Cada año, entre 37.000 y 78.000 toneladas de material proveniente del espacio caen sobre la Tierra en forma de meteoritos y polvo cósmico. La mayoría de estos fragmentos se desintegran en la atmósfera antes de llegar al suelo, pero una fracción considerable logra atravesar las capas atmosféricas y aterriza en diversos puntos del planeta. Entre aquellos lugares afortunados, se encuentra Chile, que ha emergido como uno de los destinos más ricos en meteoritos, donde los cazadores locales llevan años explorando el suelo en busca de estos tesoros celestiales.

En este sentido, recientemente se obtuvieron registros de la caída de un meteorito en la Región de Coquimbo, específicamente en las cercanías de La Serena. Este evento no solo generó emoción entre los cazadores locales, sino que también entre científicos y aficionados que buscan entender más sobre estos cuerpos. Esto se debe a que la mayoría de los meteoritos que caen en la Tierra todos los años no son ni siquiera visibles. Además, suelen caer en el océano o en zonas despobladas, si es que antes no se convierten en polvo.

Meteorito atravesando el cielo estrellado. Créditos: Andy Krakovski.
Meteorito atravesando el cielo estrellado. Créditos: Andy Krakovski.
Meteorito. Créditos: Aleksander Bushkov.
Meteorito. Créditos: Aleksander Bushkov.

Los meteoritos en Chile

La fascinación por los meteoritos es tan antigua como el ser humano, pero en Chile ha adquirido una relevancia particular debido a la abundancia de meteoritos que se pueden encontrar en su territorio, con un total de 3427 reportes a la fecha.

El desierto de Atacama, conocido por sus cielos despejados y paisajes inhóspitos, es considerado como uno de los lugares más prolíficos del planeta en cuanto al hallazgo de meteoritos. En este entorno extremo, los cazadores se adentran con herramientas especializadas en un intento por descubrir fragmentos de estos cuerpos celestes que, en muchos casos, podrían haber viajado por el espacio durante miles de millones de años.

«Los meteoritos caen de manera homogénea, o sea, de igual manera en todo el mundo. No existe un lugar donde caigan más que en otros lugares, pero Chile tiene las superficies más antiguas y, al mismo tiempo, más áridas. Eso implica que, si llevo acumulando durante tres millones de años, flujo extraterrestre, en una superficie que sigue intacta, eso definitivamente va a generar mayor acumulación de meteoritos que otra superficie», explica Samanta Aravena, geóloga y coordinadora del Grupo de Meteoritos y Ciencias Planetarias de la Sociedad Geológica de Chile.

San Pedro de Atacama. Créditos: Valdeci Lima.
San Pedro de Atacama. Créditos: Valdeci Lima.
San Pedro de Atacama. Créditos: Cecilia Passimor.
San Pedro de Atacama. Créditos: Cecilia Passimor.

«El desierto de Atacama tiene características muy especiales en la conservación de estas rocas que caen del espacio, por el grado de aridez que tiene y el grado de no intervención que hay en el desierto. Entonces, eso permite que podamos rescatar ahí meteoritos de mucho tiempo, de cientos, incluso de miles y millones de años», señala por su parte Jorge Monsalve Vargas, divulgador científico, caza meteoritos, y director del museo de meteoritos BigBang Park La Serena.

De esta forma, en Chile ya se han encontrado varios de estos cuerpos, los que varían en tamaño, forma y composición. En total, se estima que cada año caen cerca de 20 meteoritos de tamaño significativo en el país, y muchos más pasan inadvertidos debido a su tamaño reducido o a la falta de registros.

San Pedro de Atacama. Créditos: Natalia Catalina.
San Pedro de Atacama. Créditos: Natalia Catalina.

El valor científico de los meteoritos

Los meteoritos no son simplemente piedras caídas del cielo, sino que en algunos casos podrían ser registros de los primeros momentos del sistema solar. Por lo mismo, los científicos los estudian para entender cómo se formaron el Sol, los planetas e incluso la propia vida en la Tierra.

«Los meteoritos en general son importantes, porque a través de ellos podemos ir reconstruyendo cómo se fue formando el sistema solar, cómo se fue formando nuestro planeta, cómo fue que apareció incluso la vida, cómo llegó el agua, etcétera. Hay mucha información que los meteoritos nos pueden entregar. Por ejemplo, hoy en día nosotros sabemos, a través de todas estas expediciones que hay en Marte, que este planeta tiene agua. Incluso hemos descubierto ahora último que hay una cantidad importante de hielo en el fondo, bajo la arena de Marte. Pero ya hace algún tiempo, un meteorito marciano ya había entregado algunos datos de que en Marte efectivamente había agua. Entonces, hay muchos otros datos que se pueden ir sacando de estos meteoritos, por ello es tan relevante que terminen en manos de los científicos», comenta Monsalve.

Meteorito. Créditos: Samanta Aravena.
Meteorito encontrado en el Desierto de Atacama. Créditos: Rodrigo Martínez.

Cada meteorito contiene compuestos químicos que han sobrevivido desde los inicios del cosmos, proporcionando una ventana única hacia el pasado. En particular, las condritas, el tipo de meteorito más común en Chile, están compuestas por materiales que se formaron antes de la creación de los planetas. Estos meteoritos contienen elementos esenciales como carbono, oxígeno, nitrógeno e hidrógeno, los mismos que formaron la base de la vida en la Tierra. También pueden proporcionar información sobre la “nebulosa solar”, nube de gas y polvo en la que el Sol y los planetas se formaron hace más de 4.5 mil millones de años.

«Existen tipos de meteoritos diferenciados y no diferenciados. Los diferenciados vienen de planetas o de cuerpos grandes que han sufrido diferenciación planetaria, por ende, han generado una estructura interna. Así como la tierra tiene un núcleo, un manto, una corteza, eso es una diferenciación y ocurre en cuerpos de gran tamaño. Esto hace que tengamos meteoritos de hierro, los que corresponden al núcleo de un protoplaneta que pudo haber sido destruido, por ejemplo, o los mesosideritos, que son esta transición entre el núcleo y el manto. También están los meteoritos lunares, marcianos, que son ya parte de la corteza de un cuerpo que fue diferenciado», profundiza Aravena.

Meteorito. Créditos: Andriiuk Iryna.
Meteorito. Créditos: Andriiuk Iryna.

«Por su parte, los no diferenciados son agregados de los primeros condensados del sistema solar. Por lo tanto, provienen de planetesimales y usualmente de asteroides, que son no diferenciados. Ese es un aglomerado de partículas de olivino, piroxeno y metales como hierro y níquel. Son llamados típicamente condritos, siendo así los condritos ordinarios los más comunes. La mayoría de los meteoritos son condritos ordinarios», agrega.

En esta línea, el descubrimiento de meteoritos en Chile ha sido clave para un mejor entendimiento del papel que el país juega en la investigación espacial. Aunque la falta de infraestructura adecuada ha dificultado la clasificación y el estudio local de estos objetos. El reciente establecimiento del primer repositorio nacional en Chile ha comenzado a cambiar un poco este panorama. Por lo mismo, a partir del año pasado, los cazadores y científicos tienen la posibilidad de registrar sus hallazgos en una institución respaldada por organismos internacionales.

Meteorito. Créditos: Andriiuk Iryna.
Meteorito. Créditos: Andriiuk Iryna.

«Cuando nosotros estudiamos un meteorito, lo estudiamos químicamente y también texturalmente, mineralógicamente. Vemos qué minerales tiene y cuál es su química. En función a eso, vemos si es de tipo diferenciado o no diferenciado. Así también sabemos de dónde proviene, si es, por ejemplo, un condrito ordinario, nosotros vamos a buscar cuál es la temperatura que ha alcanzado, que se llama petrología, es decir, buscamos el tipo petrológico que tiene el meteorito. Con esto se hace referencia a si es que ha sufrido altas temperaturas o bajas», explica Aravena.

«Los tipos petrológicos son parámetros que nosotros estudiamos del meteorito, además nos preocupamos de averiguar qué tanto es su oxidación, y eso también se puede correlacionar con cuánto tiempo ha estado en la Tierra, sufriendo meteorización terrestre. También existe un parámetro, que es el parámetro de choque, con el cual vemos qué tan chocado está el meteorito. Esto en relación con los choques que sufrió antes de ingresar a la Tierra, no del choque sufrido por la Tierra. Entonces, cuando cae un meteorito, nosotros al estudiarlo química y mineralógicamente, tratamos de asociarlo a un cuerpo parental, es decir, saber de qué cuerpo proviene, si es que viene de Marte, de la luna, de un protoplaneta. Así como de qué tipo es, de qué centro y de qué asteroide», agrega.

Meteorito. Créditos: Kamchatka.
Meteorito. Créditos: Kamchatka.

La caza de meteoritos

Para muchos cazadores de meteoritos, la actividad no se reduce simplemente a encontrar algo de valor económico o científico, sino que es un modo de acercarse a lo más profundo del universo. Sin embargo, el trabajo de un cazador de meteoritos no es fácil ni está exento de dificultades.

Los cazadores deben enfrentarse a las extremas condiciones del desierto, donde las temperaturas pueden superar los 40 grados Celsius durante el día y caer por debajo de cero en la noche. Además, las jornadas suelen ser largas y muchas veces infructuosas, lo que requiere de una gran paciencia y perseverancia. A pesar de los desafíos, la emoción de encontrar un fragmento del universo que ha viajado miles de años por el espacio es indescriptible.

«Hay dos formas de encontrar un meteorito. La primera es cuando se planifica una expedición, que es lo que generalmente hacemos nosotros. Todos los meteoritos que yo tengo en el museo de meteoritos los he encontrado de esa forma. Se programa una expedición al desierto de Atacama, vamos a acampar por una semana o 15 días, y nos destinamos a buscar, a caminar por el desierto, hasta encontrar meteoritos. Algunas veces encontramos y otras no, pero todos son meteoritos que ya han caído hace mucho tiempo, pueden incluso haber pasado miles de años», señala Monsalve.

«La otra forma es cuando uno observa una caída y, posteriormente, se logran recuperar algunos fragmentos. Se trataría de un “meteorito fresco”, como los llamamos nosotros», agrega.

Los cazadores a menudo recorren vastas extensiones de terreno, guiados solo por sus instintos, el conocimiento del lugar y, en ocasiones, la ayuda de herramientas especializadas. Antiguamente, entre los elementos que utilizaban se encontraban los detectores de metales, utensilios que eran sumamente cuestionados por la comunidad científica.

«Una cosa es lo que usan y otra lo que debieran utilizar. Los cazadores usan usualmente un imán y eso está mal. Eso no es correcto, ya que daña la pieza y hace que el meteorito pierda sus propiedades paleomagnéticas. Hoy día en Chile no tenemos muchos métodos para clasificar meteoritos de manera no destructiva, por ende, necesitamos técnicas, como por ejemplo, la susceptibilidad magnética. En los laboratorios de paleomagnetismo, que sí existen en varias universidades chilenas, se pueden realizar clasificaciones de una manera económica y no destructiva. Entonces, nosotros sabemos que los cazadores de meteoritos suelen utilizar imán, pero los científicos que buscamos meteoritos, que no somos cazadores de meteoritos, promovemos el uso del susceptibilímetro, que es una herramienta que nos permite medir los parámetros magnéticos, o sea, el magnetismo de una pieza», afirma Aravena.

Meteorito. Créditos: Samanta Aravena.
Sección delgada de un condrito ordinario. Créditos: Millarca Valenzuela.

Sin embargo, con el tiempo la colaboración entre científicos y cazadores se fue estrechando, lo que dejó obsoletas aquellas prácticas.

«En algún minuto nos encontramos (científicos y cazadores) y empezamos a trabajar juntos, porque ellos se dieron cuenta de que nosotros, sin ser científicos, teníamos muchos más meteoritos en nuestras colecciones, y más de los meteoritos extraños, los que son muy significativos para la ciencia. Ahí se produjo una ventaja y una cooperación virtuosa, en el sentido de que muchos científicos están sacando su tesis doctoral en meteorítica con meteoritos nuestros. A la vez, ellos nos han enseñado muchas cosas, por ejemplo, nosotros antes utilizábamos imanes y detectores de metales, pero después ellos mismos nos enseñaron que esos implementos alteran la información que traen estos meteoritos, entonces, ahora usamos lo mismo que usan ellos, la vista, la estrategia de buscar en línea, y andar siempre en grupos grandes para abarcar mayor territorio», comenta Monsalve.

Expedición en La Serena

Entre el 2 y el 5 de diciembre se llevó a cabo una expedición científica en la comuna de La Higuera, ubicada a unos 45 km al norte de La Serena. Aunque no se logró recuperar ningún meteorito, este evento marcó un hito importante en el estudio y la observación de meteoritos en Chile, gracias al trabajo de la red Fripon Andino.

«La expedición, que es la primera expedición que se realiza aquí en la cuarta región, fue multidisciplinaria, por lo que vinieron astrónomos, geólogos, y personas de estas cámaras Fripon Andino, que son de vigilancia y están funcionando en Chile y en otros lugares del mundo, las que captaron esta caída. A través de esa información se pudo triangular un poco la trayectoria, lo que llevó a que se estimara que el meteorito cayó aquí en la comuna de La Higuera, al norte de La Serena», menciona Monsalve.

Fripon Andino es una red de cámaras all-sky que abarca desde Calama, en el norte de Chile, hasta Puerto Williams en el sur, con el objetivo de detectar a los meteoritos que ingresan a nuestra atmósfera. Esta red también tiene presencia en Argentina, con dos cámaras en Mendoza y el Observatorio OAFA-Cesco. Su principal función es trazar la trayectoria de los meteoritos y estimar los puntos de impacto, lo que podría llegar a facilitar la recuperación de las rocas espaciales en un futuro cercano.

Expedición en La Serena. Créditos: Jorge Monsalve.
Expedición en La Serena. Créditos: Jorge Monsalve.

La expedición estuvo integrada por un equipo de expertos provenientes de diversas instituciones, tanto chilenas como internacionales, entre los que se incluyen investigadores de la Universidad Católica del Norte (UCN), el Instituto Milenio de Astrofísica, el Observatorio de París y la Universidad Austral de Chile (UACh). La misión tenía como objetivo explorar un segmento de terreno donde era más probable encontrar los restos del meteorito.

Los modelos de caída, elaborados por científicos como Hadrien A. R. Devillepoix y Denis Vida, ayudaron a determinar que el área de búsqueda debía estar limitada a una longitud de 15 km y un ancho de 400 metros, cubriendo un total de 6 km². Este extenso espacio se debía, en parte, a las características del meteorito, que entró a la atmósfera con un ángulo poco común y en contra del viento, lo que hizo que los fragmentos cayeran de manera dispersa. A pesar de las dificultades del terreno, que incluía montañas y vegetación densa de cactáceas y matorrales, el equipo logró cubrir un 20% del área de impacto, equivalente a 1,2 km².

«Una de las razones de que no se encontrara el meteorito es por lo accidentado del terreno, o sea, la geografía que tiene la comuna de La Higuera en particular, y donde cayó este meteorito, es de muy difícil acceso. Esa fue una de las complicaciones que tuvo esta delegación, esta expedición, porque tanto los científicos como los cazadores de meteoritos estamos acostumbrados a trabajar en el desierto, donde tú tienes obviamente un terreno muy despejado, siendo así mucho más fácil poder buscar ahí. En cambio, acá nos encontramos con varias sorpresas. Hay quebradas bien pronunciadas, mucha roca suelta, y una cantidad de cactus que ni te imaginas. Ha sido extremadamente difícil el poder recorrer ese terreno. Solamente se pudo recorrer un 20% de todo el área que está marcada como posible lugar de caída», afirma Monsalve.

«Los científicos, por lo menos, no van a regresar tan pronto, pero los cazadores de meteoritos ya estamos realizando y programando salidas para poder tratar de recuperarlo. Si lo encontramos nosotros, el equipo de cazadores de meteoritos del BigBang Park, tenemos el compromiso de entregar por lo menos la mitad al repositorio de la Universidad Austral de Valdivia. Es un compromiso que yo adquirí con los científicos, un poco para reconocer el trabajo que están haciendo ellos y lo otro también como forma de agradecimiento por haberme considerado en esta primera expedición. La otra parte se tendría que quedar acá, en el museo de meteoritos de La Serena. Ahora, si lo encuentra un particular, ahí ya va a ser un poco más complejo poder convencerlo de que pueda donar una parte para los científicos», agrega.

Expedición en La Serena. Créditos: Jorge Monsalve.
Expedición en La Serena. Créditos: Jorge Monsalve.

Regulación de los meteoritos en Chile

El creciente interés en la caza de meteoritos en Chile ha revelado una carencia importante: la falta de una legislación clara que regule la recolección y comercialización de estos cuerpos celestes. En la actualidad, los meteoritos caídos en el territorio chileno no están completamente protegidos, por lo que no se garantiza su conservación y estudio, siendo muchas veces adquiridos por privados y sacados del país. Situación que se ha vuelto cada vez más frecuente debido al alto valor de ciertos fragmentos.

En respuesta a esta problemática, un grupo de científicos y cazadores ha comenzado a presionar por una ley que regule la recolección de meteoritos, de modo que los fragmentos más importantes sean conservados para la investigación, pero sin afectar los derechos de los cazadores.

Meteorito. Créditos: Samanta Aravena.
Condrito ordinario visto a luz polarizada. Créditos: Timur Kryachko.
Meteorito. Créditos: Photon Photos.
Meteorito. Créditos: Photon Photos.

«Los científicos y cazadores de meteoritos estamos trabajando en este proyecto. El proyecto de ley ya está ingresado en la Cámara de Diputados. Este proyecto fue también presentado la Comisión de Ciencia en la Cámara de Diputados, y posteriormente presentado a la ministra de Ciencia y Tecnología. No es la primera vez que se presenta un proyecto de este tipo. Se ha intentado en dos oportunidades anteriores, pero nunca ha llegado a buen puerto, ha quedado en mitad del camino. Esta tercera oportunidad es la que más ha avanzado en los procesos para poder llegar a legislar sobre esta materia ahora», explica Monsalve.

«Pretendemos con este proyecto ley que sea más regulatorio que prohibitivo, que haya un organismo que fiscalice, que además se pague una patente, que por ley se obligue a la gente que busca meteoritos, que encuentra meteoritos, que le entregue un porcentaje de ese hallazgo a la ciencia, nosotros hablamos siempre de un 20%, para que quede en el repositorio. Además, que se regule la comercialización de los meteoritos y que se proteja con protocolos científicos. Hay que usar guantes, hay que meterlo en bolsas selladas, hay que tomar una muestra del terreno, y esto mismo tenemos que exigirle a los que vengan a buscar. La idea es que nos podamos dedicar incluso a hacer negocios con los meteoritos, pero primero resguardando lo que corresponde a la ciencia, y que ocurra como cualquier actividad económica, que esté grabada con impuestos, con derecho aduanero, y con derecho de exportación», agrega.

Meteorito. Créditos: Zaphodbeeblebroxv.
Meteorito. Créditos: Zaphodbeeblebroxv.
Meteorito. Créditos: Takahito Terasaki.
Meteorito. Créditos: Takahito Terasaki.

De igual forma, este proyecto de ley propone que las medidas a favor de la protección de los meteoritos también sean aplicables a los sitios de impacto de estos cuerpos dentro del territorio chileno, lo que incluye la prohibición de manipulación, alteración e intervención de estas áreas. Asimismo, el Estado de Chile deberá promover la investigación y difusión de los meteoritos y zonas de impacto, así como promover actividades educacionales en todos los niveles y para la población en general.

«Necesitamos que esta regulación sea aprobada, debido a que ya existen varios hallazgos, pero no tenemos las condiciones para permitir que estos meteoritos residan en Chile, porque no hay una legislación que los proteja, ni valore este patrimonio chileno. Entonces, hoy día cualquier persona con un meteorito lo puede sacar del país, porque no hay ninguna forma de penalizar esta tenencia, ni tampoco ninguna aduana que respete este patrimonio. La idea es que esta ley nos permita hacer investigación en Chile», ahonda Aravena.

«Del mismo modo, la ley busca resguardar geositios de impacto, como es el caso del cráter Monturaqui, registrado por la Sociedad Geológica. La idea es que el geositio tenga las condiciones que permitan su conservación en el tiempo, ya que es un vestigio de la historia de nuestro territorio. La ley promueve, además, el estudio y la colaboración, y buscar algunas sanciones en favor del patrimonio nacional», agrega.

Meteorito. Créditos: Jonnysek.
Meteorito. Créditos: Jonnysek.
Comenta esta nota

Comenta esta nota

Responder...