Océano ©Maximiliano Bello
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Hace unos años, me lancé al mar con dos queridos amigos en la caleta Chañaral de Aceituno, en el norte. Esa vez me encontré frente a frente con un grupo de ballenas fin. El impacto fue inmenso: esta ballena puede llegar a medir hasta 26 metros y es la segunda más grande del mundo. Una de ellas me acompañó por unos minutos y pese a que es un animal reconocidamente rápido, se movió a mi velocidad, se volteó y nos miramos. Vi cómo su ojo gigante me enfocó en los míos. Es difícil tener una experiencia como esta. Fue un momento único.

Océano ©Maximiliano Bello (21)
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Sin embargo, muchas personas que tienen encuentros con animales quedan marcados. O con lugares, árboles, ríos, olas chocando con los roqueríos. Pablo Neruda escribía de frente al mar y el océano le trajo un día su mesa para escribir. Nuestros recuerdos, amores y vivencias más profundas están llenas de naturaleza. Sin embargo, damos vuelta nuestros rostros, preferimos mirar a otro lado cuando destruyen esos lugares o se matan a dichos animales. Nos alejamos de ellos, sin defenderlos. Lo mismo pasa con las injusticias sociales y humanas, nos decimos comprometidos hasta que nos exigen ser protagonistas, ahí damos un paso atrás y somos capaces de reproducir estos mismos perjurios a otros.

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Decimos amar al planeta, su naturaleza y su belleza; vamos de vacaciones, acampamos, subimos montañas y, sin embargo, decidimos aceptar simple y silenciosamente que vivimos, compramos y pagamos a quienes destruyen. Una dicotomía diaria al mirar las fotos en las redes sociales: un doble click y ya está, ¡cumplido!

Hoy más que nunca necesitamos (¡real!) compromiso. Si bien los webinars, congresos, firmas de cartas y muchos otros mecanismos de participación son importantes, no podemos hablar eternamente de lo mismo, sencillamente porque no hay un eternamente.

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Necesitamos tomar el control sobre nuestras vidas, hacernos cargo de los impactos y, sobre todo, tomar acción política: votar y ser activos para elegir a los políticos que deben ciertamente representarnos. Involucrarnos en campañas, hablar, convencer, exigir.

Ese es nuestro rol, pero también es ser activos, no esperar que otros hagan algo por nosotros. La degradación del planeta, el racismo o los abusos no se acaban por arte de magia, tenemos que acabar con ellos, y eso requiere un rol actuar. Movilizarse.

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Por eso, debemos asumir la protección de la naturaleza, no sólo porque tenga un precio o entregue un “servicio”, sino porque provee de vida para ti, para mí, para todos, ricos y pobres, y del color que sea… Aire, alimento, belleza, y la función principal: vida en el planeta.

Por lo mismo, es tarea de todos el proteger el océano y el planeta en general, sin diferencias y sin exclusiones. El lugar de la experiencia más bella, de un encuentro con un animal salvaje y con esas ballenas que marcaron mi vida. Las ballenas, los animales más grandes del planeta, están en peligro, lamentablemente. Cuesta creerlo, pero es cierto. El proyecto se llama Dominga y no voy a dejar de luchar un día por salvarlas. ¿Y tú? ¿Cuál es tu causa? ¿Dónde está tu amor? ¿Dónde están tus recuerdos? ¿Qué te hace vivir?

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