Al hablar del instrumento
Diríjome al guitarrón,
Con su alambre y su bordón:
Su sonoro es un portento.
Cinco ordenanzas le cuento,
Tres de a cinco, dos de a tres,
El clavijero a sus pies,
La entrastadura elegante.
Cuatro diablitos cantantes
Debe su caja tener.
Talento pa’ cantar – Violeta Parra

Quienes tocan el guitarrón chileno parecieran conectarse con él antes de tocar sus cuerdas. Luego, con su instrumento en mano, sus dedos forman cada acorde y las melodías empiezan a sonar en medio del silencio del lugar. Se escucha tranquilo, lejos de la estridencia. Casi ceremonial. Lo acompaña una voz que evoca las décimas de un canto a lo poeta, tan común del campo chileno. 

Chosto Ulloa. Créditos: Nicolás Piwonka.
Chosto Ulloa. Créditos: Archivo Audiovisual Museo Chileno de Arte Precolombino/ Nicolás Piwonka.
La Principalina «Ay si». Don Osvaldo “Chosto” Ulloa dice que esa entonación era de Santa Rita, pero que siempre la cantaba su tío Amador Ulloa, de El Principal. Según el texto Renacer del Guitarrón Chileno (1996) fue popularizada por Manuel Ulloa, padre de don Chosto, y pertenece al rubro de las entonaciones con “ay sí”.
Guitarroneros que la cantan// Santos Rubio, Osvaldo “Chosto” Ulloa, Alfonso Rubio, Juan Pérez, Claudio Mercado, Javier Riveros, Erick Gil, Fidel Améstica

Es uno de los instrumentos musicales más representativos de la tradición musical de Chile. Se ha considerado, también, uno de los más originales del continente americano. Tiene 25 cuerdas, distribuidas en cinco órdenes, más dos pares suplementarios en los extremos superiores e inferiores del encordado a los que se les conoce como “diablitos”. 

A quienes lo tocan se les conoce como guitarroneros, y forman parte de un patrimonio que se ha mantenido vivo, a través de generaciones, en la zona central. Sin embargo, todavía hay muchos quienes desconocen sobre él

El misterio del origen del guitarrón chileno

“Yo me acuerdo que cuando tenía 10 años ya tenía conocimiento. En esos tiempos se hacían muchas trillas a yeguas, en la casa de un abuelo mío, que andaba con un tal Ananías Pizarro, que era un buen poeta; cantaba muy bien ese hombre, sabía muchísimo. Era medio fanático para el canto (…). Apenas trillaban el trigo, ya lo celebraban todas las noches con canto a lo divino. Era poca la cueca y tonada en esos tiempos. Se juntaban unos seis, siete cantores a lo divino y cantaban (…). Se juntaba don Ananías Pizarro, mi papá, el tío Amador, el tío Lucho, el Salvo Guzmán, Mercedes Pizarro. Y ahí yo miraba porque no lo dejaban acercarse a uno a lo que hacían. Entonces hacía pasadita uno y le ponía ojo a lo que estaban haciendo. Me escondía para escuchar lo que cantaban y me quedaban los sonidos del guitarrón”.

Chosto Ulloa. Créditos: Nicolás Piwonka.
Chosto Ulloa. Créditos: Nicolás Piwonka / Archivo Audiovisual Museo Chileno de Arte Precolombino.

Mientras recuerda su infancia, don Osvaldo “Chosto” Ulloa se mantiene serio y con el gorro puesto. Esa escena y palabras fueron registradas por Claudio Mercado, su aprendiz, y el audiovisualista Gerardo Silva, quienes grabaron más de 300 horas de filmaciones a los famosos guitarroneros de Pirque desde 1999 a 2011. Hoy se mantienen en el Archivo Patrimonial del Museo Precolombino y son los registros más conocidos de personajes como don “Chosto” Ulloa y don Santos Rubio. Mercado, además, registró detalladamente sus andanzas con ambos en el libro “Chosto” Ulloa, Santos Rubio: dos cantores nombrados”. 

Ese instrumento que tanto fascinó a Chosto Ulloa desde pequeño, es único en el mundo. Pero su conocimiento ha quedado plasmado más en la memoria de algunos —y las generaciones que los prosiguieron— que en las crónicas históricas. Por ello, hay un gran vacío en la información de sus orígenes e inicios musicales.

“Tratándose de una tradición popular, no llama la atención del mundo urbano, que es el mundo del cual se hacen crónicas; el mundo que escribe las crónicas. Entonces, es muy difícil recopilar la historia detrás. No hay muchas fuentes; hay pocas fuentes. Realmente las primeras menciones que hay son de 1910 aproximadamente, realizadas por Desiderio Lizana”, explica Pablo Villalobos, guitarronero y archivero de Patrimonio Inmaterial del Museo Precolombino. 

Sobre esto, el texto Renacer del Guitarrón Chileno (1996), desarrollado por la Asociación Nacional de Poetas Populares y Payadores de Chile, señala que don Desiderio se refirió a que en esa época se cantaba de otra manera en las provincias mineras del norte y las frías provincias del Maule. Eso sí, se habla de que el instrumento más conocido en ese entonces fue el rabel —tocado con un arco, también de uso tradicional en Chile—, mientras que el guitarrón “más corpulento y respetable” era una inspiración de poetas y poetisas arribanos de las provincias del río Cachapoal: O’Higgins y Colchagua. 

En general, y por la falta de información, el guitarrón se ha destacado como un instrumento que incita la curiosidad a saber más sobre él; no solo sobre cómo tocarlo, sino también de su propia historia. 

Hay quienes apuntan a que es una variante de la guitarra barroca, considerada como “la guitarra del Chile Colonial”, al ser uno de los pocos instrumentos —también de 25 cuerdas— vigentes durante todo este periodo histórico, pero también por su transversalidad en las capas sociales de la época. Eso sí, el guitarrón es único: tiene, entre otras cosas, las cuerdas al aire o diablitos, combina cuerdas de distinto material y sus órdenes son de distintos tamaños. Según explica Alejandro Vera, investigador del Instituto de Música de la Universidad Católica de Chile, en un artículo publicado en la Revista Musical Chilena (2016), investigadores como Pérez de Arce atribuyen esas características del guitarrón a la influencia picunche que alguna vez habitó la zona central. 

Más allá de eso, en su trabajo el investigador se concentró en llenar algunos vacíos sobre el origen del instrumento, encontrando menciones y señales de que en 1701 ya existía: “Es posible que lo que hoy conocemos como guitarrón chileno fuera inventado —o desarrollado— por algunos de los guitarreros activos en Santiago en torno a 1700. Esto explicaría su dispersión en la zona central y especialmente en sectores cercanos a la ciudad (…)”. 


La Puntillana. Entonación creada por Santos Rubio. Cuenta el guitarronero Erick Gil que Santos no les ponía nombre a sus entonaciones, pero que tuvo que nombrarlas en la grabación del disco de la Misa Cantada. También llamada “la Mónica” por algunos cantores como Juan Ferreira, aunque aparece como “Puntillana” en el disco de la Misa Cantada. Guitarroneros que la cantan. Santos Rubio, Juan Pérez, Osvaldo “Chosto” Ulloa, Claudio Mercado, Erick Gil, Juan Ferreira, Hugo Reyes, Gloria Cariaga.

Muchos años más tarde de su supuesto origen, en los años 60, el investigador Juan Uribe Echevarría aseguró que, aunque este gran instrumento había estado en muchas partes de Chile, al momento de su investigación solo quedaban en Pirque. “Él se da cuenta de que la práctica perdió fuerza, pero lo cierto es que no solo quedaban ahí. Archivos demuestran guitarroneros en Puente Alto y Santiago Centro, asociados siempre a contextos populares, el mundo más marginal y festivo; de esa migración campesino urbana (…). Hay también otras familias, como los Madariaga de la sexta región, que cuentan de generaciones antiguas que lo tocaban. Así, hay varios registros por fuera de Pirque”, comenta Villalobos.

Lo que sí no ha sido puesto en duda, tal como don Chosto decía, es su uso siempre vinculado al canto a lo poeta, que engloba muchos conceptos que los campesinos han escuchado, probablemente, desde su nacimiento. El canto a lo poeta es una expresión literaria que tiene como esencia el canto en décimas. En otras palabras, es poesía cantada. En el campo es un símbolo y se considera tanto literatura como una interpretación simbólica del mundo. Se divide en dos temáticas: el canto a lo divino y el canto a lo humano. 

https://archivopatrimonial.precolombino.cl/videos/c/archivo-patrimonial-de-pirque/

El primero se vincula más a la religión. “Las temáticas pueden ser bíblicas, se relacionan con el Antiguo Testamento, Nuevo testamento, todas las historias clásicas que uno conoce”, explica Villalobos. Así, existen varios temas o fundamentos dentro del canto a lo divino, como la creación del mundo, fin del mundo, Cristo, despedida del angelito (fiesta tras la muerte de un niño, donde se celebra el paso del niño a los cielos), nacimiento, a la virgen, etc. Sus entonaciones empezaron en casas, grutas o santuarios populares, lo que se mantiene. En 1980 el Padre Miguel Jordán acerca a algunos cantores a lo divino a la Iglesia, a través de encuentros y vigilias en recintos católicos. 

El segundo se relaciona con la historia humana. Aquí vemos versos orientados al amor, sucesos, historia, naturaleza, política, actualidad, literatura o astronomía, entre muchos otros. Aquí se emplaza el mundo de la paya, que recurre al improviso y al juego. En los cantos a lo divino es la memoria la que manda, sobre todo por el error que sería equivocarse en un verso que se basa en hechos bíblicos. En cambio, el canto a lo humano permite algo más de improvisación.

“El guitarrón aparece como un acompañamiento, muy emparentado a la guitarra, que sí se usaba para cuecas, tonada y fiestas en el mundo popular. Pero el el guitarrón se ligó tradicionalmente al canto a lo divino. Es un instrumento más ritual, tranquilo, no suena tan estridente, suena como una especie de media arpa. No necesariamente bajo, pero necesitas silencio para escucharlo. Se cantan estas ruedas donde no importa demasiado si se canta afinado o no”, dice Villalobos. 

El guitarronero

“En el 46’ Pirque era muy, llamémoslo, aislado del pueblo, de Santiago mismo. Incluso Puente Alto no era tan grande. Pirque era una zona totalmente campesina, rural, puros fundos. No había iluminación eléctrica, nada. Una que otra locomoción por ahí de los ricos. Lo demás todo era en carretón. O a caballo y si no había iluminación eléctrica, el que tenía vitrola ya era medio pudiente entre los pobres. Entonces la gente se entretenía con la guitarra, entre los cabros jóvenes, el deporte, fútbol, los aficionados a los caballos. Para el fútbol había que ir a caballo y después del partido no faltaba la guitarra”.

Santos Rubio. Créditos: Memoria Chilena
Santos Rubio. Créditos: Memoria Chilena

Santos Rubio es otro de los grandes protagonistas del trabajo de Claudio Mercado, archivado en el Museo Precolombino. Ciego casi de nacimiento, se dice que tenía un oído privilegiado. Tanto, que era capaz de aconsejar a la distancia a quienes afinaban las 25 cuerdas de su guitarrón. “Era un virtuoso de la música”, recuerda Pablo, quien conoció su trabajo y personalidad escuchando las 300 horas de grabación del archivo.  

Ese conocimiento se transformó en un motor en su vida, teniendo como uno de sus grandes propósitos la enseñanza de las tradiciones musicales populares como el guitarrón y el canto a lo poeta. Por ello, en 2004 recibió el premio a la música Presidente de la República. 

«La tres puentes». Dice Juan Pérez Ibarra que es una entonación de la zona de Aculeo. Según el texto Renacer del Guitarrón Chileno (1996) es utilizada, tradicionalmente para cantar versos por el Juicio Final.
Guitarroneros que la cantan: Santos Rubio, Osvaldo “Chosto” Ulloa, Juan Pérez Ibarra

“Hizo clases en Santiago, en la escuela de música de la Universidad de Chile. Era famoso en su época. Tocó con Víctor Jara, por ejemplo, para un disco más enfocado en la tradición. Entonces aparece en un mundo más público, más en las esferas del arte. Él también era músico, tocaba acordeón, guitarra; tenía un oído absoluto”, comenta Pablo. 

Chosto, en cambio, era algo al revés. Más ermitaño, se podría percibir como un sabio de la montaña. Tenía su chacra, sus animales y llevaba el guitarrón en la sangre, al heredar el conocimiento de su padre y otros sabios. Era, además, un buen intérprete de cuecas, tonadas y corridos. Fue, más bien, el trabajo de Claudio Mercado el que lo hizo un rockstar fuera de Pirque. 

Ambos eran amigos, unidos por su amor al guitarrón chileno. Fallecieron hace cerca de 15 años, con no más de un año de diferencia. Eso sí, no eran —ni han sido—los únicos. Los nombres de cantores a lo divino y cultores del guitarrón abundan en la memoria tradicional. Hay maestros, amigos, aprendices y enamorados. Incluso hasta el día de hoy. En lugares como la zona de Melipilla y Casablanca, por ejemplo, destacan nombres como Arnoldo Madariaga o Francisco Astorga. A comienzos del siglo XX, diversos relatos y archivos han permitido situar a este instrumento entre el Elqui y Colchagua. Cada uno tiene su propia y única historia, digna de contar. 

En un extracto sobre la historia del guitarrón chileno del archivo antes mencionado, el mismo Santos Rubio explica su versión desde Pirque. Menciona a don Isaías Angulo, Manuel Saavedra, Manuel Ulloa —padre de Osvaldo—, Gabriel Soto, Juan de Dios Reyes o Manuel Ulloa, entre otros: “Juan de Dios me enseñó a mí. Yo a otros, como Pedro Yañez, Guillermo Anterrechea, a la Angélica o Guillermo Ríos. Osvaldo le enseñó a Juan Pérez. Casi todos vienen de aquí. Nosotros tuvimos muchos encuentros y nunca hubo ningún otro guitarronero. Que habrán habido 100 años atrás, no lo dudo (…).  Yo me alegro que haya en la tercera región, en la décima y ojalá en todo chile haya. Yo aprendí de un cultor de guitarrón a pedido de un abuelo mío, porque mi familia era cantora a lo divino, no guitarronera”.

La forma de aprender guitarrón chileno tampoco es única ni universal. Y cada guitarronero puede tener su propia huella en la forma de tocar y traspasar ese conocimiento. Don Chosto Ulloa, por ejemplo, aprendió desde la observación. Y enseñó mostrando e instando a sus aprendices a tocar. Don Santos Guerra tuvo su propio sistema de enseñanza, que todavía sigue replicándose. 

“La antigua forma de aprendizaje era mirando nomás. Los viejos de Pirque cuentan —como Hugo Reyes, el hijo de don Juan de Dios Reyes, con quien también aprende Violeta Parra—que se aprendía mirando nomás, cuando se colaban. Antes se tocaba en instancias muy rurales como las trillas de yeguas, en velorios de angelito, y así se relucían los cantores. Los niños iban a mirar, les llamaba la atención. Después esperaban a que su papá se fuera y les robaban el guitarrón. Otros ya buscaban maestros de grandes. El viejo les decía: toca así. Veían que movían los dedos y después les pasaban el guitarrón para que tocaran nomás. No había pedagogía, era pura imitación. Por eso antes, la gente que aprendía no era por estudiosa, sino por una capacidad musical de aprender muy distinta a la nuestra”, explica Pablo, quien continúa:

La variante de la españolita. Juan Pérez Ibarra dice que fue popularizada por Santos Rubio, de La Puntilla. Pertenece al grupo de las entonaciones con “ay si””. Guitarroneros que la cantan Santos Rubio, Juan Pérez, Fidel Améstica, Gloria Cariaga, Alfonso Rubio, Javier Riveros, Erick Gil, Osvaldo “Chosto” Ulloa (variante en CD-MDV-007).


“Santos Rubio desarrolló una nomenclatura para enseñar. El guitarrón tiene cinco órdenes. Cada orden es como una cuerda de guitarra. El orden de arriba tiene seis cuerdas, afinadas en la misma nota, pero en diferentes tonos. Eso genera una armonía. Entonces al tocar un orden, se tocan esas cuerdas todas juntas. Entonces él hizo un sistema con números para aprender sin saber las notas. Yo lo aprendí así y no soy músico. Nunca he sabido nada de teoría musical, no sé tocar guitarra. Eso se ha extendido bastante con el hermano de Santos Rubio”. 

Un legado que se mantiene 

En 2017, los cantores a lo poeta Arnoldo Madariaga Encina, Arnoldo Madariaga López y Emma Madariaga Valladares fueron reconocidos como Tesoros Humanos Vivos en Chile, particular por su labor en la preservación de la poesía popular, el canto a lo humano y el canto a lo divino. En ese entonces, Emma tenía 15 años. Años más tarde, condujo un programa orientado al canto de lo poeta y su trayectoria, con un capítulo enfocado en el guitarrón chileno. 

Emma es quizás uno de los exponentes más jóvenes del mundo guitarronero y ha seguido una tradición popular. En su programa, entrevistó a Dangelo Guerra, de la escuela pircana; Manuel Sánchez, de la escuela de Francisco Astorga y Chosto Ulloa, entre otros; y Felipe Moreno, de Puente Alto, representante de las nuevas sonoridades del canto a lo poeta. Los tres se unen en un amor por el instrumento y las raíces que ha dejado hasta el día de hoy.

“Para la gente que vive en Santiago o las grandes ciudades, estas tradiciones, como los bailes chinos también, están ocultos completamente, pero tienen mucha fuerza aún (…). Me tocó ir a un velorio en San Felipe, por ejemplo, entonces es un mundo que sigue muy vivo, pero en un carril paralelo”, explica Pablo, agregando que “tanto el guitarrón como el canto a lo divino siguen muy presentes y van creándose cosas nuevas también”. 

Misterio y sonoridad 
Sonoridad luminosa 
Luminosa y portentosa
Portento en solemnidad.
Capullo de la verdad 
Que florece en el terreno,
Mujer, hombre, cielo y trueno
De los poetas hermano
Es divinamente humano
Nuestro guitarrón chileno 
Emma Madariaga

*Las citas en cursiva de esta nota corresponden a testimonios y recuerdos contenidos en el Archivo Audiovisual Museo Chileno de Arte Precolombino.

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