Degús, yacas y ratones topo, entre otros: la tarea por salvar a los pequeños sobrevivientes al incendio del Jardín Botánico de Viña
A principios de 2024, los incendios forestales azotaron a la zona centro sur de Chile. El mega incendio en la Región de Valparaíso consumió miles de hectáreas, entre las que estaba el 90% del Jardín Botánico Nacional, el pulmón verde de Viña del Mar. En este contexto, desde la ciudadanía surgió una iniciativa para el rescate de la fauna silvestre afectada en el Lote C, conocido por ser el “bastión ecológico” del recinto. El escenario era impactante y, a partir del esfuerzo voluntario, sumado la ayuda de empresas y organizaciones, se está implementando un plan con acciones específicas para la ayuda de los pequeños mamíferos sobrevivientes que estaban en riesgo por su poco rango de movimiento. Los resultados han permitido, entre otras cosas, identificar la presencia de especies como el ratón topo del matorral, de la que hay muy pocos registros en Chile, desconociéndose su historia natural y ecología; o el escaso degú costino. Sin embargo, todavía se necesita ayuda para que el proyecto se pueda mantener. Aquí te contamos su historia.
En febrero de 2024, la Región de Valparaíso vivió parte de los incendios que marcaron la época estival en la zona central de Chile. El fuego, iniciado el segundo día del mes en cercanía al lago Peñuelas, se expandió rápidamente al norte y arrasó con centros urbanos de Quilpué, Viña del Mar y Valparaíso, además de una gran área de matorral y bosque esclerófilo. En total, se estima que se quemaron más de nueve mil hectáreas en sectores urbanos, agrícolas y forestales de la región. Finalmente, el 7 de febrero, Bomberos declaró que el incendio se había controlado.
El fuego pasó. Las llamas arrasaron. Los lugares afectados quedaron cubiertos de cenizas. Se movilizaron campañas nacionales por los damnificados que, a cada actualización, iban aumentando. Dentro de los siniestrados estaba el Jardín Botánico Nacional (JBN) de Viña del Mar, también conocido como el “pulmón verde” de la ciudad jardín. Este perdió el 90% de su superficie producto del incendio. Solo ocho de las 400 hectáreas del recinto se salvaron.
Nicolette Thompson y Diego Reyes, ambos dedicados al trabajo con fauna silvestre en la Consultoría Ambiental Mauco SPA, veían con susto los incendios. Los dos viven cerca del bosque en Quilpué. Diego, en particular, tenía una relación especial con el Jardín Botánico, al haber trabajado más de 10 años en el lugar. Su padre también lo hizo en algún minuto de su vida. Sentían que algo tenían que hacer para ayudar.
“Se había incendiado parte del Palmar El Salto, que es súper importante, un montón de bosque. Habíamos pasado cerca de Quebrada Escobar, que es emblemática por su biodiversidad. Estábamos súper afectados y claro, cuando el incendio llegó a la ciudad, los esfuerzos se iban a enfocar en las personas afectadas. Lo otro quedaba relegado, por razones obvias. No había capacidad de atender todo. Nosotros somos especialistas en una consultora, trabajamos con fauna silvestre, por lo que teníamos conocimiento para ayudar, además de contactos. Como Diego había trabajado en el jardín botánico, hicimos ese contacto. Era un área acotada, a la que podíamos entrar con seguridad si nos daban autorización”, explica Nicolette.
Eligieron el Lote C, conocido como el “bastión ecológico” del JBN, constituido principalmente de bosque esclerófilo mediterráneo costero. “En particular, el Lote C, representa un área de 250 hectáreas (…). Los daños del incendio fueron cuantiosos, ya que en los últimos años se han plantado más de 5.400 árboles nativos y se diseñaron y ejecutaron zanjas de infiltración que representan un súper aporte a la comunidad”, explica Alejandro Peirano, secretario ejecutivo del Jardín Botánico Nacional de Viña del Mar.
Teniendo esto en cuenta, ambos se plantearon la misión de ayudar a la fauna silvestre. Con el tiempo, se dieron cuenta de que los pequeños e “invisibles” micromamíferos necesitaban de una ayuda especial.
Enfocarse en los pequeños mamíferos sobrevivientes
Nicolette recuerda el olor. Era una mezcla entre putrefacción y carbón. Recuerda, también, bajarse del auto a comer y pillarse, más de alguna vez, algún ave y otro animal calcinado bajo las cenizas. Todo estaba seco, quemado. Era desolador.
La primera etapa, inmediata a la tragedia, consistió en identificar a la fauna afectada y trasladarla al Centro de Rescate y Rehabilitación Ñamku. Un grupo de voluntarios se unió a la causa. Nicolette solo recuerda haber visto dos conejos silvestres y una zorrita, que lamentablemente hubo que sacrificar por la dureza de sus quemaduras. En una nota que relató esta cruzada, desde la Asociación de Médicos Veterinarios de Fauna Silvestre (AMEVEFAS) —organización que también ayudó— explicaron que 25 ejemplares silvestres llegaron al centro.
“Según lo que vimos nosotros y lo que hablamos con otros profesionales, en este incendio no hubo tanta fauna herida que haya sido llevada a centros de rehabilitación. Lo que veía la gente que había trabajado en otros incendios es que aparentemente la mortalidad fue muy alta. Entonces, a los animales que los alcanzó el fuego, más que estar heridos, murieron rápidamente”, comenta Nicolette.
Sin embargo, no hay cifras que respalden aquello porque no existen números previos al incendio que reflejen la abundancia de las especies, lo que permitiría hacer una comparación. Aun así, se estima que no fueron cientos, sino más de mil, los animales fallecidos en el Jardín Botánico en febrero. Otros lograron escapar. Muchos de estos últimos fueron identificados por voluntarios a través de cámaras trampa. Vieron, entre varios, a pequeños mamíferos, como degús y ratones chinchillas. Todos tienen algo en común: son especies de limitado desplazamiento.
El equipo investigó y llegó a la conclusión de que las principales causas de mortalidad por incendios forestales para la fauna silvestre eran quemarse por fuego directo o, si sobrevivía como las especies que vieron en las cámaras, quedar sin recursos para mantenerse en el hábitat después pasar los siniestros. Entonces, instalaron 25 puntos de comida y más de 100 bebederos. “Dilucidamos que las especies que eran más vulnerables a la falta de recursos, que era lo que estaba ocurriendo, eran especies de baja movilidad. Que no son aves ni mamíferos grandes, sino que pequeños mamíferos. Ellos mismos se refugian en las quebradas, que son las más afectadas”, explica Nicolette.
Diseñar un plan para especies que aún no recuperan su hábitat
En un principio, Nicole y Diego llegaron solos. Se sumaron voluntarios, que después dejaron de ir por temas de seguridad. La acción ciudadana llamó la atención de AMEVEFAS, que ayudó con charlas de expertos y asesoramiento para el trabajo con la fauna, además de colaborar en difusión y educación ambiental. Ellos, además, hicieron contacto con la ONG Human Society International, que donó una gran cantidad de alimento para micromamíferos.
También surgió la oportunidad de unir esfuerzos con Séché Group Chile, empresa de gestión de residuos industriales que tiene, desde 2020, un convenio de colaboración con el Jardín Botánico Nacional en pos de la protección de la biodiversidad del lugar. “Nos acercamos al JBN para saber cómo podíamos sumarnos a los esfuerzos por recuperar a la fauna afectada y ellos nos comentaron respecto a esta iniciativa que Mauco estaba llevando a cabo, reuniendo un grupo significativo de voluntarios para responder a la emergencia. Nos comunicamos con ellos, identificando la necesidad de continuar la iniciativa de manera sostenida para poder, en primer lugar, identificar las especies presentes en el Lote C, ayudar a asegurar su supervivencia en el periodo más crítico post-incendio y, de esta forma, conservar la biodiversidad”, explica Gabriela Méndez, gerenta de Medioambiente y Sostenibilidad de Séché.
Para ello, apoyaron en la búsqueda de aliados estratégicos para financiar el proyecto, obteniendo la participación de la Fundación Van Buren, la agencia de comunicaciones VOZ Chile y de la Cámara Franco Chilena, quien facilitó la difusión entre sus miembros.
Así, lograron diseñar un plan concentrado en las quebradas con tres objetivos: el monitoreo de especies, entregar subsistencia de agua y comida, y el control de especies invasoras.
Desde que empezaron a trabajar ha pasado menos de un año. Entre medio llegaron las lluvias de junio, que trajeron posteriormente el verde al jardín botánico. En partes donde se quemó follaje, algunos arbustos rebrotan. O florecen geófitas. De los chaguales, que hace unos meses estaban negros, surgen hojas verdes. Se ve más vida. Pero eso no se evidencia, todavía, en el Lote C.
“Felizmente, gracias a las lluvias muy generosas que hemos tenido esta temporada, la recuperación del jardín botánico ha ido mejor de lo esperado. Pero hay mucho por hacer. En particular, el Lote C, área que tiene muchas laderas y quebradas, es un poco más complejo, requiriendo una intervención más específica que nos permita generar corredores entre las zonas sanas”, explica Alejandro.
Especies no registradas y otros resultados del plan
El ratón topo del matorral (Chelemys megalonyx) es un roedor de Chile del que poco se sabe respecto a su ecología e historia natural. Físicamente, es un ratón mediano, reconocible por tener la cola más corta que su cuerpo. Este último es alargado, así como su hocico en forma de trompa. Tiene grandes garras y es un excelente cavador. Se sabe que habita en bosques y matorrales de la costa central del país, entre la Región de Coquimbo y La Araucanía. Pero poco se ha estudiado su dieta. De su reproducción todavía hay un camino que encontrar. Se considera una especie rara, que ha sido pocas veces capturada, y su registro se limita a algunas localidades, pese a que se sabe donde habita.
El trabajo de monitoreo en el Lote C confirmó que esta extraña especie estaba en el Jardín Botánico. Esto, no solo confirmaba que sobrevivió a los siniestros, sino que efectivamente se está trabajando en la ayuda de una especie única, categorizada como Vulnerable, según el sistema de clasificación de especies del Ministerio del Medioambiente de Chile (MMA).
También pudieron localizar otras especies presentes en lugar tras el siniestro. Dentro de ellas, también se destaca el degú costino (Octodon lunatus), también endémico, escaso y desconocido, catalogado como Casi Amenazado, según el MMA. Además de saber que la especie podía estar ahí, no es tan fácil verlo y menos registrarlo.
“Las especies que veíamos en las cámaras trampa eran las que podían estar potencialmente en el lugar”, explica Nicolette. Entre ellas, por ejemplo, está la yaca (Thylamys elegans) —aunque normalmente no se ve tanto, al igual que el ratón de cola larga (Oligoryzomys longicaudatus)—, ratón oliváceo (Abrothrix olivácea), ratón de pelo largo (Abrothrix longipilis), y el degú (Octodon degus), entre otros. “Hay otra especie, que está en preocupación menor, pero se debería reevaluar, que es el ratón chinchilla. Los vimos harto al principio, y hemos notado disminución en las cámaras con el pasar del tiempo. Tenemos pendiente revisar muchas fotos todavía que datan del 2 de febrero, pero, en términos de tendencia, vemos esa disminución”, asegura Nicolette.
Las cámaras permiten ver a los roedores que continúan en el lugar, mostrando si es que existe alguna mejoría o no. Sin embargo, no muestran si es que hay abundancia. Y eso es más difícil sin tener datos previos al incendio. “Lo que te puedo decir yo es que sí ha habido supervivencia de animales que nosotros hemos monitoreado, que tenemos la certeza que han podido sobrevivir, probablemente gracias a los recursos que les hemos estado subsidiando”, dice Nicolette.
Además del monitoreo, se les ha ido dando comida y agua a las especies, considerando ciertos factores para que estas especies no dependan solo de esa provisión de alimento cuando su hábitat mejore. Por ejemplo, cuando las quebradas tuvieron más agua por las lluvias de junio, se pausó darles agua porque la podían tener naturalmente. El alimento se va evaluando en función de cómo se vaya regenerando su ecosistema. También se ha realizado, bajo los lineamientos y permisos que indica el Servicio Agrícola Ganadero (SAG), captura y liberación para identificación de individuos nativos que ha permitido marcar, pesar y sexar adecuadamente, además de realizar el control de especies invasoras como el guarén. Esto porque son especies que compiten por el alimento con las nativas, aun cuando este es escaso.
Es que, a diferencia de las especies exóticas, las nativas tienen su propia historia evolutiva en los ecosistemas. “No podemos esperar ecosistemas resilientes, regeneraciones resilientes, si es que no nos ocupamos de todos los elementos. Y dentro de eso están las especies que no se ven”, explica Nicolette. Entonces, cada una de esas pequeñas especies de pequeños mamíferos, aunque más inadvertidos, cumplen su rol en los lugares que habitan. Algunos ayudan en la dispersión de semillas. También son parte de las cadenas tróficas; sin roedores, por ejemplo, no hay alimento para las aves rapaces.
Eso es, la parte de educación a la ciudadanía que también es necesaria. Al ser especies menos carismáticas, muchos se impactan más al recibir la noticia, por ejemplo, de que un puma o un zorro se quemó. Entonces, la tarea es más ardua es dar a conocer su valor, sobre todo en un contexto difícil.
“Fue muy complejo, porque en los incendios falleció mucha gente. Fue un golpe emocional, económico, por todos lados. Lugares con mucha pobreza estuvieron afectados y había una sensación de abandono. La gente vivía cosas muy complejas (…). Empezaron a moverse los animales y decían que daban vuelta los ratones, que estaba asqueroso, que no había nadie que los ayudara. Y veíamos fotos de ratones chinchilla matados a palazos, porque la gente decía que no había salubridad. Había un desconocimiento, es algo que ocurre, pero hay especies que son ratoncitos y que no son asquerosos, son importantes para el ecosistema y tienen un valor intrínseco”, comenta Nicolette. Por eso, de hecho, hicieron una ficha informativa de roedores nativos que AMEVEFAS ayudó a imprimir y difundir digitalmente.
La esperanza que se mantiene
Un pequeño degú sale de su cueva en busca de alimento. Un ratón oliváceo se mueve, sigilosamente, en frente de la cámara a la que pareciera posar todos los días. En la altura de algún árbol, una pequeña e yaca se mantiene alerta. Otros esperan el agua que tanto les cuesta conseguir. Y algunos, quizás, ya buscan ir dejando el bebedero para emprender su propia búsqueda de líquido.
Así han sido sus últimos meses, tras la tragedia. Y si no fuera por un trabajo que viene desde la misma ciudadanía, quizás la escena no sería así. “Ha habido ausencia de entidades estatales en estos asuntos. Yo sé que es complejo y que primero hay que cumplir con el eje humano, pero nos falta mucho siendo un país propenso a incendios y con tanta aridez. Situaciones como estas ocurren y faltan vías de acción claras, para tomarse de forma inmediata. En la quinta región las comunidades se hicieron cargo de esto, con la inmediatez que requería. Me sorprende cómo las comunidades mismas están tan empoderadas con sus territorios, como para notar que hacía falta y hacer lo que se pueda más allá si había experiencia o no con fauna”, explica Nicolette.
Los meses posteriores, el trabajo se mantuvo constante, pero de momento el presupuesto solo les permite seguir un tiempo más. En ese periodo seguirán con abastecimiento de agua y alimentación donde sea pertinente, monitoreos de cámaras trampa y trampeos para monitorear individuos marcados. Pero todavía se arma la planificación para lo que sigue. Lo que sí está claro es que irán monitoreando la regeneración del lugar y que, al menos Nicolette y Diego están dispuestos a seguir con el trabajo, dentro de sus responsabilidades.
“Desde el Jardín Botánico valoramos el aporte de todos los voluntarios. En particular, el trabajo de Mauco y todos los profesionales que ellos han movilizado, gracias al soporte de Séché, Fundación Van Buren, Voz Chile y la Cámara de Comercio Franco Chilena, lo que ha permitido apoyar a las especies de roedores nativos a subsistir durante estos meses que han sido particularmente duros. Los bebederos, los comederos, la instalación de cámaras trampa, el marcaje de especies, el monitoreo de madrigueras, nos dan señales de que este trabajo ha sido muy profesional y está dando los resultados esperados. Cabe destacar que este aprendizaje, esta visión ecosistémica, nos permite cumplir mejor con el rol del Jardín Botánico Nacional de Viña del Mar”, finaliza Alejandro Peirano, secretario ejecutivo del JBN.