Ilustración Botánica: el valor de saber observar
Me imagino que mucha gente mira las antiguas ilustraciones botánicas y piensa que es un arte que está en extinción y que es una más de las cosas que han sido completamente reemplazadas por las “nuevas” tecnologías. En este caso, por la fotografía.
Las fotografías de plantas tienen su rol muy importante (sobre todo de registro) en estudios científicos. Requieren paciencia, técnica, saber estar en el lugar correcto en el momento correcto.
Pero las ilustraciones también tienen su nicho.
Una de las razones, es que una fotografía muestra a la planta en un momento específico, en un contexto específico, con sus individualidades, en cambio, la ilustración implica un estudio de los caracteres de la especie completa, de cómo se presentan normalmente, o cuál es la variación que puede aparecer entre distintas plantas. O sea, permite saltarse lo particular e ir a lo que es característico o distintivo de la especie, y que permite su identificación.
La otra razón es aún más interesante. La observación necesaria para hacer una ilustración aporta al conocimiento profundo de una especie. Para hacer una buena ilustración, exacta, se necesita estar mucho tiempo junto a las plantas, en terreno o en el lugar de cultivo. Y al dedicar tiempo a observar, se aprende, se entiende, se relaciona, se integra. Fue así, nos han dicho, como los grandes padres y madres de las ciencias llegaron a desarrollar sus teorías sobre la naturaleza; así es como el conocimiento ha ido avanzando.
Qué importante sería poder dedicar ese tiempo -de calidad y cantidad- a la observación y al conocimiento profundo de nuestro entorno. Esto tanto para los científicos estudiando plantas, a la usanza de los antiguos naturalistas (que si ellos mismo no podían, encargaban el trabajo a algún ilustrador botánico, integrantes fundamentales de las expediciones), o para cualquier persona interesada en conectarse con lo que pasa a su alrededor, con las plantas, los animales o el paisaje.
Da la impresión de que hoy en día pasamos corriendo sin darnos cuenta de dónde vivimos… hasta que nos encontramos con que ya no están las especies o los paisajes (o hasta que nos encuentran desprevenidos los desastres naturales, por ejemplo).
Mi aproximación con la ilustración botánica ha sido escasa, pero tengo la suerte de conocer artistas muy talentosos que se dedican a eso. Gracias a Martín Gardner, del Real Jardín Botánico de Edimburgo (RBGE), he podido participar en la elaboración de los textos de un libro impresionante con 81 acuarelas de plantas de los bosques de Chile, llamado “Plantas de los Bosques de Chile”. Son el producto del trabajo de tres ilustradoras de Turquía: Gülnur Ekşi, Işık Güner y Hülya Korkmaz, que se han dedicado a retratar plantas representativas, amenazadas, interesantes, icónicas, de nuestros bosques, ya sea en terreno en Chile o estudiando ejemplares cultivados en el Reino Unido. Vale la pena echar un vistazo a la historia de la creación del libro, y a las preciosas pinturas, aquí.
Como parte de la elaboración de ese libro, participé en la organización de talleres de ilustración botánica en Chile, y así pude conocer a tremendos ilustradores nacionales. Entre otros, Andrea Ugarte, con un talento y meticulosidad increíbles y que muy gentilmente me mandó algunas de sus ilustraciones para acompañar este texto; y Geraldine MacKinnon, gran ilustradora y profesora muy conocida en el rubro, que heredó la tradición de los talleres y los sigue impartiendo en el Instituto de Geografía de la UC, bajo el formato del RBGE.
Para los que quieran revisar otros textos de ilustraciones de plantas nativas chilenas, está la serie de libros de Adriana Hoffmann y colaboradores: “Flora Silvestre de Chile” para diferentes zonas del país, con ilustraciones muy bonitas y que son una muy buena guía para salir a explorar el territorio e identificar especies. Además, el texto de referencia (hoy muy difícil de encontrar) de Carlos Muñoz Pizarro (de 1966), “Flores Silvestres de Chile”, con ilustraciones de Eugenio Sierra Ráfols, una verdadera joya.
Ojalá más gente se motive a dedicar tiempo a este arte, a cultivarlo. A observar e ilustrar y así querer, conocer, cuidar nuestras plantas. Y que al final se mezclen herramientas (fotos, ilustraciones, desarrollo de apps, salidas a terreno, lo que sea) para que el conocimiento y la voluntad de conservación lleguen a todas partes. En la diversidad está la riqueza.