Si Cristóbal Colón hubiese descubierto América hoy, se habría encontrado con un 30% menos de biodiversidad en el continente de lo que encontró en 1492. Lamentablemente, las proyecciones dentro de  los próximos 30 años tampoco son tan alentadoras: para 2050 se prevé que se reducirá en un 40% debido a los efectos del cambio climático.

Estas cifras forman parte de los preocupantes resultados dados a conocer hace unos días en el informe global desarrollado por la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES), el cual abordó el estado de la biodiversidad en las Américas, África, Europa y Asia Central, y en Asia-Pacífico.

En la elaboración de los informes participaron 550 expertos de más de 100 países, entre ellos tres chilenos: Mary Kalin, Olga Barbosa y Aníbal Pauchard, investigadores del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB), que aportaron en distintas áreas del reporte, el cual evidenció que ninguna de las cuatro regiones estudiadas está a salvo del deterioro medioambiental causado principalmente por el consumo insostenible de recursos naturales, la deforestación, la expansión de la agricultura, la contaminación del agua, aire y tierra; el cambio climático, los impactos de especies exóticas invasoras, entre otros.

Sólo para tener en cuenta, uno de los cerca de 10.000 estudios revisados para elaborar los informes, reveló que el 58% de la superficie de la Tierra –donde habita el 71% de la población mundial– ya ha perdido suficiente biodiversidad para cuestionar la habilidad del ecosistema de mantener a las sociedades humanas en él.

La biodiversidad de América en crisis

Bosque en Chiloé ©Daniel Casado
Bosque en Chiloé ©Daniel Casado

El caso de las Américas en particular, es crítico. Se ha calculado que los habitantes del continente americano consumen tres veces más de los servicios de la naturaleza, que el promedio mundial. Es decir, pese a albergar a sólo un 13% de la población del planeta, está utilizando un cuarto de los recursos, así lo graficó Jake Ricecopresidente de la evaluación del IPBES para las Américas. Algo preocupante cuando pensamos que en las Américas se concentra el 40% de la biodiversidad global y que actualmente otro 23 a 24% de las especies en la región se encuentran bajo amenaza o en peligro de extinción.

“El problema principal es que en las Américas están usando muchos más recursos naturales per cápita que el promedio mundial. Esto porque Sudamérica en particular está produciendo muchos alimentos para otras partes del mundo a expensas de sus ecosistemas”, explicó Mary Kalin, investigadora del IEB y premio nacional de Ciencias.

Se calcula que alrededor del 25% de las áreas forestales se han perdido en Sudamérica y Mesoamérica, lo que ha generado un fuerte impacto en las especies nativas, siendo las más vulnerables las especies endémicas, es decir, aquellas que solo se encuentran en estos lugares del planeta. En el caso de Chile, sus bosques son los más australes del mundo y presentan un alto nivel de endemismo, como sucede con el bosque mediterráneo que se ubica en la zona central, el cual es el más amenazado y alberga a más de la mitad de las plantas y animales (vertebrados) nativos del país.

La huella humana en América ha aumentado fuertemente, duplicándose o triplicándose en los últimos 50 años. Lo más grave es la pérdida de hábitat natural, debido a la deforestación, urbanización y habilitación de terrenos agrícolas. Si a esto se le suma el cambio climático y las especies invasoras, el riesgo para la biodiversidad es altísimo”, agregó Aníbal Pauchard, director del Laboratorio de Invasiones Biológicas (LIB), iniciativa de la Universidad de Concepción y el IEB.

Especies invasoras

Abejorro europeo, especie invasora en Chile ©Ximena Fuentealba
Abejorro europeo, especie invasora en Chile ©Ximena Fuentealba

Las especies exóticas invasoras son aquellas plantas, animales, patógenos y otros organismos que no son nativos de un ecosistema y que causan la alteración de los ecosistemas locales y la disminución o eliminación de especies nativas a través de la competencia, la depredación o la transmisión de patógenos.

Actualmente, los bosques de Chile están siendo invadidos por especies traídas para uso agrícola, forestal y ornamental. Un ejemplo son las plantas con elevado valor comercial que se han vuelto invasoras como el pino (Pinus contorta), el cual aumenta la combustibilidad de los ecosistemas y, con ello, la probabilidad de que ocurran incendios forestales. También están los animales exóticos como el jabalí, ciervo rojo y el visón, siendo uno de los más dañinos el castor norteamericano, el cual ha diezmado los bosques en el extremo sur del continente.

Los expertos prevén que las introducciones de especies exóticas crecerán anualmente debido a la intensificación de las rutas de comercio y transporte. Los puertos, carreteras, aeropuertos y grandes ciudades como Santiago son las principales puertas de entrada para numerosas especies no autóctonas.

Impactos en la calidad de vida

Río Marañón ©Pia Vergara
Río Marañón ©Pia Vergara

Más allá del deterioro ambiental, la naturaleza es un factor determinante para la calidad de vida de las personas al proporcionar los espacios y recursos necesarios para vivir y recuperarse después de eventos extremos, además de ser fundamental para el desarrollo de las culturas y sus identidades. Por ello el informe del IPBES destaca el impacto de la conservación de la biodiversidad en las comunidades.

«No cabe duda que la continua pérdida de biodiversidad deteriora el bienestar del ser humano. Todos van a sufrir, pero especialmente los pobres«, sentenció en una entrevista Robert Watson, presidente del IPBES.

A esto, Olga Barbosa, directora del Programa Vino, Cambio Climático y Biodiversidad, iniciativa de la Universidad Austral de Chile y el IEB, añade: «La naturaleza y su biodiversidad nos proveen beneficios de los que depende nuestra calidad de vida. Los alimentos que consumimos, el aire que respiramos y el agua que bebemos son producto del funcionamiento de un ecosistema sano. Por tanto, la conservación del medio ambiente nos confiere, como individuos y sociedad, una mayor resiliencia ante los cambios abruptos a los que nos enfrentamos, por ejemplo eventos climáticos extremos como sequías e incendios, y sus consecuencias socioambientales”.

La disminución de la biodiversidad y la degradación de los ecosistemas, como por ejemplo el de agua dulce, tienen un impacto directo en los beneficios que brindan. Este en particular representan una amenaza para la seguridad del agua y la salud humana en más del 50% de la población de las Américas. El suministro de agua dulce renovable, aunque es abundante en muchas subregiones, se encuentra localmente en un estado alarmante, y está disminuyendo en general. Se estima que ha existido una disminución del 50% del agua dulce renovable disponible por persona en los últimos 50 años.

¿Y la solución?

Pareciera haber un consenso en que lo que necesitamos hoy, es un esfuerzo global para cambiar nuestros hábitos de consumo, para elegir a líderes políticos que estén conscientes de la necesidad de realizar estos cambios y de impulsar políticas públicas sólidas para proteger la biodiversidad y mantener un desarrollo sustentable; el desarrollo de nuevas tecnologías e investigación, y por supuesto campañas de concientización.

“En nuestro país encontramos una diversidad biológica y biogeográfica única, lo que nos invita a mantener una actitud alerta, no reactiva, generando un verdadero desarrollo sustentable e incluyendo explícitamente la correcta gestión de la biodiversidad y los servicios ecosistémicos. Gracias al IPBES ahora tenemos una herramienta para avanzar en este sentido, siempre en conjunto con la sociedad civil, el sector público y privado”, dijo al respecto Barbosa, quien también es experta en ecología ecosistémica y presidenta de la Sociedad de Ecología de Chile.

Mary Kalin por su parte advierte que “uno de los principales problemas es que los gobiernos dan poca prioridad a los temas ambientales y lo tratan de forma aislada, siendo que es transversal y abarca la salud, la economía, la seguridad alimentaria, el abastecimiento de agua, entre otros”. Por ello los científicos recalcan que aún estamos a tiempo de proteger y restaurar la biodiversidad y sus contribuciones a las personas, a través de políticas públicas sólidas y un trabajo mancomunado entre todos los actores.

“Debemos hacer a la brevedad un esfuerzo global, coordinado y eficiente para reducir el impacto del ser humano en la biodiversidad y los servicios ecosistémicos asociados. No se puede esperar más tiempo, pensando que estos problemas son locales, esto es una crisis global que va mucho más allá del cambio climático. Si la naturaleza se sigue degradando existe una posibilidad real de que los beneficios que esta provee al ser humano colapsen, lo que traerá implicancias profundas para la calidad de vida de todos, especialmente aquellos en los países más pobres”, sentenció Aníbal Pauchard.

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