Este escrito nace de un viaje y de una pregunta. El viaje fue hace dos meses, durante dos semanas a siete ciudades distintas de Europa. Y la pregunta es sobre cuál es el mapa que les ofrecemos a los turistas en Chile.

¿Por qué la pregunta es sobre el mapa? Pues precisamente porque en el viaje, donde escasearon recursos y tiempo, organizar el mejor recorrido dentro de la ciudad pareció ser una estrategia eficiente y el mapa turístico, la herramienta más sencilla. Porque dejar ir el cuerpo a la deriva parece ser un lujo que, para quienes visitamos por primera vez un sitio o tenemos muy poco tiempo en una ciudad, no nos está necesariamente permitido.

Map of Paris, Le Plan de Paris (2009) © Printemps Paris
Map of Paris, Le Plan de Paris (2009) © Printemps Paris

Ante todo, para quien quiera responder a mi pregunta, es importante aclarar que los mapas de turismo no son una indicación inocente y objetiva. Esto principalmente porque — como muchos autores han declarado en base a la representación — tras ellos hay una selección, es decir, se muestran hitos institucionales y culturales y, a su vez, se ocultan otros, como por ejemplo, los residenciales. El arquitecto del paisaje James Corner indica esta condición subjetiva intrínseca del mapa en su ensayo “The Agency of Mapping: Speculation, Critique and Invention”, explicando que, “a diferencia de los trazados, los cuales propagan redundancias, el mapeo descubre nuevos mundos, incluyendo sus pasados y sus presentes, ellos inauguran nuevos suelos sobre los trazados ocultos de un contexto viviente”, logrando así incluso revelar fuerzas como ciertos intereses políticos y económicos, demarcándose o no en ellos, por ejemplo, zonas comerciales específicas (1). En tal sentido, al igual que el paisaje, el mapa turístico es una construcción que en sí transmite una idea de ciudad o una idea de cómo vivir la ciudad.

No es novedad que los mapas suelen mostrarse como una trama vial donde se destacan con grandes íconos los hitos ‘imperdibles’ de un barrio o de una ciudad, nombrando los sitios, estaciones y calles en el idioma local; así, mi ascenso a la Tour Eiffel fue programado a cierta hora, determinando espacio-temporalmente el movimiento de los visitantes, en este caso, como punto de partida hacia el Champ-de-Mars y Tuileries con destino hacia el Louvre. Y es que el turismo, mientras más antigua y más grande sea la ciudad, más se enfoca en piezas destacables, por su representatividad histórica, artística o cultural en general. Como ya lo decía en 1980 el pensador del paisaje estadounidense John B. Jackson, “para muchos turistas el único itinerario correcto es todavía una versión del Grand Tour del siglo XVIII: los monumentos, galerías y ruinas, además de esas vistas sublimes que los jóvenes educados de los siglos pasados visitaban y admiraban, son las cosas que muchos de nosotros aún visitamos y admiramos” (2).

Map of Paris (2007) © Galeries Lafayette
Map of Paris (2007) © Galeries Lafayette

La experiencia del turismo de mapa se vive efectivamente como en un tablero de juego. En él, ciertos símbolos y normas son expuestos y ordenados de tal manera que influencian la manera de entender y desplazarse en un lugar. Aquí también existen restricciones para moverse, físicas o de recursos y, algunas veces, es exigencia ir acompañado y otras, es obligatorio hacer silencio.

Un caso en particular para ejemplificar cuan distinto resulta un viaje según el mapa, es el caso de Amsterdam. Su centro turístico es fácil de distinguir por la trama histórica, sus construcciones y canales y pese a que en su borde existen lugares realmente interesantes, algunos mapas se centran en el interior del sector histórico, donde se encuentra la casa de Anne Frank, el barrio rojo, comercio y sus características casas de fachada continua verticales. Gracias a que mi hotel quedaba en las afueras, me entregaron un mapa diferente al que tenía, donde la escala alcanzaba a mostrar el plan urbano desarrollado a mediados del siglo XX para la expansión de la ciudad, abarcando parques, museos, jardín botánico y zoológico, entre otros. Es interesante entonces pensar en cómo las ciudades van integrando procesos e imaginarios urbanos de hace un poco más de cincuenta años, consolidando y renovando la experiencia en estas ciudades, acentuando así cierta identidad.

Welcome to Amsterdam Canal District – Unesco World Heritage Site (2016) © Mymap
Welcome to Amsterdam Canal District – Unesco World Heritage Site (2016) © Mymap

Entonces, ¿qué pasa cuando el modelo de turismo histórico se replica en Chile? ¿Qué es lo que se destaca? ¿Cómo hemos avanzado en la representación de nuestra propia cultura? ¿Dónde se concentran los sitios destacados? ¿Qué hemos hecho por abrir las posibilidades construyendo una ciudad que en sí y en su totalidad deseemos mostrar a nuestras visitas? Y es que lo más sorpresivo de Madrid, Amsterdam, Salamanca y, ante todo, París, es la escala urbana de las intervenciones, tales como grandes parques, barrios y aquellos elementos constantes como el perfil de las calles, las edificaciones y cualquier repetición de ciertos rasgos característicos que vuelven a estos lugares singulares. Es cierto que hoy en día es posible ‘conocer’ ciudades a la distancia a través de redes sociales, videos y fotografías, pudiéndose ‘ver’ cómo son y hasta ‘caminar’ por sus calles con Street View; sin embargo, esto sigue siendo una representación incapaz de abordar la experiencia in situ de aquello que la ventana digital no alcanza a presentar, como la inmensidad y los actos fortuitos.

Según mi percepción, Chile ha potenciado el turismo de la inmensidad, promulgando la visita de sus paisajes extremos de climas insólitos para extranjeros, páramos aparentemente intocados, montañas sublimes y campos dorados, playas para amantes de los deportes acuáticos, al igual que nuestros escarpados ríos y extensos desiertos. Y éste realmente es un acertado enfoque si entendemos que en ello nos diferenciamos. Sin embargo, tenemos más. O al menos, seguimos engrosando nuestras ciudades y éstas siguen siendo paso obligado para extranjeros, por lo que no podemos olvidar que son parte importante del territorio y de nuestra oferta cultural.

Llegando del viaje entonces, la pregunta fue por el mapa que existe hoy y por el mapa que deberíamos construir. Y es que tal vez si el objetivo es pensar qué queremos poder destacar en cincuenta años y de qué escala queremos que sea nuestra ‘ciudad identitaria’, donde la prioridad no sea seguir llenando nuestras calles de autos o abandonar, por ejemplo, el sector sur de la capital. Pensar en el mapa de turismo puede ser así una herramienta para imaginar la ciudad soñada, estableciendo objetivos desde el goce de la experiencia, como una idea a largo plazo que prime por sobre necesidades inmediatas de corto plazo. Entonces, ¿adonde llevarías a un amigo extranjero en la ciudad?

Notas:

(1) Traducción de la autora. Cita original: “Unlike tracings, which propagate redundancies, mappings discover new worlds within past and present ones; they inaugurate new grounds upon the hidden traces of a living context”. Corner, “The Agency of Mapping: Speculation, Critique and Invention” [1999] en Corner y Alison Bick Hirsch (eds.), The Landscape Imagination: Collected Essays of James Corner 1990 – 2010 (New York: Princeton Architectural Press, 2014), p. 198.

(2) Jackson, “Aprendiendo sobre Paisajes” en La Necesidad de Ruinas y otros Ensayos (Santiago: Ediciones ARQ, 2012), p. 22. Ensayo originalmente publicado en The Necessity for Ruins and other Topics (Amherst: The University of Massachussets Press, 1980).

 

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