El Informe Global sobre la Biodiversidad y los Servicios de los Ecosistemas del Panel Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES) nos ha recientemente advertido sobre el peligro de extinción de más de 1 millón de especies,  una situación inédita en la historia de la humanidad. El informe y sus catastróficas cifras cruza todo los ecosistemas terrestres y acuáticos y pone de manifiesto la urgencia  –por nuestra propia supervivencia–, de adoptar medidas drásticas que puedan mitigar este impacto que se acerca rápidamente a transformarse en irreversible.

Nuestro país, separado por barreras naturales de inmensa belleza y riqueza, nos da la oportunidad de ser testigos de este dramático proceso. Para los naturalistas que pasamos muchas horas en terreno el declive en el número de individuos de ciertas especies, la escasez de otras y el degrado y destrucción de sus hábitats es un fenómeno con el que nos topamos día a día.  Lo anterior va directamente de la mano con el desafío de conservación que enfrentan varias especies en nuestro país.

Podemos reflexionar sobre causas fácilmente identificables que están directamente relacionadas con comportamientos arraigados en nuestra cultura que poco a poco vamos enfrentando, aunque en algunos casos con una curva de aprendizaje que lamentablemente avanza de manera mucho más lenta que las amenazas y sus consecuencias.

En los últimos años hemos podido detectar tres grandes amenazas fácilmente distinguibles en los ecosistemas de nuestra región y que pueden seguramente ser extrapoladas a nivel nacional:

En el primer punto vale la pena detenerse sobre especies que culturalmente no son vistas como amenazas y más bien ocupan un sitial privilegiado en la conciencia colectiva que hace aún más difícil abordar su impacto sobre nuestra fauna nativa. Hablamos de nuestras mascotas. Si bien se ha avanzado en educación respecto a su cuidado y tenencia, la curva de aprendizaje en este caso sigue siendo muy lenta y claramente avanza mucho más lento que la curva de impacto que tienen estas especies en nuestra fauna. Entonces antes de abrir un debate sin fin respecto a este tema quizás podemos pensar en algunas acciones que pueden parecer muy sensatas pero que a veces olvidamos.

Perros atacan a un yeco ©Conaf
Perros atacan a un yeco ©Conaf

Por ejemplo, dejar a nuestras mascotas en casa cuando se visitan áreas silvestres (privadas o del estado) como zonas de humedales, bosques nativos y otras, es una muy buena idea y un aporte importante a la conservación de especies a través de una acción fácil y al alcance de todos. Al hacerlo evitamos estrés en especies nativas, predación de nidos o polluelos de aves o crías de otras especies, transmisión de enfermedades, entre otras consecuencias. Además tendremos un beneficio directo ya que, como recompensa, aumentarán  nuestras posibilidades de observar fauna nativa en libertad.

No sólo visones y castores están causando estragos, perros y gatos también lo hacen ¡y de manera muy eficiente por lo demás! Si no, pregunten al picaflor de Juan Fernández o hagan una caminata por cualquier humedal o borde costero de nuestro país. Si a eso le sumamos el auge de las quadrimotos y vehículos todo terreno que utilizan las playas como pista de carreras el panorama es muy preocupante.

Pudú ©Paul Jones
Pudú ©Paul Jones

Respecto a la  destrucción o fragmentación por crecimiento urbano, acá en el sur hemos sido testigos en los últimos 15 años de una explosión inmobiliaria sin precedentes donde ecosistemas completos han sido borrados en pocos días por maquinaria pesada y ambición desmedida. El número de especies e individuos en ciertas zonas donde antes abundaban ha bajado considerablemente y en algunos casos simplemente han desaparecido. ¿Cómo podemos aportar a detener este fenómeno? Claro, estamos en un terreno complejo, donde la política y los negocios parecen ser gigantes imbatibles. Sólo en la ciudad de Puerto Varas y en los últimos 12 años han desaparecido o han sido intervenidos de manera grotesca diversos humedales y quebradas, y lo poco que va quedando sigue en pie gracias al esfuerzo de organizaciones como Legado Chile y Quebrada Parque que defienden estos ecosistemas y sus vitales aportes de la destrucción latente.  Como consumidores conscientes podemos premiar las prácticas sustentables y castigar los proyectos invasivos y extractivos difundiendo las buenas prácticas y también haciendo eco de las malas, con nombres y apellidos de los proyectos que han hecho uso malicioso de las leyes blandas e insuficientes que regulan el negocio. Una empresa que se mueve bajo el amparo de una mala ley y se aprovecha de ésta es una empresa con poca ética y sin valores que merece el castigo comunicacional y de los consumidores.

Finalmente el turismo, si bien puede ser una gran herramienta de conservación, también puede tener impactos negativos de proporciones en ecosistemas fragmentados o con escasa regulación. La actividad ha tenido un crecimiento exponencial en nuestro país en los últimos años, pero sigue siendo un negocio no reglamentado donde la falta de estudios sobre su impacto en nuestra biodiversidad y la nula información sobre límites de carga sostenible en áreas silvestres y zonas de gran valor patrimonial, nos obligan a incluirla entre las actividades de riesgo para la conservación.

Zarapito @Miguel Ángel Argos Vega
Zarapito @Miguel Ángel Argos Vega

En el caso de las experiencias de observación o fotografía de fauna por ejemplo no existe información sobre las prácticas que se realizan para lograr los objetivos que los clientes buscan. Todo se sostiene sobre una línea ética tácita que difícilmente puede ser comprobada y donde un número creciente de empresas dedicada a esta actividad no entregan información sobre la preparación de sus trabajadores en materia de interacción con fauna silvestre. Mientras debatimos el rol que el turismo debe tener en nuestro país considerando que el gran activo de Chile es su naturaleza, se acerca otra temporada sin que se hayan tomado medidas concretas para reglamentar y fiscalizar la actividad en nuestro territorio.

¿Cómo podemos aportar para reducir este impacto? Denunciando y documentando malas prácticas –como por ejemplo la alimentación de fauna silvestre–, exigiendo estándares de calidad y certificaciones a las empresas/guías que realizan esta actividad y promoviendo las buenas políticas de empresas/emprendimientos que tengan un historial de sostenibilidad trazable y que ojalá participe de manera activa no sólo en promover una manera de hacer negocios sostenible con nuestra biodiversidad, sino que además esté involucrado en el trabajo con las comunidades donde opera siendo partícipe activo de la defensa de territorios y ecosistemas en peligro.

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