Los misterios del océano profundo: los ecosistemas más desconocidos del planeta a los que debemos prestar atención
Mientras algunos miran hacia las estrellas, la Tierra mantiene debajo un manto de misterios. Se trata del océano profundo, probablemente la zona más inexplorada de nuestro planeta que refugia un sinnúmero de criaturas y sitios desconocidos para la ciencia. Aunque parece lejano a nuestras vidas, lo cierto es que en la superficie le debemos especial consideración, no solo por el valor de sus ecosistemas, sino también por las amenazas que se ciernen silenciosamente sobre ellos, como la crisis climática, la minería submarina y la contaminación. Por este y otros motivos, muchos buscan visibilizar la importancia de proteger a este sorprendente inframundo marino.
Sus paisajes rigurosos y criaturas de aspecto alienígena dan la impresión de que se tratara de otro planeta, aunque se encuentra en la mismísima Tierra. El océano profundo es, sin lugar a dudas, una de las zonas más inexploradas del mundo pese a que cubre alrededor del 60% de su superficie. Tanto es el desconocimiento, que los fondos marinos todavía no son mapeados en su totalidad y varias especies aún no son descubiertas por la ciencia.
De lo que sí se tiene certeza es que es esencial para la salud planetaria, al permitir el reciclaje de nutrientes y el secuestro de dióxido de carbono que amortigua la actual crisis climática que nos asola. Además, lejos de ser un lugar inhóspito y carente de vida, refugia una rica y sorprendente biodiversidad.
“Es un mundo inexplorado, conocemos muy poco. No hemos llegado ni hemos sido capaces de muestrear muchos ambientes, incluso hay montes submarinos que ni siquiera han sido descubiertos. Además, el promedio del océano es de entre 3.800 y 4.000 metros de profundidad, y por lo tanto los lugares que tienen más de 4.000 metros no se encuentran en todas partes. Por ejemplo, el Pacífico es más profundo que el Atlántico, entonces hay una distribución heterogénea respecto a las profundidades a mundial”, detalla Osvaldo Ulloa, director del Instituto Milenio de Oceanografía (IMO), quien se convirtió a inicios del 2022 en el primer chileno en llegar a lo más hondo de la Fosa de Atacama, a más de 8.000 metros de profundidad.
De partida, es necesario señalar que existen distintas concepciones sobre el océano profundo. Para algunos, éste comenzaría a partir de los 200 metros de profundidad, mientras que para otros empezaría en la denominada zona batial, que se ubica entre los 1.000 y 4.000 metros. Más abajo le sigue el denominado reino abisal, entre los 4.000 y 6.000 metros donde la luz solar no llega; y finalmente la zona hadal o de Hades que supera los 6.000 metros con sus paisajes tan extremos, que para algunos evoca los infiernos o un “lugar de muerte”, de ahí su nombre.
Para el oceanógrafo hay que tener claro que “sabemos más de lo que vive asociado a los sedimentos del fondo del mar, que lo que vive en la columna de agua. Eso tiene que ver con el desarrollo tecnológico y cómo muestreamos el océano, desde el Beagle y las primeras expediciones oceanográficas para adelante en el siglo XIX ha sido mucho más fácil tomar muestras del fondo”.
Coincide con él Javier Sellanes, profesor titular del Departamento de Biología Marina de la Facultad de Ciencias del Mar de la Universidad Católica del Norte e investigador del Centro de Ecología y Manejo Sustentable de Islas Oceánicas (ESMOI): “Las dificultades tecnológicas y logísticas que uno tiene para estudiar el océano aumentan exponencialmente junto con la profundidad. Esa es una de las limitantes por las cuales, a nivel mundial, pero más aquí en Chile, se sabe tan poco de esa zona”.
Este desconocimiento no es trivial, ya que aunque piensen que el océano profundo no influye un ápice en nuestras vidas, lo cierto es que “esta área también se encuentra entre los lugares ecológicamente más vitales para nuestra subsistencia en un planeta cada vez más amenazado ambientalmente y menos protegido a nivel mundial”, asegura Cristóbal Hernández, abogado y asesor de política oceánica para América Latina de High Seas Alliance, una asociación que congrega a más de 50 organizaciones internacionales para promover la conservación de la alta mar. Esto debido a las amenazas y sorpresas que guarda el inframundo salado.
Reinos por descubrir
Descender a las profundidades del océano no es siempre factible para el humano, sobre todo si hablamos de cientos o miles de metros. Por ello, las y los investigadores ocupan distintas herramientas, partiendo por robots submarinos y redes. “De hecho, nosotros en Chile tenemos el récord mundial de la red más baja, que la tiene mi colega Rubén Escribano. O sea, hemos colectado a unos 5.000 o 5.200 metros. Nunca se ha tirado una red, por ejemplo, a 6.000 metros. Entonces ese es el nivel de ignorancia que tenemos”, asegura el director de IMO.
Además, se requieren embarcaciones adecuadas, lo cual tampoco es del todo accesible, como bien puntualiza Sellanes: “Imagínate que un barco grande a veces cuesta 40.000 o 50.000 dólares por día. El costo que implica sacar una muestra de esas profundidades ya es enorme, entonces son contados con los dedos de la mano”.
Pese a los desafíos, han logrado hallazgos increíbles a cientos de metros, incluyendo animales vertebrados como peces e invertebrados como moluscos, crustáceos, corales y poliquetos que viven en las cordilleras submarinas de Nazca y Salas y Gómez, dos cadenas que se extienden a lo largo de 2.900 kilómetros en el sudeste del océano Pacífico, frente a las costas chilenas.
Así han descubierto a varias especies nuevas para la ciencia, como por ejemplo el langostino Munida irene encontrado a unos 560 metros en los montes submarinos de Salas y Gómez. Sellanes destaca que “la particularidad que tiene esta zona de montes es que, por el aislamiento geográfico, se encuentran muchas especies que son únicas de este lugar, es decir, son endémicas. A veces el 40 o 50% de la fauna es endémica, o sea está solo en esa parte del mundo. Además, en cada expedición que tenemos encontramos especies nuevas. Todavía hay un porcentaje muy alto que no ha sido estudiado por la ciencia”.
Estos seres se han adaptado a ambientes que son, sin duda, desafiantes. Para ponernos en contexto, Sellanes precisa que cerca de la superficie, “en el océano somero, por así decirlo, las comunidades biológicas se mantienen y sustentan por la fotosíntesis al igual que en tierra. Pero hay comunidades más profundas que se asocian a filtraciones de compuestos químicos. Esa energía química es utilizada por bacterias que quimiosintetizan, entonces son la base de las tramas tróficas. Fue un cambio de paradigma cuando se descubrieron estas comunidades porque antes se pensaba que todo lo que vivía en el océano profundo dependía de lo que le caía desde arriba, de la fotosíntesis, entonces se descubrieron estas comunidades asociadas a fuentes hidrotermales o a la filtración de metano en el margen continental chileno”.
Una de esas comunidades está conformada por las almejas gigantes del género Calyptogena, que viven en áreas donde existen filtraciones de metano, a unos 800 metros de profundidad. Estos moluscos sostienen relaciones simbióticas con bacterias que viven en su interior y que les permiten sobrevivir en estos ambientes rigurosos donde la comida no abunda.
El investigador de ESMOI detalla que “son unas almejas gigantes que pueden llegar a medir hasta 20 o 30 centímetros. Si tú la abres son rojas, tienen un pigmento parecido a la sangre. Además, tienen unas branquias súper grandes. Entonces en estas branquias es donde tienen sus bacterias endosimbiontes y quimiosintéticas. Las almejas tienen el sistema digestivo atrofiado y se alimentan solo de lo que estas bacterias les proveen haciendo quimiosíntesis. A esa profundidad no se esperaría nunca encontrar estas almejas gigantes. Pero están por eso”.
Pero si queremos escudriñar aún más abajo pese a las limitaciones tecnológicas, existen otras técnicas como el ADN ambiental. Al igual que en una escena del crimen, donde los peritos buscan rastros de ADN para dilucidar quién estuvo en el lugar de los hechos, los “detectives” del océano escudriñan las “huellas” dejadas por la diversidad de habitantes de las profundidades.
Ulloa puntualiza que “los organismos como la fauna dejan rastros. Entonces, es más fácil colectar ADN ambiental que tratar de colectar organismos con trampa o redes. Y una regla en la oceanografía sugiere que, a medida que aumenta la profundidad, la diversidad [de especies] es menor, pero, al usar esta técnica, hemos encontrado hasta ahora que esa regla aquí en Chile no se cumpliría, al menos en la Fosa de Atacama no se cumple. Encontramos más riqueza o tanta riqueza bajo los 4.000 que sobre los 4.000 metros”.
Conocer las profundidades es de especial preocupación para el director del IMO, quien se convirtió en enero del 2022 en el primer chileno en descender a la Fosa de Atacama, a más de 8.000 metros de profundidad, en la zona hadal. La aventura fue posible por la invitación del explorador y magnate estadounidense, Víctor Vescovo, quien pilotó el sumergible “DSV Limiting Factor” junto a Ulloa.
Esta fosa oceánica, emplazada frente a las costas de Chile y Perú, ya había sido indagada en expediciones anteriores, aunque ningún humano la había visto directamente. La primera exploración fue realizada en 1997 por investigadores que sacaron muestras de sedimento de más de 7.700 metros de profundidad. También pusieron trampas y capturaron a especies como crustáceos.
Ulloa relata que “después pasaron otras expediciones, pero no fue hasta el 2018 que logramos llegar al lugar más profundo, donde mandamos una sonda y tomamos imágenes, videos, así como muestras de agua. Volvimos a capturar a un anfípodo gigante que bautizamos como Eurythenes atacamensis porque anteriormente, a partir de la expedición del 97, se había descrito como una especie cosmopolita [que está en todo el mundo], pero resultó que no, que es una especie endémica, propia de aquí. Es una especie icónica, cuando uno le tira una carnada son los primeros en llegar y se devoran lo que llega. Son carroñeros”.
De esa manera, el oceanógrafo observó una abundancia de vida que era mucho más alta de lo que imaginaba. “Fue una experiencia única, maravillosa y me siento tremendamente privilegiado de haber tenido la oportunidad de llegar a un mundo totalmente desconocido al que no había llegado ningún ser humano. La analogía es como ir al espacio por las dificultades tecnológicas que significa llegar y por lo remoto y extremo que es el sistema, sobre todo en términos de la presión y frío”.
Esto cobra especial relevancia ya que, según Ulloa, “hay estimaciones que indican que el océano en general contribuye mucho menos a la biodiversidad del planeta, por lo menos en fauna, ya que hay menos comida abajo, entre otras cosas. Yo en particular no estoy de acuerdo, ya que no hemos hecho un catastro o censo de la biodiversidad que existe en profundidad. Es una pregunta abierta que tenemos que responder”.
Desde el cambio climático hasta la minería submarina
Actualmente, el océano se ve afectado por diversos factores, incluyendo la crisis climática; la sobrepesca; la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada; y la contaminación por (micro)plásticos. A diferencia de lo que muchos podrían pensar, los ecosistemas más remotos y profundos tampoco están a salvo.
Así lo explica Hernández, desde High Seas Alliance, donde se preocupan de la altamar, es decir, de las partes del océano que no están incluidas en la zona económica exclusiva o aguas interiores de un Estado determinado. “Actualmente, solo un 1% de las aguas internacionales, se encuentra bajo alguna categoría de protección y no existe ninguna organización internacional, ni ningún acuerdo global en vigor que gobierne su uso y conservación, ya que la altamar es una zona de común interés, es decir, un patrimonio mundial que no pertenece a nadie y a todos al mismo tiempo”.
Por ello señala, a renglón seguido, que “respetar y proteger la alta mar constituye uno de los desafíos más urgentes en este último tiempo, debido justamente al casi ínfimo nivel de protección que existe en estas zonas a nivel internacional”.
De hecho, una de las primeras presiones y amenazas que mencionan los entrevistados es la minería submarina ante la presencia de minerales como el fierro, cobre y manganeso en el Pacífico. Este tema también se ha discutido en Chile, donde se ha puesto sobre la palestra la evaluación del “potencial” del país, las implicancias que podría generar esta actividad en el mercado y el financiamiento de estudios básicos, entre otros, mientras en el mundo ya existen proyectos y llamados de alerta que hablan de una subestimación de los posibles impactos de la industria.
Hernández cuenta que “actualmente, la Autoridad internacional de los Fondos Marinos está impulsando la creación del denominado Código Minero que regulará la explotación de minerales que se encuentran en el suelo y el subsuelo marino más allá de la jurisdicción de los Estados, lo que representa un peligro grave para el océano y sus ecosistemas”.
En la misma línea, el director de IMO agrega que “los pocos estudios que hay al respecto están demostrando que el sistema [marino] tarda mucho en recuperarse tras cualquier actividad que remueva sus sedimentos. Por lo tanto, hay que tener bastante cuidado, hay preocupación en la comunidad científica por la actividad minera”.
Se suman actividades extractivas como la pesca, incluyendo métodos como el arrastre. “Por suerte está prohibida hace tiempo en los montes submarinos, pero se sigue haciendo en la parte de la plataforma y del talud continental”, indica Sellanes.
La crisis climática es otro factor a considerar ya que, según Hernández, el océano “ha absorbido aproximadamente el 30% del CO2 y más del 80% del calor adicional que hemos generado desde la revolución industrial”, lo que está desencadenando la acidificación de los ecosistemas marinos.
Esto es importante si consideramos, como explica Sellanes, que “una de las características del océano profundo es que sus comunidades han estado por millones de años en una zona donde el océano naturalmente amortigua muchos de los cambios que ocurren en la superficie. Entonces se han acostumbrado a la estabilidad y a responder a estos cambios en forma muy lenta. Lo que está ocurriendo ahora [con el cambio climático] es algo demasiado rápido. La acidificación afecta, por ejemplo, a los corales someros y de aguas profundas, y a todos los organismos que generen alguna especie de esqueleto calcáreo”.
La contaminación, en su amplio espectro, también genera preocupación, partiendo por el plástico o la idea de algunos sectores de convertir al mar en un vertedero, tal como ha pasado – por ejemplo – con relaves mineros submarinos. Ese fue el caso de la Compañía Minera del Pacífico (CAP) que ha vertido sus desechos en el mar de Huasco, constatándose su presencia a unos 770 metros de profundidad. Luego de una denuncia realizada por Oceana en 2017, la empresa se comprometió en su momento a detener la descarga para 2022, es decir, este año.
El portavoz de High Seas Alliance subraya que “estas son sólo algunas de las amenazas que afectan al océano y claro, la ausencia de un instrumento internacional para la conservación de la biodiversidad marina en estas áreas más allá de la jurisdicción nacional de los Estados, sumado a la fragmentación de organismos que regulan distintas actividades en la altamar, da como resultado un problema global grave para nuestro planeta”.
Por un futuro marino y profundo
Son muchos los esfuerzos que se impulsan actualmente para la conservación marina, ya sea desde la ciudadanía hasta centros de investigación y organizaciones no gubernamentales.
Por su parte, High Seas Alliance busca facilitar la cooperación internacional para establecer áreas marinas protegidas en alta mar y fortalecer la gobernanza oceánica. Esto habría inspirado la propuesta de crear un acuerdo internacional para la conservación y uso sostenible de la biodiversidad marina más allá de la jurisdicción nacional de los Estados (BBNJ por sus siglas en inglés). La idea, dice Hernández, es que los Estados partes de Naciones Unidas finalicen las negociaciones este 2022, con el propósito de establecer un tratado internacional robusto. De esa forma se busca resguardar al océano profundo.
“Por tal razón, muchos actores internacionales, entre ellos gobiernos y ONG, se han unido, en un esfuerzo clave, en apoyar diferentes iniciativas con el llamado a proteger total y plenamente al menos el 30% del océano mundial para 2030y garantizar que se gestione efectivamente en un 100% de manera sostenible. Este objetivo solo se puede lograr a través de este nuevo tratado de alta mar que se está negociando”, afirma el asesor de política oceánica.
El abogado recuerda que el océano “suministra el oxígeno de una de cada dos veces que respiramos; condiciona nuestros sistemas meteorológicos y regula nuestro clima; proporciona los recursos fundamentales para una nutrición elemental y solo hemos empezado a explorar el potencial que tienen algunas especies marinas para contribuir al desarrollo de medicamentos que permiten la vida y para otras finalidades”.
Por todo lo anterior, Sellanes esgrime “esa frase media cliché de que uno no cuida lo que no quiere y uno no quiere lo que no conoce».
«Primero hay que quitar esa percepción de que en el océano profundo no hay nada, que es una zona vacía. Ahí hay comunidades biológicas que cumplen un rol muy importante en los ciclos biogeoquímicos de nuestro planeta. Por ejemplo, una gran parte de todo el exceso de carbono que estamos insertando en la atmósfera está siendo absorbido por el océano profundo. Si el calentamiento global no es peor de lo que ya es, es gracias al efecto amortiguador que tiene el océano profundo y muchas de estas cosas son mediadas por las comunidades biológicas que viven allí”, sentencia.