Vivimos en un planeta azul, donde 70% es agua y solo 30% es tierra. De toda el agua de la tierra menos del 3% es dulce y de aquella cantidad, menos de un tercio se encuentra en estado líquido. De la poca agua que tenemos en estado líquido, menos del 2% fluye por ríos.

Represas en el mundo: el boom por la energía

La primera vez que se utilizaron represas para generación hidroeléctrica fue alrededor de 1890. Para 1900 ya se habían construido varios centenares, tendencia que alcanzó su máximo en los años 70, cuando se inauguraban en promedio dos o tres grandes represas cada día en alguna parte del mundo[1].

Según el Informe de la Comisión Mundial de Represas (CMR)[2], al año 2000 ya se habían construido más de 45 mil represas, interrumpiendo más del 60% de los ríos existentes en el planeta[3]. Desde ese conteo hace quince años muchas más se han seguido construyendo.

Se dice que la energía hidroeléctrica generada por las represas es barata, pues una vez construida el agua funciona como recurso inagotable que se renueva gratuita y constantemente. Además, es considerada “no contaminante” porque no requiere la quema de combustibles fósiles ni la adición de elementos externos al agua.

Pero las centrales hidroeléctricas producen impactos ambientales y sociales que no por ser menos conocidos resultan menos nocivos. El peligro está en la falsa creencia de que son una opción sustentable y climáticamente amigable. En la Asociación Interamericana para la Defensa del Ambiente (AIDA) y junto con otras organizaciones ambientalistas de la región, trabajamos para informar al público lo que está en juego cuando se detiene el flujo de un río, tal vez para siempre.

Represa de las Tres Gargantas en China. Créditos: CGTN en Español

Impactos sociales y ambientales de las grandes represas

Por las inundaciones que implican la construcción de grandes represas es común que exista desplazamiento forzado de muchas personas, lo que además genera empobrecimiento y pérdida de formas de vida. Las grandes represas ya han desplazado a entre 40 y 80 millones de personas en el mundo. Aplicando esta cifra a la población actual, aproximadamente una de cada cien personas vivas hoy en día sería desplazada por una represa grande. Las comunidades indígenas, tribales y campesinas han sufrido de manera desproporcionada estos impactos[4].

A la vez, las grandes represas dejan huellas devastadoras en el ambiente. Estos daños incluyen deforestación, degradación de ríos, cuencas hidrográficas y ecosistemas acuáticos, empeoramiento en la calidad del agua, y daños serios a la biodiversidad que incluyen la extinción de especies[5].

Represa Belo Monte, en la Amazonía de Brasil. Créditos: El-País

Represas en tiempos de cambio climático

Sumado a esto, las grandes represas no son compatibles con el cambio climático.

En primer lugar, el cambio climático afecta el correcto funcionamiento de las represas, lo que implica que ya no son un método fácil, confiable ni seguro:

Inundación de Johnstown de 1889. Créditos: New York Life Insurance

Con respecto a la mitigación del cambio climático, nos encontramos con que, aún sin quemar combustibles fósiles, las represas aportan al fenómeno:

* La descomposición de la biomasa vegetal debajo del agua de los embalses genera CO2 y metano[10]. El metano es un gas de efecto invernadero 20 veces más potente que el CO2[11]. Los estudios científicos han estimado que las emisiones de metano provenientes de las grandes represas corresponden a un cuarto de las emisiones antropogénicas de este gas, equivalente al 4% de los gases de efecto invernadero globales[12] (igual que lo producido por la aviación)[13]. Los embalses construidos en zonas tropicales, donde la capa vegetal inundada es más espesa y el clima más cálido, generan una cantidad tan alta de metano que pueden ser comparados con las plantas más contaminantes de combustibles fósiles[14].

* Las miles de hectáreas de bosques y suelos vegetales que se desforestan e inundan para construir las represas, entre otros servicios, absorben carbono[15]. Los ríos libres también son importantes sumideros de carbono muchas veces no reconocidos[16].

Los impactos de las represas, descritos arriba, se agravan si consideramos que estas tienen una vida útil limitada de 50 a 150 años[17]. Tarde o temprano los embalses se obstruyen por los sedimentos que arrastra el río, lo que disminuye el volumen del agua y con ello la generación de energía. Con esto comienzan a subir los costos de mantenimiento hasta que pasan a ser inviables.

Verdaderos costos de las grandes represas

Las grandes represas han sido las favoritas por demasiado tiempo y entre los argumentos para promoverlas se dice que son energía barata y que aportan en la lucha contra la pobreza. Pero lo cierto es que las grandes represas cuestan muchísimo y no han avanzado en terminar con la pobreza en el mundo, por el contario, la han agravado[18].

Un reciente estudio de la Universidad de Oxford, publicado en 2014, analizó 245 represas en todo el mundo y demostró que el costo de la mayoría de ellas había sido 96% mayor que lo presupuestado, lo que se ha relacionado con aumento en la deuda pública y crisis económicas de varios países[19].

El mismo estudio concluyó también que la construcción de grandes represas toma aproximadamente 8,6 años, y se requiere de un tiempo adicional para que empiecen a operar. La documentación arrojó que ocho de cada diez represas exceden su tiempo estimado de construcción en más de 44%[20]. Con esto queda claro que las represas no son una solución eficiente a las urgentes demandas de energía.

Conclusión

Si bien las grandes represas han tenido un importante papel en el desarrollo de los países, no son la panacea de energía limpia que se creía. El hecho de que muchos de sus impactos y costos no sean abiertamente conocidos resulta peligroso, pues se han llegado a promover desmedidamente.

Toda esta evidencia obliga a cambiar de rumbo. Existen hoy muchas alternativas a las grandes represas, que son en realidad energía limpia, eficiente, más barata y accesible. Las más adecuadas para los tiempos de cambio climático en los que nos encontramos son las más diversificadas y descentralizadas. Por ejemplo, proyectos pequeños que se adaptan al clima cambiante y que pueden ser implementados más cerca de los lugares donde se necesitan, ahorrando pérdidas de energía, evitando líneas de transmisión y favoreciendo a la gente que vive en áreas rurales.

«Represar el río es como obstruir las venas de una persona. Afecta todo el cuerpo, y después viene la enfermedad. Es lo mismo con el río. El agua, las montañas, la tierra, los animales es la vida de la gente indígena. La vida de la gente está en el agua. Somos como nutrias» (Indígena Embera-Katio, Colombia).

Río Baker. Créditos: Norberto Seebach

[1] Comisión Mundial de Represas. Dams and Development. A new framework for decisión-making. (2000). Disponible aquí.

[2] La CMR fue establecida por el Banco Mundial y la Unión Mundial para la Naturaleza en 1998 en respuesta a la creciente oposición mundial a las grandes represas. Su mandato fue el de revisar la eficacia de las grandes represas y desarrollar lineamientos y normas para su planificación y desarrollo.

[3] Comisión Mundial de Represas. Dams and Development. A new framework for decisión-making. (2000). Disponible aquí..

[4] Comisión Mundial de Represas. Dams and Development. A new framework for decisión-making. (2000). Disponible aquí.

[5] AIDA. Grandes Represas en América: ¿Peor el remedio que la enfermedad? Disponible aquí.

[6] Más información aquí.

[7] En Chile, por ejemplo, el año 2012 bajó la generación hidroeléctrica por causa de la sequía (ver notas periodísticas aquí y aquí;). Brasil está pasando por una sequía que vació los embalses a sus niveles más bajos del siglo, lo que ha significado racionamiento de agua y limitación de la producción de energía hidroeléctrica (ver notas periodísticas aquí y aquí). Asimismo está ocurriendo en EEUU, donde un grupo de científicos sacó un artículo académico explicando los impactos del cambio climático a la capacidad hidroeléctrica del Río Colorado.

[8] Ha habido múltiples casos de desastres de derrumbes de represas causados por inundaciones, tales como la represa de Ukai en India; Yaciretá en Argentina; Baixo Iguazú en Brasil; San Francisco y South Fork en Estados Unidos, Malpasset en Francia, entre otros.

[9] Más información aquí.

[10] Philip M. Fearnside. Emissions from tropical hydropower and the IPCC. (2015). Disponible aquí.

[11] Sitio web de la Coalición del Clima y Aire Limpio. Disponible aquí.

[12] International Rivers. El Clima Equivocado para Represas Grandes, destruir los ríos sólo empeorará la crisis climática. (2013). Disponible aquí.

[13] International Rivers. Diez cosas que usted debe saber sobre las Represas. (2014). Disponible aquí.

[14] International Rivers. Represas sucias. Las represas y las emisiones de gases de efecto invernadero. Disponible aquí.

[15] Laura E. Mar. Carbon Impact of Proposed Hydroelectric Dams in Chilean Patagonia. (2005). Disponible aquí.

[16] Valier Galy et al. Global carbon export from the terrestrial biosphere controlled by erosion. (2015). Disponible aquí.

[17] Friends of the Earth, et al. Dam Removal Success Stories. (1999). Disponible aquí.

[18] Hace 15 años la Comisión Mundial de Represas, evidenció que “los beneficios de las grandes represas han sido principalmente para la gente rica, mientras que los pobres han tenido que soportar sus costos”. (Ver informe aquí). Más recientemente, la Agencia Internacional de Energía descubrió que 70% de las áreas rurales del mundo en desarrollo se electrificarían mejor con proyectos pequeños fuera de la matriz energética (Ver resumen ejecutivo del informe aquí). Interesante es también la declaración de Thayer Scudder, del Instituto de Tecnología de California, uno de los grandes promotores de represas de nuestros tiempos, quién promovió la construcción de represas durante 58 años, considerándolas una opción para el alivio de la pobreza. A sus 84 años cambió de opinión públicamente, declarando que las grandes represas no valen lo que cuestan y que muchas de las que están en construcción tendrán consecuencias desastrosas. (Ver artículo de prensa, publicado en el New York Times).

[19] Las represas analizadas fueron construidas entre 1934 y el 2007, en 65 países de los cinco continentes. La conclusión fue que “incluso sin contabilizar los impactos negativos en la sociedad humana y el ambiente, los costos reales de las grandes represas son demasiado altos para brindar un retorno [de inversión] positivo”. El estudio se encuentra disponible aquí.

[20] Ibid.

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