Hablando desde Londres, Philip Hamilton pareciera estar bajo el agua y es un fondo de Zoom lo que se lo permite. Apenas se reúne, cambia las ballenas que tenía puestas de su entrevista anterior a una fotografía -que él tomó- con tiburones. Así, es como si buceáramos a través de las palabras con ellos de compañía.

©Philip Hamilton/ Instagram @philip.hamilton.photography
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A pesar de las cinco horas de diferencia que lo separan de Chile, en unas horas más estrenaría un documental sobre la extracción desmedida de huiro en este país. Lo tituló Bosques Azules y, dice, que trata sobre un asunto verdaderamente importante que nadie toca porque “no vende” como lo haría quizás, una película sobre tiburones. Es con ese tipo de trabajos, dice, que los verdaderos cambios se pueden lograr.

https://youtu.be/KYqIbL3KHoA

Bajo esa convicción dejó en 2018 su exitosa carrera como gerente de un banco internacional para dedicarse a potenciar la conservación marina a través del trabajo audiovisual. Tomó sus cámaras, motivación, experiencia y se sumergió bajo el agua para la protección de sus ecosistemas marinos.

Philip, la primera pregunta es para nadar hacia el pasado. ¿Estaba tu familia, de cierta forma, relacionada con el mundo marino? ¿Cuándo fue la primera vez que conectaste con el mar?

Esas son reflexiones y cosas que yo siempre pienso. La verdad es que desde pequeño mis vacaciones estaban al borde del mar. Pero no iba a la playa a tomar sol. Era bastante inquieto y deportista. Para mí lo entretenido era ir a jugar en las rocas, pescar, capear olas, tirarse al agua, a ver la vida marina alrededor. A medida que crecí empecé a hacer apnea, snorkel, buceo, vela y otro tipo de deportes que me seguían acercando al mar, pero la naturaleza en general, claro siempre estuve muy cerca desde muy pequeño.

©Philip Hamilton/ Instagram @philip.hamilton.photography
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¿Cuál era esa playa?

Conozco el mar chileno de norte a sur. Para mí no es tanto de la juventud en verdad, sino que son imágenes de quizás mis 20-30 años, cuando iba más a Chile. Hay lugares que son mágicos. Pasé muchos años en la zona de Vichuquén, en esa época, te hablo de hace 35 años atrás y más, no había nadie. Yo caminaba kilómetros por la playa y me iba a pescar por unos roqueríos, ningún pescador ni turista lo hacía. Estaba solo, eran zonas más inhóspitas. Esos son recuerdos para mí los más lindos, no de irse a vacaciones con la familia, sino que los míos personales en contacto con la naturaleza. A eso le tengo más cariño y son los que más se quedan conmigo.

Entrar al mar y fotografiar sus maravillas

Hace un par de años, en isla Dominica, en el mar Caribe Philip entró al agua en apnea y con su cámara. En esta metodología, es importante mantener cierta conciencia sobre la profundidad para subir o bajar. En eso estaba él, concentrado filmando y fotografiando un grupo de cachalotes.

Sumergido en este encuentro, los animales empezaron a juguetear y bajar. Philip les siguió la corriente, hasta que se dio cuenta de que había bajado 30 metros. “El problema es que al bajar va cambiando la presión de los oídos desde los 10 metros. (…) Pasa también que el cuerpo humano cuando llega a los 15 metros el peso es negativo, como un plomo hacia abajo”, dice

©Philip Hamilton/ Instagram @philip.hamilton.photography
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Así, los 30 metros hacia abajo significaban un enorme esfuerzo físico para subir, gastando mucho oxígeno. Pero lo logró. Quizás, si no se hubiera dado cuenta de la oscuridad en la que estaba inmerso, no habría tenido conciencia de que debía subir. “Me he pegado un par de sustos así que sin darme cuenta estoy abajo, pero apasionado, inmerso en lo que hago detrás de la cámara”, dice.

Aún así, dice que siempre se trabaja por la seguridad del equipo, el respeto de los animales y evitar este tipo de situaciones, aunque sean escenarios para fotografías espectaculares. Algo que dan más de 30 años en buceo y contacto con el mar. “He estado con cocodrilos americanos que me han agarrado la cámara, con tiburones blancos igual y no he estado en riesgo porque no me hubiera metido con ellos si yo hubiese sentido que había algún peligro”, explica.

¿Cuándo empezaste a bucear y a indagar en la fotografía marina?

A bucear empecé hace más de 30 años y la fotografía hace yo diría unos 18 años más o menos. Empecé con la fotografía cuando ya la digital empezó a evolucionar. Le tengo mucho respeto a los fotógrafos antiguos que se metían al agua con una película de 36 fotos que no veían si las fotos salían bien o mal. Yo sé la complejidad que hay de la fotografía submarina y me imagino que deben haber quemado rollos y rollos de fotos antes de sacar una buena, entonces no sé, yo creo que llegó un momento en que sentí que era una transición normal para meterme en la fotografía y tocó la coincidencia que se estaba desarrollando la digital.

©Philip Hamilton/ Instagram @philip.hamilton.photography
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Sobre la fotografía marina, me imagino que no es como la terrestre. Evidentemente, la luz es siempre distinta, el equipo también y por supuesto el paisaje. En este sentido, ¿cuál puede ser uno de los principales desafíos de la fotografía submarina?

Desde luego la fotografía submarina tiene cosas en común con la fotografía de tierra que es que vas a enmarcar la foto correctamente, tener la luz correcta, pero tienes una complejidad incontrolable. (…) Tienes que aprender a armarte de paciencia porque hay veces que cuando quieres sacar una buena foto, bajar en algunas zonas, puedes trabajar un mes y volver con las manos vacías. El problema es que hay un tema económico también porque tienes que trabajar un mes o ir a un lugar es muy caro y eso hace de la fotografía submarina una de las más caras que hay. (…) La luz es fundamental, necesitas buenos equipos porque necesitas iluminar, flash o luces. Necesitas aguas limpias, que los animales estén y si quieren jugar el juego. Entonces de alguna manera tener ese respeto, esperar y cuando la oportunidad se presenta, tomarla. Es compleja, sin lugar a dudas la más difícil que existe, pero si te armas de paciencia y tienes la experiencia de ser un buen buzo (o apneista) y tener conocimiento de los animales, tarde o temprano te va a llevar.

Del banco al mar

“Estás loco”. Esa es, quizás, una frase repetitiva en las grandes decisiones de Philip. Se lo dijeron cuando terminó de estudiar Historia en Chile y decidió ir a estudiar Economía a Suiza sin dinero. Y luego cuando decidió dejar su exitosa trayectoria de 25 años como gerente de un banco internacional para dedicarse a la vida submarina.

©Philip Hamilton/ Instagram @philip.hamilton.photography
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Pero para él lo loco es mantenerse dentro de las zonas de confort. “Ninguna de estas decisiones las tomé de loco, al contrario, como humano solo evolucionamos cuando salimos de lo que nos tiene cómodos, si no salimos de ahí traemos nada positivo”, dice, al mismo tiempo que todas son decisiones meditadas y bien pensadas, más que impulsivas: “Hace 20 años atrás no me podía permitir con niños chicos dedicarme a la fotografía”.

En relación a eso, apunta a dos cosas primordiales: ser un excelente buzo y apneista, y estudiar para entender a los animales y los ecosistemas marinos. Eso le tomó años de perfección, mejoramiento y adquirir experiencia, hasta que lo logró. Con todo eso, dice, se puede ser un excelente fotógrafo.

©Philip Hamilton (2)
©Philip Hamilton/ Instagram @philip.hamilton.photography

“¿Sabía yo hace 15 años atrás que iba a terminar en esto? Desde luego que no, pero se dieron las evoluciones, las condiciones y la evolución profesional llegó un momento en mi vida que me dije que tenía que hacer algo más, algo bien para el planeta y el futuro de mis hijos, que va más allá de garantizarles educación y un cierto desarrollo personal. El momento que tomé la decisión, no fue de locos, yo sabía que durante 5 años no iba a ganar nada, pero hay una estrategia de planificación”, explica.

¿Y cómo fue el apoyo de tu familia en esa decisión?

Total, ni siquiera fue una discusión. Es más, en un momento cuando ya había decidido lanzarme a los océanos y la conservación, me seguían cayendo ofertas de trabajo y me ofrecieron hacerme gerente general de un banco de inversiones. Se lo mencioné a mi esposa y me dijo: ‘¡Estás loco! Ya tomaste la decisión de irte a hacer conservación y lo que te apasiona, no vas a empezar a pensarlo de nuevo y aceptar una oferta’. Entonces, bueno, la discusión no duró ni un minuto y medio jaja.

Antes de hacer este cambio, ¿aportabas activamente a la conservación marina?

Desde hace años que dono todo mi trabajo gratis a todas las ONG. Hace un mes atrás le firmé un contrato a Oceana y les regalé fotos, esta semana le estoy regalando fotos a una ONG de conservación de tortugas marinas. Dono todo mi trabajo para esos propósitos. Lo hago todos los días y siempre lo hice.

©Philip Hamilton (8)
©Philip Hamilton/ Instagram @philip.hamilton.photography

¿Cómo te ha servido tu antiguo trabajo, y contactos, para la actividad a la que te dedicas actualmente?

Sí, muchísimo. Por dos razones, la primera es que todas las películas que estoy haciendo están financiadas por fundaciones, por privados o asociaciones de gente que muchas tenían relación con el trabajo que hacía. Yo les llevo un proyecto, les explico su importancia y, de alguna manera, me ayudan. Yo no he ganado nada y eso hace más fácil que me ayuden porque yo les paso un presupuesto y cumplo con eso y los tiempos. Estamos hablando de presupuestos de cientos de miles de dólares. Es como manejar una empresa. Hice finanzas corporativas, hice la mesa del dinero, financié muchísimas empresas y gobiernos entonces para mi esto es como una metodología de negocio. (…) Es complejo porque desde conseguir los fondos, a la gente, manejar esa gente, la parte legal, la estructura lo hace bien difícil para muchas personas que no tienen formación de negocios.

Ocean Souls y los trabajo en pos de la conservación

En 2018, Philip lanzó el libro Call of the Blue, que recopiló su trabajo fotográfico de años y que congregó a más de 20 “guardianes globales del océano”. El lanzamiento fue en el pasillo principal del Museo de Historia Natural de Londres, bajo un esqueleto de ballena azul suspendido en el techo.

Días después, el curador de mamíferos del museo lo llamó a almorzar. En dicha instancia, le mostró “un palito de unos centímetros”, como explica Philip. Y le dijo que hiciera algo con eso: era un “tapón” de oído de ballena, donde guarda la cera que secretó de por vida. El profesional le había hecho un análisis de cortisol (la hormona del estrés) y lo comparó con los años que había vivido.

©Philip Hamilton/ Instagram @philip.hamilton.photography
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Entre sus conclusiones, de cerca de 80 años, registraba estrés en la época que se permitía la caza de ballenas. Bajó cuando se prohibió y, actualmente, hasta su muerte, estuvo incluso más alta que en la época de caza. “Con eso te das cuenta de que a pesar de que no se permita la caza, los animales están estresados y que han un problema con nuestra influencia, como nos relacionamos con el medio ambiente (…) Eso, más la noticia que salió un tipo después de que Japón se salía de la Comisión Ballenera Internacional, fueron como señales de que tenía una misión”, explica Philip.

Pero hacer una película de cetáceos no es ni fácil ni barato. Ni tampoco Philip consideraba que podían tomarse 10 años para hacerla, porque la urgencia es ahora. “Tenía mi determinación, mis conocimientos de negocios, pero me faltaban fondos para cubrir los gastos mínimos. Me decidí a usar la red de contactos de mi libro y los invité a participar. Les dije que no tenía dinero, pero que íbamos a hacer algo increíble”, dice Philip.

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Así, se logró movilizar a una red de científicos y documentalistas para formar Ocean Souls, un documental que es considerado uno de los más grandes de cetáceos del mundo y que ha ganado ocho galardones, hasta el momento, en festivales internacionales. “Con la película la gente llora de emoción porque es un viaje humano, no de entretenimiento. Es una experiencia humana”, dice.

¿Cuáles fueron los desafíos para contactar a todos estos fotógrafos, científicos en pos de este bien común? ¿Y finalmente, cuando ya tenías todo, cómo fue ya tener toda esta cantidad de material para seguir una línea narrativa?

Enorme. La narración la tenía clara. La idea es que la gente que viera la película sintiera que los cetáceos son hermanos nuestros. Quería crear un vínculo único, llegar al corazón de la gente. Entonces el problema era el conseguir los videos que me ayudaran a ilustrar lo narrativo. La verdad es que contactamos a unos 300 documentalistas de los cuales como 120 dijeron que sí. La respuesta fue impresionante. Fue, eso sí, un problema logístico muy grande porque yo tenía un equipo de gente pequeño y teníamos que hacer todos los contratos. Estamos hablando de contactar a más de 300 personas. Pero si vienes de empresa o industria es casi como un negocio. Recibimos tanto material que eran como 15 terabytes. Con eso podría hacer 5 documentales, pero tuve la suerte de tener un editor francés extraordinario y otro colega del también muy bueno. Pasamos mucho tiempo juntos, nos comunicamos bien y fácil, entonces entendieron rápidamente lo que yo quería hacer, que era algo diferente. Agarraron vuelo en la buena dirección y la verdad es que yo pensé que la edición iba a ser más compleja, pero logramos hacerlo. Ellos estaban dispuestos a salirse de los estereotipos, a largo y tiempo que yo lo quería.

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¿Por qué lo lograron en tan poco tiempo (menos de cinco años)?

No es que tuviéramos tiempo fijo, sino que avanzamos rápido y no dejamos de avanzar. Nos encontramos con el Covid y nos pusimos a editar. Las últimas grabaciones fueron bajo restricciones sanitarias y todo el periodo de estudio de mixing, diseño de sonido y edición fue en cuarentena. Hice como 7 viajes a París esos meses. Yo creo que llegó ese momento que nos dimos cuenta de que seguir filmando iba a ser más complejo decidimos ir al estudio a editar. No paramos.

¿Qué es lo que más te atrae de los cetáceos?

Es un mamífero. Se pueden tener relaciones con mantarrayas e incluso con pulpos, como lo vimos en el documental que ganó el Óscar. Puedes tener afinidades y querer mucho a tiburones, mantas, tortugas, pero los cetáceos son mamíferos cercanos a nosotros. Cuando los estudias y te vas informando, te das cuentas de que son MUY parecidos a nosotros, en términos de su organización social, su familia, cuando aprendes de ellos te das cuenta de que cuando te miran lo hacen con otros ojos. Cuando veo a un delfín, yo me empiezo a imaginar qué pasa por tu mente porque hay una afinidad, respeto, te hacen un regalo porque te vienen a ver.

©Philip Hamilton (10)
©Philip Hamilton/ Instagram @philip.hamilton.photography

Me imagino que uno, no cualquiera los puede fotografiar y dos, no debe ser fácil fotografiarlos. En este sentido, ¿qué es lo que más hay que tener en cuenta al momento de fotografiarlos y si puedes recordar algún momento especial cuando fotografiaban alguno?

Sí, punto uno, aparte de los delfines que en la gran mayoría del mundo no hay restricciones para meterse en el agua con ellos, las ballenas en todas partes del mundo tienen restricciones. Vale decir que es ilegal interferir con ellas, acercarte o meterte al agua. Entonces, necesitas permisos del gobierno en todas partes del mundo. Eso es lo más administrativo. Luego, sobre la fotografía misma es complicado, porque yo he estado metido y tengo visibilidad de 8 metros y llega una ballena de 30. Tú dime, ¿Cómo voy a sacar una foto? Imposible. Ahora, a veces tocan cosas de ensueño. Me tocó hace dos años que me encontré con una ballena azul con su bebe. Venían de frente a frente, nosotros en apnea y la verdad que ni se inmutaron, el pequeñito se dio cuenta. Entonces eso con aguas cristalinas, tranquilas, en el es un regalo de naturaleza. Tengo muchas historias, como encontrarme con 24 cachalotes yo solo, nadie más, y que de alguna manera sientes que te adoptan. Sientes una curiosidad, te metes al agua, después se dan vuelta, mostrando su vientre que es su parte más sensible, entonces es un gesto de confianza. (…) Es crear estos vínculos rápidos y los sabes respetar. Tienes que saber cómo acercarte, dentro de las dificultades de la fotografía, la experiencia mental, para no acercarse muy rápido, agresivo, acercarse lento, y desde luego entender a los animales.

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©Philip Hamilton/ Instagram @philip.hamilton.photography

¿Eso es en apnea?

Principalmente. Todas las otras ballenas no dejan de moverse. Entonces son tomas rápidas y cortas, después vuelves al barco, a salir y al agua. Ahora, si bajas con tanque y bajas profundo puedes hacer una toma, pero después hay que hacer un proceso para subir. No quieres subir ni bajar muy rápido porque estás respirando aire comprimido. La gran mayoría del trabajo con cetáceos se hace en apnea.

Lo audiovisual para la conservación

Para Philip, lo audiovisual ha sido una herramienta de conservación desde que llegó la fotografía. Dice que si Yellowstone y Yosemite se dieron a conocer y se transformaron en Parques Nacionales por las fotografías en blanco y negro, hoy deberíamos poder compartir información importante para lograr cambios.

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©Philip Hamilton/ Instagram @philip.hamilton.photography

De ahí, sus pasos actuales. Hoy, Bosques Azules se traducirá al inglés para extender la temática y la importancia de los bosques de algas al mundo. Luego, sus próximos proyectos se centrarán en un documental de ballenas del que no entrega mayores detalles por confidencialidad y está elaborando Red, un documental sobre el mar rojo y la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) y que saldrá a principios del año próximo. Así, dice, se busca generar conciencia y seguir avanzando en la conservación de la vida marina. “El problema no es lo audiovisual como medio de comunicación o conservación, sino el cómo se utiliza”, finaliza.

*Puedes revisar más información sobre Philip Hamilton y sus proyectos en su página web, la página de Ocean Souls y su Instagram.

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