El guayacán: un árbol endémico e «isla de fertilidad» que está en riesgo de desaparecer
El guayacán es un árbol endémico del país, propio de los climas áridos y semi-áridos. En esos lugares de poca precipitación, sus largas raíces se introducen en la tierra y traen agua desde lo profundo hasta la superficie; a la vez que su sombra genera un microclima que se transforma en un hogar ideal para plantas y hierbas. Lamentablemente, estimaciones de expertos señalan que en 36 años su población podría disminuir hasta en un 40%, en gran parte producto de la falta de precipitaciones, que ha reducido alarmantemente su tasa de germinación. A esta causa natural, se le suman actividades antrópicas que han modificado su hábitat, como son la minería, los proyectos agrícolas e inmobiliarios. ¿Quieres saber más de esta especie? Te lo contamos en la siguiente nota.
Desde el norte de la Región de Coquimbo, en la Provincia de Elqui, hasta el norte de la de la Región de O’Higgins, en Colchagua, habita el guayacán (Porlieria chilensis), un arbusto o árbol pequeño, endémico – es decir, que sólo habita en estas zonas – y que se ha adaptado para vivir a todo lo ancho del territorio: desde la costa hasta la cordillera, a través de quebradas y valles, y que ha llegado a colonizar territorios de hasta 1.300 metros en la altura y allí puede ser visto entre las altas laderas asoleadas de los cerros de la zona norte y centro de Chile.
Categorizado como «vulnerable» por el Ministerio de Medioambiente, suele ser identificado como un arbusto pequeño en el norte, aunque si tiene el agua suficiente, como en es el caso de la zona central, su tronco de corteza gris cenicienta es capaz de alcanzar una altura de 6 metros, y una copa de 20 metros de diámetro que da sombra a todas las hierbas y plantas que crecen a su alrededor.
Es un árbol de crecimiento lento, y aún no se conoce con exactitud cuánto tiempo podría demorar en llegar a su etapa adulta. A medida que lo hace, de sus ramas que son gruesas y retorcidas nacen unas hojas simétricas que miden entre 1.5 y 3.5 centímetros, las cuales son opuestas – lo que también se denomina paripinadas – y se presentan en parejas de hasta 18 pares. Además, ellas cuentan con la capacidad de plegarse sobre sí mismas cuando ya se ha ido el sol en la noche.
El guayacán: una «isla de fertilidad» en lugares con poca agua
El guayacán es una especie que se encuentra principalmente en zonas áridas y semi-áridas, y en ellas cumple un rol fundamental para el mantenimiento ecosistémico: sirve como medio para el movimiento pasivo del agua a través de sus raíces profundas, desde la capa freática hasta las zonas superficiales.
“Muchas especies de plantas, particularmente las anuales como las herbáceas, al tener las raíces muy cortas y superficiales no logran acceder a esas fuentes de agua (capa freática), y sólo alcanzan a absorber el agua que viene de la lluvia, la que se queda en los primeros centímetros del suelo. Lo que hace el guayacán es que, por medio de las raíces, levanta esta agua que es luego redistribuida en las capas superficiales, permitiendo que las plantas que están cerca de este árbol, o bien debajo de su copa, tengan acceso a ella”, indicó a Ladera Sur Andrea Loayza, investigadora del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB) y una de las autoras del informe sobre el “Estado de conservación de Porliera chilensis”.
En dicho informe, se indica que el suelo que circunda al guayacán está provisto no sólo de una mayor humedad, sino que también de una mayor riqueza de nutrientes, la cual podría ser explicada en parte por los minerales que también son arrastrados desde el subsuelo, aunque Loayza agrega que las hojas que se desprenden del árbol también aportan nutrientes a los ejemplares de hierbas y plantas que lo acompañan.
De esta manera, se genera lo que Loayza llama una “isla de fertilidad”, en suelos que adolecen de una falta de agua y nutrientes, lo que en otros escenarios dificultaría el reclutamiento de plantas, es decir, la incorporación de individuos a una población. Además de estos aportes, el guayacán provee de sombra a estas plantas, la cual reduce la evaporación de agua desde el suelo, manteniendo la humedad y generando un “microclima” con temperaturas menores al resto del ambiente.
Además de la importancia que tiene esta especie a nivel ecosistémico, también destaca su relevancia artesanal a nivel local. Su madera suele ser muy apreciada por pequeños manufactureros, quienes la usan para elaborar artesanías. Esto debido a que presenta una gran dureza, además de ser llamativa por su color amarillo en la periferia y, a medida que nos acercamos al centro, aparecen tonalidades negras y verdosas. De ella se confeccionan productos domésticos como cucharas, peinetas y varios otros utensilios, sobretodo en la IV Región, cuyo comercio constituye una importante fuente de ingresos.
El guayacán también tiene una amplia presencia a nivel cultural, en la medicina tradicional de Chile, y de hecho, es parte del catálogo de Medicamentos Herbáceos Tradicionales del Ministerio de Salud. Allí, se hace énfasis en que este árbol ha estado presente en las primeras farmacopeas chilenas, algunas tan antiguas que datan de 1886. Para propósitos medicinales, se puede encontrar generalmente con el nombre de “palo santo chileno” y se presentar en un formato de corteza, aunque también se utilizan otras partes del árbol. Antiguamente en Coquimbo se solía ocupar su resina como una tintura, y con partes del tallo se pueden preparar infusiones que aliviarían algunas dolencias como el resfrío, afecciones renales y reumáticas, además de la fiebre.
Más adultos que plántulas: una población envejecida que no puede renovarse
El informe “Estado de conservación de Porlieria chilensis”, considerado por algunos expertos como uno de los más completos a nivel nacional, se realizó considerando todo el rango de distribución de la especie, que se reduce tan sólo a las regiones de O’Higgins, Metropolitana, Valparaíso y Coquimbo – siendo esta última la que concentra una mayor cantidad de individuos. A nivel nacional, la población de guayacanes se estimó en unos 7 millones de ejemplares, y de esa cantidad, un 81.5% corresponden a ejemplares adultos, en contraste al tan sólo 1.5% de plántulas, que es el primer estadio de desarrollo desde que una planta germina a partir de una semilla.
Según Loayza, esto se debe a la alarmante disminución de las precipitaciones, que en la cuarta región fue de al menos un 75%, pasando de los 200 mm anuales en los registros del siglo XX (hace tres generaciones de guayacán), a un promedio actual que rondaría los 50 mm desde los últimos 3 años.
“Una vez que el guayacán logra llegar a la adultez, es capaz de persistir ante la falta de agua: puede perder todas las hojas y mantenerse vivo por debajo del suelo, únicamente en sus raíces. Sin embargo, esta escasez de agua hace que las semillas no germinen. Y si alguna lo logra, luego las pequeñas plántulas que salen de las semillas, que lo harán en una muy baja proporción (entre un 5% y 40%) van a tener asociada una alta tasa de mortalidad, ya que son muy sensibles a la falta de agua. Esto provoca que la especie a nivel de población no se regenera por semilla. Considerando el extenso período de sequía que se ha experimentado en estas zonas, entonces tiene que haber un período de varios años consecutivos de lluvia para que haya una regeneración de la especie”, agregó Loayza.
Una sentencia a muerte que la experta del IEB ha comprobado empíricamente. Al realizar las investigaciones para el informe “Estado de conservación de Porlieria chilensis”, Loayza y el grupo de científicos encargado realizaron visitas en terreno a los lugares donde habita el guayacán. Delimitaron parcelas, y marcaron a todos los individuos de esta especie que encontraron con placas de metal y cintas de colores, con el fin de reconocerlos, y medir su supervivencia.
A principios de 2013, el equipo encontró un único lugar con plántulas de guayacán a nivel nacional, el cual se ubica en la Región de Valparaíso, más concretamente en la localidad de La Ñipa. Al año siguiente, cuando el equipo regresó para monitorear estas plántulas, los resultados no fueron alentadores: “volvimos al lugar y revisamos a cada planta, contabilizando cuántas estaban vivas y las que habían muerto: no sobrevivió ninguna. Esas eran plántulas que habían crecido, lo que nos pudo hacer pensar que aún esa población contaba con reclutamiento, pero hubo una mortalidad total, y no sobrevivieron el año. E incluso los ejemplares adultos de la zona eran muy pequeños, y no tenían mucha reproducción».
Esta situación ha provocado que la pirámide poblacional del guayacán esté invertida, con un envejecimiento que se traduce en muchos adultos pero poco desarrollo en etapas previas, y además, con la mencionada escasa regeneración por semilla. Eso sí, según Antonio Vita, profesor titular de la Facultad de Ciencias Forestales y Conservación de la Naturaleza de la Universidad de Chile, a pesar de esto el árbol ha demostrado una buena regeneración vegetativa a través de sus raíces: «hemos tenido experiencias de cortar raíces a cierta distancia de un individuo de guayacán y luego ver como desde ahí se emite un nuevo ejemplar. Esto explica que a veces pueda encontrarse una maraña de guayacanes, varios juntos, generalmente en zonas al sur de la cuarta región y en Santiago. Se han llegado a identificar extensiones de hasta 100 metros cuadrados de ejemplares unidos entre sí por las raíces».
Un futuro que hasta ahora es poco alentador
La dureza de la madera del árbol de guayacán es un atributo que históricamente no le ha traído muchos réditos a la especie, debido a que la hizo ser muy cotizada y depredada por el ser humano en el pasado. Según Loayza, esta materia prima fue extensamente requerida desde al menos principios del Siglo XX, con el propósito de confeccionar herramientas, cercos, o utilizar partes de este árbol como leña. De hecho, en algún momento, para reemplazar engranajes de máquinas, se utilizaban partes hechas de guayacán. La gran demanda que tuvo impulsó un proceso de tala masiva, lo cual explicaría en gran parte su disminución poblacional.
De hecho, según se indica en el estudio “Estado de Conservación de Porliera Chilensis”, en los últimos 150 años la población de esta especie ha tenido una disminución de al menos un 30% a nivel nacional, y una reducción del hábitat que varía entre un 37% y 44%. Cifras que sorprenden considerando que este cambio se ha dado en tan sólo tres generaciones de guayacán, tomando como referencia que cada generación de este árbol se desarrolla en un tiempo de 50 años.
La desaparición de la población no sólo estaría explicada en la falta de precipitación, sino que también hay otras razones de tipo antrópicas, las cuáles han perjudicado la supervivencia de esta especie y han modificado su hábitat. Este es el caso de la minería, actividad que especialmente en el caso de la Región de Coquimbo y que ha eliminado áreas con miles de ejemplares de guayacán, para realizar obras de excavaciones o relleno de relaves.
Junto a la minería, el guayacán de esta región se ha visto enfrentado a otra amenaza: la ganadería. De hecho, según Loayza, Coquimbo cuenta con la mayor densidad poblacional de cabras de Chile, y para estos animales este árbol tendría un muy buen sabor: “el problema se da principalmente a un nivel local, cuando se realizan labores de pastoreo. Cuando las cabras se acercan al matorral de los cerros, la primera especie que van a consumir es el guayacán. Entonces lo mantienen chico, no lo dejan crecer. Al imposibilitarle su crecimiento reducen la cantidad de energía que tiene, y es imposible que una planta así pueda producir flores para reproducirse, porque en vez de ello tienen que estar generando hojas nuevas que le aporten energía para sobrevivir”.
Otra actividad que ha impactado a gran escala el hábitat de este árbol endémico es la agricultura, sobretodo en la Región de Valparaíso. Según Vita, uno de los cultivos que ha producido una mayor disminución en la cantidad de hábitat disponible para el guayacán es el palto: «normalmente los cultivos agrícolas suelen hacerse en lugares planos o de poca pendiente, pero en el caso particular del palto, este requiere de buen drenaje, es decir, que no se acumule el agua. Esto se logra en lugares con pendiente, mismos sitios en donde habita el guayacán. Esta práctica agrícola ha sido un problema que también ha afectado a todo lo que es vegetación esclerófila y espinosa de la Zona Central». De esta manera, para realizar las plantaciones de palto las empresas agrícolas habrían eliminado cientos de hectáreas de bosque o matorral de las laderas de los cerros, que según Vita, se puede advertir con claridad en zonas como Las Chilcas, en el Valle del Aconcagua, donde los paltos ya dominan las cuestas.
Una de las amenazas que ha surgido de manera más reciente para el guayacán ha sido el desarrollo inmobiliario, que ha visto un incremento constante en el número de compra-venta de parcelas y terrenos, muchas veces en lugares donde podría tener presencia este árbol endémico. Según Vita, se han identificado varios guayacanes en lugares precordilleranos de la comuna de La Reina, y agrega que, si se encuentran allí, es posible que también estén presentes en otras comunas con áreas precordilleranas como Lo Barnechea, Vitacura, Las Condes, Peñalolén y La Florida, todas con presencia de terrenos en altura, entre los 800 o 1.200 metros sobre el nivel del mar.
Si se mantienen las condiciones que están perjudicando la subsistencia del guayacán, las consecuencias pueden ser muy adversas. Según el informe “Estado de Conservación de Porliera chilensis”, la proyección es que en los próximos 36 años disminuya hasta en un 40% su población a nivel nacional. Afortunadamente, el peligro de que esta especie desaparezca del todo a futuro sigue siendo bajo: tan sólo habría un 10% de probabilidad que esto ocurra en los próximos 100 años. Esto se explicaría principalmente debido a su extensa distribución a lo largo del territorio y la gran variedad de tipos de hábitat en los que vive.
Sin embargo, un riesgo que sí advierte Loayza es que la especie desaparezca a nivel regional, en zonas donde ya presenta un bajo número poblacional. “Hay localidades en las cuales sí puede extinguirse localmente. Por ejemplo, en la Región de Bernardo O´Higgins, solo hemos visto una población, entonces si desaparece esa población, se pierde de toda la región. Y no es la única, ya que en Valparaíso también quedan pocas poblaciones”, concluyó Loayza.