Bogotá se ubica en una condición geográfica muy particular que caracteriza a la ciudad. A los 2.600 msnm, sobre el altiplano o sabana bogotana, la ciudad se posa a los pies de los cerros Orientales, uno de los tres principales ramales en los que se divide la cordillera de los Andes. Todo el costado este de la ciudad, de norte a sur, se encuentra delimitado por los cerros. Estos son el telón de fondo de Bogotá y un punto de referencia en el imaginario colectivo de todos los ciudadanos.

Más allá de la cualidad escenográfica, los cerros cumplen una función ecológica y social de gran relevancia. Son un elemento estratégico de la estructura ecológica principal y una zona de vital importancia para mantener el equilibrio del ecosistema y la protección de la biodiversidad. Al mismo tiempo brindan a la ciudad una serie de servicios tanto ambientales como recreativos que aportan a la calidad de vida de los habitantes.

Los cerros Orientales han sufrido grandes transformaciones antrópicas desde la fundación de la ciudad. Si bien fueron montes sagrados para los Muiscas, los primeros pobladores de la Sabana, los nuevos habitantes no los vieron con los mismos ojos. Para los españoles, los cerros fueron un gran recurso natural a ser explotado para la construcción de la ciudad. De ellos se extrajo la madera como material de construcción y combustible, hasta el punto de dejarlos completamente deforestados.

La extensiva y descontrolada actividad minera también contribuyó a la destrucción de este notable patrimonio natural. Durante los años 50 se hizo un plan de forestación, que buscaba recuperar la masa vegetal que se había perdido. Se plantaron especies exóticas de rápido crecimiento como pino, eucaliptus y acacias, que en pocos años le devolvieron el verdor a los cerros pero terminaron por acabar con la vegetación de bosque bajo y alto andino, generando una fragmentación del ecosistema. Sumado a todo esto, la explosión demográfica que ha tenido Bogotá en los últimos años, prácticamente bordeando a los 8 millones de habitantes, puso la vista en los cerros. Tanto la construcción de condominios de estratos altos como asentamientos espontáneos, se han remontado en las laderas, sin contar necesariamente con permiso de edificación. Actualmente esta es la principal amenaza.

Aparentemente en 1977 se tomó conciencia sobre la gravedad de la situación y a través de la Resolución 76 se creó el Área de Reserva Forestal Protectora del Bosque Oriental de Bogotá, que buscaba proteger y restringir los usos de 14.000 ha de los cerros, siendo el uso forestal el único permitido. Desde entonces se han creado una serie de normas sobre normas y planes sobre planes acerca del encuentro de la ciudad con la reserva, que advierten una confusión en términos de competencias e intereses entre las distintas entidades involucradas, más que la creación de una política pública contundente y efectiva que realmente vaya a favor del bienestar de la ciudad y sus habitantes.

En medio de esta discusión entre las distintas entidades púbicas y privadas, donde cada uno pelea por sus propios intereses, lamentablemente los planes han quedado sólo en planes, y las políticas públicas en papel, sin lograr un control efectivo y un desarrollo sustentable sobre los cerros orientales. Mientras tanto, continúan las irregularidades, apareciendo constantemente actividades mineras informales, nuevos asentamientos espontáneos, aprobaciones de permisos de construcción indebidos, etc., deteriorando el mayor patrimonio natural con que cuenta Bogotá.

La voz de los ciudadanos

Dentro de este contexto, han sido los ciudadanos quienes han sacado la voz por los cerros. En los últimos años han aparecido una serie de organizaciones civiles, grupos de caminantes, observadores de aves, asociaciones y fundaciones que se han dedicado a poner en valor el patrimonio natural de la ciudad. Entre ellas cabe destacas a los Amigos de la Montaña y la Fundación Cerros de Bogotá quienes a través de acciones concretas han logrado sensibilizar a la población y a las autoridades, generando una demanda ciudadana por el cuidado de los cerros que exige al estado una medida efectiva para el control de borde de la ciudad.

A finales del 2013, el Consejo de Estado emitió un fallo donde se le exige a la Alcaldía Distrital reformar el actual POT (Plan de Ordenamiento Territorial) buscando proteger y regular la situación de borde amparando los derechos colectivos, y ordena que en el área no construida de 415 hectáreas en el límite entre la reserva y la mancha urbana, se proyecte una zona de aprovechamiento ecológico y recreativo que compense a los habitantes los perjuicios ambientales sufridos. Este plan se encuentra en pleno desarrollo dentro de la Secretaría de Planeación y debiera quedar implementado en diciembre del 2015. Se espera que éste realmente se haga efectivo y venga acompañado de una política pública clara que logre consolidar, controlar y hacer un seguimiento de lo propuesto.

La dicotomía entre el problema de la expansión urbana y la conservación de los entornos naturales próximos, exige a los actores pensar nuevas formas de planear las ciudades. Durante la historia, se distinguen dos maneras de relación entre los habitantes y los cerros: utilizándolos como un recurso natural completamente a su disposición o como una zona de protección natural ajena a los ciudadanos. Es importante entender que tanto los hitos naturales como los habitantes somos parte del mismo ecosistema. En ese sentido, de acuerdo con Camargo (Junio 2014): “Esto hace una doble demanda sobre la planificación y el diseño: por un lado se requiere adecuar los sistemas naturales a las necesidades estéticas y funcionales de los usuarios y, por otro, es preciso orientar las demandas y funciones sociales de modo que se adapten a las condiciones de los ecosistemas naturales.”

Un proyecto de tratamiento de borde en los cerros Orientales mucho más que preocuparse de proteger y no dañar, debe atender a realzar y recuperar todos los valores biológicos, ambientales, paisajísticos y culturales asociados a los cerros. Tratándose de un patrimonio natural colectivo, es preciso que los cerros dejen de ser el telón de fondo de la ciudad para ser parte de ella, donde los ciudadanos puedan disfrutar de todos los beneficios y oportunidades que brinda un proyecto de conservación y a la vez sean objeto de apropiación ciudadana, para garantizar su defensa social y política en el largo plazo.

 

Referencias Bibliográficas:

Camargo Ponce de León, Germán. “Historia pintoresca y las perspectivas de ordenamiento de los Cerros Orientales de Santa Fe de Bogotá”. Junio 2014.

 

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