Rodrigo Hucke-Gaete, cofundador del Centro Ballena Azul e investigador: “Me encantaría que la vida de las ballenas fuera más gentil, más suave, más linda”
Desde pequeño, al biólogo marino Rodrigo Hucke-Gaete, le gustaban los animales y una revista le mostró, por primera vez, a una ballena. Encantado con este gigante de los océanos, se propuso protegerlo y, en ese camino, se introdujo a la ciencia. Visitó constantemente la Antártica y un maestro le dio las primeras pistas que debía seguir. Así, cofundó el Centro Ballena Azul y se desempeña como investigador de la Universidad Austral. En esta entrevista, Rodrigo repasa sus inicios como biólogo marino, su trabajo por las ballenas azules y el cuidado de los ecosistemas marinos en los que habita, así como sus amenazas y desafíos para su conservación.
Cuando Rodrigo Hucke-Gaete era niño, tenía la necesidad de conocer animales. Pero su familia no lo dejaba tener mascotas en el departamento en que vivía en Santiago de Chile. En cambio, hojeaba las páginas de las revistas National Geographic de su abuela. En medio de la naturaleza salvaje que describían esos textos y las fotografías que mostraban lugares que existían lejos de la ciudad en que habitaba, hubo una captura que le llamó la atención. En ella había un pequeño bote Zodiac que tenía en frente de él una aleta caudal de una ballena. Cuando vio esa foto supo que, de alguna forma, su lugar era cerca de eso.
Esa imagen todavía sigue en su cabeza.
Con el tiempo entró a estudiar Biología Marina, a hacer expediciones a la Antártica y, a enamorarse, cada vez más, de los mamíferos marinos. En ese camino, su fascinación por la conservación de ellos y, en especial de la ballena azul (Balaenoptera musculus), fundó el Centro Ballena Azul -una organización dedicada a la ciencia aplicada para la conservación marina con enfoque en mamíferos marinos como especies paraguas y bandera-, además de desempeñarse como investigador de la Universidad Austral de Chile.
“Desde que uno va en el colegio, le dicen que la ballena azul es el animal más grande del mundo, pero no se dimensiona hasta que se ve. Yo estaba triste por la caza ballenera, que en esa época todavía existía, la moratoria empezó el 86’. Quería trabajar en Greenpeace, mi objetivo de vida era estar entre el arpón y la ballena. Pero la idea era salvar una ballena y me di cuenta de que podía hacer más cosas si es que me dedicaba a la ciencia y la conservación”, explica Rodrigo.
Ir a los primeros terrenos
Muy decido, un joven Rodrigo estudiante de biología marina llegó a la oficina del Instituto Antártico Chileno (INACH) con solo la motivación y el conocimiento de que en Antártica había ballenas. Llegó a hablar con don Óscar Pinochet de la Barra, entonces director del instituto. No tenía hora tomada y la secretaria lo miraba con si el encuentro nunca fuese a suceder. Pero se abrió la puerta de la oficina del director.
– ¿Este joven qué hace acá? ¿sobre qué necesita hablar? – preguntó don Óscar.
– Sobre ir a la Antártica- respondió Rodrigo, decidido.
El director del INACH canceló sus reuniones y se dedicó a conversar con un joven cuyo sueño era ver ballenas. Lo citó para el próximo 21 de marzo del año siguiente a hablar con don Anelio Aguayo-Soto, investigador del instituto y uno de los grandes estudiosos de mamíferos marinos en Chile y México, algo así como un prócer del conocimiento de las ballenas en Chile. Con ese nexo, Rodrigo empezó a ir a Antártica desde los 19 años. Y también a recorrer otros lugares de Chile. Es que no todos tienen la experiencia de decir que se embarcaron cinco veces a isla de Pascua o que cada verano iba al continente blanco a esa edad. Eso hacía feliz a Rodrigo.
-Entonces, ¿desde tus inicios te quisiste dedicar a las ballenas?
-Sí, quería conocerlas todas. Mi motivación más íntima y personal puede ser algo egoísta, pero me hacen feliz incluso sin estar haciendo ciencia, sino estando cerca de ellas, estableciendo algún contacto con ellas. Ahora, para eso tengo que hacer ciencia y también me gusta mucho. Pero la máxima felicidad y la más sencilla de todas es ese momento de acercamiento en el que todo está tranquilo y en paz. Son animales grandiosos.
-Ibas a Antártica todos los años. ¿Qué te decían tus cercanos?
-Muchos tenían ganas de ir, pero eso repercutió en que me demorara siete años en sacar la carrera porque congelaba semestres y postergaba evaluaciones. Después, hacer tesis con mamíferos marinos tomó harto tiempo (…). Pero fueron los mejores años de mi vida, esos fantásticos veranos en Antártica.
Su tesis la enfocó en el lobo fino antártico (Arctophoca gazella). Con él también vivió un momento especial. “Fue con un cachorro de ésta, una especie que casi llegó a extinguirse por toda su explotación en Antártica. Yo iba al cabo Shirreff, uno de los lugares más increíbles de la Tierra y este pequeño estaba medio durmiendo. Era bien gordito. Me acerqué como de punta y codo, y él también. Nos tocamos la nariz. Cuando vivía en Santiago necesitaba animales. Bueno, ese fue como mi perrito jajaja”.
Fueron años maravillosos. De ver la territorialidad de los machos. De vivir momentos de susto por eso. De cosas divertidas y otras tristes, como cuando los lobitos se quedaban esperando a que sus mamás volvieran: “Se conoce lo duro de la naturaleza, la dura vida que tienen todos. Pero especialmente para estos animales que no tienen resguardos adicionales como nosotros”.
La primera ballena azul
Rodrigo estaba callado. Introspectivo. Iba como observador científico en un buque de la Comisión Ballenera Internacional fuera de Iquique, en una labor que luego se extendería por toda la costa hasta Punta Arenas. Frente a sus ojos, una ballena azul cubría casi la mitad del barco en su largo. Era 1997, ya lejos de la costa en un mar donde las olas no paraban nunca. Él, entre el impacto, le pregunta a don Anelio, quien también iba como observador científico, si alguna vez había visto una ballena azul. Se acerca, casi como susurrando y le dice “una vez”. “Si el maestro lleva 400 años navegando y solo ha visto una vez una ballena, ¿qué queda para mí”, recuerda haber pensado. Pero también estaba seguro de una cosa: que quería seguir investigando a estos animales.
“En esa época se hablaba de que la ballena azul estaba destinada a extinguirse porque había bajado tanto poblacionalmente que la probabilidad de que una se encuentre con otra en el Pacífico era baja. Así que, en un acto desesperado, la Comisión Ballenera Internacional fomentó estos cruceros en los lugares donde históricamente se cazó ballenas. Eso incluye Chile, por supuesto, para ver si había señales de recuperación. Entonces, verla en Iquique fue el primer indicio de que quedaban ballenas azules y que era posible verlas”, dice Rodrigo.
Ese mismo optimismo aumentó cuando, al terminar el viaje, un par de investigadores tomaron un transbordador desde Puerto Natales a Puerto Montt para conocer el mar interior de Chiloé y, al sur del Golfo Corcovado vieron soplo tras soplo: eran 60 ballenas azules vistas en cuatro horas.
Ahí había algo clave. “El problema es que siempre se describía su hábitat como lejos de la costa y eso involucraba grandes embarcaciones. Eso es carísimo. Pero yo decía que había que tratar (…). Que estas dos personas hayan visto eso fue el indicador máximo para ir a buscarlas”, recuerda.
– ¿Ahí fundaste el Centro Ballena Azul? ¿Cómo surge?
-En el 2000. Yo ya había visto mis primeras ballenas azules, pero me demoré cinco años de postulación de proyectos. Salió el décimo tercero, al quinto año. Eso fue en 2003, ese volamos por Coquimbo, Concepción, Valdivia, Concepción y de Puerto Montt al sur. En ese último lugar encontramos 14 ballenas azules. Las vimos comiendo y con sus crías, que era la señal máxima de que había recuperación. Si no ves las crías, algo está pasando. Pero si las ves, es una señal importante de que se está recuperando la población. Pero en el 2000 creamos el centro con mi colega Francisco Viddi. En esa época éramos estudiantes, yo estaba entrando al Doctorado, y queríamos tratar de canalizar fondos para poder hacer las investigaciones que en ese momento nadie hacía en Chile.
– ¿Siempre centrados en ballenas azules?
– No, la visión del centro es más amplia. Tiende hacia los mamíferos marinos, por supuesto. La ballena azul, sí, es nuestra especie foco porque nosotros pensamos que, si proteges su hábitat, proteges el hábitat de los delfines chilenos, por ejemplo, y lo que está por debajo de ellos. En particular, el caso de la ballena azul nos da una amplitud inmensa y tendríamos que hacer un área protegida desde aquí a Galápagos y más allá, que sería fantástico, pero es impracticable en este minuto. Pero sí pensamos como especies focales, especies bandera, llaman mucho la atención el pensar en cuidar una ballena. Obviamente, sabemos que vive en un ecosistema sano. Ellas te avisan o dan señales de que la situación está en deterioro ose necesita implementar medidas rápido.
– ¿Y han recibido esas señales?
– Sí, varias veces. Por ejemplo, ver problemas que tienen a la piel (…). Eso te está indicando que algo está pasando. Y lo otro que hace poquito pudimos hacer, a través de transmisores satelitales, es seguir ballena en el tiempo y eso sobreponerlo con la ruta del tráfico marítimo, apenas se liberaron esos datos que antes eran secretos. Hicimos un video junto a Luis Bedriñana, quien fue mi estudiante y ahora somos colegas. Él logra hacer este video que muestra los problemas que tiene una ballena para poder alimentarse en esta ruta de Puerto Montt al sur, que es una zona donde hay tráfico marítimo bastante considerable. Es muy impresionante cómo una ballena tiene que desempeñar toda la energía para evadir estas rutas de navegación mientras trata de encontrar comida.
-Ese estudio demostró que hasta mil embarcaciones al día se desplazan en zonas de alimentación de ballenas azules en la Patagonia norte chilena e hicieron un GIF para mostrarlo que sigue viralizándose. ¿Qué opinas del impacto que tuvo esa imagen? ¿Por qué es tan importante mostrar visualmente esas cosas?
-Ese fue un trabajo de hartas personas, incluido Francisco Morey, periodista científico. Discutíamos porque es un tema importante, pero claramente es ajeno a muchos. Es súper difícil mostrarlo y, haciendo un brainstorming, llegamos a la conclusión de que no solo el paper, que es lo que habitualmente enviamos los científicos, sino que debíamos complementarlo con algo fácil y digerible. Justo el año que íbamos a publicar el paper, liberaron esos datos (…). Ese video chiquitito logró el efecto que queríamos y efectivamente salió en todos lados y mucha gente estaba muy interesada en cómo mostrar sus datos nos contactó. Varias revistas, incluso American Science nos hizo una nota de cómo era que había que mostrar los datos y eso fue un orgullo. Además, estuvimos dentro de los 100 paper más vistos del 2021, todos los anteriores eran de COVID. Así que fue super relevante el que hayamos puesto ese granito de arena a nivel global de cómo podía mostrarse algo tan importante y que requiere acción lo más inmediata posible porque ya hay registros de ballenas en chile muertas por choque con embarcación.
– ¿Qué otras amenazas tienen las ballenas, además del choque por embarcaciones?
-En este momento yo creo es la más importante, luego de que ya no hay caza ballenera. ¿Por qué? Tenemos antecedentes de ballenas que llegan muertas a la costa, que han sido evaluados con un análisis post-mortem por veterinarios y sabemos que fue un choque de embarcación que la mató. De esas que llegan a la costa se estima que hay un porcentaje desconocido y muchísimo más importante, que es lo que nunca se ve. Por otro lado, el tráfico marítimo es considerable (…). Otros problemas también que causan mortalidad son el enmallamiento en redes fantasma o en redes de pesca (…). De ahí tenemos la basura marina, que obviamente si eres un animal de 30 metros y 200 toneladas, es bien difícil que puedas sacar la bolsita de plástico de tu plato. Además, no tienes ni manos, así que hay hartos registros de animales varados, a los que después se les hace una necropsia y se ve que el tracto intestinal está lleno de plástico. Eso obviamente produce una obstrucción y consecuentemente la muerte. También la contaminación submarina desde la acústica hasta los derrames de petróleo, los desastres ambientales que hemos visto en varios lados del mundo. Así que la situación para las ballenas no es tan sencilla. No es que las dejaron de cazar y se recuperen. Ahora tenemos que hacer hartas cosas más que hacer.
Por la protección de las ballenas
“Las ballenas no son solo gorditas y bonitas, sino que son esenciales para el funcionamiento de los sistemas marinos”, asegura Rodrigo. Hay que pensarlo así. Primero, son grandes, por lo tanto, tienen un impacto tan inmenso como su tamaño. En la ciencia, dice Rodrigo, son considerados verdaderos ingenieros ecosistémicos: “eso quiere decir que modifican su ambiente para seguir desarrollando su historia de vida y son tan importantes en eso que son especies clave. Eso también es un término ecológico para decir que si tu sacas especies como las ballenas, ese ecosistema se derrumba completamente. Eso hicimos al cazarlas industrialmente, eliminamos una impresionante proporción de biomasa de los mares y su rol se vio disminuido. De hecho, se estima que, si no las hubiéramos cazado, los mares serían muchísimo más productivos de lo que son hoy”.
Para ir de a poco. Primero, las ballenas comen y defecan en la superficie. Con eso, entregan micro nutrientes para esenciales para que haya un nuevo ciclo de productividad desde el fitoplancton. Como consecuencia, con más ballenas hay una recirculación de nutrientes donde se produce la productividad primaria -que es también donde llega la luz- y eso se lo come el zooplancton. A esos se los comen los peces y, a estos, lobos y delfines. Así es la cadena trófica.
Además, por ejemplo, la ballena azul puede llegar a pesar sobre 200 toneladas. “Por lo tanto, son más poderosas, a veces, que los árboles en albergar carbono”, explica Rodrigo. Cuando mueren, se van al fondo marino con todo el carbono que sacó de la atmósfera. Es decir, son importantes sumideros de carbono. De esa forma, en la medida que haya productividad primaria, se fomenta que saquemos el carbono de la atmósfera. “Sin saberlo, hace mucho tiempo la ballena ha tenido un rol en mitigar una increíble cantidad de CO2 que hay en la atmósfera. Si tuviéramos más ballenas hoy, quizás habríamos detenido o demorado este tema del cambio climático, ahora tenemos que fomentar que crezcan de nuevo y cuidar los sitios donde están alimentándose, porque esos son los sitios donde más sumideros de carbono hay. Con eso, hay que eliminar las amenazas como el tráfico marino, el enmallamiento de las salmoneras o el deterioro de los ecosistemas donde estamos produciendo o desarrollando actividades humanas”, afirma Rodrigo.
-Dentro de esto, hace un poquito se anunció la creación del Parque Marino Tic Toc-Golfo Corcovado. ¿Crees que se ha aumentado un poco más la protección de mamíferos marinos o cómo ves un poco el panorama respecto a eso?
-Ha aumentado más la concientización, pero vamos lento respecto del desarrollo de la industria y de toda actividad antropogénica (…). Vamos lento porque los apoyo que recibe la ciencia son básicos, mínimos respecto a las industrias (…). Pero el caso de Tic Toc es emblemático. Nosotros inmediatamente después de que publicamos el haber descubierto para la ciencia que la Patagonia norte era un área importante para las ballenas azules en Chile, estamos tratando de que se establezca un área protegida ahí. Nos empezamos a dar cuenta de los impactos de la salmonicultura, no sabíamos todavía de los impactos del tráfico marítimo. Pero inmediatamente tratamos de hacer un área y propusimos un área de 50.000 kilómetros cuadrados en su momento, el año 2004. Estuvimos batallando seis años contra paredes infranqueables. En ese momento no se hablaba de conservación marina, no se hablaba de ballena y, por supuesto, no de áreas varias protegidas de 50 mil kilómetros cuadrados. Hoy tenemos el 42% de nuestra zona económica exclusiva protegida (…). Se han establecido esas grandes áreas protegidas en zonas súper alejadas del máximo de los problemas (…). Pero nos hemos olvidado de cuidar donde o de conservar justamente donde más se necesita, que es donde hay humanos y donde las actividades industriales son poderosas (…). Yo espero que esos lugares se conserven porque son zonas magníficas, pero tenemos que no tener miedo a conservar el lugar en donde realmente están siendo afectados de mayor forma los ecosistemas (…). Entonces tenemos que empezar a mojarnos las patitas un poco más y empezar a no tener miedo. Hacer las cosas mejor. No podemos tapar el sol con un dedo. Sabemos que hay problemas grandes en todo Chile. Creo que la gente le tiene miedo a la palabra conservación, pero es lo más lógico que hay en el mundo. No significa ¡fuera humano!, sino ven humano, haz las cosas bien (…). Así que yo creo que estamos bien, estamos en buena postura, hay harto movimiento. Chile es reconocido a nivel global ya como como un campeón de protección de los mares. Pero ahora mirémoslo. Empecemos mirando para adentro y empecemos a hacer las cosas mejor, porque tenemos la capacidad de hacerlo.
– ¿Qué te motiva para seguir trabajando en estos animales?
-Me motiva ese sentimiento original, egoísta, de ser feliz. De cuando estoy sin preocupaciones, sin que tener que instalar un transmisor o sin tener que sacar la muestra, etcétera. Ese micro momento que tengo de paz y en contacto con los animales, pero me motiva mucho que logremos revertir lo que hicimos. Sin darme cuenta, he trabajado con dos especies que estuvieron al borde de la extinción, el lobo fino antártico y la ballena azul. Yo nunca pude entender por qué tenemos que llegar a esos niveles para darnos cuenta de lo espantosamente desastroso que somos para hacer las cosas. Cuando ya las poblaciones están en el suelo se decretan moratoria o prohibición de captura (…). Pero lo que más me motiva es que sigan existiendo y desarrollando su vida. Yo estoy pidiendo perdón por todos los balleneros, yo no tuve nada que ver, pero tengo que hacer algo para poder recuperarla y en la medida que las podamos entender, vamos efectivamente dirigir los esfuerzos bien. Por eso la ciencia es buena desde la perspectiva de tratar de aprender lo máximo para dirigir apropiadamente acciones de conservación. A veces no nos escuchan, es difícil, a veces no tienes todos los datos. Te enfrentas con seres humanos que no les interesa. Pero en los años que llevo en esto ha ido cambiando, así que estoy motivado de que efectivamente vamos a lograr un cambio importante.
– ¿Qué aprendizaje te han entregado las ballenas?
– Me emociono un poco son animales tan nobles que le hemos dado tanto palo y siguen ahí (…). Nadan de Galápagos hasta la Antártica. Son grandiosas. Logran ubicarse en la noche, navegan y están permanentemente preocupadas. Me encantaría que la vida de ellas fuera más gentil, más suave, más linda. Tú ves ballenas azules en permanente búsqueda de comida. Las ballenas jorobadas se tienden a acercar más, son curiosas, ellas comen peces así que no tienen problemas. La azul come solamente un krill. Entonces siempre preocupada de comer, La azul particularmente me afecta cuánto bajamos sus poblaciones. Imagínate, la población de todo un hemisferio bajó 300 animales. Es espantoso eso. Y pienso que hay que devolverles la mano, ayudarlas profundamente. Me han enseñado que la paciencia es algo que cuesta tener, pero que hay que tenerla. Son muy pacientes, nunca han devuelto un cachetazo de la forma que le dimos nosotros. Pienso que eso gobierna mi vida (…).
Bajo esa mirada, Rodrigo vive en una constante búsqueda de fondos para buscar aquellos sitios en la Patagonia donde se debería tener prioridad en conservar. Entre ellos, dice que es necesario ponerle más ciencia en especial a las ballenas y los fiordos: “Esto porque tenemos que demostrarle al mundo que en la Patagonia, en un principio, tenemos soluciones basadas en la naturaleza, como lo que comenté de las ballenas. Pero cuando yo pueda decir con propiedad que logramos medir los nutrientes que entregan, el fitoplancton que producen y la cantidad de oxígeno que te entregan para que respires, ese día vamos a estar más cerca de cuidar nuestras cosas (…). La Patagonia es una máquina de absorber CO2, una de las pocas zonas en el mundo que se va a demorar en colapsar. Ahora tenemos que hacer nuestra parte desde Chile al mundo. Ese es el próximo plan y espero que resulte”.