Para algunos, el hidrógeno verde es el combustible del futuro, siendo un camino para avanzar en la carbono neutralidad. Está incluido de la actualización de la Contribución Nacional Determinada (NDC) y se está trabajando en una estrategia nacional para su implementación en Chile. ¿Por qué? Se plantea que en el país existe un potencial para su producción y exportación, y que su uso significaría un avance en las políticas de mitigación y adaptación al cambio climático en el país.

En lo concreto, se trata de hidrógeno que se genera a través de un proceso de electrólisis, en el que se utiliza energía que proviene de fuentes renovables para separar moléculas de agua (H2O) en hidrógeno y oxígeno. Luego, este hidrógeno se puede ocupar para el almacenaje y transporte de energía, liberando en su combustión vapor de agua. De esta forma, no involucra la liberación de gases de efecto invernadero (GEI) en la atmósfera.

Presentación sobre Estrategia Nacional de Hidrógeno Verde ©Ministerio de Energía.
Presentación sobre Estrategia Nacional de Hidrógeno Verde ©Ministerio de Energía.

Así, se plantea que el empleo de tecnologías de hidrógeno verde traería consigo un cambio radical en cómo se produce la energía en el país, reduciendo la emisión de GEI e integrando a las energías renovables, de acuerdo a lo explicado en el documento “Tecnologías del Hidrógeno y Perspectivas para Chile”, desarrollado por la Sociedad Alemana de Cooperación Internacional con Chile (GEIZ, según su nombre en alemán).

Hablamos de una tecnología que contribuiría a los compromisos de carbono neutralidad del Acuerdo de París, al que Chile está suscrito, y que tiene como meta que el aumento de la temperatura mundial se mantenga bajo los 2ºC. Pero también de una industria relativamente nueva en el país, lo que inserta la duda sobre los posibles impactos que podría generar.

Un combustible sostenible

El hidrógeno es el elemento más liviano y abundante en la naturaleza y existe normalmente como gas (H2). Ahora, para poder producirlo existen diferentes maneras que le dan un nombre colorido a una partícula que, en sí, es incolora e inolora.

Por ejemplo, como ya explicamos, el hidrógeno es “verde” cuando se genera utilizando energías renovables. Es “azul” cuando la electricidad en la electrólisis no viene 100% de este tipo de energías, y es “gris” cuando se produce directamente a partir de un combustible fósil como el metano.

Para hacernos una idea, actualmente el 96% del hidrógeno en el mundo se extrae a partir de combustibles fósiles. Mientras tanto, sólo el 4% se consigue a través de la electrólisis del agua. Esto, según las cifras del documento de la GEIZ.

Referencia central eólica /pexels
Referencia central eólica /pexels

Así, explica Claudio Seebach, presidente ejecutivo de Generadoras Chile, “el hidrógeno verde se considera sostenible dada su producción por medio de recursos renovables, limpios y porque en su uso, podría desplazar muchos combustibles que usamos hoy”.

De esta forma, uno de los principales usos que se buscan potenciar en Chile es en el transporte. Marcelo Mena, director del Centro de Acción Climática de la Universidad Católica de Valparaíso y miembro del Consejo Asesor de la Estrategia Nacional de Hidrógeno Verde en Chile, comenta que “con poco volúmen, este hidrógeno puede entregar una gran cantidad de energía y ampliar sus aplicaciones a lo que no pueden las baterías eléctricas, porque tiene mayor autonomía. Es decir, funciona para buses, camiones, aviones y buques, entre otros”.

Junto a esto, según explicó en una presentación el ministro de Energía, Juan Carlos Jobet, también se puede ocupar en industrias (como el acero o el vidrio) y la edificación (por ejemplo, calefacción o energía residencial).

Potencial y estrategia para Chile

“En estos momentos, el hidrógeno verde es el mejor candidato para reemplazar los combustibles fósiles. Puede tener una relevancia increíble para Chile y la razón de esto es nuestro potencial privilegiado para producir energías renovables”, dice Juan de Dios Rivera, académico de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Católica y Miembro de Ingeniería UC.

Algo que también explicó el ministro Jobet, mencionado en su presentación que “la reducción en costos y potencial en energías renovables permitirían que Chile sea uno de los productores de hidrógeno a menor costo”. Y que, en un mundo encaminado a la descarbonización, la demanda por él podría aumentar hasta diez veces hacia 2050.

Planta fotovoltaica El Romero Solar, ubicada en la comuna de Vallenar, Región de Atacama. Una de las diez mayores instalaciones fotovoltáicas en el mundo y la mayor de Latinoamérica.
Planta fotovoltaica El Romero Solar, ubicada en la comuna de Vallenar, Región de Atacama. Una de las diez mayores instalaciones fotovoltáicas en el mundo y la mayor de Latinoamérica.

Razones por las que actualmente el Ministerio de Energía está trabajando en la Estrategia Nacional de Hidrógeno Verde, que contará con cuatro ejes de trabajo. Estos son: transferencia de conocimiento e innovación; fomento a la producción, uso y exportación; regulación y normativa; y desarrollo social y territorial.

En este sentido, además de ir en un camino a la mitigación del cambio climático, se estarían generando oportunidades sociales a través del desarrollo de nuevas competencias, y nuevos empleos, lo que apuntaría al desarrollo económico.

“Se requerirá de trabajadores competentes y capacitados para toda la cadena de valor. Dado que la estrategia chilena no es abastecer un solo mercado local, sino que también exportar al internacional, se requerirá una fuerte demanda laboral. Lo mismo en el sentido del desarrollo económico: al ser un nuevo producto de exportación, se transforma desde una matriz energética basada en importación de combustibles fósiles hacia una de exportación de combustibles limpios”, explica Seebach.

Por otro lado, Claudia Fuentes, ingeniera en Recursos Renovables y encargada de proyectos de descarbonización de la ONG Chile Sustentable, cuestiona las iniciativas de exportación: “es como que si no utilizamos todo el potencial renovable, estaríamos perdiendo una oportunidad de crecimiento económico. Eso es cuestionable desde el punto de vista territorial y social, desde donde se plantea que lo que debemos hacer es avanzar en el desacople del consumo de energía del crecimiento económico, mediante iniciativas de eficiencia energética o incluso el decrecimiento”.

¿Y los impactos en Chile?

“Al ser una industria relativamente nueva en el país (existe una producción y uso menor de hidrógeno en Chile para autoconsumo industrial) se desconocen todos los posibles impactos que podría tener. La gracia de producir hidrógeno verde o azul es que se limita a una tecnología que tiene bastante menor impacto al realizar electrólisis. (…) Los impactos más relevantes que se han levantado, tienen más relación con la seguridad en el almacenamiento, transporte y uso energético”, dice Seebach.

En este sentido, sobre su producción Rivera explica que la tecnología para producir hidrógeno “genera los impactos más bajos, porque ni en la electrólisis, ni en el proceso inverso de su transformación a energía eléctrica por celdas de combustible, hay materiales tóxicos”.

Pero más allá de sólo esta etapa de la cadena, Fuentes explica que, al ser un combustible inoloro, incoloro y altamente inflamable, su llama es prácticamente invisible a la luz del día. “En este sentido, es importante tener una reglamentación adecuada no sólo para su producción, sino que su transporte y almacenamiento, pensando en estas nuevas aplicaciones energéticas”, dice.

El documento “Proposición de Estrategia Regulatoria del Hidrógeno para Chile”, desarrollado por el Centro de Energía UC, señala que “la regulación nacional incluye al hidrógeno en forma genérica, siendo regulado por los reglamentos de sustancias peligrosas (gases inflamables), que aplican al transporte por vías públicas, a su almacenamiento y a los lugares de trabajo”.

Sin embargo, se agrega que “a pesar de lo anterior, la regulación nacional es insuficiente para aplicaciones energéticas ya que la eventual masificación del uso del hidrógeno necesita reglamentos específicos y detallados, que cubran situaciones no tratadas por los reglamentos de sustancias peligrosas”. Así, se dice que con una regulación adecuada, los riesgos del hidrógeno son menores o iguales a los de los combustibles convencionales.

En relación a esto, Mena puntualiza que, al se tratarse de industrias, se deberían localizar fuera de centros poblados, justamente por la presencia de estanques de almacenamientos que requieren seguridad especial.

Además, también se abre la interrogante sobre la implementación de una tecnología que utilice agua, en un país de sequía y escasez hídrica. Sin embargo, el ministro Jobet explicó en su presentación que se utiliza poca agua. Para poner un ejemplo, puntualizó que menos del 1% de agua de la que usa la minería podría reemplazar todo su consumo de diésel.

“Si bien la cantidad de agua utilizada no es tanto como uno llegase a pensar, sí hay que ser sensibles respecto a esto. Por lo tanto, hay que priorizar la reutilización de agua para el hidrógeno”, dice Mena. Un tema que también abarca Rivera, explicando la desalación de agua sería una alternativa.

Referencial ©Diego Bravo
Referencial mar ©Diego Bravo

Algo que critica Fuentes, ya que explica que, al poder usarse agua dulce o desalada, esto “implicaría construir desaladoras en las costas principales del país, donde se encuentra el mayor potencial de energías renovables, la industria minera, y puertos de gran importancia”. En este sentido, todas estas industrias involucran impactos ambientales y territoriales.

A esto suma la importancia de mejorar las normativas para garantizar un estándar mínimo para una evaluación ambiental, a qué normas están sujetas las instalaciones, cómo se debiesen manejar las sustancias y que se asegure que se ingresen proyectos para hidrógeno verde, evitando que se de espacio al ingreso de proyectos de hidrógeno gris o azul.

Un último punto al que también se refiere Mena, como una desventaja actual del hidrógeno verde: “Hay empresas petroleras que quieren en esta transición vender hidrógeno sucio, entendiendo que es limpio para las ciudades, pero que igual suma GEI en su producción”, dice Mena.

“De acá la importancia del principio precautorio al momento de evaluar proyectos de esta tecnología que es nueva en el país, considerando aspectos ambientales y territoriales de manera que verdaderamente estemos promoviendo una tecnología sustentable”, dice Fuentes.

¿El combustible del futuro?

“El hidrógeno verde es el futuro de Chile”, explica Mena, quien puntualiza que es una chance para poder transicionar de una economía extractivista a una renovable.

Pero también, Seebach plantea que el hidrógeno verde sí es una tecnología viable para la transformación energética requerida para lograr la carbono neutralidad, “sin embargo, hay muchas medidas que aportan a lograr una economía libre de emisiones y que debemos tener en cuenta en esta ruta (…) Es posible pensar en un futuro donde la combinación de electrificar consumos de energía, como la electromovilidad pueda reemplazar parte del consumo de combustibles fósiles y otra parte del consumo de energía no electrificable pueda ser reemplazado por hidrógeno verde, tendríamos una combinación virtuosa y sostenible para un futuro bajo en emisiones”.

Paneles fotovoltaicos (referencial) / Pixabay
Paneles fotovoltaicos (referencial) / Pixabay

Por su lado, Fuentes es más crítica sobre considerarlo cómo el combustible del futuro: “Es como si estas tecnologías no tuvieran impacto alguno y fueran una bala de plata que nos salvará del cambio climático, y la verdad yo creo que esto va con el replanteamiento del modelo de desarrollo”.

Mientras tanto, 18 países, entre los que se encuentra Alemania, Corea, Japón, Portugal y Países bajos, ya empezaron sus hojas de ruta para la producción de hidrógeno verde. En Chile, se proyecta el lanzamiento de la Estrategia Nacional de Hidrógeno Verde para Octubre de este año, lo que sería la política de Estado para habilitar una nueva industria en Chile, que daría nuevas luces sobre sus regulaciones, y que podría empezar a ver sus efectos ambientales y económicos en un largo plazo.

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