“Inmerso: La naturaleza que habito”, detrás de la obra del artista Lorenzo Moya
La nueva muestra de obras de Lorenzo Moya marca un giro en su trayectoria artística y consolida su devoción por la naturaleza. Los paisajes que antes eran elementos secundarios en sus composiciones hoy inundan el lienzo con pinturas a gran escala que invitan al espectador a habitar la naturaleza que vive en cada una de las pinceladas.
Cada pared de la exhibición lleva al espectador en un viaje hacia lo más íntimo de la naturaleza. No se trata de contemplar sino de habitar las obras, y en este viaje la perspectiva lo es todo. De cerca, las manchas y trazos componen lo que de lejos pareciera ser una fotografía de paisajes verdaderamente alucinantes. Tengo que dar tres pasos hacia atrás para poder dimensionar la naturaleza sobrecogedora que toma vida en el lienzo de tres metros delante mío. En ese momento me siento como uno de los personajes que pinta el artista, milimétrica entre la inmensidad de los bosques.
La más reciente exposición del artista Lorenzo Moya, Inmerso: La naturaleza que habito, se compone de una serie de pinturas al óleo que retratan distintos rincones de la naturaleza que visitó el artista en sus viajes. Con pinceladas sueltas compone escenarios que invitan al espectador a una experiencia inmersiva, donde puede sentirse uno con la naturaleza.
La muestra es recogida en una exhibición que abre sus puertas al público desde el 4 de agosto hasta el 24 de septiembre en la Corporación Cultural de Las Condes.
En la trayectoria artística de Lorenzo siempre ha estado presente la naturaleza, antes inspirando los paisajes de sus escenas oníricas y hoy tomando un rol protagónico en el lienzo. Con esta muestra se marca un punto de inflexión en la madurez del artista, que refleja su relación cada vez más cercana con la naturaleza.
“Antes el personaje era mucho más grande en mis cuadros, era el protagonista, el hombre, las casas, pero aquí el personaje principal es la naturaleza. Entonces el hombre pasa a ser diminuto, milimétrico», explica Lorenzo Moya.
«Hoy el artista abre un portal a su encuentro con la naturaleza, llama a una inmersión en sus pinturas a través de obras de gran formato que conservan la escala vivida. (…) Plasma su contemplación y diálogo silencioso en una reverencia pictórica a la inmensidad verde que lo sobrecoge», escribe María José Rodríguez, curadora de la exposición.
Lorenzo cuenta que la exposición inicialmente se iba a llamar «Devoción». En una de las paredes de la sala de exposición se lee lo que vendría a ser el manifiesto de su obra, que concluye así: “De tanto pintar he llegado a la conclusión de que, si alguna vez me tengo que arrodillar frente a algo, será frente al bosque, frente al mar, frente a una flor”.
Su método consiste en habitar la naturaleza que pinta. Sus obras son una representación de sus propios viajes, desde la selva amazónica hasta la Isla Navarino en el sur de Chile, lugares recónditos donde el artista acampó durante varios días, tomando notas y pintando pequeños formatos que luego escaló en su estudio en Paine. Las obras fueron realizadas entre 2019 y 2023.
“Llego al lugar con esta maletita y empiezo a pintar como una especie de boceto pictórico del lugar, así me empapo del lugar, de los colores, de los sonidos, de la luz. Me entrega mucho más que una foto”, explica.
En su contemplación, la naturaleza se convierte en un objeto estético en sí misma. “Aquí no hay historias que contar ni percepciones que manipular. Hay solo verdades absolutas, rotundas e inconmensurables, que demuestran que en este mundo hiper expuesto, pintar paisajes a la manera que él lo hace, es también un acto de necesaria rebeldía», escribe Fernando Moya, productor de Artes Visuales de la Corporación Cultural de Las Condes.
Con pinturas a gran escala, el artista busca sumergir al espectador en la abrumadora belleza de los paisajes y las sensaciones. “Sus obras, especialmente las de gran tamaño, tienen el poder de hacernos entrar como espectadores a los distintos parajes que el pintor nos convoca”, escribe María Elena Muñoz, Dra. en Filosofía con mención en Estética y Teoría del Arte. “Normalmente los cuadros de paisaje nos invitan a observar desde una lejanía, sin embargo, en los cuadros de Lorenzo Moya el paisaje no aparece como algo distante sino como algo que nos invita a entrar, a mirar de cerca”, agrega.
Para María José Rodríguez, la obra y su puesta en escena, busca dar “la sensación de que la naturaleza se quiere salir de la tela”. Se trata de “trasladar no solamente los paisajes, sino de trasladar las atmósferas, las brumas, los olores. Como esa sensación de incluso poder caminar hacia la obra”, agrega.
Todo esto se logra gracias a la técnica de Lorenzo, que “trabaja muy bien la luz, el agua, los blancos de la nieve, la exuberancia de los verdes”, explica María José. “Él al internarse en esta naturaleza más profunda, puede captar todas esas sutilezas”, agrega la curadora.
En los tiempos de crisis climática en que vivimos, estos parajes donde la naturaleza se preserva tan pura e inalterada invitan a reflexionar sobre todo lo que hemos perdido, y lo que nos queda. Así lo manifiesta Marilú Ortiz de Rozas, doctora en Letras: “En estos paisajes detenidos se plasma el instante de la creación en su estado más puro, y si sublimar ayuda a lidiar con el dolor, su obra cumple con el rol de mostrarnos lo que ya estamos perdiendo. Porque cada día es una cuenta regresiva para estos paisajes, y él nos lo recuerda a punta de belleza, de pinceles, de óleo y trementina…».
Respecto a lo que se viene en su trayectoria artística, Lorenzo comenta: “Quiero pintar el mar, quiero pintar los deshielos, los glaciares que son cada vez más pequeños, los bosques que están desapareciendo”. Así pretende aportar su grano de arena siendo, a través de su arte, un puente para conectar a la gente con la naturaleza en un nivel más profundo.