Las tierras del Biobío estaban originalmente cubiertas por grandes y extensos bosques. Tan densos, que en las primeras crónicas españolas fueron descritos como selvas impenetrables, donde los árboles llegaban a conformar verdaderas catedrales vegetales, con gigantescas lianas colgando del alto dosel arbóreo. Además, desde el río Biobío hacia el sur abundaban zonas totalmente intransitables debido a la densa vegetación y el suelo pantanoso.

©Jens Benöhr
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Hoy, esta descripción no encajaría en la memoria de la mayoría de los habitantes de este territorio. Incluso personas ancianas ya solo recuerdan los valles de la depresión intermedia como tierras utilizadas para el cultivo agrícola, la ganadería y, más recientemente, las plantaciones forestales. Solo en las profundas quebradas y altas cumbres de la cordillera de la costa o en la precordillera andina, es posible encontrar remanentes de estas reliquias de tiempos antiguos, cuyos nombres, otrora de conocimiento popular, han sido olvidados.

Sin embargo, el bosque y sus habitantes no han desaparecido completamente. Aunque diezmados, los bosques del Biobío aún persisten. Estos ecosistemas milenarios son el resultado de misteriosas interacciones, y muchos son los interesados en redescubrir sus secretos: los nombres perdidos en el pasado y las relaciones tróficas que se expanden entre los múltiples seres que habitan la floresta.

El mapudungún, una lengua rica en sonidos onomatopéyicos de la naturaleza, tiene palabras para cada ser del bosque, especialmente los árboles. El koyam, por ejemplo, también conocido como walle o pelliñ según el estado de su corteza, o el külon, del cual seguro muchos han probado su fruto color lila llamado “maqui”. También está la deliciosa miel del ngulngu, producto de sus blancas flores que contrastan con sus oscuras hojas. Otros, como el kewle y el pitao, que solo habitan en los valles costeros de las tierras del Biobío y el Maule, se encuentran al borde de la extinción.

En el campo aún existen personas con profundos conocimientos de estas plantas, pero quienes habitamos en las grandes ciudades con suerte podemos diferenciar las plantaciones de pino de un bosque nativo: hemos perdido la comprensión de las especies que nos rodean y sustentan nuestras vidas. Sin embargo, podemos reconocer un flujo de senderistas recorriendo y observando los bosques de Chile en los últimos años. Muchos caminan maravillados por la diversidad de plantas y animales que se escabullen y nos observan desde el follaje de los árboles.

©Jens Benöhr
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Para apoyar este proceso de conocimiento, un grupo de amigos dedicados a la educación ambiental hemos decidido crear la guía de campo “Bosques de la tierra del Biobío”, la cual es una introducción a la flora arbórea nativa de nuestra región. En ella se encuentran algunos pincelazos y fotografías de los bosques de nuestras tierras. Diseñada para caber en tu bolsillo y acompañarte en tus caminatas, este libro entrega las herramientas no sólo para distinguir especies, sino también los distintos tipos de bosques del Biobío. El libro tiene descripción de los ecosistemas, además de una sección de estrategias de identificación para principiantes. Porque sabemos lo difícil que es la lectura de esas extrañas palabras que abundan en las guías tradicionales, el lenguaje que utilizamos en nuestro libro ha sido simplificado, de modo que cualquiera pueda entender las características esenciales de las plantas que quieren identificar.

El libro ya salió a la luz. Y bajo el candor del sol primaveral, ya recorre los senderos de los bosques. Tanto así, que decidimos imprimir más copias, pues la primera edición se nos acabó y más personas quieren utilizar esta herramienta. Es por esto que les presentamos nuestra campaña de financiamiento colectivo para imprimir esta segunda edición, para que más personas se entusiasmen por recorrer los bosques que tanto queremos.

Esta guía se suma a muchas otras iniciativas de educación ambiental a lo largo de Chile, proyectos audiovisuales, editoriales, musicales, entre muchos otros. Nos identificamos con un gran objetivo común: recuperar el apego al territorio que nos vio nacer y sentir el peso de su geografía sobre nuestros cuerpos. Entonces, comenzamos a cuestionar los incendios que en verano asolan tierras, donde las plantaciones han secado la tierra. Y nos preguntamos ¿Queremos plantaciones inflamables cubriendo la totalidad del centro sur de Chile? ¿Qué sucedió con la antigua “selva fría” que se extendía desde el Biobío hacia el sur? ¿Dónde han quedado sus vertientes refrescantes y la sombra de sus árboles, que guarecen al caminante en verano? Buscamos al chucao que bebe del estero, al pudú que come los frutos de las plantas o al puma que mantiene el equilibrio de los ecosistemas. Nuestro sueño es, a través de la identificación de especies y ecosistemas en terreno, difundir la comprensión y el enamoramiento con la tierra y sus habitantes.

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1 Comentario

1 Comentario

  1. Juan Pablo Jara

    Estimados, junto con saludar y felicitar su gran aporte a la difusión científica y protección de la naturaleza con su enorme y rica biodiversidad.
    Tengo una consulta, del artículo que subieron «conociendo la historia de los bosques del Biobío», ¿La guía será posible compartir en formato digital?, sería una muy buena opción.
    Quedo atento a sus comentarios, saludos.

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