“Junten leña, que llegó el carpintero”: las aves que ayudan a pronosticar el tiempo
Dicen que el carpintero baja a los poblados para avisar que se acercan lluvias y que la irrupción inesperada de las garzas anuncia sequías. Incluso, un investigador que participaba en un cumpleaños vio cómo la celebración se detuvo por la llegada de unos cometocinos. Todo esto se debe a que varias especies han sido consideradas como bioindicadoras de cambios en el tiempo. Así lo constata no solo el conocimiento tradicional de culturas como la mapuche, sino también algunas investigaciones que entregan pistas al respecto. Pese a ello, varias de estas señales son desoídas. Por esto, algunos llaman a prestar mayor atención a estos meteorólogos con plumas, que tienen mucho que decir sobre el mundo en el que vivimos.
Mientras nos encontramos absortos en nuestros asuntos humanos, hay muchas cosas pasando alrededor nuestro, como vuelos altos que indican días soleados, migraciones que inauguran la primavera, y planeos bajos o cantos en coro que anuncian la caída de aguaceros.
Lo cierto es que el comportamiento de la flora, fauna y funga nos permite leer lo que ocurre en el ambiente, incluso antes de que sea captado por nuestros propios sentidos. Tal es el caso de las aves, animales que pueden ayudar a predecir cambios en el estado de la atmósfera, en determinados momentos y en el corto plazo (lo que llamamos tiempo), o incluso en los patrones meteorológicos de más largo aliento (clima).
Así lo sugiere la evidencia disponible, que nos recuerda las señales que entrega la avifauna. “Se trata de poner en diálogo el conocimiento ecológico tradicional con el conocimiento científico occidental, por llamarlo así, y reconocer que los dos se basan en acumular observaciones. Básicamente, los dos se tratan de prueba y error, y de evaluaciones empíricas”, explica Tomás Ibarra, investigador del Centro de Desarrollo Local (CEDEL) y del Centro de Estudios Interculturales e Indígenas (CIIR) de la Universidad Católica, Campus Villarrica.
Pese a lo anterior, las aves suelen ser ignoradas en el mundo moderno, sobre todo en las ruidosas urbes que contemplan más pantallas que plumas.
Ibarra, quien también es investigador del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad (CAPES), agrega que “el conocimiento meteorológico tradicional que ha sido reportado, favorece el manejo adaptativo de los recursos naturales, aunque en Chile existen muy pocos trabajos. En realidad, estamos hablando de la resiliencia de los sistemas sociales y ambientales frente a la incertidumbre climática y a los cambios estacionales, ya sean de menor alcance o más cotidianos”
Pero para entender por qué pueden ayudarnos en esta tarea, es importante señalar que, al ser tan conspicuas, las aves se han convertido en un grupo ideal para monitorear ciertos cambios en el tiempo. De partida, están presentes en casi todos los ecosistemas del planeta, ocupan diversos hábitats, consumen una gran variedad de recursos alimenticios y migran entre distintos lugares en el transcurso de su vida.
En otras palabras, son sensibles a cambios ambientales, como el aumento o descenso de las temperaturas. Además, fenómenos como las lluvias o tormentas pueden generar una serie de consecuencias para estos animales a la hora de cubrir sus necesidades básicas, como dificultades en la búsqueda de alimento y un aumento en los gastos metabólicos (como es el caso de la termorregulación ante la pérdida de calor).
Por lo mismo, la mayoría de los animales de “sangre caliente” (endotermos) poseen mecanismos para compensar los riesgos energéticos que suponen este tipo de eventos. Y si bien prestan atención a señales como el aumento de la nubosidad, vientos fuertes y el descenso de las temperaturas, existen otras pistas que pueden anticipar lo que ocurrirá, dándoles chances de prepararse a través de la modificación de su fisiología y comportamiento.
Algo así ocurre, por ejemplo, con la presión barométrica, es decir, la fuerza que ejerce la atmósfera sobre la superficie terrestre, cuya disminución es un indicador de tormentas inminentes. En efecto, distintas investigaciones indican que especies de anfibios, peces y murciélagos se basan en esta presión barométrica para programar ciertas conductas. Por supuesto, las aves también aprovecharían estas señales para evacuar o emprender travesías tan importantes como las migraciones.
También se ha reportado que hay especies que obedecen a factores como el infrasonido, es decir, el sonido que está por debajo del rango de audición humano. Esto ya que el infrasonido de las tormentas, por ejemplo, podría constituir una señal de larga distancia que causaría la evacuación de pájaros cantores, antes que se desaten las inclemencias del tiempo.
De esa forma, las aves utilizan las señales ambientales para programar sus ciclos anuales, reproducción y otra toma de decisiones conductuales en su vida diaria. Y junto a ellos, los humanos que las observan con detención.
Buenas nuevas y advertencias
“Hay evidencia etnográfica muy interesante, por ejemplo, los relatos del lonko Pascual Coña o el libro de Manuel Gedda que comienza con una cita, mencionando cómo una aparición de [loros] choroyes fue interpretada como la llegada de los españoles y, de una u otra forma, todo el período conflicto que se iba a venir hacia adelante. También hay un relato de una comunidad ubicada en Villarrica, que fue desplazada por la inundación, luego del terremoto de Valdivia del 60. Toda la comunidad de la costa se trajo a Villarrica y hay una historia oral que comienza diciendo que una persona interpretó que venía este desastre al ver a un treile que se paró sobre un árbol, algo que al menos yo nunca he observado. Eso es cultura mapuche”.
Lo anterior se debe a que el treile o queltehue (Vanellus chilensis) es un morador insigne de praderas, campos y grandes extensiones de pasto, por lo que es común verlo allí con su temerario andar y gritos metálicos, no así sobre un árbol.
Tal como se desprende de este relato, para entender los mensajes de las aves es importante aprender aspectos básicos de estas criaturas, como su distribución (zona geográfica dónde viven), hábitats y tipos de conductas (vocalizaciones, interacciones con otras especies y con el entorno, entre otros). Como es de esperarse, las lecturas variarán según el contexto donde se entregue el mensaje.
Así se ha visto, por ejemplo, en culturas como la mapuche, la que ha prestado especial atención al comportamiento de la avifauna. “El mapuche conoce bien la mapu, los territorios y también en qué lugar habitan los seres que habitan en la naturaleza. Entonces, sabemos que, si un ave que no se ve constantemente se empieza a mostrar mucho, es porque nos está entregando un mensaje de que algo se viene. Y el que sabe qué mensaje está entregando, tiene que actuar, tiene que estar despierto y atento a eso”, asegura Silvia Navarro Manquilef, kimche o educadora tradicional mapuche que vive en Curarrehue, Wallmapu (Región de la Araucanía).
Ella sí que sabe de aves. De hecho, su segundo apellido se inspira en el cóndor o manque, la eminencia de los Andes, por lo que siente una conexión especial con los plumíferos que mira con detención en su hogar, cerca de la cordillera. Y aunque ella no había llegado al mundo cuando se desató el terremoto del 60, “sí he escuchado muchos relatos o enseñanzas de que no se puede ver un treile arriba de un árbol porque ellos son de tierra”.
Pero si todo marcha como en el cotidiano, también entregaría otro tipo de mensajes. El “hombre pájaro” o üñümche en mapudungun, Lorenzo Aillapán, cuenta desde el sur de Chile que el “queltehue anuncia el tiempo bueno (…) es el hombre de oración que también anuncia el tiempo bueno y normal. No hay acontecimiento que se pueda agravar mucho, pero viene como cosa nueva. Anuncio nuevo”.
Al igual que el pueblo mapuche, las aves se han convertido en bioindicadores de la aproximación de eventos y cambios en las estaciones del año para incontables comunidades en varios rincones del mundo, como Sudán, India, Gran Bretaña, Australia e Indonesia, solo por nombrar a algunos.
De hecho, investigadoras como la antropóloga Felice Wyndham han seguido de cerca el rastro de los “eco-mensajes”, es decir, los tipos de señales ecológicamente informativas que se asocian a distintas subfamilias de aves. Esto porque, como ha asegurado en distintas instancias, la naturaleza habla por sí sola. Así ha constatado, por ejemplo, cómo las tormentas, claros, vientos y sequías son pronosticadas a través de la conducta de cuervos, garzas, halcones, gaviotas, caracaras, búhos y patos, entre otros.
De hecho, cuando Navarro Manquilef es consultada por los pájaros que entregan mensajes, saca a la palestra a las garzas y gaviotas que “no pueden andar acá arriba en la altura. Yo he visto garzas acá donde yo vivo, y eso no es normal. La garza siempre habita cerca del mar, en los ríos que confluyen con el mar. Y la gaviota igual. Es otra su alimentación, su hábitat, y aparecen acá arriba. Entonces eso significa que se viene tiempo de escasez de alimento y sequía”.
Lo anterior pasaría también con la garza boyera (Bubulcus ibis), un ave con plumaje de color cremoso y asociada al ganado que, por cierto, también se encuentra en Chile. El investigador de la Universidad Católica detalla que “en Kenia, por ejemplo, cuando tiene una súbita o inesperada aparición, también indica sequía. Entonces, en realidad esto se basa en observaciones empíricas que se han ido acumulando en el tiempo”.
Esto no solo pasa en continentes lejanos, sino también en Latinoamérica. Por ejemplo, cuando los cisnes de cuello negro vuelan hacia el norte, el frío lo seguirá, según los ganaderos en la Patagonia argentina. Para el pueblo toba o qom, residente de tierras trasandinas, el desplazamiento del pato llamado suirirí piquirrojo indicaría que se avecina la lluvia y las inundaciones. Y si volamos a Brasil, la viudita enmascarada también anunciaría la caída de precipitaciones al momento de batir sus alas y cantar con insistencia.
Pero si volvemos a aterrizar en Chile, Ibarra precisa que él y otros colegas han identificado al menos 12 especies que anuncian cambios en el tiempo, ya sean lluvias, nieves, tormentas o días despejados. “Entre ellas está la bandurria que anuncia buen tiempo y el huairavo que, cuando se observa volando hacia abajo o arriba del río, también indica buen o mal tiempo”, sostiene.
Por su parte, el tiuque avisaría la lluvia con sus vuelos circulares y baños de tierra, mientras la cachaña notifica no solo el cambio en el tiempo, sino buenas zonas de recolección de piñones.
En las áreas cordilleranas, en tanto, la lechuza indicaría que va a entrar la niebla y el chuncho cambios repentinos en el clima. Cerca de los hogares, las bandadas de cometocinos patagónicos y rayaditos también anticiparían el arribo de tormenta y nieve. Y según Aillapán, el pidén es un “pájaro de lluvia” que anuncia la caída de agua cuando se juntan y cantan, razón por la que los agricultores le prestan debida atención, como recoge el libro “Wera Wenu Werken, mensajeras del cielo”.
Otro caso es el carpintero gigante (Campephilus magellanicus) o rere en mapudungun, que avisaría que llegó el momento de juntar leña. Esto por el hecho de que, “si baja el mes de abril o mayo, el invierno se viene crudo, se viene mucha lluvia y nieve. Pero tampoco digamos que es ‘tiempo malo’, porque la lluvia es buena. Si a la tierra le cae mucha agua, eso es buena noticia. Si vemos al pájaro carpintero muy cerca aquí, nos sentimos felices igual”, enfatiza la kimche.
Lo curioso es que en 2017 un grupo de científicos – incluido Ibarra – publicó un estudio sobre los movimientos altitudinales y estacionales de las aves en el sur, constatando que, efectivamente, especies como el carpintero descienden a zonas bajas cuando se asoman las lluvias y nevazones. De esa forma, una investigación que tomó alrededor de 5 años, confirma lo que cuentan los saberes mapuche, como el obtenido por la kimche desde que era niña.
Por su parte, el investigador agrega que “lo importante es destacar que el conocimiento tradicional es eminentemente práctico. O sea, estas observaciones gatillan ciertos manejos de los recursos naturales”.
De hecho, él mismo ha actuado según los avisos de la avifauna.
“Una vez estábamos celebrando un cumpleaños y aparecieron los cometocinos – o chanchitos-, y hubo que detenerse. Aparecieron en bandada y empezaron a estar cerca de nosotros y eso se interpretó como que venía mal clima y tuvimos que ir a enfardar los pastos y subirlos a las carretas e ir a guardarlos. La aparición de las aves también implicaba que había que proteger el ganado de la tormenta”, relata el académico de la Universidad Católica de Villarrica.
Esas son algunas cosas que provocan, según Ibarra: “El enfardado, la cosecha de manzanas para la fabricación de chicha, la colecta de piñones por la cachaña y de la leña con el carpintero gigante, junto con otras actividades que son sensibles a las condiciones del tiempo”.
Aun así, el rigor sigue siendo importante, ante el abanico de interpretaciones que pueden surgir en estos tiempos cambiantes. Al respecto, Aillapán señala que “los anuncios ahora vienen como el tiempo, como que vuelve el tiempo, así como de diez a 13 años más o menos. Casi es lo que esta lluvia, de repente podría haber también de dos, tres o cuatro días de lluvia. Una gran medida y se llena esta comuna de agua, pero eso ya es acontecimiento de los pájaros. Y a veces no son tan ciertos, pero puede ser también acertable”.
Navarro Manquilef coincide en que “el comportamiento se va interpretando de distintas maneras y eso se va multiplicando también. Por ejemplo, nosotras coincidimos con que el rere, el carpintero, anuncia que viene mucha lluvia. Eso yo lo aprendí de chiquitita. Pero imagínese que hay otro que tiene otra opinión de eso. Entonces uno tiene que ser explícito, o sea, apegado a la sabiduría, al escuchar y al entender”.
Cantos de cambio
Las crisis ambientales representan una grave amenaza para el futuro de muchas aves, lo que pone en duda no solo su prosperidad, sino también los anuncios que traen consigo. Por ejemplo, el cambio climático estaría induciendo desajustes en aspectos tan basales como su distribución, migración y nidificación, sin contar que estos seres ya están expuestos a un cóctel de presiones y amenazas de origen humano, como la pérdida de hábitat, contaminación, introducción de especies exóticas, entre otros.
Para hacerse una idea, algunas investigaciones muestran que varias especies de aves ya han modificado su comportamiento en respuesta al clima extremo y a sus periodos más cálidos y secos, los mismos que predicen los modelos de cambio climático. Por ejemplo, se ha observado a nivel internacional que este fenómeno estaría provocando el desplazamiento de algunas especies hacia zonas de gran latitud y altitud; así como modificaciones (adelanto) en el calendario de anidación; cambios en el tamaño de los huevos, en la eclosión y en el éxito de anidación debido a primaveras más calurosas; y la disminución de las poblaciones de muchas especies.
Aunque se requiere más investigación sobre esto, en especial en el sur global, no cabe duda de que esto tendría implicancias en su conservación. Y como coletazo, en los anuncios de estos mensajeros de los cielos.
¿Qué pasa si las aves migran antes de lo usual? ¿O si ya no escuchamos su canto como antes? Son preguntas abiertas que encierran algo más. Después de todo, la incertidumbre y necesidad de acción también forman parte de las señales entregadas por los pájaros.
“Hemos cerrado nuestros oídos. El humano se ha dedicado a escucharse a sí mismo y se olvidó de la naturaleza. Se ha encerrado en su propia forma de vida”, lamenta Navarro Manquilef.
Por ello, Ibarra destaca el correlato que existe entre conocimiento tradicional y científico convencional, asegurando que “la meteorología tradicional puede enriquecer programas educativos, y también el manejo de los recursos naturales, así como la revitalización de la herencia biocultural de los territorios”.
De esa forma, sería mayor la valoración de los alados mensajeros.
Por ello la kimche subraya que “el ser humano es un elemento más de la naturaleza, ¿por qué tenemos que sentirnos superiores a los demás? Eso es lo que yo no entiendo. Claro, somos mayores en porte y todo lo demás, pero cuando matamos un ave, tiramos basura a una laguna o empezamos a quemar, nos estamos denigrando a nosotros mismos. Por eso yo miro a los animales, a las aves. Somos un pájaro más en la vida”.