La Conferencia de las Partes (COP) del Convenio sobre la Diversidad Biológica es un tratado internacional adoptado en la Cumbre de la Tierra, celebrada en Río de Janeiro, que se llevó a cabo en 1992, pero que entró en vigor un año después. Su finalidad es lograr conservar la biodiversidad a nivel mundial.

Por lo mismo, esta oportunidad se presenta como un espacio para establecer agendas, compromisos y marcos de acción, así como atender desafíos mundiales como la crisis climática, la pérdida de hábitats naturales, la sobreexplotación de recursos naturales, entre otros.

En este sentido, este año se celebra la dieciseisava versión de esta instancia, desde el 21 de octubre hasta el 1 de noviembre, en Cali, Colombia. El evento reúne a representantes de 196 países, así como organizaciones intergubernamentales, no gubernamentales, sociedad civil y otros actores relevantes, para discutir estrategias sobre la conservación y el uso sostenible de la biodiversidad. Esta iniciativa adquiere especial relevancia considerando el momento crítico que está atravesando actualmente el planeta.

Flamencos en el Desierto de Atacama. Créditos: Filipe Frazao.
Flamencos en el Desierto de Atacama. Créditos: Filipe Frazao.

«En un contexto de convergencia de crisis y la urgencia de integrar las respuestas, la COP 16 será una instancia que pondrá a prueba la voluntad y capacidad de los tomadores de decisión y responsables de la gestión de los Estados de empujar y profundizar la agenda de bienestar y sostenibilidad, reconociendo la interdependencia entre clima, biodiversidad y pobreza», explica a Periodistas por el Planeta Karla Maass Wolfenson, Asesora de Políticas y Campaña Climate Action Network America Latina (CANLA) y Directora interina Alianza Cuencas Sagradas (ASHA).

La experta agrega: «La estabilidad de los sistemas naturales y sociales dependerá del nivel de compromiso y de la capacidad de respuesta colectiva para trazar agendas sinérgicas que permitan implementar el Marco Global de Biodiversidad Kumming-Montreal, establecido en 2022, y poner en marcha las directrices del Balance Global realizado en 2023 en el marco de la Convención Marco de sobre Cambio Climático (CMNUCC)».

San Pedro de Atacama. Créditos: Ricardo Jara.
San Pedro de Atacama. Créditos: Ricardo Jara.

De tal forma, apunta a que serán fundamentales los procesos de cada país para actualizar sus Planes y Estrategias Nacionales de Biodiversidad (NBSAPs) y las Contribuciones Nacionalmente Determinadas (NDCs), y así favorecer transiciones socioecológicas con legitimidad social: «Frenar el avance de la industria de los combustibles fósiles en zonas de alta biodiversidad y/o ecosistemas frágiles o que cumplan una función vital en el ciclo del carbono es una decisión necesaria y acorde al desafío que enfrentamos como humanidad. En ese sentido, los países Amazónicos deberán establecer propuestas claras para proteger la Amazonía, reconociendo su rol en la protección de la biodiversidad global y la estabilidad climática global».

Cabe recalcar que la COP 16 es la primera conferencia que se realiza desde la adopción del Marco Mundial de Biodiversidad de Kunming-Montreal en 2022, el que estableció 23 metas ambiciosas para frenar la pérdida de biodiversidad. Estas se centran en tres secciones claves, comenzando por la protección de los ecosistemas críticos. Por lo mismo, se propone que para 2030, al menos el 30% de las áreas terrestres, aguas continentales y océanos sean protegidas y gestionadas de manera equitativa. Este enfoque no solo busca conservar la naturaleza, sino que también incluye a los pueblos indígenas y comunidades locales en la toma de decisiones, asegurando que sus voces sean escuchadas y respetadas. Además, se prevé restaurar al menos el 30% de los ecosistemas degradados, garantizando su recuperación efectiva.

Comunidades indígenas en el Amazonas. Créditos: Joan Monterde.
Comunidades indígenas en el Amazonas. Créditos: Joan Monterde.

Por otro lado, la conservación de especies es también un pilar fundamental de esta agenda. Se plantean acciones urgentes para proteger a las especies amenazadas, y se enfatiza la necesidad de que la recolección y el comercio de especies silvestres sean seguros, legales y sostenibles. También se propone la eliminación de especies invasoras, que representan una grave amenaza para los ecosistemas nativos, y se busca mitigar los efectos del cambio climático y la acidificación de los océanos en la diversidad biológica.

Otro aspecto destacado es la satisfacción de las necesidades humanas mediante un uso sostenible de la biodiversidad. Este enfoque abarca la gestión de especies silvestres en beneficio de las comunidades, así como la mejora de la sostenibilidad en sectores como la agricultura, la acuicultura y la silvicultura. Además, se promueve el aumento de los espacios verdes en entornos urbanos, fomentando un equilibrio entre desarrollo y naturaleza.

Finalmente, la agenda propone herramientas para la implementación efectiva del Marco Mundial. Se hace hincapié en la integración de la biodiversidad en la toma de decisiones en todos los niveles de gobierno y en la industria. Se busca que las empresas evalúen, divulguen, y reduzcan su impacto en la biodiversidad, mientras se garantiza la participación de todos los sectores de la sociedad en este proceso, así como el acceso a la justicia y a la información. Debido a esto, un objetivo financiero clave es movilizar 200 mil millones de dólares anuales para la conservación de la biodiversidad, de los cuales 30 mil millones provendrán de financiación internacional.

Bandurria. Créditos: Pablo Rodríguez Merkel.
Bandurria. Créditos: Pablo Rodríguez Merkel.

«La Tierra es un planeta vivo, en una posición única para sustentar la vida, con océanos, bosques y ecosistemas que han evolucionado a lo largo de 3.700 millones de años. La humanidad, una creación tardía de este planeta único, tiene la capacidad de aprender, desarrollarse y planificar su futuro. Sin embargo, la codicia y el afán de poder nos han llevado a destruir los bosques para la minería y la agricultura, a contaminar el aire, el agua y la tierra, y a explotar el planeta en busca de petróleo, oro y dinero, valorándolos más que la propia vida. A pesar de los innumerables tratados internacionales para proteger la vida en la Tierra, la sed de petróleo continúa y se celebran nuevos yacimientos petrolíferos. Esta locura debe terminar. Nuestro planeta está ardiendo y el momento de actuar es ahora», opina a Periodistas por el Planeta Erlan Sleur, presidente de la organización ProBios y coordinador del Foro Social Panamazónico (FOSPA) Suriname.

Guacamayo. Créditos: Freder.
Guacamayo. Créditos: Freder.

Algunos de los desafíos

Uno de los puntos más importantes, en el que se enfatizará durante todo el proceso, es la importancia de incluir a pueblos indígenas y comunidades locales en la gestión de la biodiversidad, por lo que se espera que se adopte un programa que reconozca el conocimiento tradicional de estas comunidades y promueva su participación activa en las decisiones sobre sus territorios y recursos. Este enfoque no solo debería empoderar a las comunidades, sino que también reconocer su papel esencial en la conservación.

«No se puede hablar de proteger la biodiversidad sin reconocer y proteger los territorios indígenas. Somos nosotros, los protectores de la tierra, quienes hemos preservado durante siglos el 80% de la biodiversidad del planeta. Nuestra visión del mundo y nuestros proyectos de vida son la única forma de garantizar que las generaciones futuras tengan un planeta vivo. Proteger a los pueblos indígenas significa proteger la biodiversidad. ¿Cómo pueden hablar de proteger la biodiversidad y al mismo tiempo financiar su destrucción? Subvencionar la agroindustria, la minería, las prospecciones petrolíferas, etc., que destruyen bosques, contaminan ríos e invaden territorios indígenas, socava cualquier esfuerzo real de conservación. Los países deben dejar de alimentar este ciclo de destrucción e invertir en quienes realmente protegen la tierra: los pueblos indígenas. Solo entonces la protección será real y sostenible», comenta a Periodistas por el Planeta Toya Manchineri, coordinador General de las Organizaciones Indígenas de la Amazonía Brasileña (Coiab).

Comunidades indígenas. Créditos: Food Photographer.
Comunidades indígenas. Créditos: Food Photographer.

«A nivel global, las comunidades indígenas son absolutamente fundamentales para llevar a cabo la conservación, y todos los informes internacionales enfatizan la idea de que sin comunidades indígenas y locales dentro del manejo de la biodiversidad, estamos mal, o sea, no vamos a poder lograr estas metas. La respuesta es bien sencilla. Básicamente, las comunidades indígenas están en gran parte del territorio y tienen una relación bastante más intrínsecamente, más cercana al territorio, a la tierra, y eso tiene dos facetas. La positividad, en el sentido de que si los incorporas, evidentemente van a tener una llegada en todas esas tierras en las que tú no tendrías como poder manejar adecuadamente de otra manera. Por el otro lado, si no les dan las ayudas necesarias, su relación con el territorio también puede deteriorarse, causando la degradación de este territorio», indica por su parte el doctor Aníbal Pauchard, investigador de la Universidad de Concepción y director IEB.

Otro tema crucial en la agenda vendría a ser el financiamiento. Se estima que se requieren entre 722.000 y 967.000 millones de dólares anuales para proteger la biodiversidad, mientras que el gasto actual se encuentra entre 124.000 y 143.000 millones, dejando una alarmante brecha de financiamiento. Los participantes buscarán movilizar recursos significativos para implementar las estrategias necesarias y garantizar que se cumplan las metas del Marco Mundial.

Jaguar. Créditos: Nivkbar.
Jaguar. Créditos: Nivkbar.
Huemul. Créditos: Panchof.
Huemul. Créditos: Panchof.

«Lo que sabemos es que hay al menos tres elementos bien importantes. Quizás el que más ha llamado la atención es el financiamiento, es decir, cómo los países que tienen más recursos pueden ayudar a los países que tienen menos recursos para lograr acciones concretas, para alcanzar las metas de biodiversidad. En ese sentido, hay unas nuevas metas, que son las metas de Kunming-Montreal, las que requieren de muchos recursos. Entonces, esa es una cosa. La otra cosa que se va a discutir es que cada país tiene que mostrar cómo están sus estrategias nacionales de biodiversidad, cómo están sus parámetros, y si se está cumpliendo lo que se ha comprometido. El tercer punto es el tema de la distribución, o sea, de los beneficios de la información genética. El patentamiento de la información genética y todo eso», profundiza Pauchard.

«No como el Estado, sino que como país en general (Chile), nos interesa que haya más financiamiento, o sea, claramente eso es un tema que realmente es crítico. Hay mucha conservación que se hace y que finalmente quedan, como nosotros las denominamos, como áreas de papel. Se trata de conservación que está en el papel, pero que no está en la realidad. Entonces, ahí yo creo que nos falta bastante y, evidentemente, ayudaría a tener más financiamiento», agrega.

Además, se espera que la conferencia aborde la interrelación entre la biodiversidad y el cambio climático, reconociendo que ambos problemas requieren soluciones integrales. La frase «Paz con la naturaleza» se ha convertido en el lema de la COP 16, simbolizando la aspiración de fomentar una convivencia armónica entre las comunidades y el medio ambiente. La conferencia se desarrolla en dos espacios: la Zona Azul, dedicada a negociaciones oficiales, y la Zona Verde, abierta al público, donde se llevan a cabo actividades para involucrar a la sociedad civil y académicos.

Lagartija. Créditos: Andrés Rambaldi.
Lagartija. Créditos: Andrés Rambaldi.
Oso de anteojos. Créditos: Andyd.
Oso de anteojos. Créditos: Andyd.

«La preservación de la biodiversidad y la lucha contra el cambio climático no son causas separadas; son dos caras de la misma moneda. De hecho, la clave para salir de los combustibles fósiles puede estar precisamente en las áreas más biodiversas del planeta. Sin embargo, estas áreas están cada vez más expuestas a la industria fósil. Permitir que la extracción continúe en estos lugares no solo pone en riesgo la biodiversidad, sino que amenaza nuestro futuro colectivo. Más de 66 mil millones de toneladas de CO2 podrían liberarse desde los suelos de sitios que deberían ser santuarios. Más de 2 mil áreas protegidas, desde Patrimonios de la Humanidad, hasta reservas de la biosfera, sitios Ramsar, OSPAR y parques nacionales, están bajo amenaza. Si comprendemos que proteger la naturaleza es habilitarnos un futuro —en un mundo donde el cambio climático ya amenaza la vida de millones—, entonces el compromiso de no extraer combustibles fósiles de estas tierras no es solo una opción; es una obligación. Solo así podremos avanzar hacia una matriz energética que sea justa para las comunidades y responsable con el planeta», afirma a Periodistas por el Planeta Rocío Rodríguez Almaraz, coordinadora del proyecto Protected Carbon, de Leave it in the Ground Initiative (LINGO).

Debido a todo lo planteado, uno de los principales objetivos de la conferencia es evaluar el progreso de los países en el cumplimiento de estas metas, así como movilizar los recursos necesarios para su implementación. Lamentablemente, en los pocos días que lleva la COP 16 de desarrollo, se han dado a conocer algunas cifras poco alentadoras respecto a los avances de las metas. Por ejemplo, de los océanos del mundo solo el 9,7% estará protegido para 2030. Del mismo modo, Greenpeace calcula que el objetivo 30×30 se cumplirá en los ecosistemas costeros y marinos 80 años después de la fecha límite, mientras que, según lo divulgado por el Fondo Mundial para la Naturaleza, los ecosistemas saludables, como los bosques y los océanos, han absorbido el 54% de las emisiones de gases de efecto invernadero provocadas por el ser humano en los últimos 10 años.

San Pedro de Atacama. Créditos: Luciano Galetto.
San Pedro de Atacama. Créditos: Luciano Galetto.
Guanaco. Créditos: Kamchatka.
Guanaco. Créditos: Kamchatka.

Especies exóticas

Respecto a lo anterior, el desafío que se presenta como el obstáculo más grande para la protección efectiva de las especies amenazadas, es la devastación ejercida por las especies invasoras, las que representan una grave amenaza para los ecosistemas nativos.

Para dar un contexto, Latinoamérica alberga el 40% de la biodiversidad mundial, sin embargo, según la Lista roja de especies amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), hay cerca de 4.445 especies catalogadas como En Peligro de Extinción, de las cuales alrededor de 665 están En Peligro Crítico.

Además, de acuerdo con el Informe Planeta Vivo 2024 de World Wildlife Fund (WWF), en los últimos 50 años se ha producido en la región un importante descenso en el tamaño promedio de las poblaciones de vida silvestre, siendo esta cifra a nivel mundial de un 73%, mientras que en América Latina llega a 95%.

Visón. Créditos: Vladimir Pankov.
Visón. Créditos: Vladimir Pankov.

Debido a lo anterior, expertos destacan que la Meta 6 del Marco Mundial, que busca reducir en un 50% la introducción de especies invasoras para 2030, es vital, pero difícil de alcanzar.

De este modo, primero hay que comprender que las especies exóticas invasoras son aquellas que, introducidas por la acción humana, logran establecerse en nuevos entornos, propagándose y afectando negativamente la biodiversidad local. Para dar un ejemplo, según un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) de 2017, en Chile se encuentran presentes alrededor de 1.100 especies exóticas. Este número no solo es elevado, sino que sigue en aumento, lo que plantea serios desafíos ecológicos.

Cabe recalcar que estas especies tienden a asentarse en áreas naturales donde sus efectos destructivos no se perciben de inmediato en términos económicos, y sus impactos ecológicos suelen quedar fuera del alcance de los servicios estatales.

Castor. Créditos: Kidmoses.
Castor. Créditos: Kidmoses.

La posición de Chile

Dentro de los múltiples desafíos presentados, en Chile uno de los que requieren mayor atención es, justamente, la Meta 6 en la lucha contra las especies invasoras. Expertos apuntan a que se deben tomar medidas que incluyan la identificación y manejo de las vías de ingreso de nuevas especies, la prevención de su establecimiento, y el control de aquellas ya establecidas. Sin embargo, aunque el país ha tenido éxito en la prevención de nuevas entradas gracias a políticas de protección fronteriza, los esfuerzos para gestionar las especies que ya han invadido son mucho más limitados.

Respecto a esto, a pesar de que existe una amplia aceptación científica en torno al rol de estas especies exóticas en la pérdida de biodiversidad y del deterioro de ciertas funciones ecológicas, el tema aún sigue estando fuera de la opinión y agenda pública. Algunos expertos apuntan a que esta falta de interés va asociada con un desconocimiento general, así como por la tendencia de minimizar los impactos negativos de ciertas especies que resultan ser útiles en contextos agrícolas o económicos.

«Muchas veces los tomadores de decisión tienden a ver estos problemas de manera sumamente aislada. Por ejemplo, se ve una especie invasora por aquí, otra especie por allá, este es un animal, esta es una planta, este es un problema de cambio climático y este de biodiversidad. Los ven como problemas separados. Entonces, lo que se ha estado insistiendo desde la parte académica y técnica es que estos problemas están todos asociados», menciona Pauchard.

En esta línea, un ejemplo de lo anterior es el castor, que ha inundado y destruido vastas áreas de bosques subantárticos. Otra especie problemática es el visón, que representa una amenaza tanto para la fauna nativa como para aves de granja. Los pinos, por su parte, han invadido los bosques de araucarias, alterando el ecosistema local. Incluso algunos salmones, aunque son valorados por su producción, pueden convertirse en una amenaza cuando escapan de su entorno controlado.

Visón. Créditos: Trolleytrackroad.
Visón. Créditos: Trolleytrackroad.
Castor. Créditos: Freder.
Castor. Créditos: Freder.

«Por ejemplo, está el caso del visón, del castor, y de la chaqueta amarilla. Esos son animales e insectos, pero también tenemos plantas que son muy complicadas, como el ulex (Ulex europaeus), arbusto que produce incendios fundamentalmente. Entonces, tenemos una serie de especies, mínimo hablábamos en plantas de más de 100 especies invasoras, pero el catálogo de estas especies está poco definido en Chile, porque no hemos hecho el análisis de riesgo. Sabemos cuántas especies exóticas tenemos, pero no cuántas son realmente dañinas. Se trata de una amenaza que va mucho más allá de una especie en particular, si no que se trata de un conjunto de especies que, evidentemente, con mayor comercio, con mayor movimiento de personas, mayor movimiento de bienes, van a empezar a llegar. Entonces, tenemos que estar preparados para esto. La globalización tiene este lado negativo también, que es el movimiento de especies», comenta Pauchard.

«El caso de los visones es probablemente el que tiene más acciones concretas, porque tiene también impactos directos en los animales de granja, básicamente gallinas. Entonces, el Servicio Agrícola Ganadero está tomando una serie de acciones bastante concretas para reducir la población, pero la especie se expande más rápido de lo que uno quisiera. Es una tarea que va bastante contra la marea, en ese sentido. En la situación del castor también es bien complicada. Se han hecho varios esfuerzos, pero no sé en este momento cómo estará la situación, por eso la prevención es sumamente clave, y para una buena prevención se necesita tener claro qué especies tenemos ahora, cuáles están llegando, y mientras antes trabajemos más fácil será hacer esa prevención», agrega.

Por otra parte, respecto a los las otras metas, Chile se encuentra en un punto medio, logrando avances importantes en algunas áreas, mientras que en otras aún falta mucho por desarrollar.

Pudú. Créditos: Tobias Nowlan.
Pudú. Créditos: Tobias Nowlan.
Pumas. Créditos: Agami Stock.
Pumas. Créditos: Agami Stock.

«Son 23 metas supertécnicas, pero lo que podría decir es que, como en todas las cosas, en algunas de ellas nos sacamos buenas notas y en otras tenemos malas notas. Por ejemplo, en el tema de áreas protegidas yo diría que nos sacamos una buena nota, en el sentido de que tenemos ya cercano al 30% que necesitábamos. Tenemos 23% terrestre, cifra que es incluso mayor en el tema marino. O sea, estamos bien, pero está la necesidad de que estas sean efectivas, es decir, que realmente se lleve a cabo lo que se propone en esas áreas protegidas. Que tengan un plan de manejo actualizado y los recursos. Pero, por ejemplo, hay metas, como el de las especies exóticas e invasoras, en las que el desafío es enorme, porque lo que se pide es reducir en un 50% las nuevas especies invasoras y para eso hay que saber primero cuáles son las que hay ahora y cuáles van a llegar. Se deben hacer también análisis de riesgo, por lo que se trata de un trabajo muy potente, y en cinco años es difícil que lleguemos a hacerlo», señala Pauchard.

«La cuestión de la biodiversidad enfrenta un gran retraso en relación con la agenda climática en Chile y está totalmente desconectada, lo que preocupa a las organizaciones de la sociedad civil. Incluso con este gobierno que se ha declarado ecológico, no hemos tenido avances significativos en una agenda de política pública nacional. Sí, en cambio, asumimos compromisos internacionales para ayudar en la transición energética de los países del hemisferio norte. […] Somos el segundo productor mundial de litio. Y en este contexto, no hay claridad de que estos ecosistemas únicos serán protegidos. […] Otro punto de tensión con la sociedad civil son las reuniones con diferentes organismos internacionales, como el Banco Mundial, y con varios países, donde se ha asumido una producción de hidrógeno verde para la exportación. Esto está generando conflictos socioambientales, especialmente en la Patagonia chilena, donde se pretende producir hidrógeno con impactos aún desconocidos. El gobierno no quiere admitir que está promoviendo una agenda exportadora», explica por su parte, a Periodistas por el Planeta, Flavia Liberona, Bióloga, directora ejecutiva de Fundación Terram.

Araucarias. Créditos: Ivankonar.
Araucarias. Créditos: Ivankonar.

Asimismo, es relevante mencionar que en esta oportunidad también se está discutiendo un punto sumamente esencial para la preservación de ciertas especies: el tema de la conservación genética. En este contexto, de acuerdo con Rodrigo Hasbún Zaror, doctor en Biología e ingeniero forestal de la Universidad de Concepción, Chile ha tomado medidas importantes para alinear sus políticas con los objetivos globales de biodiversidad.

«Como parte del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB), Chile ha estado trabajando en la actualización de su Plan Nacional de Biodiversidad para reflejar un enfoque más inclusivo y equitativo, basado en derechos humanos y el uso sostenible de los ecosistemas, tal como lo promueve el Marco Mundial de la Biodiversidad Kunming-Montreal (GBF). La creación del Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas, nos permitirá contar con organismo dedicado exclusivamente a la conservación de la naturaleza, con instrumentos que, por primera vez, considerarán todos los niveles  (genes, especies, ecosistemas y paisaje). Justamente los genes o el nivel genético de la biodiversidad ha sido uno de los grandes ausentes en todas las discusiones, pero eso está cambiando rápidamente gracias a la acción de la Coalición para la Conservación Genética», profundiza el experto.

Vizcacha. Créditos: Marianela.
Vizcacha. Créditos: Marianela.
San Pedro de Atacama. Créditos: Wladimir Campos.
San Pedro de Atacama. Créditos: Wladimir Campos.

«Uno de los avances recientes en Chile es su compromiso con la conservación de la diversidad genética, no solo de especies de valor económico, sino de toda la biodiversidad. Esto incluye el monitoreo de la diversidad genética de especies mediante indicadores accesibles que no siempre requieren análisis genéticos de laboratorio (como lo promueve GBF), lo que permitirá una mayor participación de comunidades locales y científicos ciudadanos. Esta estrategia será fundamental en el marco de la COP16, donde la conservación de la diversidad genética es clave para enfrentar desafíos como el cambio climático y la pérdida de biodiversidad. Finalmente, considero que la participación de Chile en la COP16 debería poner énfasis en la implementación del Protocolo de Nagoya para el acceso y reparto justo de los beneficios derivados de los recursos genéticos, lo que es crucial para apoyar tanto la conservación como el bienestar de las comunidades locales», agrega.

Cóndor andino. Créditos: Slowmotiongli.
Cóndor andino. Créditos: Slowmotiongli.

Finalmente, es crucial señalar que Chile, junto con Reino Unido y Fundación Fungi, presentará un proyecto orientado hacia la conservación del Reino Fungi, con el fin de posicionar a los hongos como un reino biológico independiente en legislación y políticas y priorizado dentro de los acuerdos multilaterales de biodiversidad. Esto debido a  que, pese a lo esenciales que son los hongos para el funcionamiento de los ecosistemas, estos organismos han sido ignorados o subrepresentados en los acuerdos internacionales sobre biodiversidad. Esta iniciativa busca remediar eso.

«El propósito de este acuerdo es claro: integrar a los hongos dentro de las estrategias y marcos globales de conservación, destacando el rol clave que cumplen en la lucha contra el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la promoción de un desarrollo económico sostenible», asegura la Ministra del Medio Ambiente de Chile, Maisa Rojas.

Es así como la COP 16 representa una oportunidad crucial para avanzar en la conservación de la biodiversidad global. Mientras que las negociaciones avanzan en Cali, el mundo se encuentra atento a cómo se implementarán las metas del Marco Mundial, ya que solo a través de la colaboración entre gobiernos, comunidades locales y organizaciones internacionales será posible enfrentar efectivamente la crisis de biodiversidad que amenaza nuestro planeta.

Cortinarius magellanicus. Créditos: Giuliana Furci.
Cortinarius magellanicus. Créditos: Giuliana Furci.
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