Guatemala y Honduras: La alarmante contaminación del río Motagua obliga al trabajo conjunto de dos países para mitigar daños ambientales
Con una longitud de 486 kilómetros y una cuenca que ocupa más de 12 mil kilómetros cuadrados, el río Motagua nace en el altiplano de Guatemala y discurre hacia su desembocadura en el Atlántico, donde parte de su cauce es compartido por Honduras. La grave contaminación de este importante afluente ha sido foco de tensión y conflicto entre ambos países. La ausencia de gestión de su cuenca y el vertido de desechos y basura lo han convertido en un vertedero a cielo abierto, con los previsibles daños e impacto sobre la flora, fauna, comunidades indígenas y población vulnerable. El reciente anuncio de Honduras de denunciar a su vecina Guatemala por esta causa ha provocado recientemente declaraciones tirantes en ambos lados del río. Pero en medio de esta controversia, están las organizaciones y proyectos que buscan promover soluciones por medio de trabajo conjunto, involucrando a comunidades en labores de rehabilitación y un mejor control en el manejo de residuos sólidos. En este andar, lejos de la retórica y culpas, están también las ONG y activistas que ponen acento en la educación medioambiental, y que trabajan con voluntarios y jóvenes para intentar cambiar al menos un poco la mentalidad de quienes ven al río como una cinta transportadora que se lleve su basura sin tomar en cuenta un factor vital: Todo está conectado. La basura que arrojas al río va al mar, sí, pero volverá para pasarte factura.
El gobierno de Guatemala anunció el pasado 27 de septiembre una nueva reunión bilateral con representantes del gobierno de Honduras para buscar soluciones a la contaminación del río Motagua, que recorre 14 de los 22 departamentos del país y cuya basura llega hasta las costas hondureñas. El viceministro guatemalteco de Ambiente, Ángel Lavarreda, explicó durante una rueda de prensa que el encuentro se celebrará en Guatemala y que solo esperan que Honduras les envíe la agenda de trabajo que discutirán para el cónclave, en octubre próximo. El anuncio es el último avance en una relación bilateral trabada, tensa por demás, por causa de la alarmante contaminación del río Motagua y por el aviso de Honduras de demandar o emprender acciones legales contra Guatemala por esta causa.
Con una longitud de 486 kilómetros y una cuenca que ocupa más de 12 mil kilómetros cuadrados, el río Motagua nace en el altiplano de Guatemala y discurre hacia su desembocadura en el Atlántico, donde parte de su cauce es compartido por Honduras. La grave contaminación de este importante afluente ha sido foco de tensión y conflicto entre ambos países.
La ausencia de gestión de su cuenca y el vertido de desechos y basura lo han convertido en un vertedero a cielo abierto, con los previsibles daños e impacto sobre la flora, fauna, comunidades indígenas y población vulnerable. El río es usado como una cinta transportadora que, ante la falta de políticas públicas para el manejo de residuos sólidos, se lleva cientos de toneladas de basura hacia el municipio de Omoa, en Hondura, y finalmente al Atlántico.
El Motagua es la cuenca más extensa de de Guatemala. Según la organización no gubernamental Madre Selva, cerca de 27% de la población del país habita en sus riberas. Y se estima que, en 20 años, de 4 millones de personas que en este momento viven dentro de la cuenca duplique. Madre Selva, que es una de las organizaciones que ha levantado estudios y análisis para medir el impacto de la contaminación en el cauce, plantea una advertencia: «Es necesario atender el saneamiento del agua para prevenir conflictos próximos relacionados con el acceso a este bien natural«.
Cifras y datos:
Según el gobierno de Guatemala, alrededor de 8 millones de habitantes se benefician del río. El mismo gobierno ha reconocido la grave situación del río, al dar cuenta en su programa de lanzamiento del Proyecto Gestión Ambiental Integral de la Cuenca del río Motagua las principales causas que afectan el caudal: «La integridad ambiental de la cuenca del río Motagua presenta múltiples amenazas, lo que resulta en su degradación ambiental. En Guatemala, estas amenazas incluyen: contaminación de aguas superficiales y aguas subterráneas causada por residuos y desechos sólidos no manejados adecuadamente, descarga de aguas residuales sin tratamiento y eliminación de subproductos agroquímicos, deforestación, erosión, incendios forestales, erosión, sequía, tormentas, huracanes e inundaciones«.
Uno de los principales focos a atender es el río Las Vacas, que está compuesto aproximadamente por el 60% de los desagües, basura y aguas servidas de la Ciudad de Guatemala y que además desemboca en el Motagua, contribuyendo a agravar la crisis de contaminación. Por lo pronto, ya se ha pautado para el 22 de octubre una reunión bilateral para tratar el caso de los desechos y contaminación del río. Esta se realizará en Honduras. Guatemala hizo la propuesta de la agenda y espera que Hondura apruebe los puntos.
Solo este año, en un plan piloto que se puso en marcha en el departamento de El Progreso se recolectaron 15 toneladas de plásticos, mientras que a nivel nacional, las autoridades han declarado la recolección de al menos 633 toneladas de desechos sólidos. Guatemala también implementó un sistema de biobardas o biobarreras para contener o retener el flujo de residuos río abajo hacia Honduras y el mar, pero este ha colapsado provocando el tránsito de toneladas de basura por todo el cauce.
Organizaciones como Madre Selva han también levantado material histórico y documentado alguna de la fauna que hacía vida o se encontraba en el río y que ya ha ido retrocediendo por el impacto de la contaminación. Algunas de las especies o fauna en el río estaba constituida por: anguillas, bobo o guabina, bolinches, camarones, cangrejos, dormilón, espinoso, guapote, guaro, juilín, jutes, machaca, mojarra, pepesca o lisha, perro de agua, ranas, robalo, roncador, sapo, tapexco, tepemenchí, tepocate o pupo, tilapia y tripón. Además, en sus cercanías se observaban una gran diversidad de aves, como: garzas, garzonas, gavilán, guaj, güiras, palomas cantadoras, palomas, patos, pericas, tordítos, tortolitas, zanates zope, viruela y codorniz.
En un informe elaborado por esta organización, también se da cuenta de la flora y árboles que estaban con mayor densidad en las riberas y alrededores del río y que ha ido desapareciendo por la tala indiscriminada: «Antes que cambiara la situación ambiental, los bosques eran abundantes y se caracterizaban por tener arboles grandes y antiguos como: alguacil, amate, anona, banano, camote, cedro, ceiba, chalum, chico, cóbano, cocales, conacaste, durazno, encinos, eucalipto, guayaba, hawái o shaguay, jiote, jocote, lamo, limón, mandarina, mángales, marañón, mulato, naranjas, palmera, palo aquino, palo de yajo, palo lagarto, papaya, pescado o cola de zorrillo, pino, platanal, plumajillo, roble, sauces dormilones, tamarindo, tempisque, xate, xilco, zapotales, zapote y zulsa«.
Organizaciones y educación medioambiental
Una de las organizaciones que trabaja en educación ambiental en Guatemala es Semillas del Océano. Fundada en 2017, esta organización agrupa a educadores, activistas, jóvenes y promotores medioambientales en el país, con representación en cada región. Su directora ejecutiva, Génesis Mérida, explica a Ladera Sur, el trabajo mancomunado que se ha venido haciendo para cambiar la realidad del Motagua y sumar esfuerzos en beneficio del trabajo por el río y las cuencas, además de los recursos naturales asociados, de los cuales cientos de comunidades locales e indígenas se benefician.
«Nos enseñaban en la escuela sobre el río. Nos mostraban donde estaba. El Motagua es el río más grande de Guatemala. Pero es luego del colegio, cuando vas creciendo, que te vas dando cuenta de cuán importante es. Hasta hace unos años me di cuenta de que no valoramos lo que tenemos. Nos enseñaron desde niños que es vital, pero no le dábamos ese valor. Digamos que no está bien arraigado y lamentablemente las consecuencias de nuestras acciones y el impacto que tienen sobre el río es ahora la principal razón por la que es conocido«, explica.
Al referirse a los niveles de contaminación, no tarda en calificarlo de alarmante: «Una de las consecuencias más graves es la destrucción del paisaje. Uno se imagina un río muy bonito. Pero eso ya no existe. Está también la alteración de las corrientes, la contaminación del agua y del aire. La destrucción del bosque en las cuencas, descarte de aguas negras, desechos sólidos, la contaminación por uso de pesticidas y agroquímicos. Es bastante preocupante«, comenta en entrevista con Ladera Sur.
Mérida también detalla que uno de los principales problemas es la ausencia de programas de gestión de residuos y manejo de aguas servidas. Muchas municipalidades en Guatemala no cuentan con estos servicios. La población lanza la basura a vertederos a cielo abierto, que cuando llegan las lluvias son arrastrados hacia el río. También están la tala, el enterramiento de desechos y hasta la quema basura. Las aguas servidas en poblados y comunidades son lanzadas al caudal. El río también se ve afectado por el uso indiscriminado de agroquímicos en los campos y cosechas.
Semillas del Océano ha hecho alguna caracterización de los desechos, encontrando todo tipo de cosas, principalmente plásticos y textiles: «Realmente es alarmante. Si no lo fuera, no se buscaría la opción de trabajar en conjunto. Es un punto para ponerle atención, por la lluvia. Hemos encontrado zapatos, latas, botellas, plástico. Realmente, el plástico flota, pero hay otros materiales. El vidrio no flota, las llantas tampoco. Pero es una gran cantidad. Muchos plásticos de un solo uso, plástico duro. Si vamos a la playa y uno de los mayores contaminantes son las colillas de cigarro, pero en el río no. Se encuentran cientos de retazos de tela. Ves lo que parece un volcán, es un montón de ropa que se va quedando. No es tanto el desecho de la industria textil, sino que la gente compra ropa nueva y se bota la vieja. Botellas, pajillas, llantas…»