Encuentran población de Tecophilaea cyanocrocus azul, planta endémica chilena que se creía extinta desde hace más de 50 años
Reencontrada por casualidad en la Cordillera de los Andes, la maravillosa población de hierba geófita Tecophilaea cyanocrocus Leyb. (Tecophilaeaceae) de flor azul, ha demostrado sobrevivir ante las adversidades de la historia y la sequía actual. Con un gran trasfondo histórico, el crocus azul, como la llaman algunos botánicos, fue descrito por primera vez en 1862, y posteriormente fue declarada extinta en 1973. Por lo cual, fue durante años una de las plantas más buscadas en nuestro país por diversos botánicos y naturalistas, nacionales e internacionales, sin tener éxito alguno. Sin embargo, al ser reencontrada, se confirmó que esta hermosa planta, de flores totalmente azules, no estaba extinta. Ladera Sur conversó con Carlos Fonck, naturalista amateur, quien fue el autor del hallazgo; y con María Teresa Eyzaguirre Philippi, historiadora, naturalista y presidenta de la Fundación R.A. Philippi de Estudios Naturales; ambos encargados de la investigación de esta maravillosa especie emblemática.
Publicada recientemente en la sección de plantas endémicas chilenas, por el Royal Botanic Garden of Edinburgh, liderado por el reconocido botánico inglés, Martin Gardner; y catalogada actualmente dentro de las especies en peligro de extinción por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN); la especie Tecophilaea cyanocrocus Leyb. (Tecophilaeaceae) y su población encontrada en la cordillera de Santiago, marca un gran hito para la botánica nacional, dándole vida y valor a una especie que se consideró extinta por más de 50 años.
De aspecto sutil y escasa población actual, esta hierba geófita de flor azul fue declarada en extinción en 1973 por el distinguido botánico chileno Carlos Muñoz Pizarro, quien tras varios años de búsqueda, no logró encontrarla. Sin embargo, tras el hallazgo, al sur de Santiago, de una de las tres variedades de Tecophilaea cyanocrocus, la variedad Leichtlinii; realizado por la Fundación R.A. Philippi de Estudios Naturales en el año 2001, es que el destacado botánico inglés John Watson, reabrió las esperanzas de encontrar la especie tipo de color azul, dudando de su extinción total.
El hallazgo de la flor azul
El año 2014, luego de casi 9 horas de caminata por los cordones de cerros ubicados al este de la capital chilena, Carlos Fonck, ingeniero comercial, director del Museo Fonck de Viña del Mar y naturalista; divisó por casualidad una bella y pequeña flor azul que nunca en su vida había visto.
“Tengo un ojo botánico, no soy profesional, pero tengo un buen ojo. Y dije, esto es raro y extraordinario”, argumenta Fonck, comentando que, tras el hallazgo, inmediatamente tomó registros fotográficos, preguntándose a qué especie pertenecían esos casi veinte ejemplares de azul intenso que se encontraban esparcidos en un rango de no más de 100 metros cuadrados.
Para su sorpresa, no estaba descrita en ninguno de los libros que tenía, por lo que de inmediato se trató de comunicar con diferentes botánicos nacionales, llegando a hablar con María Teresa Eyzaguirre Philippi, historiadora, naturalista y directora de la Fundación R.A. Philippi de Estudios Naturales, quien fue responsable de la investigación del hallazgo de la primera población encontrada de Tecophilaea cyanocrocus en su variedad de tépalos blancos con borde azul, en el año 2001, luego de ser declarada extinta.
“La especie que nosotros encontramos era blanca con el borde celeste, pero la descripción original indicaba que era de color azul. Entonces, cuando Carlos encontró la planta en las cercanías de Santiago, supimos que encontró la verdadera azul, que es la especie tipo que se describió en 1862. Fue algo muy impresionante, porque en el fondo creemos que ese es el lugar donde fue recolectada la primera vez”, agrega Eyzaguirre.
Y, es que la especie encontrada por Fonck corresponde a la especie descrita en 1862 por Friedrich Leybold, famoso farmacéutico y botánico alemán que se radicó en Chile, y según sus descripciones, coincidiría con el lugar donde fue reencontrada.
Tecophilaea cyanocrocus: una planta atractiva
Tras el acercamiento de los naturalistas Fonck y Eyzaguirre, ambos desarrollaron y trabajaron juntos en una investigación que se publicarían el 2016, la cual dio la vuelta al mundo, llegando a ser protagonista de un artículo escrito por John Watson en la reconocida revista The Plantsman (actualmente llamada The Plant Review), denominado El caso de la reaparición del azafrán azul.
En ese artículo, Watson indica que luego de su descripción en 1862 por parte de Leybold, su posterior encuentro por el botánico alemán Rudolph Amandus Philippi, quien fue uno de los botánicos que más especies de plantas logró identificar en Chile; y de la recolección que realizó el naturalista inglés Edwyn Reed, la hierba geófita chilena obtuvo fama, siendo introducida en el cultivo europeo a través de la exportación en masa de sus bulbos.
Se cree que el gran interés de su exportación, fue el potencial ornamental que tenían las llamativas flores azules, las cuales son totalmente escasas, ya que la planta tiene un efímero florecimiento de quince días sólo a comienzos de septiembre.
Plantas que hasta el día de hoy están presentes en algunos lugares de Europa, comercializándose y observándose sobretodo en Inglaterra, lugar de donde creyeron muchos científicos que provenían las fotos que Fonck les mostró cuando la encontró en la cordillera de Santiago.
La verdadera azul y el gran desafío de su conservación
Esta especie azul, integrante de la familia Tecophilaeaceae, y una de las dos especies del género Tecophilaea, al estar en un lugar de difícil acceso, a gran altura, ha significado para Fonck un gran desafío para conservarla junto a su equipo, quienes son todos voluntarios que han tratado de protegerla de sus principales amenazas, además de la sequía: los conejos y el ganado que reside en el sector.
Al año siguiente de su descubrimiento, Fonck expectante por subir a ver los ejemplares en su etapa de floración, al llegar al sitio se percató de que quedaban menos de 15 de los ejemplares contados en su primera visita, debido a que los conejos habían masticado y arrancado gran parte de las población de plantas, situación que lo motivó a hacer un verdadero trabajo de conservación, el cual además de contemplar el resguardo de sus semillas, ha consistido en trabajo en terreno para proteger las existentes.
“Pensando en soluciones para protegerla, les empecé a poner a las plantas unas rejas, que eran paneras compradas en una tienda de retail. Me compré todas las paneras y las subimos para arriba. Eso fue lo que más efecto nos dió, porque olvídate cómo se han multiplicado”, explica Fonck, agregando que desde la última temporada, antes de la sequía y la pandemia, habían contado más de 160 ejemplares.
Sin embargo, debido a la actual sequía, como el año 2020 no llovió lo suficiente en los meses de junio y julio, es que en la temporada pasada, a la planta no le salieron flores: “Ahora yo estoy mirando para afuera todos los días para que ojalá llueva, para que tengamos una temporada normal de floración”, agrega el naturalista.