Descubren una nueva especie de abeja chilena en Farellones: fue bautizada en honor a las mujeres en ciencia
Una nueva especie se suma al listado de abejas nativas de Chile. Se trata de la Xeromelissa sororitatis o “de la hermandad”, nombrada así en honor a las mujeres que trabajan en ciencia. El insecto polinizador de la flora altoandina fue encontrado en Farellones, en los Andes de la zona central de Chile, en una investigación que aportó con la lista más actualizada de abejas nativas de la zona. Paradójicamente, pese a la importante contribución, el financiamiento del estudio provino del bolsillo de los propios investigadores, reflejando el escaso apoyo financiero que recibe la entomología nacional, lo que dificulta el conocimiento y conservación del grupo de animales más biodiverso del planeta.
En la cordillera de los Andes, a más de una hora de Santiago, se emplaza Farellones, un destino popularmente conocido por sus paisajes idóneos para practicar actividades como el esquí o excursionismo. Allí, muchos de sus habitantes pasan completamente desapercibidos, en especial los insectos que viven en ecosistemas de gran altitud, cuyas áreas montañosas y mesetas se encuentran entre las menos estudiadas para evaluar la biodiversidad de especies como las abejas.
Por ello, un grupo de entomólogos chilenos publicó recientemente un estudio en la revista científica PeerJ con la lista actualizada de abejas nativas para la zona de Farellones, ubicada en los Andes de Chile central, describiendo además una nueva especie nativa para Chile: la Xeromelissa sororitatis, cuya nombre proviene de Sororitas.
“Su nombre quiere decir ‘Xeromelissa de la hermandad’ y es en honor a todas las mujeres que trabajan en STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas). Es una abeja de tamaño pequeño, de cuerpo negro y con algunas partes amarillas. Aparte de su descripción, no tenemos más información sobre su biología y tampoco sobre sus asociaciones florales ya que los especímenes fueron colectados por medio de trampas y no desde flores. Es probable que nidifiquen en tallos secos de plantas, como ha sido descrito para otras especies del mismo género”, explica Patricia Henríquez-Piskulich, Magíster del Instituto de Entomología de la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación (UMCE), quien lideró el estudio.
El académico del Instituto de Entomología de la UMCE, Cristian Villagra, explica que “nuestras investigaciones en los últimos años han dejado en evidencia una mayor diversidad de especies de abejas en la zona de Farellones, incluyendo una nueva especie de abeja nativa para Chile, relevando la importancia de estos ecosistemas de montaña en la conservación de nuestros biomas”.
Las abejas que habitan en Farellones son de diversos tamaños. Pueden medir desde 4 mm hasta 3,5 cm aproximadamente. Algunas son peludas y otras más bien lisas. Su paleta de colores varía entre el verde y azul metálico hasta el naranjo, negro y gris. “La gran parte de estas especies son solitarias, lo que quiere decir que viven solas, no producen miel y no tienen una reina como la abeja de miel europea, que es una especie introducida en nuestro país. Casi todas las especies que encontramos son generalistas en cuanto a los recursos florales que visitan”, detalla Henríquez-Piskulich.
No obstante, los estudios sobre las abejas en esta parte de los Andes son escasos. La poca literatura disponible que se refiere a ellas en Farellones se remonta a los años 80, seguida por un par de estudios en años posteriores que se enfocan en el papel que juegan estos insectos como polinizadores, y no en la biodiversidad y otros aspectos básicos de estos animales.
Al respecto, Villagra sostiene que “los ambientes de montaña son menos estudiados en muchos casos debido a restricciones de acceso, y en nuestro país, además, debido a la baja inversión del gobierno para financiar investigaciones de prospección de la biodiversidad y descripción de especies. Los ecosistemas de altitud se encuentran en cordones montañosos y mesetas en distintas partes del planeta, estos tienen en común condiciones más bien restrictivas o extremas para el desarrollo de la vida, como baja temperatura y baja presión atmosférica, entre otros”.
De esa forma, antes se habían descrito 58 especies para Farellones, pero la reciente investigación confirmó la presencia de 46 de aquellas especies.
“Si bien la lista de abejas de este trabajo es más representativa debido a que la metodología consideró períodos prolongados de muestreo, no se puede descartar que, en los casi 40 años de diferencia entre los estudios, hayan ocurrido desapariciones locales de algunas especies previamente descritas para esta zona”, aclara la entomóloga.
“El aumento de la temperatura puede reducir los tiempos en que las plantas florecen, las cuales deben coincidir con el momento en que las abejas necesitan de este recurso. Esto podría significar que especies que fueron vistas previamente en esta zona, ya no se encuentran presentes porque dependían de un grupo de plantas durante un período de tiempo determinado”, agrega.
Además, la investigación actual reportó la presencia de 26 especies por primera vez en el sitio estudiado de Farellones. Al respecto, Henríquez-Piskulich señala que “muchas de estas especies se pueden encontrar en la zona central de Chile. El primer registro de estas especies en la zona ilustra la importancia de hacer estudios por períodos de tiempo más largos para conocer con mayor certeza los insectos que habitan esos lugares, ya que no todas las abejas comienzan sus ciclos biológicos al mismo tiempo”.
Refugios de biodiversidad
Para ponerlo en perspectiva, en Chile existen alrededor de 450 especies de abejas nativas, de las cuales el 70% serían endémicas, es decir, solo viven en Chile. No obstante, muchas no han sido descritas por la ciencia, por lo que se estima que serían muchas más, pudiendo llegar a 900 especies aproximadamente.
Los ecosistemas de montaña contienen hábitats que podrían constituir verdaderos refugios o reservorios de biodiversidad, suministrando individuos de distintas especies a zonas aledañas, amortiguando de esa manera la disminución de insectos en otras partes. Villagra agrega que ”su biodiversidad vegetal es única y local y debido a que, en general son menos impactados por la presencia humana, por lo que podrían aún existir especies por descubrir, como es el caso de la especie de abeja encontrada por Patricia”.
En efecto, es muy probable que existan más abejas en ecosistemas de mayor altitud que aún no son descritas por la ciencia chilena. Esto si es que no desaparecen antes de ser descubiertas.
En general, podemos señalar que las principales presiones y amenazas que enfrentan los insectos provienen de las modificaciones ambientales provocadas por el humano, como el cambio en el uso del suelo generado por la erosión, la pérdida de hábitat y la urbanización.
A esto se suma que los ecosistemas de gran altitud son altamente vulnerables a los impactos de la crisis climática.
El académico de la UMCE añade que, en aquellos lugares, “su dependencia de la composición florística local hace de las comunidades de abejas nativas de altura un grupo sensible a las perturbaciones antrópicas [humanas]”.
Pese a ello, no existen investigaciones acabadas en el país que permitan dimensionar sus consecuencias. Henríquez-Piskulich advierte que “en Chile no existen estudios publicados de los efectos que tienen los cambios de uso de suelo y el cambio climático en las abejas nativas. Además, aún desconocemos gran parte de la historia natural no solo de las abejas nativas, sino que también de muchos insectos”.
No obstante, hay algunos trabajos que entregan información relevante. Por ejemplo, en otra investigación realizada por el mismo equipo de entomólogos constataron que la introducción de malezas exóticas es capaz de distorsionar la composición comunitaria de especies de abejas nativas, afectando negativamente a las de mayor tamaño, como es el caso del abejorro colorado o moscardón (Bombus dahlbomii, en peligro de extinción), ya que no son capaces de satisfacer sus necesidades alimentarias con aquellas plantas foráneas.
Además, otro de los temas abordados en el reciente estudio publicado por PeerJ son los problemas que pueden ocurrir por el desajuste entre el período en que aparecen las abejas adultas y el período de floración de las plantas en ambientes de altitud, “donde al existir alteraciones en la comunidad vegetal esto podría generar un desfase entre la disponibilidad de comida y recursos de nidificación para estas especies y su tiempo de vida adulta, en la cual se alimentan, aparean y proveen recursos a la siguiente generación. Estos desfases han demostrado estar asociados a caídas poblacionales críticas en otras zonas donde ha sido evaluado en detalle, y podría también afectar a nuestros insectos de altitud”, detalla Villagra.
En ese sentido, es importante considerar los efectos que podría acarrear la crisis climática en la vegetación y en las abejas de sitios montañosos. Por ejemplo, si la temperatura aumenta, el tiempo de floración podría reducirse, lo que podría afectar la aparición temporal de estos animales.
Considerando las amenazas actuales, dentro de las medidas que se pueden ejecutar está la protección del hábitat de estos animales, para lo cual es fundamental resguardar los últimos bastiones de biodiversidad que van quedando en lugares como los de gran altitud.
“Para conservar a las abejas nativas y al resto de los insectos se necesita la existencia de área protegidas que conserven la biodiversidad y protejan a aquellas especies incapaces de subsistir en sistemas no naturales. Sumado a esto, también es necesario que en zonas urbanas se recuperen áreas con vegetación nativa. Ambas medidas facilitan la migración de estas especies, contrarrestan posibles riesgos de extinción, y permiten que nos sigan entregando su principal servicio ecosistémico, la polinización”.
Sin embargo, no es posible elaborar medidas contundentes para su conservación sin mayor conocimiento sobre estas especies, por lo que se requiere más investigación entomológica, considerando las amenazas actuales y el hecho – no menor – de que los insectos conforman el grupo mayoritario y más diverso de animales en el planeta.
Pese a ello, la falta de conocimiento entomológico en Chile es alta, lo que se debe, en gran parte, a la falta de apoyo y financiamiento a este tipo de investigaciones.
Al respecto, Henríquez-Piskulich señala que “en la actualidad se subestima la importancia del conocimiento entomológico por parte de las agencias de financiamiento chilenas”. Esto no es nimio si consideramos que el estudio que motiva esta nota fue financiado completamente con los recursos de los propios investigadores.
Por lo mismo, otros trabajos relacionados con la entomología chilena dependen de fondos extranjeros.
Además, las mujeres que se dedican a la entomología conforman un grupo bastante reducido en Chile, por lo que este trabajo y el hallazgo de la Xeromelissa sororitatis cobran especial relevancia en un contexto donde se busca aumentar la representación femenina en la ciencia.
“Es importante recalcar que este descubrimiento fue enteramente financiado por los investigadores, no existiendo apoyo de ninguna agencia del Estado. Durante décadas no ha sido prioridad para el Estado el conocimiento básico, fundamental, de la biodiversidad. Específicamente en el caso del estudio de los insectos en Chile, este se ha mantenido privado de recursos para su realización. Esto debe cambiar si queremos enfrentar desafíos como la crisis ambiental global y contar con los elementos necesarios para comprender patrones ecológicos y evolutivos que involucren ecosistemas terrestres, donde los insectos corresponden a los animales más abundantes y diversos en nuestro planeta”, sentencia Villagra.