La vida en la isla Hornos no es nada fácil. Las temperaturas pueden caer drásticamente por debajo de los cero grados Celsius de un instante a otro. El viento es capaz de alcanzar velocidades de más de 100 kilómetros por hora, mientras que la lluvia y nieve están presentes en todo momento en las temporadas más frías, formando vastos paisajes blancos y desolados que se extienden hasta donde alcanza la vista.

Así es el ambiente en uno de los puntos más australes del mundo. Lugar que se terminó por convertir en el hogar de José Luis Luarte, alcalde de mar de la Armada de Chile, y de su familia, siendo Sofía su hija mayor. Aparte de ellos, no hay más habitantes en la isla, además de algunas especies de fauna y flora.

En esta línea, entre las especies que allí habitan, se destaca la becacina grande (Gallinago stricklandii), ave que es extremadamente difícil de hallar, por lo que no ha sido investigada en profundidad como otras especies de aves chilenas. Se cree que tiene una población pequeña, la cual puede estar disminuyendo en algunas áreas debido a la degradación de su hábitat y a la presencia de especies invasoras. Asimismo, a raíz de la falta de evidencia respecto a su disminución, la especie se encuentra clasificada actualmente como Casi Amenazada.

El camino de la becacina grande y el de Sofía se cruzaron por azares del destino, cuando un día unos científicos llegaron a su casa y le comentaron sobre la investigación que estaban realizando con relación a esta particular ave. Fueron sus relatos los que llamaron la atención de Sofía, motivándola a ser parte de este estudio a sus 14 años, lo que le permitió ahondar en sus pasiones y alimentar aún más su inmensa curiosidad.

Casa de la familia Luarte en isla Hornos. Créditos: José Luis Luarte.
Casa de la familia Luarte en isla Hornos. Créditos: José Luis Luarte.

La vida de Sofía en la isla Hornos

Al llegar a isla, lo primero que se divisa en el horizonte es una bandera chilena y una casita color terracota. En ella, ajena a la hostilidad climática de la zona, transcurre la apacible vida de la familia Luarte.

Un día normal para Sofía inicia a las 6:30 de la mañana, ante la eventual llegada de los turistas. Posteriormente, se preocupa de alimentar a su gato de nombre Calafate y de desayunar junto con su familia. Una vez hecho eso, se conecta a sus clases en línea, almuerza, hace sus tareas, juega con su hermano y dedica sus horas libres a la pintura.

«Yo siempre he pintado o he estado muy presente en la parte artística, es lo que siempre hice. Me gusta hacer esculturas con porcelana fría y experimentar con diferentes tipos de pinturas. Pinto con lápices de madera, acuarela y acrílico. También me gustaría probar otras cosas, como el tejido a crochet y aprender a cocinar», comenta Sofía.

Su dedicación a la pintura ha dado diversos frutos, pese a su corta edad. Durante su primer año en Cabo de Hornos, Sofía ganó en la etapa de escritura y de dibujo del certamen Jóvenes Talentos de Magallanes, organizado por la Fundación Teraike. Del mismo modo, también se coronó triunfadora en un concurso de dibujo organizado por el Museo Marítimo, en el contexto del mes del mar, siendo así destacada tanto a nivel local como nacional.

Sin embargo, los talentos e intereses de Sofía no se remiten solamente al mundo artístico, sino que también abarcan el área de las ciencias.

«Yo quiero dedicarme en un futuro al área científica. Me llama la atención la biología marina y paleontología (…). Me gusta salir a pasear y buscar hojas y rocas. En realidad, cualquier cosa que encuentre, me la llevo. Tengo una cajita llena de plumas de diferentes aves, las que me gustaría ordenar por especie algún día», relata Sofía.

«El tema de la investigación siempre me ha apasionado. Cualquier cosa que no entiendo, me interesa o me llama la atención, la investigo, así que tengo muchos libros dedicados a la ciencia o con animales, porque a mí y a mi hermano nos gusta mucho eso», agrega la pequeña.

El estudio sobre la becacina grande

La idea principal del estudio, impulsado por el Centro Internacional Cabo de Hornos (CHIC) y publicado en la revista electrónica Anales del Instituto de la Patagonia (AIP), era hacer seguimiento a individuos y familias de la becacina grande en Cabo de Hornos, con la finalidad de obtener más información acerca de la especie, de la cual existen menos de 100 registros, siendo así muy poco conocida y estudiada.

Esta especie de ave normalmente habita en los bosques templados de Sudamérica desde la región del Maule hasta la Isla Hornos. Sin embargo, debido a la presencia de especies invasoras en la zona, tal como lo es el visón, la sobrevivencia de la becacina podría estar en peligro, sobre todo porque es un ave que hace su vida a ras de suelo. Por lo mismo, este tipo de investigaciones permiten no solo averiguar más de la especie, sino que también contribuir a su preservación.

«Conocer un poquito sobre la biología de esta especie es crucial para la preservación. El hecho de que sea una especie muy desconocida la hace sumamente especial», explica Omar Barroso, observador y fotógrafo de aves que también fue parte de la elaboración del estudio sobre la becacina grande.

Una de las razones por las que existen tan pocos registros de la becacina, es su color, entre parduzco y ocre, el cual le permite mimetizarse muy bien con su entorno (las estepas). Asimismo, se estima que su abundancia es relativamente baja comparada con otras especies, lo que, sumado a que su mecanismo de defensa al sentir peligro es quedarse completamente inmóvil, no permite que sea tan fácil de encontrar.

«Es como buscar una aguja en un pajar (…). Las otras aves cuando ven a otros animales o al ser humano, generalmente salen volando, escapan, pero esta se queda quieta, al punto de que encontrarla es muy difícil. Sale volando cuando está realmente en peligro. En el caso de un encuentro con un humano sería cuando uno está a punto de pisarla», explica Barroso.

Es así como los científicos relacionados con el estudio, impulsados por la búsqueda de esta especie tan desconocida y esquiva, arribaron a la isla Hornos, donde fueron recibidos por la familia Luarte.

Becacina grande. Créditos: Omar Barroso.

Sofía y la becacina grande

Hasta ese momento, Sofía no había escuchado nunca acerca de la becacina grande, sin embargo, fueron sus dibujos y pinturas las que llamaron la atención de los expertos, quienes notaron la pasión de Sofía por los animales plasmada en el papel.

«Me regalaron un libro de aves, para que así pudiera pintar y estructurar a las aves de mejor manera. Después me preguntaron si yo los podía ayudar con su estudio, ya que como vivo en la isla, puedo salir a pasear y encontrarme con la becacina grande. Yo acepté, porque me gustan las aves y poder ayudar a las personas», recuerda Sofía.

«Hicimos una capacitación superrápida con ella, porque estuvimos poco tiempo en la isla, entonces salimos con ella, y le mostramos el área donde posiblemente se podía encontrar la becacina. Diseñamos un protocolo de monitoreo para que ella pudiera continuar cuando nosotros no estuviéramos», relata Barroso.

Becacina grande. Créditos: Omar Barroso.
Becacina grande. Créditos: Omar Barroso.

Así fue como se inició la aventura de Sofía. Lo primero que le encargaron los científicos fue colocar cámaras trampa en lugares estratégicos donde fuera posible avistar a este escurridizo pajarillo.

«Trajimos unos palos y un martillo. Nos entregaron las cámaras a nosotros y teníamos que poner la tarjeta de memoria. Las colocamos cerca, en lugares húmedos, porque habíamos visto que varios tipos de pajaritos se alimentaban en ese tipo de lugares», comenta Sofía.

Con el tiempo, Sofía y su familia lograron avistar en diversas oportunidades a la becacina, incluso pudieron observarla de cerca y sacar algunas fotografías, registros que fueron incluidos en el estudio, aunque lamentablemente no se logró ningún avistamiento con las cámaras trampa.

«Yo la considero un ave muy inteligente, aunque a veces es algo torpe. Mi mamá tuvo un encuentro con ella en una escalera y la becacina salió rodando. Se asustó y se resbaló con una manguera», señala Sofía entre risas.

«Con mi hermano también la vimos, habíamos salido a pasear, pero de repente nos encontramos por ahí con la becacina. Nosotros estábamos jugando y la becacina estaba en un arbusto. Yo no la había visto y, por lo mismo, casi la piso, entonces ahí salió volando. Me asusté y casi me caí de la colina», agrega.

Becacina grande dibujada por Sofía Luarte. Créditos: Sofía Luarte.
Becacina grande dibujada por Sofía Luarte. Créditos: Sofía Luarte.
Becacina grande. Créditos: Omar Barroso.
Becacina grande. Créditos: Omar Barroso.

Por su parte, los científicos tuvieron el privilegio de capturar con una red de niebla a un ejemplar adulto de forma segura y poco invasiva, lo que les permitió tomar diferentes muestras y medidas morfológicas, así como colocarle un anillo para su identificación y seguimiento. Este espécimen era parte de un grupo familiar que residió en la isla Hornos durante las estaciones de verano, otoño, invierno y primavera. Lo impresionante es que esta conducta contrasta con el hábito migratorio de la becacina común G. magellanica.

«La becacina llenó un rinconcito de mi corazón. Cuando la tuve en mi mano fue muy emocionante. De hecho, me puse un poco melancólico en el momento de la liberación (…). Fue un momento muy especial, porque gracias a eso se generó un poquito de información y de conocimiento, lo que permite que todos podamos de alguna manera acercarnos a especies como esta, que son realmente difíciles de ver o de encontrar», afirma Barroso.

1 Comentario

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  1. PAULA CAMPOS

    Maravillosa, las acuarelas de Sofía son muy buenas.
    Que ejemplo y que felicidad vivir en un mundo de tanta observación

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