La forma en que las distintas culturas comprenden y clasifican su entorno natural difiere de la manera científica –por así decirlo– de clasificar las especies, a la que en el mundo occidental nos encontramos más acostumbrados. En esta otra manera de clasificación, los elementos vivos y no vivos del paisaje son clasificados de acuerdo a cómo las distintas culturas los ven, los utilizan, los viven y los sienten. Así, por ejemplo, la fauna de un lugar puede clasificarse de acuerdo a su color, forma, belleza, si es domesticable, o si tiene alguna significancia sobrenatural. Y de esta forma, estos elementos vivos y no vivos van conformando parte fundamental de la cultura local, a través de una interconexión orgánica entre el mundo no natural, el natural, lo sobrenatural y la manera en que los pueblos conviven y habitan estos mundos.

La agricultura es una de las formas de subsistencia en los Andes centrales. La sra. Soria y su cultivo de quinoa con el volcán Isluga de fondo. ©Nicolás Lagos
La agricultura es una de las formas de subsistencia en los Andes centrales. La sra. Soria y su cultivo de quinoa con el volcán Isluga de fondo. ©Nicolás Lagos

Entre las distintas clasificaciones existentes en la cultura andina, quizás la que se encuentra más alejada de la concepción científica es la de los animales considerados sagrados; objeto de veneración y culto. Muchas veces estas corresponden a especies que además de tener un profundo valor simbólico, religioso y cultural, tienen un importante rol ecológico para los ecosistemas altoandinos, siendo especies clave para el equilibrio ecológico en los Andes. A estas especies por lo general se les relaciona con las actividades económicas principales de los Andes, siendo vinculadas con el buen o mal augurio en la actividad agrícola o ganadera. De estos animales los más emblemáticos, dependiendo de la zona geográfica, son el gato montés, el cóndor, el zorro y la serpiente o culebra.

Petroglifo de zorro en Yerbas Buenas, región de Antofagasta. ©Nicolás Lagos
Petroglifo de zorro en Yerbas Buenas, región de Antofagasta. ©Nicolás Lagos

Por sus características ecológicas, al ser un animal por lo general raro, difícil de ver, sigiloso y que tiene actividad nocturna, al felino se lo ha relacionado con lo sobrenatural, con el inframundo. En el mundo andino al gato montés (gatos andino y colocolo; Leopardus jacobita y Leopardus colocolo respectivamente) se le vincula con los cerros tutelares, los mallkus, dueños de toda la fauna silvestre. Al felino se le rinde culto como una manera de comunicarse con estos espíritus de las montañas, protectores de los poblados locales, y quienes controlan las actividades agrícolas y ganaderas.

Gato andino (Leopardus jacobita). ©Alianza Gato Andino
Gato andino (Leopardus jacobita). ©Alianza Gato Andino

Por lo general se les rinde culto en las festividades del floreamiento o marcaje del ganado, la cual se desarrolla en verano, luego de las pariciones, y en donde se veneran a los mallkus pidiendo buena fortuna durante el año en la actividad ganadera. El carácter simbólico del felino queda también retratado en el siguiente relato, publicado en el estudio realizado por María Ester Grebe (1989-1990):

En tiempos remotos,

el mallku era dueño de todos los animales silvestres.

Después cedió dos de ellos al hombre

para su domesticación -la llama y la alpaca-.

Y el hombre se transformó en su pastor.

Pero el espíritu de la montaña necesitaba su

propio pastor para su gran ganado silvestre.

Entonces eligió al felino.

Y este fue el pastor sobrenatural del espíritu de la montaña.

Pero el mallku, además de representar a los espíritus de las montañas, es representado también por el cóndor (Vultur gryphus), otro animal considerado sagrado por los pueblos andinos. El cóndor, al estar siempre ligado a las alturas, se le relaciona también con el culto a los cerros, y es el encargado de llevar las plegarias a los dioses. El cóndor es también capaz de afectar a la actividad ganadera: es éste quien invoca para que el ganado se multiplique o se termine. Por esta razón, en algunas comunidades, al ver al cóndor alimentarse del ganado, se le deja, para que después ayude a la actividad ganadera.

Mallkus o cerros tutelares. ©Nicolás Lagos
Mallkus o cerros tutelares. ©Nicolás Lagos

Por otra parte, al cóndor se le considera un facilitador en las transacciones comerciales. Estas actividades se basan en el principio del ayni o reciprocidad, una forma de vida de los poblados andinos basado en la ayuda mutua entre los miembros de una comunidad. Para la cultura aymara el cóndor tiene el poder de propiciar y favorecer estas relaciones de reciprocidad e intercambio.

El zorro culpeo (Lycalopex culpaeus) es otro animal que presenta un significado sobrenatural en los Andes. En Oruro se le relaciona con la actividad agrícola: cuando su ladrido es muy agudo quiere decir que será una buena producción. En los años malos, su ladrido es más fino. Así, el campesino sabrá si las lluvias llegarán temprano o de manera tardía, calculando de esta manera la época más favorable para las siembras. De la misma manera, se analiza el excremento del zorro y su contenido para saber qué cultivo se dará mejor en el año. El zorro es también considerado como el perro del mallku. En las noches, cuando los animales quedan en el campo, el ganadero pide a los espíritus de las montañas que amarren a sus perros. De esta forma, el ganado quedará a salvo de posibles ataques.

Zorro culpeo (Lycalopex culpaeus). ©Nicolás Lagos
Zorro culpeo (Lycalopex culpaeus). ©Nicolás Lagos

A la serpiente o culebra (varias especies de este grupo), por su forma de moverse por el piso, similar a un río fluyendo, se le relaciona con el Sereno, que es el espíritu del agua y de la música. Se dice que los músicos, antes de tocar en carnavales o cuando adquieren un instrumento nuevo, acampan junto al río, y sus instrumentos los dejan a un lado de su rítmico sonido, para que el Sereno los impregne. A la mañana siguiente, los músicos tocan las melodías que el Sereno les entregó. Al relacionarse con el agua, la serpiente representa también la fertilidad de la tierra y del ganado, que requieren del vital elemento para su subsistencia.

Culebra de cola corta peruana (Tachymenis peruviana). ©Nicolás Lagos
Culebra de cola corta peruana (Tachymenis peruviana). ©Nicolás Lagos

Estos (y algunos otros) animales sagrados se dice que vienen del tiempo de los gentiles, una especie de antepasados diminutos –ya extintos– del ser humano. En estos tiempos, los animales sagrados se volvían gente y podían aparecerse en el mundo terrenal en cualquiera de sus formas: humana o animal, interactuando con los seres humanos. Estos animales por lo general tomaban forma de hombre, siendo variadas las historias en que interactúan estos hombres-animales con mujeres humanas, con las cuales procrean hijos, dando cuenta de una relación que se remonta a los antepasados, y que se ha mantenido, con algunas modificaciones, hasta el día de hoy.

Comenta esta nota

Comenta esta nota

Responder...