Algunos pasan buena parte de su tiempo enterrados, como las almejas. Otros ostentan extravagantes colores y formas, como las babosas de mar o nudibranquios que poseen una espalda “en llamas”. Qué decir de las lapas o caracoles que desde tiempos remotos han sustentado a pueblos como los yaganes. También están los quitones o chitones que parecen estar pegados a las rocas cuál calcomanía. Aunque muchos no sean animales “carismáticos”, lo cierto es que los moluscos son de un gran interés y relevancia para los ecosistemas marinos del país, incluyendo las transitadas aguas del estrecho de Magallanes, un canal natural donde se reúnen los océanos Pacífico y Atlántico, y que ha protagonizado históricas expediciones.

Nudibranquio o babosa marina (Aeolidia campbellii) ©Gonzalo Arriagada
Nudibranquio o babosa marina (Aeolidia campbellii) ©Gonzalo Arriagada

En efecto, la Región de Magallanes constituye una de las áreas geográficas con mayor diversidad de moluscos en la costa chilena. Sin embargo, no existía una lista completa y actualizada sobre las especies que habitan en el estrecho de Magallanes. Hasta ahora.

Hace un tiempo atrás, la rigurosa labor de unificar, filtrar y actualizar toda la información disponible sobre estos animales fue asumida por el ahora biólogo marino Samuel Alcaino, para su tesis de pregrado en la Universidad de Magallanes, con la colaboración de Leslie Novoa, Sebastián Rosenfeld y el destacado taxónomo Cristian Aldea. Así realizaron una exhaustiva revisión bibliográfica de más de 300 artículos científicos generados en un periodo de 200 años, desde la emblemática expedición del Beagle en el siglo XIX hasta 2019, que incluyeran muestras de tres grandes grupos de moluscos del estrecho de Magallanes: los gastrópodos (como los caracoles de mar), los bivalvos (como las almejas) y los poliplacóforos (como los quitones o chitones).

Quitón o chitón (Tonicia spp.) ©Gonzalo Arriagada
Quitón o chitón (Tonicia spp.) ©Gonzalo Arriagada

Si bien se contabilizaban para la zona 133 especies de moluscos en total, según la última actualización del año 2006, el estudio de los investigadores de la Universidad de Magallanes, publicado hace unos días en la revista científica ZooKeys, reveló que en realidad existían 303 especies, es decir, la riqueza de moluscos aumentó en un 228%.

“Nos encontramos con una sorpresa. Nosotros pensábamos que el estrecho de Magallanes, al ser un canal tan transitado, podría tener un buen catastro de la biodiversidad de moluscos, pero haciendo la recopilación histórica, encontramos una riqueza de moluscos superior a la previamente reportada. En la lista nombramos alrededor de 170 especies más de las que estaban reportadas en el año 2006”, explica Sebastián Rosenfeld, investigador de la Universidad de Magallanes y estudiante de Doctorado en Ciencias, mención Ecología y Biología Evolutiva, de la Universidad de Chile.

Para hacerse una idea, los primeros datos científicos sobre estos animales en el estrecho fueron generados a partir del siglo XIX por naturalistas europeos que se embarcaron en diversas expediciones, como el contramaestre del famoso HMS Beagle, Phillip Parker King, quien publicó el primer reporte de moluscos de la zona en el año 1832.

Estrecho de Magallanes en 1830 – Memoria Chilena
Estrecho de Magallanes en 1830. Memoria Chilena

Desde ese entonces, han surgido varios trabajos de distintos autores que incluyen a estos organismos. También se han realizado inventarios sobre las especies de la zona, siendo los últimos publicados en 2006, como uno que reportó 116 especies de gastrópodos y bivalvos, y otro que registró 17 especies a poliplacóforos.

No obstante, el actual estudio constató – luego de analizar más de 2.500 registros – la presencia de 303 especies en las aguas del estrecho.

Caracol marino entre las algas (Margarella violacea) ©Mathias Hüne
Caracol marino entre las algas (Margarella violacea) ©Mathias Hüne

Esta labor no es menor, considerando que cada investigación ocupa metodologías o criterios diferentes, a lo que se suman algunos contratiempos o modificaciones importantes que pudieron ocurrir en los dos siglos examinados, por ejemplo, registros erróneos, cambios en la clasificación de algunos animales (nombres antiguos que en la actualidad no son válidos), o descripciones de nuevas especies como ha ocurrido – a nivel regional – con la lapa del canal Beagle, reportada en 2018, que fue bautizada como Nacella yaghana en honor al pueblo yagán.

Asimismo, se encontraron 44 especies adicionales que, para el estrecho, fueron calificadas como “dudosas”.

¿Por ejemplo? Un caracol tropical en aguas magallánicas.

“Hay que pensar en todas las expediciones que pasaron por el estrecho de Magallanes, que era como el canal de Panamá por los años 1800. De repente hay registros de moluscos tropicales, como el típico caracol grande, que cuando tú ves la localidad tipo, es decir, el lugar donde el naturalista colectó y describió a la especie, aparece ‘estrecho de Magallanes’. Eso se ha atribuido en la historia a los errores en el etiquetado de la época. A veces los naturalistas no viajaban en los barcos y le llegaban las muestras por terceros, y probablemente el marinero le mandaba cualquier cosa, y no tenemos el procedimiento científico de ir al lugar donde fue descrito, y comprobar que no está, así que se califica como registro dudoso porque es una especie tropical, no debería estar en Magallanes”, detalla Rosenfeld, quien también colabora como investigador en el Laboratorio de Ecología Molecular (LEM) y el proyecto anillo Antártico GAB (PIA CONICYT ACT172065)..

Estrecho de Magallanes selva en las márgenes del Río Sedger 1835 – Memoria Chilena
Estrecho de Magallanes en 1835. Memoria Chilena

De hecho, en esas épocas no existía mucha claridad sobre la clasificación de las especies – conocida como taxonomía-, entonces algunos exploradores, en especial aquellos más amateur, denominaron a algunos ejemplares de este rincón del planeta con nombres que correspondían a animales del hemisferio norte, por el simple hecho de encontrarlos parecidas.

Para explicarlo, Rosenfeld cuenta el caso de un caracol conocido localmente como lapa o maucho (Nacella magellanica). Antaño se creía que esta especie pertenecía al género Patella, “porque Patella es la especie del hemisferio norte, entonces cuando pasaron los naturalistas en el 1800 la vieron y la encontraron parecida a lo que vieron en la costa de California, por ejemplo, entonces le pusieron Patella magellanica. Después con el tiempo, a medida que el conocimiento fue aumentando en el hemisferio sur, los naturalistas se fueron dando cuenta que en realidad los géneros de acá tenían otros rasgos que no compartían con el hemisferio norte, y por lo tanto fueron describiendo los géneros de acá, y se estableció Nacella. Así sucedió con muchos otros grupos”, relata Rosenfeld.

Lo anterior no es banal ya que los mauchos o caracoles del género Nacella son, precisamente, “un emblema en Magallanes, porque son muy comunes, están presentes en gran parte de la costa del estrecho”.

La diversa vecindad

La amplia variedad de hábitats existentes en el estrecho de Magallanes explicaría su importante riqueza de moluscos, los cuales viven en playas de arena o de roca, fondos blandos, bosques de algas y terrazas marinas, por nombrar algunas moradas.

Caracol, lapa o maucho (Nacella mytilina) ©Mathias Hüne
Caracol, lapa o maucho (Nacella mytilina) ©Mathias Hüne

En estos desapercibidos parajes – para el ojo humano – es donde se encuentran los icónicos mauchos o caracoles del género Nacella, los cuales “van consumiendo todo lo que se va asentando en la roca, entonces, si hay un alga que domina mucho el espacio, estos caracoles se la comen y dejan el espacio libre para que llegue otra especie. La estructura de estas comunidades intermareales está un poco determinada por estas especies claves”, añade Rosenfeld.

La relevancia de la Nacella no se limita a lo anterior, ya que desde tiempos remotos han formado parte de la dieta de pueblos originarios como el yagán, quienes hasta la actualidad preparan empanadas de mauchos. Así mismo ocurre con estrellas de mar o aves marinas que también se alimentan de ellas.

Otras criaturas comunes en el estrecho son el chitón espinoso (Plaxiphora aurata), los caracoles trophon (con representantes más frecuentes como Trophon geversianus), e incluso algunas de interés comercial como el ostión patagónico (Zygochlamys patagonica).

Caracol trophon (Trophon plicatus) ©Gonzalo Arriagada
Caracol trophon (Trophon plicatus) ©Gonzalo Arriagada

También se encuentran los denominados micromoluscos, aquellos de diminuta talla que pertenecen a géneros como Eatoniella, que viven en lugares muy específicos, entre medio de algas calcáreas, y cuyos adultos de ciertas especies no superan los tres milímetros. A simple vista, se ven como pequeños puntos negros.

El investigador de la Universidad de Magallanes asegura que “los micromoluscos son super desconocidos. Si a los macromoluscos no los conocemos lo suficiente, imagínate a los micromoluscos”.

Lo cierto es que no se trata de una mera percepción.

De hecho, la investigación publicada en ZooKeys analizó de forma espacial la cantidad de especies reportadas en los distintos sectores del estrecho de Magallanes. Para ello, el equipo estableció grillas o cuadrículas en un mapa de este lugar, donde cada celda corresponde a un punto geográfico específico donde los distintos estudios registraron a los moluscos.

Caracol (Pareuthria spp.) ©Mathias Hüne
Caracol (Pareuthria spp.) ©Mathias Hüne

De esa forma observaron los esfuerzos de muestreo, es decir, cuáles eran los sitios más investigados y, a su vez, los menos explorados cuya biodiversidad de moluscos estaría, a todas luces, subrepresentada.

Al respecto, Rosenfeld detalla que “el Fuerte Bulnes y Punta Arenas eran los sitios con mayor diversidad de especies reportadas. Cuando te vas hacia los extremos del canal, por el lado del Pacífico y Atlántico, hay menos registros, es decir, no es que la zona sea menos diversa, sino que hay menos muestreo ahí”.

De esa manera queda de manifiesto que falta mucho por conocer. “Si el estrecho de Magallanes es el canal más investigado dentro de la región, ¿qué podemos esperar para los otros sectores de la región? ¿Qué pasará para el Beagle o el Cabo de Hornos?”, se pregunta el investigador.

Son tantos los vacíos de conocimiento, que Rosenfeld agrega que “aun así, si pensamos que los moluscos, dentro de los invertebrados marinos, son más conocidos, qué pasará para los otros grupos como poliquetos, esponjas marinas, etc. Estamos en un contexto de cambio global, de cambio climático y de fragmentación de ecosistemas, entonces, estamos en un momento super complejo. Si no tenemos claro los listados de especies y la línea de base, es complicado responder y anticipar distintos escenarios”.

Por ello la contribución de esta investigación no solo radica en la necesaria unificación y actualización de información sobre las especies de moluscos, sino también en la puesta a disposición – de forma gratuita y digital – de todos los datos recopilados y filtrados por el estudio, a través de la plataforma de la Global Biodiversity Information Facility (GBIF), una iniciativa colaborativa que reúne datos de biodiversidad de múltiples partes del mundo.

Además, el apoyo y financiamiento de áreas como la taxonomía son fundamentales para conocer los aspectos más básicos sobre la biodiversidad, sin embargo, han sido relegadas a nivel nacional. En ese sentido, es muy probable que todavía existan varias especies de moluscos que no son descubiertas o descritas por la ciencia.

Caracol marino (Margarella violacea) ©Mathias Hüne
Caracol marino (Margarella violacea) ©Mathias Hüne

Esto no es una nimiedad si consideramos los riesgos que reviste la falta de información, por ejemplo, ante los impactos humanos sobre estos animales que podrían ser subestimados y evaluados de forma pobre, traduciéndose en los casos hipotéticos más graves en la extinción de especies sin que nos percatemos de tal desaparición.

En Magallanes el reto no es menor, en especial en términos de la conectividad, ya que hay zonas remotas y de difícil acceso cuya naturaleza nunca ha sido explorada ni evaluada, y que podría eventualmente correr riesgo de sufrir distintos impactos de origen humano.

“El gran desafío es abrir los ojos hacia la biodiversidad, en muchos grupos, ya sean moluscos, insectos o crustáceos, sobre todo en aquellos que son poco visibles para muchas personas. Enfrentamos actualmente el cambio climático, la fragmentación de hábitats, entre otros problemas, y en ocasiones encuentras informes de línea base de proyectos donde los inventarios de especies no son tan acabados ni completos, y no reflejan la enorme riqueza de los ecosistemas. Como dicen algunos, hay que hacer un cambio de lente”, remata Rosenfeld.

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