Colombia: Una expedición reveló la sorprendente biodiversidad que la guerra ocultaba en el parque nacional Picachos
El conflicto armado colombiano había impedido que los científicos accedieran al parque nacional natural Cordillera de los Picachos. Un grupo de investigadores llegó a dos sectores de gran riqueza natural, que además pueden tener potencial ecoturístico. Parques Nacionales, varias ONG, comunidades locales y exguerrilleros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) se unieron y en 20 días registraron 248 especies de plantas, 376 de mariposas, 26 de anfibios, 10 de reptiles, 275 de aves, 36 de murciélagos y 30 de mamíferos medianos y grandes. En este reportaje del periodista Antonio José Paz Cardona para Mongabay Latam se cuenta la extraordinaria riqueza natural que paradójicamente estuvo protegida mientras el país que le alberga estaba sumido en una intensa guerra durante los últimos 50 años. Una riqueza natural que ahora impone a Colombia el imperativo de su protección y conservación.
Durante décadas el conflicto armado interno hizo que la riqueza biológica del Parque Nacional Natural (PNN) Cordillera de los Picachos permaneciera aislada. Sin embargo, esto cambió el pasado mes de abril cuando un grupo de 23 personas se encontró en el municipio de San Vicente del Caguán (Caquetá), para emprender una expedición de caracterización biológica en Picachos, un área protegida que, junto con el PNN Tinigua y el PNN Sierra de la Macarena, constituye una zona de importante valor natural debido a la confluencia de ecosistemas andinos, amazónicos y orinocenses.
El equipo estuvo conformado por habitantes de la Zona de Reserva Campesina Pato-Balsillas, investigadores de la Fundación La Palmita, exguerrilleros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en proceso de reincorporación a la sociedad civil, guardaparques de Parques Nacionales Naturales y funcionarios de WWF Colombia.
Los resultados fueron sorprendentes. En solo 20 días encontraron 248 especies de plantas, 376 de mariposas, 26 de anfibios, 10 de reptiles, 275 de aves, 40 de mamíferos medianos y grandes, y 36 de murciélagos. Estas cifras pueden cambiar en la medida en la que se confirmen nuevas especies o especies muy raras que hasta el momento no se habían encontrado en la zona o en el país.
Un paraíso lleno de fauna y flora
La expedición al PNN Cordillera de los Picachos se concentró en los sectores del Salto del Venado y Coreguaje, reconocidos localmente como áreas de inmensa biodiversidad y con potencial ecoturístico. La travesía no solo fue un descubrimiento en términos de biodiversidad sino un encuentro entre biólogos, poblaciones locales y la memoria histórica de un lugar inexplorado que durante años fue testigo de una guerra sin tregua.
“Pasamos por un sitio que se llama filo parrillo donde veías las trincheras de las FARC, fue un sitio muy bombardeado, había muchos rastros de guerra. Encontramos partes de uniformes camuflados y maletas. Los excombatientes nos iban contando las historias que vivieron allí. Para nosotros [los biólogos de Fundación La Palmita] fue muy fuerte porque hemos estado en zonas de conflicto muchas veces pero nunca habíamos podido dialogar con la gente que vivió esas experiencias”, cuenta Miguel Rodríguez, director científico de la Fundación La Palmita e investigador de la expedición.
Varios de los investigadores locales que participaron de este proyecto pertenecen a la Cooperativa Manuel Marulanda Vélez (MMAVECOOP) y Caguan Expeditions, dos asociaciones que involucran a excombatientes y que trabajan con ecoturismo en la zona de influencia del parque.
“Nosotros siempre hemos visto los animales que tenemos, pero nunca habíamos tenido la oportunidad de conocer en detalle a más de 300 especies de mariposas, tigrillos, dantas y otros animales en estado óptimo. Eso implica que el área está bien conservada y quedamos sorprendidos de que eso fuera tan valioso. A estos territorios nunca nadie había accedido, ni siquiera los campesinos y menos en tiempo de guerra. Hoy podemos pensar en procesos de conservación y preservación de la biodiversidad de la zona”, cuenta María de los Ángeles Vargas, gerente de MMAVECOOP.
Uno de los hallazgos más relevantes fue que, aproximadamente a los 1100 metros sobre el nivel del mar, registraron al jaguar y al oso de anteojos. Para Rodríguez, encontrar en la misma altura a las especies más grandes de montaña y de tierras bajas quiere decir que ese es un sitio con un alto grado de conservación, que muestra las verdaderas dinámicas de la biodiversidad cuando no hay tanta transformación por parte del humano.
Según explica, el oso de anteojos y el jaguar son dos de las primeras especies que desaparecen cuando la zona ha sido muy alterada o cuando hay mucha cacería. Su presencia demuestra que hay muchas presas y plantas disponibles, “tanto que dos animales tan grandes como estos pueden vivir juntos en un mismo espacio”, afirma Rodríguez.
Marlodis Esguerra, jefe del PNN Cordillera de los Picachos, comenta que la caracterización biológica que se hizo en el área protegida genera información clave para su gestión y contribuye al conocimiento de la diversidad biológica y permite divulgar escenarios paisajísticos inexplorados y resaltar los valores naturales que tiene el parque. “La información recogida en esta expedición aporta a diferentes procesos de planificación y manejo enfocados en la conservación y protección del bosque húmedo andino y la cuenca del río Pato, establecidos como valores objetos de conservación del área protegida”, dice.
Una de las principales conclusiones de los investigadores es que la expedición superó sus expectativas. “Uno espera que a medida que van pasando los días el número de especies nuevas que se van registrando tienda a disminuir, pero acá todos los días sumabas y sumabas especies”, dice Rodríguez.
Por ejemplo, en el caso de las aves, se encontraron algunas que solo se conocían para Ecuador y que no habían aparecido en departamentos más cercanos a la frontera como Nariño, Putumayo y Cauca. También encontraron especies que no estaban registradas en el departamento de Caquetá —donde se hizo la expedición— pero sí en otros departamentos de la Amazonía y de los Andes.
Otra sorpresa fueron los anfibios. Encontraron muchas ranas del género Pristimantis, aunque debido a la falta de información se necesitarán análisis moleculares y revisión de colecciones para identificar si son especies nuevas o son ranas que tienen distribución en otros lugares. Los resultados de esta exploración a Picachos dan cuenta de ocho especies de ranas en sitios muy bien conservados y de aguas muy limpias que potencialmente pueden ser nuevas especies.
“Eso se repite también en las mariposas, donde contamos alrededor de 370 especies, de las cuales no pudimos identificar cerca del 30 %. En murciélagos llevamos un registro de poco más de 30 especies y también es posible que haya nuevas especies. En plantas ya hay una especie nueva que se está describiendo”, resalta Rodríguez.
Exploración en condiciones extremas
Para los investigadores todo era nuevo, pero también más lejano y extremo de lo que se habían imaginado. Miguel Rodríguez cuenta que las caminatas duraban horas en terrenos escarpados. “Picachos se llama así porque tiene unos enormes picos y unos despeñaderos grandísimos”, dice el investigador y recuerda que, en uno de los primeros días de expedición, caminaron cinco horas en ascenso hasta llegar al pico donde iban a hacer uno de los muestreos.
“Llegamos hasta arriba pero no contábamos con que nos íbamos a tardar tanto en llegar, no llevábamos comida ni agua, no encontrábamos por donde bajar y terminamos caminando en la noche. Solo hasta las 11 de la noche llegamos nuevamente al sitio donde estábamos acampando. Afortunadamente los excombatientes conocían la zona y eran nuestros guías”, dice Rodríguez.
Uno de los objetivos de esta exploración a Picachos era unir saberes. Los pobladores locales compartían las vivencias y el conocimiento de la zona mientras que los biólogos capacitaban en ciencia a sus guías. Se armaron equipos de tres personas que cada dos días cambiaban de grupo de muestreo, pasando por aves, mamíferos, murciélagos, plantas, reptiles y anfibios.
Rodríguez recuerda con humor cómo muchos mostraban desinterés cuando les tocaban murciélagos y mariposas pero luego pasaron a ser sus grupos favoritos. Para él, era muy curioso ver cómo personas muy aguerridas y acostumbradas a situaciones extremas le tenían temor a los murciélagos.
“También muestreamos mariposas. Al principio ninguno quería hacerlo pero luego terminaron felices capturándolas con las mallas. Fue una búsqueda activa donde todos empezaron a apostar quién capturaba más”, comenta el director científico de La Palmita.
“Fue increíble ver a todos estos actores trabajando; a entidades que representan al gobierno como Parques Nacionales y a MMAVECOOP que representa a exguerrilleros. Es en la naturaleza donde nos encontramos, donde no hay diferencias. Actores que antes eran enemigos ahora están juntos haciendo caracterizaciones de mariposas, anfibios, aves, plantas, reptiles. Ese trabajo colaborativo fue lo más impactante”, comenta Beth Sua Carvajal, coordinadora del Proyecto Áreas Protegidas y Paz en WWF Colombia.
Un ecoturismo para la conservación
Desde hace varios años la gente de organizaciones como MMAVECOOP y Caguán Tours trabaja con ecoturismo comunitario en zonas cercanas al parque Picachos. Según cuenta María de los Ángeles Vargas, Parques Nacionales vio posibilidad de realizar ecoturismo en al área protegida y los resultados de la expedición ayudarán a conocer más sobre la biodiversidad, las necesidades de conservación y el potencial turístico de los sectores del Salto del Venado y Coreguaje.
Marlodis Esguerra, jefe del PNN Picachos, asegura que la expedición motiva a los pobladores locales e institucionales presentes en el territorio a apropiarse de la información sobre la biodiversidad relacionada con la flora y la fauna; aporta en la planeación del ecoturismo del área protegida y su zona de influencia, y fortalece el trabajo comunitario con asociaciones como MMAVECOOP, interesadas en el desarrollo de actividades sostenibles de turismo de naturaleza en la región.
“Queremos que todo esto nos ayude con el diseño de la capacidad de carga del sendero que queremos habilitar en Coreguaje. Queremos identificar qué se debe cuidar, cómo hacerlo, en qué tiempos se puede abrir y que en un futuro tengamos habilitado ese sendero para que lo pueda disfrutar la comunidad y los visitantes. Estos hallazgos también nos ayudan a despertar ese turismo científico que queremos promover porque es más específico y menos agresivo con los territorios”, comenta Vargas.
Miguel Rodríguez, de la fundación La Palmita, cree que las comunidades pueden tener un papel activo e importante en la conservación y protección de las áreas protegidas. Para él, es posible tener un turismo bien diseñado, que trabaje de la mano con la conservación y que genere datos sobre la biodiversidad, para hacer una buena gestión del área. “Por ejemplo, si en los recorridos turísticos se pueden subir los datos de las especies que los guías van observando, esto sirve para entender cómo se comportan las especies, cuáles son los sectores que usan o no usan, sus amenazas potenciales, etc.”.
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