Ecuador: una mirada al mundo de las aves en la Reserva Buenaventura
Esta reserva se fundó en 1999 para proteger al hábitat del Perico de Orcés (Pyrrhura orcesi), ave en peligro de extinción que habita el bosque nublado pie montano, al suroeste de Ecuador. Buenaventura cuenta con un inventario de más de 300 especies de aves; varias de ellas son endémicas y altamente amenazadas. Sumérgete en la siguiente #ExpediciónVirtual de Mongabay Latam que nos invita a conocer más de los alados ecuatorianos.
Visitar la Reserva Buenaventura significa afinar el oído para distinguir los numerosos cantos de las aves. Desde el primer momento, colibríes, tucanes y pericos, entre otras múltiples especies, se dejan ver y escuchar en medio del bosque y las quebradas.
Buenaventura, reserva gestionada por la Fundación Jocotoco, se encuentra dentro de los cantones Piñas y Atahualpa, en la provincia de El Oro, al suroeste de Ecuador. El bosque tumbesino semicaducifolio es el hábitat que predomina en las zonas bajas, mientras que, en las altas, crecen bosques nubosos únicos de esta región.
La reserva, fundada en 1999, se creó para proteger el hábitat del Perico de Orcés (Pyrrhura orcesi), ave descubierta por el doctor Robert Ridgely en 1980. A la fecha, el área consta de 4025 hectáreas, pues se extiende cada que la Fundación Jocotoco compra predios para ampliar la protección de una de las zonas más extensas de bosque nublado en esa región de los Andes.
“Ofrecemos avistamiento de aves en la reserva”, explica Leovigildo Cabrera, administrador de la Reserva Buenaventura. “Nosotros conocemos a las aves visual y auditivamente —cada ave puede tener hasta cinco cantos distintos— y tenemos bastante conocimiento; al principio es un poco difícil adentrarse en el mundo de las aves, pero con la experiencia y por el amor hacia la conservación, es fundamental para nosotros compartirlo”.
Primera parada: las aves y la fauna
La Reserva Buenaventura se caracteriza por su amplia diversidad de aves. Hasta ahora, se han documentado 330 especies, de las cuales 15 son globalmente amenazadas y 34 son endémicas de toda la región.
“El perico de Orcés (Pyrrhura orcesi) y el churrín de El Oro (Scytalopus robbinsi) son especies endémicas de la provincia de El Oro, específicamente de la Reserva Buenaventura; son únicas del Ecuador y no están en ninguna otra parte del mundo”, afirma Cabrera.
El perico de Orcés, también conocido como perico de El Oro, cuenta con aproximadamente 240 individuos dentro de la reserva de Buenaventura, lo que equivale a una cuarta parte de la población mundial que se estimaba en un máximo de 999 individuos hasta 2020, de acuerdo con la UICN, que la categoriza como En Peligro.
Sin embargo, para incentivar la reproducción de esta especie, la Fundación Jocotoco instaló cajas nido que han permitido la reproducción de 753 pichones desde 2017. Esto representa un aporte del 50 % a la población nacional que, hasta 2022, se estima en poco más de 1500 individuos.
El churrín de El Oro o El Oro Tapaculo —especie en peligro de extinción— se puede encontrar en 40 territorios dentro de la reserva y en otros 40 fuera de ella. Igualmente, aquí habitan otras especies En Peligro como el gavilán pechigris (Accipiter nisus) y el periquito cachetigris (Brotogeris pyrrhoptera), así como a otras aves que se encuentran en la categoría de especie Vulnerable, como el cabezón pizarra (Pachyramphus spodiurus), el pájaro paraguas longuipéndulo (Cephalopterus penduliger) y el jilguero azafranado (Spinus siemiradzkii). En cuanto a colibríes, Buenaventura cuenta con 32 especies.
Además de la avifauna presente, existe el registro de al menos nueve especies de reptiles y anfibios, seis de ellas han sido identificadas en los últimos cinco años, como la rana Nymphargus buenaventura, recientemente descrita; tres especies de ranas Pristimantis y la Hyloscirtus buenaventura, además de una serpiente del género Bothrops.
También existen mamíferos como el mono capuchino blanco del Occidente (Cebus capucinus), el perezoso de dos dedos de Occidente (Choloepus hoffmanni), el tigrillo chico manchado (Leopardus tigrinus) y el coatí (Nasua narica).
Segunda parada: la flora
Respecto a la flora de la reserva, aún falta mucho por descubrir. Sin embargo, aquí se encuentran cinco especies de Gesneriaceae, plantas florales amenazadas a nivel mundial, así como varias orquídeas endémicas y amenazadas, además de la Begonia ludwigii, en peligro de extinción.
Las orquídeas, heliconias o platanillos, como plantas epífitas, encuentran en los árboles del bosque nublado un hábitat idóneo para desarrollarse. En el pasado, esta zona estaba cubierta por pastizales para ganado, sin embargo, al establecerse la reserva y eliminarse estas actividades, los árboles comenzaron su proceso de regeneración debido a la humedad que se conserva.
En esta zona las investigaciones sobre flora son permanentes. Como los bosques son diversos y poco conocidos, se prevé que los descubrimientos de nuevas especies para la ciencia continúen.
Tercera parada: el bosque y sus amenazas
De acuerdo con la Fundación Jocotoco, el cambio climático, la pérdida de hábitat y la fragmentación son las principales amenazas para este ecosistema. La combinación de esos factores ha provocado el aumento de las temperaturas y está empujando a las especies cuesta arriba, donde la deforestación que se registró en la década de los noventa las dejó sin bosques.
Un ejemplo claro está, precisamente, en los rangos de distribución de las dos especies de aves más amenazadas de la reserva de Buenaventura: el Perico de Orcés y El Oro Tapaculo. De acuerdo con las investigaciones de Bird Conservation International en la reserva, ambas se han movido cuesta arriba a un ritmo de entre 85 y 100 metros altitudinales por década. El perico de Orcés, que fue descrito en 1980 cuando habitaba bosques desde los 600 a los 1 100 metros, en la actualidad no se presenta regularmente por debajo de los 900 metros y ha sido registrada hasta los 1780 metros.
En ese sentido, se ha trabajado en aumentar los terrenos de la reserva en la zona arriba con actividades de restauración y, en los últimos 23 años, la Fundación Jocotocoha sembrado alrededor de 700 000 árboles nativos.
Un reciente proyecto de reforestación ha plantado 26 320 árboles nativos adicionales en la reserva, en una zona bautizada como el Bosque de la Esperanza, en donde hay un árbol por cada vida perdida en Ecuador a causa de la pandemia de COVID-19. Este espacio busca ser una especie de memorial.
“Nuestro interés es que la gente nos siga apoyando en materia de conservación, que se sumen a los esfuerzos y vean que no solo se trata de un ave, sino que todo va mucho más allá”, concluye Cabrera, “se trata del amor a la naturaleza”.