La idea surgió de un proyecto de tesis y una fascinación por los campos de hielo sur, en la Región de Aysén. Con eso en mente José Andonaegui (25), Nicolás Bustos (23) e Ignacio Castro (27), se propusieron la tarea de abrir una nueva ruta de observación al desconocido glaciar Lucía, llegando desde su falda, el lago Bergues. Este lugar estaba en medio de la conocida Provincia de los Glaciares, que abarca las comunas Cochrane, O’Higgins y Tortel.

Glaciar Lucía ©José Andonaegui
Glaciar Lucía ©José Andonaegui

Ellos sabían que el glaciar estaba retrocediendo rápidamente. Esto porque antes del viaje, hicieron una investigación teórica y se contactaron con el Instituto Geográfico Militar (IGM), quienes les mandaron planos de 2014, donde el glaciar cubría casi todo el lago, lo que por Google Earth claramente ya no seguía así. También sabían que era un lugar poco explorado y que les interesaba hacerlo a través de su iniciativa Conserbici, que busca llegar por diferentes modos -principalmente la bicicleta- a lugares recónditos de Chile.

Pero, sobre todo, sabían que ese iba a ser su propio próximo destino.

Así, luego de completar su investigación teórica, buscar una fecha que sea posible por los permisos sanitarios y ya tener un entrenamiento base, emprendieron rumbo desde el 30 de octubre al 19 de noviembre de 2020. Iban con su ruta e idea en mente, pero esta prístina zona les tenía algunas sorpresas.

Hacia el campamento base

La salida fue desde Santiago hasta el río Pascua, que está a 90 kilómetros al final de la Carretera Austral. Fueron cinco días y 2.500 kilómetros recorridos. Llegaron y al día siguiente cruzaron en camioneta hasta el puente del río Bergues, donde el camino se cortó por primera vez. Pararon la camioneta y miraron. Frente a sus ojos, veían un socavón en el que el río Pascua y un pequeño estero se habían llevado casi 50 metros de camino, con una profundidad de 20 metros.

Confluencia río Bergues y Pascua – Socavón rio Pascua ©José Andonaegui
Confluencia río Bergues y Pascua – Socavón rio Pascua ©José Andonaegui

Eso los obligó a bajarse y buscar un lugar para el campamento base, en cercanía al río Bórquez. Montaron su equipo en dos bicicletas, mientras el tercer integrante caminaba. En medio de un paisaje de turbera y humedad, lograron encontrar un lugar más seco y óptimo para establecer su campamento base.

Esa noche cocinaron, durmieron y se prepararon para partir al día siguiente hacia el lago Bergues.

Río Borquez ©José Andonaegui
Río Borquez ©José Andonaegui

Una húmeda ruta hacia el lago

El séptimo día fue quizás uno de los más complicados de esta travesía. Con un pronóstico de días sin lluvia, se cargaron lo más liviano que pudieron -dejando todo el equipo de montaña detrás-, llevando comida para dos días, carpa, ropa sin mucho abrigo, dos packrafts (una balsa inflable parecida al kayak), sacos de dormir y, por supuesto, la mentalidad de que se iban a mojar y de cumplir el propósito: abrir su ruta para subir una montaña y establecer un mirador. Era observar el glaciar y navegar el lago.

Desde el campamento caminaron 6 horas y 7,5 kilómetros hasta divisar el lago Bergues. El camino era entre zonas de mallín inundadas, estaban mojados y con frío. El camino al lago no fue fácil.

Confluencia de nacientes distintas del río Borquez ©José Andonaegui
Confluencia de nacientes distintas del río Borquez ©José Andonaegui

“Estábamos preparados, nuestra progresión fue rápida y llegamos a un momento en que nos tapó la vegetación. No había terreno firme, había mucha agua y tuvimos que elevar el dron para poder avanzar. Con eso encontramos el brazo del río Bórquez era una pampa más estable, así que fuimos para allá. Pero fue complicado”, explica José.

Drone buscando ©José Andonaegui
Drone buscando ©José Andonaegui

Efectivamente, según relata, al momento de cruzar el brazo del río, empezó la lluvia, el viento y más frío. Mojados, empezaron a inflar los packraft con la boca, a falta de inflador. “Estuvimos dos horas viendo el lecho del río. Tenía troncos, había que tener cuidado porque se podían romper los packraft. Eso fue lo más difícil de ese día, pero seguimos derecho y encontramos un lugar más estable”.

Ciprés muerto ©José Andonaegui
Ciprés muerto ©José Andonaegui

Desde ahí lograron llegar a una playa pequeña que localizaron con el dron y se instalaron. Pese a la dificultad lograron llegar al lago. Para José, sorprendente es la palabra para describir ese encuentro. No conocían imágenes previas del lugar, y desde ahí se veía un paisaje húmedo, prístino e inolvidable.

Al día siguiente irían hacia el glaciar.

Campamento ©José Andonaegui
Campamento ©José Andonaegui

El encuentro con el glaciar

En el amanecer del octavo día, el lago estaba calmo. La idea de los expedicionistas era ver si era posible establecer una ruta terrestre, orillando el lago, para ver el glaciar. O si esta ruta era solo de navegación. Así, José emprendió rumbo a pie y sus dos compañeros lo hicieron en los packrafts. En cualquier caso, Ignacio y Nicolás podían asistir a José si el camino se ponía complicado en terreno. Y así fue.

De la ruta de seis kilómetros, cinco se pudieron hacer a pie. “Establecimos que la ruta terrestre no es posible sin bote de asistencia. A veces llegaba a unos peñascos de 40 metros que eran imposibles de pasar. Y eso se repetía. La ruta es solo navegando por la ribera oeste del lago”, dice.

Navegando entre témpanos ©José Andonaegui
Navegando entre témpanos ©José Andonaegui

Aún así, lograron llegar a divisar la pared glaciar. Observaron desde una playa rocosa, donde caía una cascada de 20 metros y había unos cerros para mirar. Volaron el dron, sacaron fotos y disfrutaron del paisaje por cerca de dos horas. Atrás del glaciar se veía el Mellizo Sur, la entrada a los campos de hielo a 1800 metros de altura y estaban absolutamente sin ninguna otra compañía más que la naturaleza.

“El encuentro fue magnífico. Se nos anticipó un poco porque cuando íbamos como a la mitad de la ruta, nos empezamos a topar con témpanos muy grandes. El glaciar pierde harto hielo”, dice José.

Nicolás y José con el glaciar Lucía ©José Andonaegui
Nicolás y José con el glaciar Lucía ©José Andonaegui

El retorno

Al noveno día era tiempo de volver al campamento base del río, bajando en packraft por él y a pie. Hubo encuentros sorpresivos con rápidos que los permitieron llegar en un tiempo menor al estimado al campamento base. Eso les permitió agarrar sus bicicletas e ir a conocer la zona del Bajo Pascua, recorrer 30 kilómetros de solo casas abandonadas y estar en compañía de aves, cursos de agua y otros animales de crianza en el camino. Luego, al día siguiente, cruzaron el río para conocer y compartir a la única pobladora de la zona: la señora Amelia, quien los recibió en su casa. De ahí siguieron en bici para seguir explorando.

Campamento ©José Andonaegui
Campamento ©José Andonaegui

Una vez de vuelta al campamento, el paso natural era volver a Santiago. “Sentimos que logramos nuestros objetivos, incluso antes de ir donde la señora Amelia nos dimos un día de descanso y fuimos a un cerro aledaño con una vista alucinante. Cumplimos todas las expectativas”, explica José.

Pero  de todas formas, en dos años más planean volver para poder sacar fotografías y hacer una comparativa de las tomas fotográficas del glaciar, para evaluar su retroceso visualmente. Con eso, las sensaciones fueron buenas y, quizás, para la próxima está pendiente poder escalarlo sin es seguro y se dan las condiciones.

Cascada frente al glaciar Lucía ©José Andonaegui
Cascada frente al glaciar Lucía ©José Andonaegui
Lago Bergues – Naciente río BorquezLago Bergues – Naciente río Bórquez ©José Andonaegui
Packraft puesto en la bici ©José Andonaegui
Packraft puesto en la bici ©José Andonaegui
Brazo secundario del Río Borquez packraft ©José Andonaegui
Brazo secundario del Río Bórquez, packraft ©José Andonaegui
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