Dos venados pudu del norte fueron llevados a las sedes de la Corporación Autónoma Regional del Cauca en Colombia, tras ser perseguidos por perros de caza, según las denuncias que hicieron campesinos ante la entidad. Fueron rescatados, pero al no ser aptos para el cautiverio, murieron. Esta escena de cacería no es un caso aislado. Aunque no hay cifras de cuántos individuos de esta especie han muerto por la cacería deportiva, la amenaza es constante, según nos dijo la investigadora María del Mar Rivera-Portilla, que realizó un estudio junto con otros académicos para analizar la distribución de este animal en Colombia, Ecuador y Perú.

El estudio, publicado en la revista científica Mammalia aequatorialis, es uno de los pocos documentos académicos que se ha enfocado en la especie también conocida como venado conejo o del páramo. Es difícil de observar, muy rápido, ando solo y vive en páramos, lo que ha dificultado que se sepa con certeza su estado de conservación. Por lo mismo, actualmente el pudu del norte no cuenta con un grado de clasificación de riesgo de extinción. No obstante, la investigación de los colombianos María del Mar Rivera-Portilla, Carlos Bravo, Luis Gómez y el ecuatoriano Diego Tirira aportó en la predicción de posibles zonas de hábitat del animal, con el fin de que estas sean cuidadas o sean declaradas como áreas protegidas.

El venado pudu del norte (Pudu mephistophiles) es importante para los ecosistemas porque su papel de animal herbívoro es clave para la alimentación de sus depredadores, principalmente el puma, le dijo Rivera-Portilla a Mongabay Latam. Sin embargo, su población está disminuyendo, según la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

La falta de información sobre el animal y la cacería no son los únicos retos que existen en la protección de los pudu del norte. Según la investigadora, los ecosistemas en donde vive también están cambiando. “Una amenaza es la fragmentación de su hábitat, por las alteraciones al paisaje. Por la ganadería, la agricultura, la tala indiscriminada que hace que él no pueda usar toda su área”, dice Rivera-Portilla. Según la investigadora, ”esta especie requiere un tipo de cobertura vegetal particular. Es difícil encontrarle en un ambiente sin vegetación, intervenido, porque implicaría un riesgo para él. Entre más cultivos introducimos al páramo, más afectamos su hábitat”.

Sobre este y otros aspectos Mongabay Latam habló con Rivera-Portilla, bióloga de la Corporación Autónoma Regional del Cauca especialista en el estudio de esta especie.

Frailejones. Especie insignia de los páramos colombianos. Foto: cortesía Adriana Sánchez.
Frailejones. Especie insignia de los páramos colombianos. Foto: cortesía Adriana Sánchez.

—¿Cuándo fue descubierta esta especie?

—La descripción del venado es de 1896. Son bastantes pequeños, miden de 50 a 60 centímetros. Son rojizos, muy bonitos. Luego, lo investigaron en la época de los cuarenta y cincuenta en Colombia. De esta especie hay muy poca información, por lo difícil que es verla. Apenas cuatro investigaciones le han dado un papel central.

—¿Cuántas especies de venado Pudu hay?

—Del género pudu solo quedan vivas dos especies. El otro venado es el pudu del sur (Pudu puda) que se distribuye en Chile y Argentina.

—¿De qué se alimentan? ¿Cómo se comportan?

—Son herbívoros, les gustan los brotes de las plantas, cuando estas recién están naciendo. Por la poca altura del venado son su predilección. Habría que estudiar qué especies de plantas específicas comen. En los páramos hay hierbas y arbustos. Andan solos, excepto cuando la madre está con la cría. Son tranquilos.

Los páramos son los hábitats preferidos de los pudues del norte. Foto Daniel Reina Romero-Semana Sostenible.
Los páramos son los hábitats preferidos de los pudues del norte. Foto Daniel Reina Romero-Semana Sostenible.

—¿En dónde habitan?

—Se encuentran en tierras altas, por eso también se le conoce como el venado del páramo. En Colombia hay más registros en el Cauca y Nariño. En Ecuador, en las provincias de Carchi, Loja y Zamora, al norte. Nuestro modelo predijo las posibles zonas de hábitat del pudu. Se distribuye sobre la cordillera de los Andes e históricamente se cree que, cuando los Andes se elevaron, ellos migraron a esas partes altas. Antes no había fragmentación del hábitat, así que se presume que así pudieron migrar hasta Colombia, pues se cree que los ancestros de esta población estaban en el centro del continente. Otros ancestros habrían viajado al sur, lo que habría dado origen a la otra especie, el pudu del sur.

—¿Cuántos pudues del norte hay?

—Hay estimaciones de cuántos hay por país, pero son proyecciones no tan precisas. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza antes decía que la población está por debajo de 10 000 individuos. Estuvo clasificado varios años como en situación de Casi Amenazada, pero recientemente lo catalogaron con la etiqueta de “datos insuficientes”, es decir no podemos hacer una evaluación sobre su estado de conservación.

Distribución geográfica potencial del pudu del norte, según el estudio. Crédito: Distribución de Pudu mephistophiles (sensu stricto)en Colombia, Ecuador y Perú:Un enfoque de modelo de máxima entropía.
Distribución geográfica potencial del pudu del norte, según el estudio. Crédito: Distribución de Pudu mephistophiles (sensu stricto)en Colombia, Ecuador y Perú:Un enfoque de modelo de máxima entropía.

—¿Qué amenazas enfrentan?

—Una es la fragmentación de su hábitat, por las alteraciones del paisaje. Por la ganadería, la agricultura, la tala indiscriminada que hace que él no pueda usar toda su área. Esta especie requiere un tipo de cobertura vegetal particular. Es difícil encontrarle en un ambiente sin vegetación, intervenido, porque implicaría un riesgo para él. Entre más cultivos introducimos al páramo, más afectamos su hábitat.

—¿Qué pasa con la caza de este animal?

—Falta mucho para evitar su caza. En Colombia, las zonas donde habita son de difícil acceso, así que es complejo determinar qué tanto lo están cazando. La única medida eficiente es crear áreas protegidas, en donde no se permita esta práctica y exista mayor control. Fuera de las áreas protegidas, es muy difícil ejercer control. En el Cauca hay muy pocas vías y en algunos lugares hay actores armados, entre otros factores, por lo que no es fácil llegar para vigilar el tema o hacer pedagogía de prevención de la caza.

—¿Quiénes los cazan?

—La gente de la región los caza de vez en cuando, pero esto no es legal en Colombia. Esto la reduce algo, si fuera legal sería mayor.

—¿Con qué propósito se caza?

—No es para alimento, aunque la caza para subsistencia sí está reglamentada y es legal. Es más para trofeos, para caza deportiva. La practica gente de la región. La caza normalmente se asocia a especies emblemáticas como los pumas o los osos, pero en estos animales menos conocidos, no hay un mayor seguimiento a su caza.

Por ejemplo, los dos ejemplares que llegaron a la Corporación Autónoma del Cauca habían sido perseguidos por perros de caza. Pero no toleraron el cautiverio y murieron.

—¿Por qué es importante el Pudu para los ecosistemas?

—Es una especie herbívora que está en la base de la cadena alimenticia y permite la dinámica del ecosistema. Los herbívoros como el pudu del norte son dispersores de semillas, las comen, caminan y las dejan de nuevo en la tierra en otro lugar a través de sus deposiciones, las transportan.

Por otra parte, los carnívoros no consumen plantas entonces necesitan alimentarse de los animales que sí son herbívoros. El puma es el principal depredador del pudu del norte.

Puma registrado por cámara trampa en San Agustín, Huila. Foto: CAM.
Puma registrado por cámara trampa en San Agustín, Huila. Foto: CAM.

—¿Cómo pudieron predecir las posibles zonas en donde habita el pudu del norte? 

—Hicimos un modelo de distribución potencial. Este modelo usa coordenadas de registros que tenemos de la especie y las cruza con variables ambientales como temperatura, lluvia, entre otros. Lo que hace es predecir áreas en las que tenemos las mismas variables ambientales que en teoría podrían permitir la presencia de la especie.

Luego esa información se cruza con datos de ecosistemas compatibles para el venado, porque no todas las áreas con la temperatura y precipitación adecuadas permiten la presencia de la especie. Si un hábitat está fragmentado, por ejemplo, el pudu no podrá llegar.

También se revisan estudios de observaciones del animal que han publicado las corporaciones autónomas regionales, investigaciones, parques nacionales, entre otros, para ver la probabilidad de que esté ahí o en zonas cercanas. Además, nuestro modelo también predice los posibles hábitats del pudu del norte a futuro, tomando en cuenta los cambios en gases de efecto invernadero y temperatura.

 —¿Cómo lo afecta el cambio climático?

—La frontera agrícola se está expandiendo hacia los páramos porque la gente necesita que sus cultivos de temperatura fría no estén en zonas en las que ha aumentado el calor. Esto reduce los ecosistemas en los que el venado puede estar. Hicimos escenarios de posibles hábitats del pudu a cincuenta años, teniendo en cuenta cambios en la temperatura y gases de efecto invernadero. Queremos cruzar esos escenarios de cambio climático con las áreas de cobertura de parques nacionales naturales, tanto en Colombia como en Ecuador, y ver cómo esta estrategia de conservación podría ser efectiva para conservar áreas de esta especie en unos años.

—¿Qué papel jugó cada investigador en el estudio?

—De Colombia participamos tres personas, Germán Gómez, que fue el director de mi trabajo de grado; Carlos Bravo, que fue la persona que me apoyó en la parte de creación del modelo, y Diego Tirira, de Ecuador, que maneja la parte de mamíferos, a nivel de Latinoamérica. El no solo asesoró y revisó el trabajo, sino que también nos compartió la base de datos que él tiene de registros del venado en Ecuador. El trabajo colaborativo entre distintos científicos permite que el resultado sea más robusto y genere un mayor aporte a la ciencia y la naturaleza.

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