Douglas Tompkins murió a sus 72 años haciendo lo que más le gustaba, recorriendo la Patagonia y descubriendo nuevos lugares. Su aporte es incalculable y quedará en la memoria; por siempre en la historia de nuestro país y el mundo.

Hoy cuando se cumple un año de su fatídico accidente, queremos compartir con ustedes un homenaje realizado por 6 colaboradores de Ladera Sur en 2015 a días de enterarse de la noticia de su muerte, en donde nos cuentan un poco más de este gran personaje. Ellos de alguna forma tuvieron la suerte de conocerlo y quisieron escribir unas palabras en su honor. Los invitamos a leer estas lindas historias.

¡Muchas Gracias Doug!

Douglas Tompkins junto a Pablo Valenzuela el año 2000
Douglas Tompkins junto a Pablo Valenzuela el año 2000

Pablo Valenzuela Vaillant

Desde lo alto, sobrevolando las nubes y cumbres nevadas, un hombre sensible, visionario y soñador no dejaba de admirar la belleza de estas tierras. Sabía el nombre de cada río, cada montaña, lago o laguna perdida hasta en lo más recóndito de los Andes.

Douglas Tompkins era un amante de la Patagonia. Un hombre que conocía Chile mejor que cualquier chileno. Un personaje sencillo, de terreno, deportista y perseverante. Siempre preocupado hasta del más mínimo detalle, era un perfeccionista en extremo. Un ser incansable, lleno de ideas y proyectos con sentido.

Tuve el privilegio de hacer algunos trabajos en Pumalín y para esto lo acompañé varias veces en su avioneta. Era julio de 2000 y el tema que le obsesionaba – y por el cual estábamos ahí suspendidos sobre las nubes-, era transformar la Carretera Austral en un camino escénico. Un camino desde el cual todos pudiesen admirar la belleza del extremo sur de América.

Manejaba muchos proyectos a la vez, pero todos bajo la misma idea de la valoración y conservación del patrimonio natural. Soñaba con una Patagonia cruzada por un corredor biológico protegido.

Fue criticado por muchos, quienes no lograban comprender que un empresario destinara todo su tiempo y energía para la conservación. No concebían un hombre que tuviese una mirada distinta sobre la naturaleza, una mirada que va más allá de la mera transformación de ella.

El tiempo nos enseñó que fuimos privilegiados y afortunados de que Tompkins eligiera el sur de Chile como epicentro para emprender esta labor titánica de creación de nuevos parques y su posterior donación al Estado de Chile.

Tompkins nos dejó un gran legado. Nos invitó a mirar nuestra tierra con nuevos ojos, a valorar y defender nuestro patrimonio con la misma fuerza que él lo hizo.

Gracias, Doug, por todo el cariño y dedicación que entregaste a nuestra naturaleza.

Augusto Domínguez

Me siento profundamente orgulloso de haber sido amigo de un hombre tan noble como Douglas Tompkins. Fue un hombre consecuente, amante de la naturaleza, impulsor de la conservación privada en Chile. Desde que tuve la oportunidad de trabajar en el primer libro que editó en Chile, hace ya unos veinte años, “La tragedia del Bosque Nativo”, dio muestras de una gran visión del mundo y de la vida. Visión que por lo demás, comparto plenamente. Pero no fue hasta unos 7 u 8 años atrás cuando lo conocí más en profundidad y junto a mi familia tuvimos el privilegio de ser invitados a su campo en Reñihué. Ahí conocimos a su gran mujer, Kristine McDivitt.

Podría extenderme y hablar de que su obra filantrópica conservacionista es la más grande del mundo, de su referencia ética que debiera inspirar a otros empresarios, que fue el motor en la intensa campaña “Patagonia Sin Represas” o que ha sido un luchador por causas nobles por más de 40 años. O mencionar que en la historia de Chile, no ha habido ningún individuo que le haya legado tanto a Chile. Que en sus años mozos hizo los primeros descensos de ríos en kayak a lo largo de casi todo el sur de Chile. O que fue el tercer escalador junto a Ivan Chouinard en coronar el hongo de hielo del volcán Corcovado. Pero seguramente estos lindos registros aparecerán profundamente en los medios de prensa en los días que vienen.

Me quiero detener en un acto que, hace justo un mes atrás, lo retrató de cuerpo entero. Casi nadie lo sabe, pero junto a mi gran amigo y colega fotógrafo Pablo Valenzuela y Nico Piwonca, nos encontramos en plena faena de fotografiar todos los Parques Nacionales de Chile, por encargo de él, por supuesto. Con la idea de coronar este trabajo con un gran libro, de formato gigante, de los P. N. Chilenos.

Pues bien, me encontraba yo en estas labores, sobrevolando el Parque Alerce Andino en un amanecer maravilloso, sin viento, junto a Rodrigo, gran piloto, cuando en un acto estúpido e involuntario dejé caer por la ventanilla de la avioneta mi lente zoom con que trabajaría para tal efecto. Yo no lo podía creer, y el piloto que vio mi cara, tampoco.

El caso es que cuando la noticia le llegó a Doug, inmediatamente no dudó en prestarme su máquina personal, casi nueva, top de la línea Canon, que tuve el privilegio de usar por casi un mes, hasta que llegó el encargo de mi lente nuevo. Este acto, lo encontré de una generosidad sin límites y de una entrega y confianza que me llenó de orgullo. Es un claro ejemplo de lo desprendido, generoso y empático que era este hombre flaco y fibroso, como lo describe el periodista de la revista Paula. Me despido dando gracias a la vida por haber puesto en mi camino a esta gran pareja de personas consecuentes y por sobre todo, BUENAS PERSONAS. Aprovecho de enviar un gran abrazo para Kris.

¡¡GRACIAS DOUG, POR LO MUCHO QUE CONTRIBUISTE A CONSERVAR NUESTRO PATRIMONIO NATURAL. TUS PARQUES SERÁN TU GRAN LEGADO!!

Douglas Tompkins junto a su esposa Kris. ©Sam Beebe
Douglas Tompkins junto a su esposa Kris. ©Sam Beebe

Florencia Ortúzar Greene

Murió Douglas Tompkins, gran benefactor del movimiento ambientalista en Chile. Ese movimiento que ha estado por siempre sobre exigido y corto de recursos, donde los héroes que lo llevan adelante tienen que prácticamente sacrificar su propia olla por dar la pelea por lo natural de nuestro país. Douglas fue uno que llegó a Chile a darlo todo. Con una idea clara, después de caer irremediablemente enamorado con la magia del paisaje patagónico, se dedicó por años a conservarlo.

Yo lo conocí cuando recién salí de la universidad. Había estudiado derecho para ser una abogada ambientalista. Como en la universidad no enseñaban bien aquello del derecho ambiental me fui a vivir al sur, aprovechando mi libertad y en busca de oportunidades de aprendizaje, más cerca de lo verde y lo húmedo. Fue como llegué a Puerto Varas y me enteré que Pumalín, la Fundación de Douglas Tompkins, funcionaba ahí. Fue tal mi emoción al darme cuenta que existía la posibilidad de trabajar con él que decidí en ese instante, que había llegado hasta Puerto Varas para emprender mi experiencia en Pumalín.

Asique partí al otro día a la oficina de Pumalín en Puerto Varas. Con tal decisión que logré un espacio, aunque pequeño, para ser parte. Fueron tiempos de aprendizaje, donde tuve la oportunidad de conocer a algunos de los grandes ambientalistas de nuestro país y donde pude ver de frente algunas de las abrumadoras amenazas a nuestro medio ambiente. En esa época, Douglas tenía un equipo haciéndole frente a las salmoneras, que amenazaban con tomarse todos los fiordos del sur, dejando un rastro de mares muertos y sobredosis de antibióticos a su pasar. Por otro lado, se gestaba la mítica campaña Patagonia sin Represas, reconocida universalmente por su éxito en la consecución de frenar el monstruoso proyecto HidroAysén. Ese que pretendía invadir uno de los últimos lugares prístinos de la Tierra, domesticar a algunos de los ríos más salvajes de este lado del planeta, para extraer energía y llevarla a través de una cicatriz enorme hasta el norte del país, donde alimentaría a la insaciable minería.

No lo conocí en persona, pero vivir de cerca con sus más cercanos ejecutores fue emocionante. Chorreaba en esas oficinas una admiración y un respeto alucinante, por un hombre que fue empresario, pero murió ecologista. GRACIAS POR TODO DOUG!

René Araneda

No puedo decir que fui amigo de Douglas Tompkins. No puedo decir que lo conocí en profundidad o que tenía su número personal para llamarlo de vez en cuando. Solo puedo decir que tuve la suerte de compartir con él, por una bonita casualidad del destino. Fue parte de una entrevista donde pudimos grabarlo junto a su querida Kris (en probablemente una de sus últimas entrevistas televisivas, para un programa amigo de Canal 13C donde estaba yo  invitado).
Mejor aún, también pudimos compartir una grata e íntima conversación. Primero sentados en el bar del futuro Parque Nacional Patagonia, luego en un tranquilo asado de cordero al palo, ahí en Valle Chacabuco, lugar que muchos dicen era el proyecto regalón de ambos durante estos últimos años. Sobre el valor ecológico de sus proyectos, sus hazañas y su vida, se escribirá mucho por estos días y en el futuro también. Por mi parte, solo puedo decir que bastaron los primeros 10 minutos de conversación con él, para ver en sus ojos y escuchar en su voz, que sus motivaciones, proyectos y sueños, eran (y son más que nunca) verdaderos, nobles y transparentes, como también admirables, ambiciosos y visionarios.
 
Conversamos sobre pumas, huemules y cóndores, sobre sus proyectos en Argentina, sobre el vino chileno. Hablamos de la visita de Jane Goodall a Chile (donde desafortunadamente, Doug y Kris no podrían asistir por tener compromisos en el parque). Hablamos de Pablo Valenzuela y Augusto Domínguez y sus valiosas fotografías del Chile natural. Paseamos por temas como Patagonia sin represas, osos, elefantes y lobos, así como también del pisco sour que un barman holandés nos había preparado recién. Barman que por cierto, si mal no recuerdo, Doug había conocido en Islandia, un par de meses antes. Eventualmente, este holandés había llegado a Chile, hablando muy poco español, para sumarse al proyecto de Kris y Doug en Patagonia. Ese era Douglas Tompkins. Un tipo capaz de convencer a alguien a cruzar el mundo para preparar pisco sour en un bar, así como también era capaz de convencer a las difíciles fuerzas políticas y los nacionalismos de países que en un principio dudaban de él y de sus intenciones.
 
Con paciencia, coraje y convicción, Doug fue ganando la confianza de autoridades, conservacionistas, empresarios, biólogos y gente común, personas que poco a poco fueron entendiendo las verdaderas intenciones de este gringo loco, intenciones tan cuerdas, simples y generosas que a mucha gente no le calzaban. Recuerdo con especial nitidez una parte del diálogo en el bar. No sé por qué en un momento le dije: ¨No debe haber sido fácil todo esto…¨ , refiriéndome justamente a sus batallas para hacer realidad sus sueños. Él, de manera muy pausada y tranquila, dijo: La gente le teme a lo que no comprende. Es normal, y nadie entiende como alguien en su sano juicio puede poner y poner dinero para comprar tierras, cuidarlas y después entregarlas de manera gratuita. Es lógico que intenten buscar intenciones o motivaciones. Y el dinero es motivación para muchos. Es difícil creer que para algunos el dinero no es la motivación que los mueve.
 
Su motivación era mucho más simple y mucho más humana: preservar un lugar del cual él se había enamorado. Cuidarlo. Mantenerlo limpio, prístino y libre de las acciones humanas codiciosas. Atesorar estos pedazos de tierra que hasta su llegada a principios de los 90′, pocos chilenos daban el valor real que hoy tienen. Valor que no se calcula en dólares o pesos, sino en una luz de esperanza de un mundo mejor, donde un pedazo de húmedo y verde bosque con toda la vida que este alberga, es un patrimonio que debemos poder algún día compartir con nuestros hijos y nietos, con orgullo y felicidad.
 
No puedo decir que fui amigo de Douglas Tompkins. Aunque su pérdida, definitivamente se siente como tal. Todos quienes nos relacionamos con la naturaleza de una u otra manera, todos quienes albergamos esperanzas por un planeta mejor, todos quienes creemos que el valor de todo ser vivo es digno, admirable y debe protegerse, todos, todos nosotros, perdimos un amigo. Un amigo que era capaz de estar presente cuando se le necesitaba, un amigo que se preocupaba las 24 horas del día y los 7 días de la semana en proteger aquello que lo enamoró en su juventud. Un amigo que al partir, ojalá podamos todos seguir escuchando, porque sus intenciones pueden y deben mantenerse vivas.
 
Un amigo del bosque. El amigo Doug.

René Araneda junto a Douglas y su señora. Probablemente una de sus últimas entrevistas televisivas fue ésta realizada para el programa OH!TEL del Canal 13C.
René Araneda junto a Douglas y su señora. Probablemente una de sus últimas entrevistas televisivas fue ésta realizada para el programa OH!TEL del Canal 13C.

Valentina Vives Granella

Un ejemplar espíritu limpio y prístino, desinteresado y austero como la naturaleza misma, que no titubeó un segundo en su norte, una sola dirección: la valoración y la protección de la vida en (y de) la Tierra. Douglas realizó un modelo ejemplar para la conservación de la biodiversidad de la mano con el desarrollo humano sostenible; un ser humano integral; habitante coherente y responsable;  ciudadano – o mejor dicho – hijo de la Tierra.
Gracias por tu coraje, perseverancia, claridad y lucidez, gracias por tremenda obra, inspiración y legado que nos dejas a la humanidad, en tu paso. Fuerza para tu familia y cercanos, buen viaje Douglas Tompkins.

Thomas Kimber

«Patagonia sin Tompkins» leí en varios carteles en el pueblo de Cochrane y sus alrededores un fin de semana que fui a pasar junto con mi amigo Ignacio Morales unos días con Doug y su señora, Kris en Valle Chacabuco.

Era la primera vez que lo visitaba y si bien había leído de lo que estaba haciendo, no estaba muy seguro de lo que me iba a encontrar. Necesitaría muchas páginas para poder explicar lo maravilloso de todo lo que Doug, Kris y su equipo están haciendo en sus diferentes proyectos en el sur de Chile y Argentina. La increíble historia de vida que ambos tienen, las tremendas dificultades que han tenido que enfrentar para lograr lo que han logrado y el extenso conocimiento que tienen de historia, filosofía, poesía, biología, geología, geografía, entre muchos otros. Lo que más me llamó la atención no era su conocimiento ni la magnitud de lo que estaban armando, sino que su mirada. Una mirada cansada, pero a la vez llena de energía, una mirada frustrada pero a la vez llena de optimismo, una mirada desconfiada, pero a la vez empática, una mirada que reflejaba una cantidad de pasión y determinación que nunca antes había visto – y menos en personas de su edad -. Una mirada especial.
 
Esta mirada, el equipo en terreno, los resultados que estaban logrando y la pasión que se respiraba en el ambiente no calzaba con los carteles que había visto en Cochrane y menos con varios reportajes que había leído en la prensa chilena que dibujaban una imagen casi siniestra de Doug y su propósito. Así es que le pregunté: «Con todo lo que he visto y escuchado, con lo que he podido conversar contigo y por lo que se puede ver que están haciendo por conservar estos ecosistemas, ¿por qué veo mucha gente que está en tu contra? ¿por qué hay carteles que hablan contra ustedes?»

Me miró con mucha calma y me contestó algo muy parecido a esto:

«Hace 20 años, cuando empecé trabajando por la conservación de la Patagonia, la gente no entendía lo que yo decía ni lo que hacía. Durante 20 años, la gente me ha amenazado y ha inventado fantasiosas historias de lo que estoy haciendo en Chile y Argentina; que quiero dividir a Chile por fines económicos y políticos, que estoy armando bases militares para Estados Unidos, que estoy armando un lugar para que judíos colonicen la Patagonia, incluso que soy un extraterrestre que viene a conquistar la Patagonia. Y no los culpo. Entiendo que cualquier cambio de paradigma, y más aún el que estoy proponiendo va a generar resistencia, resistencia que viene del miedo y de la incertidumbre.
Hoy, 20 años después, la gente ha dejado de hablar tanto, la prensa ya no me pone en sus titulares como una amenaza para Chile y las críticas han disminuido. La gente está empezando a observar y empezando a entender mi mensaje. En 20 años más, la gente mirará atrás y me agradecerán. Pero entiendo que esos son los tiempos que se requieren para hacer un cambio profundo como el que se necesita en nuestros tiempos. Entiendo que mi tarea no es inmediata y que necesito al menos 40 años para que la gente lo entienda».

Esta respuesta ha dado vueltas en mi cabeza y la seguí discutiendo con él en muchísimas conversaciones en estos últimos dos años. Creo que no hace falta explicar más para entender que si algo podemos aprender de Doug es su capacidad de entender cómo funciona el mundo desde una visión holística y entender que si queremos lograr grandes cambios no podemos tomar decisiones basadas en el corto plazo. Debemos reflexionar y entender quiénes somos y que pertenecemos a algo mucho más grande que nosotros mismos, que somos una sola pieza de este maravilloso planeta en el que convivimos con billones de otras especies y que es nuestra responsabilidad hacernos cargo del daño que hemos hecho.

Gracias Doug y Kris por mostrarnos el camino, gracias por todo su esfuerzo. Ahora nos toca a todos seguir el camino que ustedes ya abrieron.

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