Martin Gardner, destacado botánico británico: más de 25 años por la conservación de la flora chilena
A sus 67 años, el botánico Martin Gardner es un aficionado de las plantas chilenas. Lidera, en el prestigioso e histórico Jardín Botánico de Edimburgo en Reino Unido, el Programa Internacional de Conservación de Coníferas (ICCP), que, entre otras cosas, ha desempeñado icónicos proyectos para la conservación de especies como el alerce o la araucaria. Desde allá, mantienen el cultivo de especies chilenas en caso de que alguna emergencia pasara en su hábitat natural, además de formar redes de apoyo y capacitación de profesionales para proyectos de conservación locales. En esta entrevista, Martin hace un repaso de qué fue lo que lo llevó a conocer el extraordinario mundo de las coníferas, a enamorarse de las especies chilenas y generar un fuerte vínculo con este país que mantiene hasta el día de hoy, a través de su trabajo velando por la conservación de sus coníferas y otras plantas desde el otro lado del mundo.
Mucho antes de saber que Chile existía, un pequeño Martin Gardner veía a su padre dedicar sus días a trabajar hortalizas en su granja. Vivía en Stratford-Upon-Avon, en el Reino Unido, la misma localidad que alguna vez vio nacer a William Shakespeare. En este pueblo de antigüedad y tradiciones, Martin ocupaba sus letras para escribir en los carteles con los que vendía los productos de su granja, al costado de la carretera.
En las semanas, caminaba a la escuela. También ayudaba a su papá y, en sus tiempos libres, cooperó con un científico que realizaba censos de aves en la zona. De alguna manera, todas sus actividades siempre se relacionaron a la naturaleza porque pasaba la mayor parte del tiempo al aire libre. Y esta “extraordinaria exposición”, como le dice él, lo influenció, sin darse cuenta en ese entonces, a encontrar su pasión años más tarde.
Ahora tiene 67 años y hace más de 25 que está a cargo del Programa Internacional de Conservación de Coníferas (ICCP) del Real Jardín Botánico de Edimburgo, en Escocia, un prestigioso y centenario lugar (tiene cerca de 350 años), donde se cultivan y estudian especies de plantas de todo el mundo. Ahí, por ejemplo, ha liderado un trabajo para ayudar a ampliar la base genética de especies de coníferas en su cultivo en las Islas Británicas, con el fin de ayudar en su conservación fuera de su país de origen, en caso de que algo sucediera en estos lugares. También ha capacitado profesionales y formado redes de apoyo -como con la Fundación Chilco o la Corporación Bosques de Zapallar– y estudio para la conservación de estas especies.
Y parte de sus grandes trabajos -y pasiones- han tenido que ver con especies chilenas.
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El Palacio de Windsor, Inglaterra, donde vive la Reina Isabell II, es un lugar de formación de horticultores. Por lo mismo, fue el primer paso que tomó Martin después de terminar el colegio, quien siguió un camino profesional que parecía “obvio” dentro de su familia. En su curso, que duró dos años, se paseó y aprendió en los terrenos reales, cultivando las verduras de la casa real, que también se vendían en Londres y, claramente, viendo constantemente a toda la familia de la reina.
Cuando terminó, fue a estudiar en la Universidad de York para su formación teórica en horticultura y, a los finales de los 70’ llegó por primera vez al Jardín Botánico de Edimburgo para tomar un curso, mayoritariamente práctico, de tres años. Como todo en este camino de aprendizajes en base a la tradición, entró a un curso que tiene más de 100 años funcionando y le dio una aproximación a las plantas de todo el mundo.
Entre esto, llegó al extraordinario mundo de las coníferas, que son árboles o arbustos que predominan en zonas altas con sus hojas perennes y cuya semilla se desarrolla en una especie de cono de protección. Para tener una idea, podemos encontrar en Chile árboles como las araucarias, alerces o cipreses, entre muchos otros.
– ¿Cómo fue esta introducción a las coníferas?
-Tenía que hacer un estudio detallado sobre algún tema durante mi curso en el jardín botánico y empecé a fijarme en las coníferas de ahí. Pero son bastante difíciles de identificar y las reconocía porque estaban etiquetadas (…). Entonces decidí ir a ver coníferas donde no estaban identificadas e hice mi proyecto de investigación de las coníferas en un pequeño condado de Escocia llamado Perthshire. Es único porque su clima es bastante húmedo, no demasiado frío y tiene esta condición extraordinaria de cultivo de coníferas de todo el mundo. Decidí identificar estas coníferas en esos jardines. Entonces aprendí a diferenciarlas y me obsesioné con ellas y su identificación. Esa fue mi primera introducción realmente para tener un vistazo a este mundo de las coníferas y, por supuesto, fue muy global porque eran coníferas de todo el mundo.
– ¿Qué crees que las hace especiales?
-Creo que las coníferas son especiales porque son supervivientes. Han existido durante mucho tiempo, desde los dinosaurios, y han tenido que sobrevivir también a los acontecimientos naturales del cambio climático. Tienen una distribución global, los únicos lugares en la Tierra donde probablemente no crecen es en algunas de las áreas más secas de África, pero crecen en la mayor parte del mundo desde el nivel del mar hasta las montañas. Son fascinantes en sus diferentes formas, si piensas en los maravillosos conos de la araucaria y luego miras los conos de tal vez el pino, y la diversidad en esos conos, la diversidad en el foliar de las especies… Esa fue mi fascinación.
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El día en que Martin vio un alerce (Fitzroya cupressoides) por primera vez en Chile, su vida cambió. Para él, fue encontrarse “con sus viejos amigos llamados alerce”, en medio del Parque Nacional Alerce Andino, en 1986. Llegó por Raleigh internacional, un voluntariado que lleva a jóvenes de todo el mundo lugares para realizar trabajo comunitario y científico, y para él fue algo que lo marcó: “había visto alerces en cultivo, pero, aunque aquí tienen como 50 años, son bastante pequeños. Siempre recuerdo haber acampado por el lago Triángulo y también por el lago Frío y veía todos estos extraordinarios y grandes alerces. Pensar en que podían haber vivido más de 300 años me alucinaba. También logré en esa visita ir a Chiloé al pueblo de Cucao, todo el camino hasta la costa hasta la playa hasta el parque nacional. Es extraordinario e increíble. Simplemente me enamoré del alerce y si no me hubiera enamorado de él diría que hay algo malo en mí”.
Desde entonces, su camino junto a las coníferas ha sido, en gran parte, con especies chilenas como el alerce y la araucaria (Araucaria araucana), que lo han traído a Chile más de 45 veces desde su primera vez tocando tierra nacional.
– ¿Cómo se ha desarrollado tu conexión con Chile?
-Fui dos veces con la operación Raleigh, la segunda fue de nuevo con mi esposa en el 98′. Después de eso vine a trabajar al Real Jardín Botánico de Edimburgo para coordinar el Programa Internacional de Conservación de Coníferas (ICCP) y era obvio lo que iba a hacer: tenía que tratar de desarrollar una iniciativa de conservación basada en Chile. Tenía algunos contactos en la Universidad Austral de Valdivia y durante muchos años desarrollamos proyectos en colaboración y la Universidad en Santiago. Gran parte de mi trabajo se basó en Valdivia y creo que una de las cosas más importantes que hicimos. Trabajé con algunos de los estudiantes en iniciativas de conservación, escribimos juntos un libro de las plantas amenazadas del sur y centro de Chile, y creo que fue un trabajo muy importante. Pero, para mí, lo más relevante que he hecho en Chile es un trabajo donde soy una especie de facilitador para hacer que las cosas sucedan, como poner a la gente en contacto entre sí. Trajimos, creo, unos 50 estudiantes al Reino Unido para que se formaran aquí, en Edimburgo, en educación, en botánica, en ciencia, en horticultura, y eso ha estado ocurriendo durante un período de 25 años. Luego vuelven a Chile y “florecen”. Eso les ayuda a desarrollarse en sus propias carreras. Y si me preguntan de qué estoy más orgulloso, creo que es eso.
– ¿Cuáles han sido sus grandes conclusiones sobre las coníferas chilenas a lo largo de sus años de acercamiento a ellas?
–Creo que una de las cosas que es muy impresionante sobre Chile, particularmente en el sur, es que tiene una enorme cantidad de áreas protegidas. Así que creo que Chile ha hecho un excelente trabajo de protección de su fauna y flora y, en particular, de las coníferas en los parques nacionales. Pero tiene que ser más que eso porque a veces los parques nacionales son sólo el nombre. Lo que me gustaría que se cambiara en Chile, y en muchas partes del mundo, es que seamos responsables de toda la forma en que gestionamos los parques naturales (…). Además, el cómo contamos la historia de los parques nacionales es muy importante, y creo que eso normalmente no se cuenta mucho en Chile. Me encantaría poder influir en ese cambio (…). Tenemos que hacer que la gente trate de entender que están entrando en un lugar mágico y que no mantengan su comportamiento como en la ciudad (…) Es como entrar a una catedral: te comportas o espero que te comportes porque es un lugar muy especial. Entonces, hay retos únicos e increíbles por delante para el cuidado de los parques nacionales.
– ¿Cuáles son esos retos?
-Todos tienen que ver con el cambio climático y nadie puede influir en eso como si fuera propio. En lugares como Chile no tienes control de eso y es global. Pero todos tenemos la responsabilidad de hacer lo mejor y lo nuestro. Es el cómo actuamos, aunque sea una manera pequeña hacemos una contribución. He trabajado mucho en las zonas costeras del norte de Chile, en las increíbles zonas de oasis, como Paposo, en el norte, que están sufriendo terriblemente en el desierto debido al cambio climático, pero todo se debe a la educación, así que tenemos que educar a la gente en las escuelas. Todos los planes de estudio deben tener un gran elemento de ciencia, historia natural, tenemos que llevar a los niños a las zonas silvestres para que tengan esa chispa que les haga empezar a pensar en su entorno. Pero también hay problemas masivos, como incendios forestales y eso me preocupa, así que es un gran desafío.
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El alerce -catalogado como “en peligro”, según la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN)- se introdujo en las islas británicas en 1849, por William Lobb, quien colectó las semillas desde Chile. Desde entonces, se cultivaron más de estos árboles en este lugar del continente europeo, pero una investigación realizada por el ICCP, en 1998, apuntó a un problema: solo había un clon femenino en cultivo. “Cuando empecé el ICCP muchas personas me dijeron que el alerce era un árbol importante y que lo estaban cultivando. Eso es fantástico, pero yo sólo quería alguna prueba de que teníamos suficiente variabilidad genética de alerce en la conservación. Pero tener el mismo clon no funcionaba tan bien para la conservación. La idea de los jardines botánicos es cultivar plantas de otros países, sabemos exactamente de dónde vienen y las mantenemos aquí por si hay algún problema de conservación en su lugar de origen, pero en ese entonces, con el alerce, si lo perdíamos de su hábitat natural, solo teníamos un clon hembra para hacer ese trabajo”, explica Martín.
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Así, durante cerca de 30 años el trabajo se enfocó en visitas a Chile para hacer colectas de semillas de alerces macho y hembra. El fruto de esto es que actualmente hay 104 clones diferentes, distribuidos en 250 sitios de Gran Bretaña, con 450 árboles. “Eso es una póliza de segura en caso de que haya un desastre, ataques, enfermedades o algún desastre climático global”, afirma Martin.
– ¿Qué nos puedes contar sobre esta especie?
-Es la conífera viva más antigua y tiene más de tres mil años. Es uno de los árboles más altos de la selva valdiviana y junto con el pewen, son el “panda” de Chile. Siempre digo lo de los pandas porque son muy carismáticos. Si no puedes salvar a un panda de la extinción, no tienes mucha casa para salvar animales menos carismáticos. Si no puedes salvar al pewen o al alerce, ¿qué posibilidades tienes de salvar especies menos carismáticas? Creo que tenemos que hacer es utilizar esto como un vehículo para la conservación. Ustedes son tan afortunados en Chile para tener alerce porque ha sobrevivido tanto, pero ha sido perseguido tanto también, pero al menos ahora está protegido. El problema es que está protegido como un árbol, pero a veces su hábitat no lo está, por lo que hay una gran degradación de su hábitat, pero cuanto más al sur vamos de Chile, a la parte sur de la región de Los Lagos tienes bosques prístinos y tenemos que mantenerlos tan naturales como sea posible.
Así como el Parque Nacional Alerce Andino fue el protagonista de su primer encuentro con un alerce, el Parque Nacional Conguillío lo llevó a conocer las araucarias. Él iba en su auto y veía estas “sombrillas” en el paisaje. De lejos, observaba a estos “guardianes de los Andes”, que lo llevarían a conocer el volcán Sierra Nevada y el Parque Nacional Nahuelbuta, un lugar “extraordinario por su singularidad, al estar en uno de los puntos más altos de la cordillera de la costa, y de los más amenazados por la amenaza de incendios forestales”.
– ¿Qué nos puedes comentar sobre tus trabajos con la araucaria?
-Hemos hecho algo de trabajo genético y otra de las cosas que he hecho es que, con mis colegas de la Universidad Austral de Valdivia, compré un poco de bosque, mi esposa y yo somos dueños de un pequeño bosque de pewen en Chile. Es una reserva que se llama Nasampulli cerca de Cunco y ayudamos a salvar ese pedacito de bosque. Le conté sobre la reserva a un amigo mío que es el director de una ONG del Reino Unido que se llama Rainforest Concern y durante un periodo de 25 años han seguido agregando a ese bosque. ¿Qué pasa si no hubiéramos conservado este bosque? La gente diría que es una especie protegida, pero vuelvo al mismo problema: las especies individuales están protegidas, pero no todos sus hábitats no lo están. El problema con esa reserva cuando empezamos a involucrarnos es que hay mucha tala de árboles, un problema con los jabalíes que está haciendo mucho daño y aunque los árboles no estaban siendo cortados ahora, el hábitat ha sido degradado y vemos mucha degradación en Chile, incluso en los parques nacionales. Así que tenemos esta maravillosa zona a la que no va mucha gente y que es muy segura, en la que investigamos mucho sobre la vida salvaje, así que para mí es muy emocionante poder hacer algo así, algo de conservación real en Chile, es fantástico.
–También está en peligro, ¿qué podemos hacer para protegerla?
-Sí, está en peligro. Creo que cada vez es más difícil protegerla porque hay dos problemas en este momento. Tienes los incendios forestales causados por el cambio climático, por un lado. Por el otro, hay una enfermedad que está afectando al pewen en este momento, que probablemente se deba al cambio climático. Se ha vuelto más permanente, el pewen se ha debilitado y de repente no pueden vivir en asociación. Probablemente sea una enfermedad de hongos, todavía se está investigando sobre eso. La investigación científica es extremadamente importante, hay que entender todos los detalles de pewen y la única cosa que tenemos que entender realmente es lo mismo que todas las plantas: a propagarlas y cultivarlas. La forma en que tenemos que salvar este planeta es entendiendo cómo cultivar plantas y animales para que podamos empezar a ayudar y restaurar los daños y los ecosistemas. También hay una labor de los visitantes de los parques nacionales, en mantener las reglas y ser respetuosos con el entorno, por ejemplo, encender fogatas solo en lugares permitidos.
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En el trabajo que realizan en el Real Jardín Botánico de Edimburgo se cultivan más de 350 especies chilenas, además de otros países, como Cuba, Jamaica y otra localidad cercana a Australia llamada Nueva Caledonia, donde también habitan muchas especies de coníferas. Pero de Chile, específicamente, Martin destaca la presencia de plantas como la nalca, el notro, robles, ñirres y lengas. Aunque no ha sido un trabajo exento de desafíos, en especial porque hay ciertas especies que tienen un potencial invasor en las islas, además de que hay que hacer entender a quienes viven ahí el cómo estos cultivos ayudan en la conservación.
Ahí, los relatos y las tradiciones son esenciales.
Por ejemplo, está el caso del alerce, que también se cultiva en espacios públicos. “Lo importante es contar información realmente emocionante sobre este árbol del bosque chileno; abrir un nuevo mundo y que la gente no se olvide que lo interesante con alerce de que es un árbol increíble, que también tiene una asociación con gente famosa. Uno de ellos es el capitán Fitzroy, el meteorólogo y comandante que navegó junto a Charles Darwin, importante científico inglés. Así que tenemos dos personas relacionadas con el alerce, que interactuaron con él. Eso ayudó a llevar la historia y, en nuestro trabajo de tratar de enfatizar la importancia del alerce, plantamos uno en la casa de la familia de Darwin y en el lugar de nacimiento de Fitztroy. Así hicimos todas estas conexiones con gente famosa y sabemos que se ha vuelto bien conocido, lo que ayuda a llevar una historia increíble y dar a conocer los problemas de conservación de esta especie”, comenta Martin.
– ¿Cómo ha sido cultivar estas especies ahí?
-Lo realmente interesante del Reino Unido es que tenemos muchos microclimas. En el sur las temperaturas son un poco más cálidas de lo que deberían ser, así que podemos cultivar muchas plantas chilenas. De hecho, ahí se da el chagual. Así que tienes que elegir, puedes plantarlas en cualquier sitio, pero hay que tener mucho cuidado porque necesitan un grado de protección.
– ¿Cuáles han sido los retos de cultivar y estudiar estas especies a cientos de kilómetros de su país de origen?
-Creo que el mayor reto es el clima, y ahora es más difícil porque es muy impredecible. Tenemos muchos problemas con las plagas y enfermedades que pueden atacar a estas plantas, pero si eliges la ubicación correcta es mejor. Lo otro es que especies como el chilco y la nalca en la costa oeste de Escocia y en Irlanda se están convirtiendo en especies invasoras, incluso el arrayán es muy feliz en la costa oeste y como tiene un fruto carnoso los pájaros se lo comen y lo propagan, así que esos son algunos de los retos a los que nos enfrentamos.
– ¿Qué opina de la relación entre las especies invasoras y las autóctonas?
-Debemos tener mucho cuidado con el cultivo de plantas en otras partes del mundo porque se convierten en invasoras. En Escocia tenemos un gran problema con las especies invasoras y tenemos leyes que a veces impiden su crecimiento masivo. Es ilegal cultivar algunas plantas y probablemente no sabemos cómo nos va a afectar el cambio climático en el futuro. Pero es un gran problema, así que tenemos que tener mucho cuidado con el cultivo de estas plantas, en especial si estás cerca de zonas sensibles como nuestros propios parques nacionales. Así que, por ejemplo, si se cultiva nalca se pide que se retire el fruto para que no se convierta en invasora. Sí, hay que ser muy cuidadosos.
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Con toda una vida dedicada a las coníferas de Chile, cada día de Martin gira en torno a este país, pero desde su casa en Escocia. En la mañana, lo primero que hace es alimentar a su gato, curiosamente también llamado Chile. Y así siempre ha sido con sus otros gatos, todos llamados como plantas, obviamente chilenas.
Luego camina al trabajo, entra al herbario del jardín botánico -que tiene más de 30 mil plantas, algunas recolectadas por Darwin- y realiza un trabajo de curador. Ahí, nuevamente, se encuentra con plantas chilenas. Y luego, en el invernadero, vuelve a ver a sus queridas especies del sur del mundo. “Gran parte de mis días a viajar a jardines botánicos de otros sitios, acá en Escocia deben haber 30 o 40, donde las plantas chilenas están muy bien representadas”, cuenta.
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Finalizando, participa en el sitio web que administra con chilenos, sobre plantas nativas endémicas. Y también, en sus proyectos como un nuevo libro de plantas chilenas, ilustrado por artistas chilenos, que se diferencia del anterior que fue ilustrado por turcos, y que el público podrá ver en 2024. Hace poco, de hecho, participó con un texto sobre el Parque Nacional Alerce Andino para el libro ¿Por qué parques nacionales? de Ladera Sur.
“Así que mi día está lleno de cosas chilenas, lo siento. Luego en la noche puede que me tome una copa de vino chileno”, finaliza.
-Pero ¿has pensado alguna vez en vivir en Chile?
-No, no. Eso no (ríe).