No cabe duda que de los paisajes productivos de nuestro país, uno que con justa razón se ha ganado su connotación de “paisaje” -en el más tradicional sentido de la palabra – es el campo; amplios paños verdes o amarillos, delimitados por largas corridas de árboles meneándose al viento y enmarcando generosas vistas a la geografía, son parte de las bondades que ofrece a la vista el campo chileno. Y es sobre este mismo escenario que las edificaciones que lo sirven -silos, graneros, galpones y cobertizos- emergen como elementos propios de este paisaje, sencillos volúmenes dominando el territorio.

A pesar de la riqueza del entorno sobre el que se posan, la relación que tienen estas construcciones con su contexto es, por lo general, meramente funcional y estratégica: estructuras livianas, de formas austeras y que se utilizan para almacenar de manera estacional las cosechas y  las protegen del clima, dejando a su vez pasar el viento para mantener estos lugares frescos y secos.

A partir estas dos observaciones -por un lado un contexto valioso, y por otro, un rol y posición estratégica en el lugar pero que no necesariamente saca partido de su entorno- el arquitecto José Ignacio Valdivieso dio origen a esta medida y precisa obra, ubicada en la comuna de Padre Hurtado (Región Metropolitana). Reflexiona: «El guardado está a la mano, estos galpones o graneros para el guardado de las cosechas se ubican generalmente cercanos a las llaverías, centro de operaciones de un campo, lugar donde se guarda bajo llave, toda la maquinaria y la herramienta para las distintas faenas agrícolas. Desde donde todo parte y a donde todo llega. Salen semillas, herramientas e insumos y vuelven al tiempo las cosechas. Si bien esta obra se aleja de las grandes dimensiones de los clásicos galpones, condensa en ella los distintos requerimientos de un paño agrícola pequeño«.

Posado sobre un pequeño sobrecimiento de hormigón, un cuerpo compacto de estructura y cerramiento en madera se aleja del suelo para mantenerse seco. Al comenzar la jornada, sus dos portones correderos enfrentados se abren y su interior se transforma en el centro de operaciones de la actividad agrícola del lugar. Es en esta operación que se hace permeable y deja entrever el paisaje de lado a lado. El viento corre pero protege del sol en verano y de la lluvia en invierno.

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©Francisco Croxatto

El cuerpo comprimido de guardado se activa y responde a todos los frentes: en el eje oriente-poniente se debate entre la casa y el campo, recibe y entrega desde y hacia ambos polos. En el día se vuelve liviano y permeable, deja pasar a través suyo el paisaje y toda la actividad del campo. De noche se cierra y toma un aspecto pesado, de masa compacta e impenetrable.

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©Francisco Croxatto

En su otro eje, en cambio, capta la luz norte, principal fuente de iluminación del interior, además de captar el calor del sol para el gallinero dispuesto en esa cara. Por el sur, se apila y protege la leña.

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©Francisco Croxatto

En su interior recibe las cosechas de nueces, fardos, herramientas y alguna maquinaria menor, además de servir de taller para realizar labores de reparación y carpintería. Para esto, un altillo cuelga desde la estructura, el cual se ilumina por el norte y desde arriba, bañando de luz el interior. Desde este lugar se recogen las vistas al exterior por medio de una ventana corrida hacia el paisaje más lejano y por otra ventana que mira puntual hacia la casa.

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©Francisco Croxatto

Desde adentro, el paisaje recogido se vuelve protagonista, haciéndose cargo de la posición privilegiada de la que gozan los galpones.

Ubicación: Bajos de Marruecos, Padre Hurtado (Región Metropolitana), Chile

Año de la obra: 2014

Arquitecto: José Ignacio Valdivieso T.

Cálculo: Tomás Yáñez

Fotografía: Francisco Croxatto V. y José Ignacio Valdivieso T.

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