith
©Nicolás Smith

Tenemos que ir trabajando en ambas tareas al mismo tiempo. Desde ya viajemos seguros, seamos ejemplo y adaptémonos a la exposición al sur que tenemos/necesitamos.

Comenta esta nota

Comenta esta nota

Responder...