¿Dónde se alimentan las ballenas azules? Para saberlo, hay que seguirlas y saber dónde están. A eso se ha dedicado un grupo de científicos del Centro Ballena Azul y de la Universidad Austral de Chile por casi 20 años en el mar de la Patagonia norte. Primero descubrieron que el mar interior de Chiloé y el Archipiélago de los Chonos eran lugares donde las ballenas vienen en los veranos y otoño de cada año a alimentarse y a cuidar sus crías en sus primeros meses de vida.

Vista aérea de ballena azul soplando en el canal Moraleda. Crédito:© Nicolás Muñoz, Centro Ballena Azul – Universidad Austral de Chile
Vista aérea de ballena azul soplando en el canal Moraleda. © Nicolás Muñoz, Centro Ballena Azul – Universidad Austral de Chile

Luego, año tras año conocieron un poco más de sus desplazamientos y, muy pronto, gracias a este conocimiento, fueron capaces de ir a lugares donde con mayor probabilidad se encontrarían con la ballena azul, especie catalogada como «en peligro», de acuerdo a la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. Esto les permitió desarrollar un sistema de monitoreo pionero en esta parte del mundo, ya que lograron aplicar instrumentos de posicionamiento satelital a más de veinte ballenas que, desde entonces, han entregado información valiosísima acerca de su comportamiento, desplazamiento, rutas y destinos migratorios.

Pero también les está ayudando a entender el tipo y magnitud de las amenazas a su conservación.

• Archipiélago de los Chonos, Región de Aysén. Crédito: Nicolás Muñoz, Centro Ballena Azul – Universidad Austral de Chile.
Archipiélago de los chonos, Región de Aysén. ©Nicolás Muñoz, Centro Ballena Azul – Universidad Austral de Chile.

De ello trata un trabajo científico publicado esta semana en la revista Scientific Reports de la prestigiosa editorial Nature. El paper describe un hallazgo preocupante: entre Puerto Montt y Taitao, lugares preferidos por las ballenas azules para alimentarse, se registra un tráfico que puede llegar diariamente a las mil embarcaciones de todo tipo, y de ellas, hasta 700 corresponden a embarcaciones asociadas a la actividad acuícola ampliamente diseminada en la zona.

El Dr. Luis Bedriñana-Romano, autor principal del trabajo, dice que estos datos son muy alarmantes. “Sabemos dónde están las ballenas, pero también sabemos que su población total es muy baja en esta zona. De hecho, según nuestras investigaciones, alcanzarían entre 200 y 700 individuos, por lo que cualquier incidente de colisión y muerte de estos animales representa una amenaza real a su conservación”. Sobre esto, el científico sostiene que, según cálculos de su equipo la situación es tan crítica que “si muriera una ballena azul cada dos años por causas antrópicas, la tasa de recuperación de la población se vería seriamente afectada y amenazaría su recuperación”, advierte.

Ballena azul nadando en aguas del golfo Corcovado. Crédito: Rodrigo Hucke-Gaete, Centro Ballena Azul – Universidad Austral de Chile.
Ballena azul nadando en aguas del golfo Corcovado. © Rodrigo Hucke-Gaete, Centro Ballena Azul – Universidad Austral de Chile.

Esta investigación consistió en procesar datos históricos de desplazamiento de ballenas con posicionador satelital, a los que se superpuso la capa de datos de desplazamiento de embarcaciones registradas en el Servicio Nacional de Pesca y Acuicultura (Sernapesca). “Estos datos de tráfico de embarcaciones están disponibles desde hace menos de un año, gracias a una modificación legal que promueve la transparencia en el uso de datos para el mejor desarrollo de políticas públicas, lo que resulta de gran relevancia para nosotros como científicos”, explica el Dr. Bedriñana-Romano.

La alimentación de la ballena azul es un proceso que requiere destinar grandes cantidades de energía para encontrar y consumir su principal alimento, el krill. El Dr. Hucke-Gaete, coautor del trabajo, investigador asociado del Programa Austral Patagonia y profesor de la Universidad Austral de Chile, explica que “observaciones de campo que hemos realizado indican que cuando las ballenas azules comen, prácticamente sólo le prestan atención a esta actividad. Esto las hace más proclives a ser chocadas por embarcaciones y particularmente durante la noche, cuando, según otras investigaciones, las ballenas se encuentran en promedio más cerca de la superficie producto que su alimento también sube a la superficie”.

Ballena azul e industria del salmón al fondo ©Rodrigo Hucke-Gaete
Ballena azul e industria del salmón al fondo ©Rodrigo Hucke-Gaete

Hucke-Gaete, reconocido especialista en mamíferos marinos, dice que para que una ballena se alimente adecuadamente deben darse varios factores de gran magnitud y poco frecuentes. “Las ballenas azules comen krill, animales diminutos presentes en gran parte del océano. Pero para que la alimentación sea adecuada debe haber una gran concentración de estos animalitos, lo que ocurre en lugares puntuales donde hay gran productividad primaria y también variaciones de temperatura específicas (frentes termales) que ayudan a agruparlos”.

Granjas de cultivo de salmón en Patagonia Nicolás Muñoz
Granjas de cultivo de salmón en Patagonia ©Nicolás Muñoz

Esas condiciones se dan en varios lugares de la Patagonia chilena como el Golfo de Ancud, Reloncaví, en la boca del Canal Moraleda, en la parte oeste de Chiloé y, se cree, también en la zona de bahía Adventure. “En estas zonas hay una gran presencia de industria acuícola -dice Hucke-Gaete-, lo que nos obliga a plantear la alerta respecto de lo que ha pasado y podría seguir pasando con colisiones entre embarcación y ballenas”, enfatiza. Cabe mencionar que ya se han producido colisiones fatales en esta área (2009, 2014 y 2017), así como muertes por enredo en centros de cultivo de salmón durante 2007 y 2020. Bedriñana-Romano, por su parte, agrega que la intensidad de tráfico es tal en esta zona que, si lo comparáramos con lo que ocurre en tierra, “esta sería equivalente a la Ruta 5 en sus tramos más congestionados”.

La Patagonia chilena es un sistema archipelágico de más de 40 mil islas y 103 mil kilómetros de costa, con una gran riqueza ecológica y cultural que abarca más de un tercio del territorio nacional. Archipiélago de los Chonos. Crédito: Nicolás Muñoz, Centro Ballena Azul – Universidad Austral de Chile.
La Patagonia chilena es un sistema archipelágico de más de 40 mil islas y 103 mil kilómetros de costa, con una gran riqueza ecológica y cultural que abarca más de un tercio del territorio nacional. Archipiélago de los Chonos.  ©Nicolás Muñoz, Centro Ballena Azul – Universidad Austral de Chile.

Las ballenas, como todos los seres vivos, buscan alimentación en distintos sitios. Los investigadores han aprendido que observando el aumento de la clorofila de la primavera anterior se puede estimar una mayor probabilidad de presencia de ballenas azules. “Las ballenas no comen clorofila -precisa Bedriñana-Romano- pero es un indicador importante de que en los lugares donde aumenta, habrá mayor presencia y perfectamente podríamos aplicar regulaciones preventivas para ayudar a su conservación”.  Hucke-Gaete por su parte hace un llamado a los Servicios Públicos a usar esta información y trabajar en conjunto con los científicos para implementar medidas de protección adecuada. “Llevamos 16 años marcando ballenas -plantea-, pero pese a esto la investigación científica va muy por detrás del avance de sectores productivos como la salmonicultura o el tráfico de embarcaciones turísticas y de carga. Por ello necesitamos aumentar considerablemente el esfuerzo de investigación para proteger a estas especies fundamentales en los ecosistemas de la Patagonia”.

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