El caso de las islas Galápagos: un ejemplo de la necesidad de ampliar las áreas marinas protegidas en Sudamérica
Hace un tiempo, las fotografías que mostraban más de 200 barcos pesqueros en las cercanías de la Zona Económica Exclusiva de las Islas Galápagos generaron ruido en las redes sociales debido a la evidente presión pesquera en una zona rica en biodiversidad. Sin embargo, según expertos, esta situación se remonta desde hace muchos años atrás, siendo la presión pesquera una de las principales amenazas para las especies marinas de la Reserva Marina de Galápagos. Esto ha llevado a organizaciones a promover la investigación y el desarrollo de una propuesta para la ampliación o la creación de una nueva área marina protegida en el sector, demostrando, además, la necesidad de ampliar la protección marina en el continente, debido a la alta presencia de especies migratorias.
Las islas Galápagos son conocidas por ser un paraíso natural de biodiversidad y un verdadero santuario de la vida terrestre y marina. Un destino para muchos turistas que viajan a conectarse con la naturaleza y conocer especies tan características de la zona como el tiburón martillo (Sphyrna lewini), la tortuga verde marina (Chelonia mydas) o el pingüino de Galápagos (Spheniscus mendiculus) que son parte del increíble paisaje que alberga especies nativas y un alto porcentaje de endemismo (cerca de un 30%) que, de hecho, lo tienen catalogado como Patrimonio Natural de la Humanidad por la Unesco.
Galápagos se ubica en un sitio estratégico donde convergen tres corrientes marinas. Desde el sureste, de Chile y Perú, llega la fría corriente de Humboldt. Desde el noreste, la cálida corriente de Panamá. Y desde el oeste llega una corriente muy rica en nutrientes, llamada de Cromwell. La confluencia entre todas genera la llegada y establecimiento de especies que vienen de diferentes zonas de océano Pacífico, ocasionando un aumento de población de algunas especies marinas. Esta riqueza atrae a barcos pesqueros nacionales e internacionales, los cuáles han pescado especies de atunes y calamares, entre otros, durante años en los alrededores de la Reserva Marina de Galápagos.
La presión pesquera y sus impactos en el área protegida
La presencia de más de 200 buques con banderas Chinas alrededor de la Reserva Marina de Galápagos era lo que impactaba en las fotografías que se viralizaron por medios de comunicación y redes sociales durante el mes de agosto. Lo que para muchos generó alerta por su cercanía al área protegida y la cantidad de barcos, resulta ser una situación que para las comunidades locales y organizaciones es una constante preocupación.
#Guayaquil| Aproximadamente 260 buques de bandera extranjera se encuentran en inmediaciones de la zona económica exclusiva ecuatoriana. Más información 👉https://t.co/weeDcfz5Py pic.twitter.com/p8AkKzZpRn
— Armada del Ecuador (@armada_ecuador) July 16, 2020
Pasa que, en 2017 la presencia de un buque pesquero chino dentro de área marina protegida encendió las alarmas. El barco fue capturado por parte de las autoridades ecuatorianas y sus tripulantes procesados por el delito de pesca ilegal, ya que se detectó que habían pescado cerca de 30 toneladas de tiburones, entre ellos martillos, los cuales se encuentran en «peligro de extinción», de acuerdo a los criterios de la Lista Roja de la Unión Internacional de la Conservación de la Naturaleza (UICN). A raíz de esa situación, se generó un movimiento ciudadano ecuatoriano, que ha tenido respuesta en una serie de organizaciones internacionales.
En este sentido, Eliécer Cruz, director ejecutivo de la ONG Island Conservation, comenta que existe incertidumbre con lo que se está pescando alrededor del área marina protegida: “¿Qué sucede con la flota china? Está integrada por barcos que pescan, otros que cargan combustible y otros que regresan a un país con la pesca. Entonces es una flota, una especie de ‘ciudad flotante’ que tiene todo ahí y no sabemos qué pescan realmente. En esos momentos nos decían que pescaban calamar, pero ¿Qué pasó en 2017?, ¿por qué había tiburones en la flota?”
En teoría, los buques que encendieron las alarmas este año, se encontraban fuera de la Zona Económica Exclusiva (ZEE) de Ecuador, y son parte de todos los buques y barcos pesqueros que pescan en altamar, por lo que no estarían incurriendo en faltas legales. El problema es, justamente, la falta de la regulación de pesca en zonas marinas internacionales e incluso dentro de la ZEE de Ecuador.
“Más allá del caso de estos buques, esta situación es un ejemplo de lo que pasa en altamar. Esto nos permite hablar más de Galápagos, pero es importante entender que los pescadores no son solo los extranjeros, sino que también pescadores de Ecuador que pescan dentro y fuera de la Zona Económica Exclusiva, que tienen un impacto gigantesco en muchas especies”, comenta Maximiliano Bello, experto en política pública oceánica y asesor ejecutivo de Mission Blue.
De acuerdo a lo que explica Susana Cárdenas, científica, profesora e investigadora de la Universidad de San Francisco de Quito, la cantidad de presión que ejercen estos barcos en las cercanías del área protegida es lo preocupante y también cómo esta ha ido aumentando con el tiempo: “es una conservación marina que tiene que pasar más allá de los países y que finalmente debe analizar a qué nivel se quiere explotar estas zonas para poder tener una conservación a largo plazo de los recursos. El llamado es a pensar en políticas de conservación de aguas internacionales”.
La científica también explica que otra preocupación es el tipo de flota y las herramientas que ocupan para la pesca, porque cada una tiene diferentes impactos. Por ejemplo, el uso de dispositivos agregadores de peces -conocidos como DAPs o FADs, según sus siglas en inglés-, los cuales son estructuras flotantes con señuelos para atraer la pesca. “Hemos estado analizando a través del modelaje cómo las corrientes están direccionando a estos dispositivos, y nuestros resultados preliminares muestran que, si se instalan en la parte sureste y de la ZEE de Galápagos, por efecto de las corrientes entran a la reserva”, dice Susana.
Si bien la experta aclara que todavía falta determinar cuánto es este impacto y evaluarlo, Bello puntualiza que el impacto de que los DAPs ingresen a la reserva es que arrastran peces que están protegidos en la zona a una que no lo están, por lo que los pueden pescar: “Es como pescar dentro, sin entrar. Si los DAPs se “plantaran” más lejos, se podría ver que pasarían más alejados de las islas”.
A esto se suma su material, ya que están hechos de plástico, pudiendo contribuir a la contaminación marina. Cárdenas explica que, aunque existen empresas pesqueras que han elaborado sus DAPs con elementos más amigables para el medio ambiente, la cantidad que existen y su efecto de captura es significativo, sobre todo si entran a la reserva, ya que podría ser problemático para la conservación de la vida marina de los océanos.
Otro caso que también ha sido documentado es el de la pesca incidental provocada, sobre todo, por las pesquerías de palangre. “Esto puede afectar a especies críticamente amenazadas, como algunas tortugas marinas o el tiburón martillo (…) Estas especies son muy importantes también, para el turismo. Los sitios de buceos llevan a lugares donde se concentran grandes avistamientos, por ejemplo, de tiburones martillos. Los cruceros pasan por esa biodiversidad. De alguna manera estas poblaciones están disminuyendo por efecto de la pesca y podría tener un importante efecto en el turismo”, finaliza Cárdenas.
Por una nueva área marina protegida
La Reserva Marina de Galápagos abarca 133 mil kilómetros cuadrados, lo que es casi la mitad de toda la superficie de Ecuador. Al momento de ser creada, en 1998, se catalogó una de las más grandes del mundo, siendo un hito para la protección marina sudamericana.
Eliécer Cruz, director del Parque Nacional Galápagos en el proceso de creación de la Reserva, comenta que la necesidad de crear el área, en ese entonces, se debía a la pesca que existía en la zona: “Los barcos pescaban cerca de las islas, donde las profundidades son grandes. Los barcos cerqueros, por ejemplo, se apegaban tanto que no pescaban sólo atún, sino que también tiburones, tortugas, lobos marinos e incluso aves. Entonces, crear el área protegida marina era una necesidad urgente”.
Y se logró. Luego de un proceso de diálogo, estudios y consensos, se aprobó la ley que no sólo sirvió para crear esta reserva, sino que dio el paso a otras áreas protegidas marinas de Ecuador. “Los beneficios ecológicos de esta creación para Galápagos fueron muy fuertes porque existen especies que usan la parte terrestre de día, como los lobos marinos, pero que en la noche pescan en el área marina. Muchas aves marinas anidan en partes terrestres, pero se alimentan con el mar. De esta forma, hay una gran interacción mar y tierra. Era necesaria una protección integral”, dice Cruz.
Sin embargo, con el paso de los años, la necesidad de una mayor protección se fue haciendo cada vez más latente.
“Fue un esfuerzo que marcó historia y que alimentó la posibilidad de seguir creando áreas marinas protegidas. Sin embargo, no es suficiente. Falta extensión para poder mantener poblaciones altamente migratorias, y además en el contexto de amenazas como el cambio climático urge más protección, sobre todo con todas las presiones pesqueras”, explica Bello.
Es por esta razón, que actualmente se están realizando investigaciones y gestiones para la creación de una nueva área marina protegida, que funcione como una extensión de la ya existente. De esta forma, se lograría proteger una mayor cantidad de especies, ecosistemas y procesos, incluyendo especies altamente migratorias, disminuyendo una presión que estaba concentrada en un área más pequeña y cercana a las islas.
La propuesta, desarrollada en conjunto por Pew Charitable Trusts, Foundation Bertarelli, Island Conservation, Mission Blue, Universidad de San Francisco Ecuador, con el apoyo de varias más, busca, entre otras cosas, la proteccion real y estable, mejorar hacia una pesca sustentable, prohibir la entrada de DAPs y disminuir la pesca incidental y dirigida de flotas nacionales. En el fondo, el fin es quitar presión de este increíble y famoso ecosistema marino.
“Si bien es cierto que en Galápagos se están protegiendo especies, vemos que las presiones afuera son muy fuertes, por lo que la protección actual no es suficiente para las especies migratorias. Mediante telemetría y marcaje satelital estamos viendo cómo estas especies utilizan el espacio, y estamos viendo ciertas zonas muy importantes que ellos ven como importante ruta y está desprotegida. También es necesario saber que aumentar los esfuerzos de conservación de las especies, también mejora la población de las especies comerciales”, dice Cárdenas.
Beneficios ecosistémicos y económicos de la protección marina
Tal como se han explicado las fuentes consultadas, los barcos pesqueros ejercen presión en los límites de las reservas. Esto es consecuencia de los positivos efectos que tiene la protección de áreas marinas para la pesca comercial de especies como la característica ecuatoriana, de atún.
De acuerdo con lo que se explica en un estudio sobre los efectos que tiene la protección marina, aquellas superficies protegidas de actividades extractivas como la pesca, logran un mayor crecimiento de la biomasa de las especies -comerciales y no comerciales-, siempre y cuando el área esté bien manejada. Esto es un efecto que también se produce fuera de la zona protegida. En este sentido, se desarrollarían con mayor dinamismo y existiría una abundancia de especies que tenderán a desplazarse fuera de la reserva, produciendo un “efecto de derramamiento”.
Esto también es algo que se pudo observar al momento de la creación de la primera Reserva Marina. Según explica Cruz, la industria atunera ecuatoriana se vio beneficiada a lo largo de los años por el efecto de “derramamiento”, lo que ha aumentado su productividad. De hecho, según otro estudio que analizó datos de pesca atuneras ecuatorianas, desde la creación de la reserva hasta 2009, se comprobó el beneficio significativo de la flota atunera del Ecuador, incrementando su productividad en un promedio de 99%.
De esta forma, ampliar la protección de Galápagos es también un beneficio para la protección de especies vulnerables y claves para estos ecosistemas, pero también para las pesquerías, siempre y cuando se resguarde con opciones que generen reales impactos positivos posibles. “Queremos que la pesca aumente, que se multiplique. Que sea un beneficio a largo plazo, con pesquerías más sostenibles, con un mejor tamaño poblacional y ayudar en la conservación con las áreas marinas protegidas, algo que es exponencial mientras más grandes son. Eso ayuda a la seguridad alimentaria”, explica Cárdenas.
Las fronteras que no existen
El tiburón martillo es una de las especies icónicas de Galápagos. Pero no habita solo dentro de la zona protegida actual. En un reciente estudio, se instalaron rastreadores acústicos en cinco tiburones martillo jóvenes de la reserva para obtener información de sus patrones migratorios por el Pacífico este. Los resultados de uno de estos tiburones mostraron que estuvo en la isla del Coco, en Costa Rica, y en la isla Malpelo, en Colombia.
Así, para este tiburón, no existen las divisiones de fronteras que nosotros delimitamos. Si bien está protegido en la Reserva Marina de Galápagos, en su recorrido a otros lugares, puede pasar por altamar o por áreas de pesca y ser capturado. “Eso te demuestra cómo estos tiburones son especies altamente vulnerables a la sobrepesca y a la pesca dirigida, pero también que las áreas protegidas existentes no son suficientes para cubrir todo el rango de movimiento de las especies migratorias. Entonces no es necesario sólo ampliar Galápagos, sino que las áreas marinas protegidas de la isla del Coco, en Costa Rica, Malpelo, en Colombia, Coiba, en Panamá, entre otros. Es decir; proteger sus corredores”, explica Bello.
En este sentido, la lista de especies migratorias suma y sigue en Latinoamérica. No son sólo tiburones: hay tortugas, ballenas, delfines y una infinidad de especies que viajan con las corrientes, exponiéndose a la pesca. Y para esto también es fundamental avanzar en investigación científica y el estudio de rutas oceánicas.
“Creemos que Ecuador tiene una tarea importantísima, en ampliar la protección alrededor de Galápagos, como también lo tiene Costa Rica para la zona protegida de la isla del Coco, lo que sería clave para este corredor, creado un área protegida binacional”, dice Cruz, quien también dice es algo que se aplica a todo el continente. Algo a lo que se suma Bello ya que, al igual que en Ecuador, por las corrientes océanicas se transportan un sinnúmero de especies migratorias.
Con esto también seguiría el objetivo mundial de la protección de los océanos (AICHI) en la Convención para la Diversidad Biológica, que se plantea establecer un 10% de ellos como áreas protegidas en el océano. Algo que se encuentra en revisión para potencialmente, y si las negociaciones son fructíferas, aumentar el objetivo a un 30% de protección al 2030. Un desafío que, hasta ahora, no se trata de sólo cumplir un número establecido como meta y crearlas, si no que ir un paso más allá y trabajar por su conservación efectiva tanto en Galápagos, como en toda la región.