Las lluvias de otoño despertaron al Desierto Florido: será más pequeño que en años anteriores
Esta temporada, las flores del desierto brindarán un pequeño espectáculo al sur de la Región de Atacama. Desde 2017 que no se registraba este fenómeno, que ocurre cada cierto tiempo cuando se reúnen las condiciones de humedad y temperatura necesarias para despertar el banco de semillas que vive bajo tierra. A pesar de que se dará en lugares específicos, y que no durará más de un mes, esta germinación es muy beneficiosa para todos los ecosistemas del territorio.
Si bien este año no fue particularmente lluvioso, los 26 milímetros de lluvia caídos durante mayo y junio en la provincia de Huasco, Región de Atacama, bastaron para que se asomaran los primeros brotes del Desierto Florido, un fenómeno que no se veía hace tres años, cuando casi 200 especies de plantas, muchas de ellas endémicas, pintaron con sus flores mantos de colores por los cerros y quebradas atacameñas. En esa oportunidad, llegaron casi 12 mil personas al Parque Nacional Llanos de Challe para contemplar este espectáculo único. Sin embargo, esta vez, debido a las medidas de confinamiento impuestas por el Ministerio de Salud para impedir la propagación del virus Covid-19, sólo podrá ser visto por lugareños ya que está prohibido el acceso y desplazamiento de cualquier visitante por la zona.
Los brotes del nuevo Desierto Florido ya se pueden ver entre el Cerro Centinela, ubicado al sur del parque, y la caleta Chañaral de Aceituno, casi al límite con la cuarta región. Según comenta el encargado de Áreas Silvestres de la Corporación Nacional Forestal (CONAF) en la Provincia del Huasco, Pedro Salazar, muchas de las especies están ubicadas en zonas que generalmente tienen usos recreacionales, por lo que es posible que ahora, que no habrán personas circulando, sobrevivan más tiempo o florezcan lugares nuevos.
Lo dinámico y diverso de este fenómeno hace que sea muy difícil de pronosticar tanto su aparición como su desarrollo. De hecho, los años lluviosos no necesariamente predicen florecimientos, ya que se requiere de sincronía con otros factores. Por ejemplo, las fechas en que ocurrieron las precipitaciones y temperaturas posteriores a estas. “Si cayó lluvia en junio, es muy temprano porque luego vienen meses muy fríos. Pero también en otras épocas, el sol calienta mucho, evapora todo y la planta solo se desarrolla en su etapa primaria”, explica Salazar. Además, las lluvias no son homogéneas y la geografía dispone dónde se acumula el agua y por ende, el lugar en el que aparecen las flores. “Es muy relativo. Varía en extensión y características todos los años”, agrega el representante de CONAF.
Nicolás Lavandero, biólogo e investigador del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB), coincide en que este año el fenómeno será mucho más acotado y pequeño que en 2017, cuando cayeron más de 75 milímetros de agua entre Freirina y Vallenar, y se desplegaron mantos de vegetación por extensiones de desierto que no se habían registrado antes.
Un ecosistema que duerme bajo tierra
Actualmente, en la costa sur de Atacama, se pueden observar añañucas (Rhodophiala rhodolirion), soldaditos (Tropaeolum tricolor), coronillas de fraile (Encelia canescens) y azulillos (Pasithea caerulea), por nombrar algunas de las especies más conocidas que representan la biodiversidad latente que duerme bajo el árido desierto, y que al despertar dan paso a otros habitantes. “Hay todo un ecosistema que crece alrededor de las flores: aves, insectos, reptiles, polinizadores y guanacos dependen de estos eventos”, explica Lavandero. Muchas de estas especies habitan en un estado de dormancia y despiertan durante las germinaciones. Como los insectos, que viven por años en una diapausa, que les permite detener su desarrollo, hibernar el tiempo que sea necesario, y despertar simultáneamente con las semillas. Así, emerge todo un ecosistema en un solo florecimiento.
“Todos los organismos están adaptados a estas pulsiones de vida. Permanecen en estados de latencia que están íntimamente relacionados con las floraciones”, afirma Josefina Hepp, agrónoma e investigadora del Parque Botánico Chagual.
Estas semillas durmientes, como explica Hepp, son propias de los ambientes desérticos y se caracterizan porque no necesariamente germinan cuando se dan condiciones favorables de luz, agua y temperatura, como generalmente lo hacen otras especies. Esto provoca que siempre quede un remanente, o sea, un banco de frutos y simientes que no se han desarrollado esparcidas bajo el suelo, haciendo de cada floración la revelación de un enigma, diverso y único en su tipo.
Soldadito (Tropaeolum tricolor) ©Gabriela López | CONAF
La actual aparición del Desierto Florido, por muy breve y pequeña, deja sembrada la pregunta sobre qué pasará con este fenómeno los próximos años, comenta Hepp. Los cambios de temperatura ante la amenaza del calentamiento global podrían generar fuertes alteraciones en los patrones de lluvias, acercando o alejando los años de floración, provocando daños a los ecosistemas, pues es posible que tanto las semillas y frutos como las demás especies vegetales y animales con las que interactúan, se desorienten y no logren adaptarse a estas alteraciones tan bruscas en su ambiente.