¡En Chile ya no se ensucia! ¿Podrán las multas erradicar nuestra estrecha relación cultural con la basura?
A propósito de la nueva ley promulgada en Chile que multa a quienes ensucien y arrojen basura, materiales o desechos en áreas naturales, y después de los lamentables casos ocurridos durante año nuevo en eventos como el realizado en el Valle de los Cóndores en la Región del Maule, Carolina Ruiz y Camilo Hornauer, Encargada de proyectos y Presidente de la Fundación Plantae respectivamente, nos comparten una interesante columna sobre lo que se está haciendo (y lo que aún falta hacer) en Chile, para combatir la gran problemática de la basura que hoy enfrentamos.
Si bien algunos países han sabido lidiar mejor que otros con el tema de la basura, no es sorpresa que, para todo el mundo, este tema sea un gran dolor de cabeza. El crecimiento poblacional y una gran oferta de productos desechables, han traído consecuencias muy difíciles de manejar. De acuerdo con el Banco Mundial (2018), Chile ocupa el 2do lugar en América Latina de los países que más basura generan por día con 1,15 kg por persona. Si sumamos a esto el censo de 2017, alcanzamos la asombrosa cifra de 20.148 toneladas de basura diaria, ¿se imaginan?, más de 7,3 millones de toneladas anuales.
El problema se vuelve aun peor cuando las personas no depositan sus desechos en los lugares habilitados para ello. A muchos de nosotros nos cuesta creer que las personas boten la basura en cualquier parte (o que incluso no reciclen) y somos testigos de esto todo el tiempo, como cuando caminamos por un sendero de trekking o cuando vamos a eventos masivos; ¡y pucha que somos cochinos cuando andamos en masa! Un claro ejemplo de esto son los desalentadores resultados que dejaron las masivas fiestas de año nuevo, donde sólo en la Alameda de Santiago, se contabilizaron 35 toneladas de basura según informó el diario La Tercera. A pesar de las fuertes campañas por redes sociales para un fin de año “sin cotillón” esto nos confirma que seguimos siendo parte de una sociedad carente de cultura ambiental.
Un episodio más dramático, dado que ocurrió en un frágil ecosistema de montaña, se vivió en un evento realizado en el Valle de los Cóndores de la Región del Maule. Un lugar de encuentro para personas amantes de la escalada y supuestamente de la naturaleza. Según una columna de opinión del sitio web Rocanbolt e información entregada por quienes asistieron, se estima que para la noche de año nuevo el lugar congregó más de 100 escaladores con resultados de suciedad vergonzosos, por decir lo menos. Un grupo conformado por personas de distintas edades, jóvenes principalmente, y diferentes realidades socioeconómicas fueron los autores de configurar un desalentador amanecer en el Valle. Sin embargo, no todo el panorama es negro. Como pasa muchas veces, unos pocos asistentes se hicieron cargo de recoger la basura de otros, dando luces de que algunos hemos despertado de la inconsciencia. Relatos como estos ocurren todo el tiempo en actividades de este tipo y nos permiten seguir reflexionando acerca de la complejidad de este fenómeno cultural.
Tal es la magnitud del problema que los legisladores consideraron necesario crear una ley para multar a quienes arrojan basura en espacios públicos naturales. El día 27 de noviembre del 2018, se promulgó la Ley 21.123 que “modifica el código penal y tipifica como falta el ensuciar, arrojar o abandonar basura, materiales o desechos de cualquier índole en playas, riberas de ríos o de lagos, parques nacionales, reservas nacionales, monumentos naturales o en otras áreas de conservación de la biodiversidad declaradas bajo protección oficial”. Según lo señalado por el Ministro de Bienes Nacionales, Felipe Ward, en diversos medios, su propósito es “generar conciencia de que todos y todas somos responsables de cuidarlos espacios naturales y los bienes nacionales de uso público…”, pero ¿una pura sanción monetaria es una solución de largo plazo? Sólo multar para lograr cambios culturales parece una medida bastante ingenua para un objetivo tan ambicioso, considerando además, que Chile cuenta con una carencia significativa de recursos a nivel institucional, que conlleva a una fiscalización deficiente o inexistente en muchos casos. A esto se suma además la falta de articulación entre las instituciones público-privadas y una elevada burocracia que podría dificultar su adecuada implementación
Tal es la dimensión del problema, que se manifiesta incluso contra las deposiciones o desechos humanos que los mismos ciudadanos dejan en cualquier lugar. Ejemplo de esto son las fétidas escaleras cubiertas de orina del barrio Puerto en Valparaíso (ahora regulado por ordenanza municipal y multa de 4-5 UTM), o los campos minados con excremento y flameantes papeles en la ruta al concurrido cerro El Plomo. Es que el problema va más allá de la basura o los desechos de lo que consumimos, pasa también por nuestras conductas más elementales. De todos modos, para sentar esto último, debemos reconocer que hacer un “hoyo de gato” en la montaña es una práctica simple y efectiva, y que habilitar más baños en espacios públicos, abierto las 24 horas, es sólo cosa de decisión y voluntad de las autoridades.
Conocidos son los graves y negativos efectos que tiene la basura tanto en nuestra salud y bienestar, como en la de los ecosistemas. Sin embargo, menos conocidas o analizadas, son las consecuencias que tienen que ver con el acceso y uso de los espacios naturales. Según el Catastro Nacional de Restricciones de Acceso a la Montaña, elaborado por Fundación Plantae (aún en proceso de análisis), uno de los principales motivos por el cual se restringen los accesos es por el comportamiento inapropiado de los usuarios, el cual incluye botar basura en lugares indebidos, entre otros. A causa de episodios como el antes mencionado en Valle los Cóndores, muchos lugares en el último año han visto cerrado su acceso como medida de protección para hacer frente a los impactos negativos causados por los mismos usuarios. Ejemplo de ello es el conocido sitio de escalada “bosque mágico” en el Arrayán, Santiago.
En Colombia, cansados de la basura en espacios públicos, decidieron tomar medidas un tanto más consistentes. El año 2008 crearon el Comparendo Ambiental, el cual es un “instrumento de cultura ciudadana enfocado a enseñar el adecuado manejo de residuos sólidos y escombros y a prevenir la afectación del medio ambiente y la salud pública”. Lo interesante de esta herramienta es que no sólo multa, sino que también educa al infractor, exigiéndole tomar un curso de educación ambiental, a la vez que considera compensaciones que aportan a la sociedad. Si el infractor toma el curso dentro de los 5 primeros días de haber sido multado, puede reducir su multa en un 50%. Si reincide se le cobra 25% más que la primera vez y deberá hacer 1 día de servicio social. Como resultado, el año 2016 se cursaron en Bogotá 3.600 sanciones y cerca del 90% de los infractores tomaron los cursos pedagógicos.
Si bien los Comparendos Ambientales implementados en Colombia parecen ser una medida mucho más robusta que la tomada en Chile, se requiere de aún más esfuerzos. Para ello, es fundamental incluir y mejorar la educación ambiental y las experiencias en la naturaleza en las mallas curriculares de los colegios entregándoles herramientas a los educadores para formar ciudadanos conscientes en estas materias. Siendo este punto probablemente el más importante para abordar la problemática, por sí solo no sería suficiente si queremos lograr cambios que sean realmente efectivos y sostenibles en el tiempo; se requiere de múltiples acciones en simultáneo.
Cada vez más organizaciones de la sociedad civil, como ONGs, Fundaciones, entre otras, están atacando el tema de la basura. Por ejemplo, Acceso Panam y la Agrupación Conciencia Ambiental, están liderando campañas de limpieza participativa en sectores concurridos, como sitios de escalada, de paseos familiares o de acampadas de fin de semana. Estas operaciones rastrillo, basadas en trabajos voluntarios, denotan un creciente interés y reacción por parte de ciudadanos que no quieren visitar entornos naturales contaminados. Estas medidas ayudan a generar conciencia y son un ejemplo digno de imitar. Todo esto sigue por confirmar que el Estado viene llegando tarde con sus medias.
Por su parte, el programa Científicos de la Basura de la Universidad Católica del Norte que nace el 2007, trabaja investigando sobre la basura y fomentando la conciencia ambiental con un fuerte énfasis en las playas. Conversamos con Martin Thiel, director del programa, quien nos dio su opinión al respecto. El tema de la basura para él no se resuelve con una sola medida como es multar, se requiere además de un sólido compromiso político para que se activen otras medidas en paralelo, como mejoras en la educación, la infraestructura, la oferta de productos no desechables, entre otras cosas. Por ejemplo, La ley REP (ley marco para la gestión de residuos, responsabilidad extendida del productor y fomento al reciclaje), viene a ser una buena medida, lamentablemente después de 3 años de su promulgación en 2016, aún no se ha implementado.
Martin comenta además que es difícil lograr cambios sostenibles si a la generación que estás sensibilizando, no le brindas un contexto en el cual se puedan desenvolver de forma consciente. Es decir, por ejemplo, mucha de la oferta de productos que se venden actualmente, son desechables. Algo tan básico como el agua mineral, y muchos otros productos, se venden solo en botellas o envases desechables, causando con ello que no tengamos la opción de elegir. “Nos dicen que nuestro trabajo de educación en Científicos de la Basura es bonito, pero si luego los jóvenes sensibilizados se desenvuelven en un mundo desechable, el resultado es dramático; requerimos de más esfuerzos políticos”, concluye Martín.
Un problema tan arraigado requiere por tanto de múltiples acciones, tanto políticas como legislativas, además de la colaboración articulada y dinamizada de todos los actores de la sociedad. Sólo multar, podrá eventualmente desincentivar la reiteración de esta nociva conducta, pero en ningún caso será responsable de la construcción de una cultura de respeto a la naturaleza y a nuestros hermanos. Incluso, es probable que algunas personas, a causa de la impotencia por la infracción y su escasa conciencia ambiental, vuelva a cometer la acción, ya que al sólo multar no se entregan argumentos de fondo para que esto no se vuelva a repetir. En todo caso, hay que reconocer que, aunque sea escueta, esta ley es un paso que suma.
Adicionalmente, debemos poner especial atención en los ambientes naturales donde se desarrollan actividades outdoor. Expediciones comerciales y eventos masivos en sectores muy populares o de moda, someten a sus ecosistemas a una cantidad excesiva de visitantes que sobrepasa la capacidad de carga del sitio, saturando además la escasa o inexistente infraestructura, haciendo muy complejo el manejo y gestión de la basura y desechos humanos. La falta de baños y basureros, y la escasa cultura de naturaleza que tenemos, son una combinación comprobadamente peligrosa. Sitios como el Valle de los Cóndores, deben ser gestionados con urgencia, replicando modelos de gestión exitosos como lo es el Valle de Cochamó, donde la comunidad se organizó para formar un área protegida colaborativa.
En los últimos años, Chile ha dado importantes pasos en la protección y cuidado del medio ambiente, sin embargo, estos avances son aún muy incipientes. Para muchos de nosotros, nos parece desconsolador ver cómo las acciones de algunos atentan cruelmente la integridad y salud de nuestra poco-querida naturaleza y lamentamos aún más los limitados esfuerzos del Estado por subsanar la situación. Queremos ser optimistas y creer que estamos iniciando el camino que debimos haber empezado a recorrer hace mucho tiempo. Por lo tanto, los invitamos a reflexionar, a hacernos conscientes, a cambiar las conductas, a cambiar estilos de vida, a sembrar valores y a levantar la voz, diciendo firme y claro, que ¡No queremos más basura!