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Entre líquenes y macrohongos: Registran más de 500 especies de funga en Magallanes, muchas endémicas del Cono Sur
La región de Magallanes y la Antártica Chilena ha revelado poseer una rica biodiversidad, especialmente en criptógamas, como hongos, líquenes y briófitas. Esto gracias a una investigación reciente que logró registrar más de 1.600 especies, de las cuales cerca de 160 corresponden a macrohongos y 400 a líquenes, muchas de ellas endémicas del Cono Sur. Se trata de organismos que son esenciales para los ecosistemas subantárticos, debido a que desempeñan roles vitales como la descomposición y la fijación de nitrógeno. En esta nota te contamos más detalles sobre esta investigación.
La región de Magallanes y la Antártica Chilena, en el extremo sur de Chile, es un tesoro oculto de biodiversidad, sobre todo en el ámbito de los organismos criptogámicos, como hongos, líquenes, briófitas y macroalgas. Recientemente, gracias a un estudio dirigido por la científica Laura Sánchez-Jardón, se ha logrado revelar una parte de esta riqueza biológica aún desconocida, con cerca de 1.679 especies registradas. Estos hallazgos subrayan la importancia de Magallanes como un “punto caliente” de biodiversidad, particularmente relevante en los ecosistemas subantárticos.
«Es una zona única en el mundo, por estar muy cerca de Antártida y también por otros motivos, como que hay muchos glaciares, fiordos, numerosísimas islas y archipiélagos. Es una geografía compleja, y eso tampoco es común en otras zonas del planeta. Además, es un territorio aún poco intervenido donde las áreas silvestres protegidas ocupan más de la mitad de la superficie regional. Entonces, eso es algo muy especial, porque nos ayuda a comprender cómo las especies y sus áreas de distribución han ido evolucionando en la historia y cómo podrían cambiar en el futuro», comenta Laura Sánchez-Jardón, investigadora del Centro Internacional Cabo de Hornos (CHIC) y de la Universidad de Magallanes.
«Esta región se caracteriza porque, tanto para plantas como para animales, y seguramente también para hongos y líquenes —pero esto es mucho menos conocido—, hay muchas especies endémicas, que solamente están en estos ambientes subantárticos. Entonces, es muy importante que sepamos qué es lo que conocemos. Lo que nosotros hicimos fue poner de relevancia la diversidad conocida del reino Fungi: recopilar lo que otros autores han investigado y ponerlo todo en una misma base de datos, para poderlo visualizar y comparar», agrega.
En esta oportunidad, la recopilación de datos ha logrado identificar la existencia de al menos 165 especies de macrohongos y más de 400 especies de líquenes, cifras que superan considerablemente la biodiversidad registrada en otras regiones del país. Estos descubrimientos abren múltiples posibilidades para futuras investigaciones, incluso sobre el potencial medicinal, alimentario y cultural de estas especies. Además, esta nueva documentación no solo cubre especies previamente conocidas, sino que también incluye más de un centenar de especies que no habían sido consideradas en inventarios previos.
«Nosotras lo que queríamos hacer era sintetizar toda la información en torno al reino Fungi en la región de Magallanes, por eso llegamos a ese resultado. El reino Fungi es un grupo taxonómico muy desconocido. Entonces, había que iniciar con algo y ese algo era encontrar la poca y nada información que había respecto a eso. Nuestra motivación fue rellenar ese vacío, con un inventario que nos hiciera visualizar la diversidad potencial del terreno en la región», menciona Francisca Coloma, geógrafa de la Universidad de Chile que también fue partícipe de la investigación.
«El hallazgo de las especies de hongos y líquenes se basó en una revisión bibliográfica sistemática de todo lo que podría encontrarse, para eso se establecieron criterios de búsqueda, para poder acotar la zona. Se revisaron 310 artículos, de esos solo 9 nos sirvieron. A partir de eso, se hizo como un control de calidad de los datos y ahí es cuando se sistematizó la información en un formato para poder publicarse», agrega.
Un refugio de biodiversidad global
El enfoque de la investigación ha sido particularmente relevante para entender el papel crucial de las criptógamas en los ecosistemas subantárticos. Estos organismos, que carecen de flores o frutos, son fundamentales para el equilibrio de los hábitats locales, ya que cumplen funciones vitales como la descomposición de materia orgánica y la fijación de nitrógeno. Además, muchas de las especies registradas son endémicas del Cono Sur de Sudamérica, adaptándose perfectamente a las condiciones climáticas extremas y alta humedad propias de la región.
«Cuando hablamos de criptógamas nos referimos a varios organismos. Están los líquenes, los hongos, pero también los briófitos, las algas, y los helechos. Cada uno realiza funciones ecológicas distintas. Por ejemplo, los líquenes hacen la fotosíntesis, eso significa que, como las plantas, se dedican a generar materia orgánica a partir de la luz del sol, del agua y el dióxido de carbono. Entonces, crean materia. Además, generan una serie de compuestos que clínicamente son únicos, ningún otro organismo, ni siquiera las plantas, pueden fabricarlos. Esto es una tremenda oportunidad para la investigación y ver para qué sirven todas estas moléculas, de las que aún no sabemos mucho, que se llaman sustancias liquénicas», afirma Sánchez-Jardón.
«Sin embargo, los macrohongos no generan su propia materia, sino que se alimentan de materia que ya está fabricada. Ellos descomponen restos vegetales, animales, o de otros seres vivos que se mueren. Entonces, los hongos lo que hacen es descomponer, junto con las bacterias y otros microorganismos, poniendo a disposición de nuevo en la cadena alimentaria todos esos nutrientes que de otro modo se perderían. Los hongos son los que permiten la vida, porque ellos reciclan», agrega.
Es así como en lugares emblemáticos, como el Parque Omora y la Reserva de la Biosfera Cabo de Hornos, los líquenes y briófitas crean lo que podrían describirse como “bosques en miniatura”, estructuras diminutas, pero increíblemente complejas que albergan una variedad de vida única. Su resistencia y capacidad para prosperar en condiciones adversas destaca la importancia de conservar estos ecosistemas, los cuales aún se encuentran en uno de los estados de conservación más prístinos del planeta.
En este sentido, de acuerdo con Coloma, dentro de las especies que fueron capaces de registrar en la región se encuentran algunas que son especialmente importantes, debido a su reconocimiento por parte de la gente, y su conexión con la cultura local. Menciona que una especie de digüeñe (Cyttaria darwini), que pertenece a la familia de las Cyttariaceae, es una de las más destacadas, ya que tiene una profunda relación histórica con los pueblos indígenas y es ampliamente utilizado y consumido.
Además, destaca al Cortinarius magellanicus, conocido como el hongo morado, famoso por su atractivo visual aunque sin un valor gastronómico significativo. Del mismo modo, menciona a la Fistulina antarctica, conocida como lengua de vaca, que es comestible y fácil de observar en la zona. Entre otras especies, también se encontraron con hongos como el Stephanopus azureus, de un azul único y llamativo, y varios hongos de madera como el Trametes versicolor, que se asemejan a colas de pavo.
El desafío logístico de la ciencia en el fin del mundo
Cabe destacar que realizar investigaciones en una de las regiones más remotas de Chile no es nada sencillo, implica superar múltiples desafíos logísticos. El acceso a muchas de las zonas de Magallanes es limitado, y las condiciones climáticas extremas hacen que el trabajo de campo sea aún más complejo. La primavera y el otoño son las mejores estaciones para estudiar a las criptógamas, pero también las más difíciles para salir a terreno, ya que las condiciones pueden incluir nieve y vientos muy fuertes.
«En este caso en particular, el trabajo no fue de campo, nosotros hicimos una recopilación bibliográfica pero, en general, sí se realiza. Es muy importante salir a terreno y hacer colectas, y ver a los hongos en su propio ambiente. En el caso de Magallanes, el trabajo de campo es muy desafiante, no solamente por las distancias tan grandes, sino que también es difícil trasladarse a estos lugares, ya que no a todos se puede llegar por carretera. Por ejemplo, a veces hay que tomar barcazas, ferri, avión o incluso helicóptero, aunque yo nunca he andado en uno. Entonces, la conectividad es bien importante. Luego, ya una vez llegas al sitio, las condiciones climáticas, que en el verano son más amables, se pueden poner muy difíciles en cuanto a viento, temperaturas bajas y nieve», explica Sánchez-Jardón.
«Los hongos, en particular, su temporada son en primavera y en otoño. Entonces, al no coincidir con la época óptima de condiciones climáticas, pues se agregan desafíos. Tú puedes tener todo preparado para ir de expedición y que venga una tormenta, en otras cosas», agrega.
En este contexto, la ciencia ciudadana juega un papel crucial. Los residentes locales, con su profundo conocimiento del territorio, han sido aliados fundamentales en la recolección de datos, facilitando la recopilación de información durante todo el año, algo que sería extremadamente difícil de replicar por parte de los científicos, debido a las limitaciones ya mencionadas.
«El trabajo, estrictamente, fue hecho desde la academia, desde la Universidad de Magallanes y el Centro Internacional Cabo de Hornos (CHIC), pero en forma simultánea a la recopilación hemos estado haciendo actividades con las comunidades locales, en particular con la comunidad de Puerto Williams, que es donde se encuentra el centro. Hemos realizado con ellos lo que hemos llamado “expediciones comunitarias”, esto con el objetivo de crear un catálogo comunitario de hongos. Esto es muy importante, porque usualmente los científicos nos concentramos en lo que nosotros sabemos. Nos preocupamos mucho del trabajo científico, de hacer las cosas como a nosotros nos gusta, y se nos olvida que una parte del público al que le interesa ese conocimiento son personas que no son científicas», menciona Sánchez-Jardón.
Laura Sánchez Jardón.
«Además, algo también estratégico que hay que admitir, es que los científicos salimos puntualmente a terreno, no podemos salir todo lo que nos gustaría, tal vez en una ocasión, dos veces al año o los fines de semana, porque en general estás trabajando en la oficina. Sin embargo, hay personas que viven todo el año en estos lugares a donde nosotros vamos a hacer los muestreos. Entonces, es muy importante que ellos sepan también, puedan valorar, ayudar y colaborar con los científicos a construir el conocimiento. Ese es el interés principal, que es la generación de conocimiento, que sea una cosa más colectiva, no exclusiva de los científicos, sino que una actividad cultural, educativa y abierta», agrega.
De esta manera, los hallazgos de este último proyecto ejecutado en la zona no solo han generado un impacto en la localidad, sino que también contribuyen al compromiso global de conservar la biodiversidad. Chile, como parte del Convenio sobre la Diversidad Biológica de las Naciones Unidas, se ha comprometido a compartir la información sobre su biodiversidad con el resto del mundo. Debido a esto, los datos recopilados por Sánchez-Jardón y su equipo han sido publicados en plataformas internacionales como el Global Biodiversity Information Facility (GBIF), lo que facilita su acceso tanto a científicos como a la sociedad en general.
El Geoportal Ciencia Austral, un recurso digital que centraliza estos hallazgos, permite visualizar la distribución de las especies registradas y ofrece un acceso más sencillo a la información sobre la biodiversidad subantártica de Magallanes. Es así como el esfuerzo ha resultado crucial no solo para identificar nuevas especies biológicas, sino que también para consolidar un conocimiento que ya existía en la literatura científica, pero que estaba disperso y era de difícil acceso.
«Esta línea de trabajo comienza en la región de Aysén. Yo hace años que vengo haciendo estos trabajos de recopilación de información disponible en biodiversidad. El primer trabajo lo hicimos en 2015, era sobre plantas vasculares. Entonces, el interés, el motivo de profundizar en estas recopilaciones, es poder facilitar el acceso a la información para la mayor parte de la sociedad. Sucede, que muchas veces en ciencias se publican los resultados de investigación en papers o foros muy restringidos a la comunidad académica o científica, y pocas veces llegan a las personas que viven en el territorio. Por ello, ese es el motivo principal, el poder facilitar el acceso al conocimiento que ya tenemos sobre la biodiversidad subantártica, en este caso», señala Sánchez-Jardón.
Laura Sánchez Jardón.
Laura Sánchez Jardón.
Asimismo, estos datos no solo tienen implicaciones para la ciencia, sino que también abren el camino para futuras aplicaciones prácticas y la sensibilización pública sobre la importancia de proteger estos ecosistemas vulnerables. Las especies de líquenes y hongos que habitan estos ecosistemas pueden ofrecer soluciones innovadoras en áreas como la medicina, la biotecnología y la gastronomía, siempre y cuando su aprovechamiento se realice de manera sostenible y respetuosa con las comunidades locales.
«La medida más crucial para conservar y que se hagan medidas efectivas de conservación, es conocer. Muchas veces se toman decisiones acerca de qué áreas deben estar o no protegidas, o pueden “sacrificarse” para fines productivos, como es el caso de la infraestructura para el turismo, un nuevo andén, o megaproyectos eléctricos, de hidrógeno verde, la salmonicultura, etcétera. Se toman decisiones sin saber lo que hay, no están basadas en evidencias, sino que en datos parciales y que, por lo tanto, son bastante débiles y generalmente sesgados al uso productivo, no a la conservación», sentencia Sánchez-Jardón.
«Entonces, para tomar buenas decisiones en cuanto a la conservación, la medida fundamental es invertir en conocer, qué es lo que tenemos aquí, qué especies son especiales, qué especies es necesario proteger, porque sino las vamos a perder. Es muy importante que antes de tomar decisiones, por lo menos, se levanten líneas de base y estudios básicos y fundamentales sobre la biodiversidad del territorio», agrega.