Chile se prepara para un verano con temperaturas sobre los 40°C: ¿Cómo adaptamos nuestras ciudades al calor extremo?
Este verano se viene inminentemente caluroso, con récords de olas de calor y con temperaturas que superarían, incluso, los 43°C en la zona centro sur del país. Esto podría traer consigo grandes consecuencias para la biodiversidad y la salud de las personas, ya que podrían intensificarse los incendios forestales, las sequías, la falta de disponibilidad de agua potable e incluso, podrían aumentar las muertes por golpes de calor y deshidratación. En ese sentido, ¿Qué podemos hacer para enfrentar estas altas temperaturas? ¿Cómo adaptamos nuestras ciudades al calor extremo? Aquí te lo contamos.
Las olas de calor y las temperaturas extremas son eventos cada vez más frecuentes por causa, principalmente, del cambio climático. Sin embargo, este año en particular, debido a la influencia del fenómeno del Niño -caracterizado por la fluctuación de las temperaturas del océano en la parte central y oriental del Pacifico ecuatorial- en gran parte del planeta se han presentado temperaturas extremas que superan todos los récords. Vale decir que en el mes de julio de este año el Valle de la Muerte en Estados Unidos alcanzó los 54°C, Sanbao en China llegó a los 52,2°C y Al Ahsa, en Arabia Saudita, alcanzó los 50,5°C.
En ese sentido, nuestro país no queda ajeno a esta realidad. Para el próximo verano se prevé que los termómetros superarían, incluso, los 43°C grados en la zona centro-sur del país, una cifra que si se concreta, sería la más alta registrada para sectores poblados en Chile. Así lo estableció un análisis proyectivo sobre los escenarios de eventos cálidos y olas de calor realizado por el académico del Centro de Investigación y Transferencia en Riego y Agroclimatología (CITRA) de la Universidad de Talca, Patricio González Colville.
“Este verano 2023-2024 debiera ser, según el modelo climático CITRA, uno de los más calurosos en cuanto a temperaturas máximas extremas en el área geográfica indicada”, detallaron en el análisis. Además, según su proyección se espera que se registren olas de calor de larga duración, “de 3 a 10 días consecutivos, con temperaturas máximas extremas promedio sobre los 35° C, asimismo eventos cálidos de uno o dos días con temperaturas máximas extremas diarias que oscilarían entre los 37 a 39° C en Santiago; 39 a 40° C en Talca; y de 41 a 43 °C en Chillán y en Los Ángeles”.
Por su parte, Raúl Cordero, climatólogo de la Universidad de Santiago, Doctor en Ciencias Naturales y miembro del Comité Directivo de la Red de para la Detección de Cambios en la Composición Atmosférica (NDACC), agrega: “Se prevé que esta primavera, y en particular el verano, sean récord en el hemisferio sur debido a la influencia combinada del calentamiento global y de el niño. El niño es una anomalía y la temperatura superficial del pacífico tropical. Su efecto en Chile incluye empujar las temperaturas al alza. Es debido al empuje del Niño que se espera que esta temporada estival tenga temperatura récord, no solo En Chile, sino en el resto del hemisferio sur”.
Esto podría traer grandes consecuencias para la biodiversidad y la salud de las personas, ya que podrían intensificarse los incendios forestales, las sequías, la falta de disponibilidad de agua potable e incluso, podrían aumentar las muertes por golpes de calor y deshidratación. Cabe señalar que el cuerpo, al estar expuesto a temperaturas muy altas, con índices de radiación extremos, comienza a presentar síntomas de deshidratación que pueden desencadenar en cuadros de hipertermia (o golpes de calor). Esto afectaría en mayor medida a adultos mayores ya que, por un proceso propio de la vejez, tienden a deshidratarse con mayor facilidad.
“Efectivamente una de las mayores problemáticas que enfrentamos en el verano en nuestro país, sobre todo en las ciudades interiores o las ciudades que se ubican en el centro sur de Chile, tiene que ver con las altas temperaturas y específicamente también con aquellos eventos extremos como las olas de calor, que corresponden cuando, por tres o más días, la temperatura máxima supera el percentil 90. Lo que hemos ido observando es una intensificación de esos fenómenos, es decir, cada vez es más frecuente que en los veranos observemos más días que superan ese umbral o más eventos de olas de calor o que estos eventos duren más días y a eso tenemos que sumarle que las ciudades en sí mismas, las áreas urbanas, también modifican el comportamiento del clima y la temperatura. Por lo tanto, hay lugares de la ciudad que se presentan más cálidos que otros, si nosotros comparamos nuestras ciudades con la temperatura que vemos fuera de las ciudades”, agrega Pamela Smith, investigadora del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2, Máster en Gestión y Planificación Ambiental y doctora en Geografía de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
¿Qué podemos hacer para adaptarnos a estas altas temperaturas?
Las ciudades están en la primera línea de esta emergencia climática. Y es que las personas que viven en áreas urbanas se encuentran entre las más afectadas cuando ocurren las olas de calor, en parte debido a las islas de calor urbano. Esto es un fenómeno que se produce cuando las ciudades reemplazan la cobertura vegetal del suelo con densas concentraciones de superficies que absorben y retienen el calor, como el cemento y los edificios.
La oscilación térmica también varia dependiendo de la comuna, siendo los sectores menos acomodados los más afectados debido a la densidad de la población, el acceso limitado a los sistemas de refrigeración y la disponibilidad limitada de áreas verdes urbanas. Así se constata en un estudio realizado por la Corporación Ciudades, que determinó la presencia de vegetación en las principales ciudades del país.
En ese sentido, se puede decir que en las ciudades existen 4 elementos que intensifican las olas de calor: la falta de cobertura vegetal, los materiales que se utilizan para la construcción (cemento y materiales que absorben y retienen el calor), la arquitectura de los edificios (altura, falta de infraestructura verde, etc.), y la energía que se produce en las ciudades (como autos, sistemas de climatización y cualquier otro elemento que aporte calor a la atmosfera).
Para poder enfrentar este problema, como señala Martín Andrade, arquitecto y director ejecutivo de la Corporación Ciudades, parte importante de las soluciones van de la mano con promocionar más áreas verdes y potenciar el arboleado urbano. “El arbolado urbano puede disminuir en forma considerable las temperaturas, ósea, en algunas zonas la sensación térmica puede variar entre 7 y 15 grados gracias a las áreas verdes, entonces los parques urbanos y las áreas verdes cumplen un rol fundamental. Si uno analiza por ejemplo en Santiago las zonas con mayor oscilación térmica tienden a ser las zonas con menor cobertura vegetal. En algunos casos hay una diferencia de oscilación térmica de hasta 10 grados en la misma ciudad, entre comunas como por ejemplo Las Condes, con alta cobertura de vegetación, y Renca, con baja cobertura de vegetación”, indica.
Cabe destacar que las áreas verdes son capaces de regular la temperatura ambiental a partir de la sombra. En ese sentido, el follaje de los árboles, arbustos y plantas permite una reducción directa de la temperatura a través de la interrupción de la radiación solar, la cual, además, se amplifica en el cemento. Se considera, además, que la presencia de vegetación frente a edificaciones, puede ayudar a regular la temperatura al interior en forma considerable, mejorando las condiciones de habitabilidad, y disminuyendo la necesidad del uso de sistemas de enfriamiento, lo que se traduce en un menor consumo energético.
Por otro lado, una de las ventajas que tienen las áreas verdes por sobre cualquier otro tipo de infraestructura que brinde sombra, es que las plantas durante el día transpiran agua a través de sus hojas, generando una mayor humedad en el ambiente y ayudando a disipar el calor.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) aconseja un promedio de 10 metros cuadrados de áreas verdes por habitante. Sin embargo, en el caso de la ciudad de Santiago, la más grande del país, existe un promedio de 3,7 m2 de áreas verdes por habitante, demostrando el gran déficit que tenemos como país en materia de áreas verdes urbanas.
“Hay que poner un foco en eso, en tratar de propiciar formas de apoyar la generación y la conservación de estos espacios, un buen ejemplo es el Programa de Conservación de Parques Urbanos que permitió que, así como en Santiago existe esta red de parques urbanos que administra Parquemet, en regiones también se pudiera ir conformando una red de parques urbanos. Aquí tiene que ver también la desigualdad de las áreas verdes, o sea, en las comunas con menos recursos también hay menos posibilidades de conservar esas áreas verdes, por tanto, el rol que puede jugar el Estado en esto es súper importante”, puntualiza el director ejecutivo de la Corporación Ciudades.
Asimismo, los cerros islas, pensando por ejemplo en el caso de la ciudad de Santiago, también pueden tener un rol sumamente relevante. “De hecho, la Fundación Cerros Isla últimamente ha estado tratando de ver de qué forma se pueden generar mecanismos de compensación ambiental para tratar de poder introducir muchos más árboles dentro de estos cerros islas. Hoy día en Santiago hay 26 cerros islas, que no solamente podrían aportar muchos metros cuadrados de área verde, sino que también, si están muy bien arborizados, podrían transformarse en elementos que podrían ayudar muchísimo a enfriar la temperatura de las ciudades”, agrega Martín Andrade.
Otro aspecto muy importante es la generación de una red de espacios y elementos que mejoren la resiliencia ante impactos como el cambio climático, que contribuyan a la conservación de la biodiversidad y beneficien a las poblaciones humanas mediante el mantenimiento y mejora de los servicios de los ecosistemas. En ese sentido, en los últimos años se han desarrollado varios materiales innovadores como infraestructuras verdes y superficies reflectantes, que aprovechan los beneficios de la pintura blanca para reflejar el calor de los edificios y pavimentos y crear temperaturas más frías que reducen el uso de sistemas mecánicos de enfriamiento adicionales.
“Debe haber una reflexión desde el punto de vista de la planificación urbana, de cómo debe ser la arquitectura, cuáles deben ser las alturas máximas de los edificios y cómo hacer para que los edificios se vinculen con las áreas verdes. Esto también tiene que ver con la ocupación del suelo, ósea si nosotros pensamos como modelo que tenemos que seguir aumentando la densidad de personas que viven en ese suelo, debemos potenciar más espacios de enfriamiento. Esto tiene mucho que ver con la forma de ciudad que estamos haciendo”, agrega el arquitecto.
Vale decir que todos los elementos anteriores deben ir en concordancia con algo muy importante: la transición energética. Cada vez que las temperaturas comienzan a subir, las personas comienzan a depender cada vez más de los sistemas de aire acondicionado para mantenerse frescos. Sin embargo, los aires acondicionados, además de ser un sistema insostenible que consume mucha energía, liberan calor residual, lo que también contribuye al efecto de isla de calor. Esto sin mencionar todos los otros elementos electrónicos que utilizamos día a día y que consumen mucha energía.
“Por ejemplo, la ONU habla que de aquí al 2050 se proyecta que eventualmente se van a triplicar las necesidades de climatización en espacios interiores, o sea, imagínate el gasto que eso significaría en términos de consumo energético y, además, la cantidad de calor que estaríamos liberando en la atmosfera para poder generar esa energía”, agrega Andrade.
Para finalizar, es importante recordarles a las personas que la única forma de poder prevenir problemas de salud relacionados a las altas temperaturas es manteniéndose hidratados y no exponerse al calor en los periodos de mayor temperatura.
“Dentro de los efectos del cambio climático, lo que hoy día genera cerca del 40% de las muertes, es el calor, o sea, hoy día están muriendo muchas personas en el mundo producto del calor. Ya no estamos hablando solamente del confort térmico o si tenemos más o menos calor, estamos hablando de la vida de las personas. Entonces este tema hay que tomárselo con mucha seriedad y hay que darle una tremenda prioridad”, puntualiza Andrade.