La Tierra enfrenta una crisis climática sin precedentes, y ha sido en las zonas del planeta que están cubiertas de hielo o nieve, denominadas como criósfera, donde los efectos se han vuelto muy evidentes.

Sin considerar a la Antártica, la mayor parte de la criósfera en el hemisferio sur se encuentra en la cordillera de los Andes, siendo Chile el territorio que concentra la mayor parte, albergando cerca del 80% de la superficie total de los glaciares de Sudamérica.

Sin embargo, la criósfera se ha visto afectada por el alza global de la temperatura, así como por otras presiones de origen humano. De los pocos glaciares del país para los cuales se tienen registros, el 87% ha retrocedido, mientras que la pérdida de hielo continental en la Antártica se aceleró más de seis veces en los últimos 40 años, y es en la actualidad responsable de cerca del 10% del alza global en el nivel del mar. Por lo tanto, se requieren medidas urgentes para un crecimiento sustentable que considere las dimensiones medioambientales, sociales y económicas.

Estas son algunas de las conclusiones del informe Evidencia científica y cambio climático en Chile. Resumen para tomadores de decisiones, el cual fue entregado por el Comité Científico de la COP25 durante la tercera jornada de la cumbre, en Madrid. El documento fue fruto del trabajo de más de 600 investigadores, quienes se agruparon en siete mesas temáticas, divididas en dos mesas transversales (Mitigación y Adaptación) y cinco sectoriales (Agua, Biodiversidad, Ciudades, Océanos, y Criósfera y Antártica).

“En Chile, la criósfera se concentra principalmente en la cordillera de los Andes, y el 92% de todo lo que es glaciar está prácticamente en la zona de Aysén y Magallanes, en términos de número y superficie. Donde existe la mayor preocupación por la limitación de agua es en la zona centro norte. Allí es donde está la megasequía, un mayor uso y, desgraciadamente, los glaciares que tienen el mayor riesgo de desaparecer, en parte, por los efectos del cambio climático”, advierte Humberto González, director del Centro de Investigación Dinámica de Ecosistemas Marinos de Altas Latitudes (IDEAL), y coordinador de la mesa Criósfera-Antártica del comité científico de la COP25.

El académico de la Universidad de Chile y miembro de la mesa Criósfera, Elie Poulin, coincide: “La desaparición de los glaciares es probablemente el primer problema que deberá enfrentar Chile, en particular en la región central y centro norte, con severas consecuencias sobre la disponibilidad de agua para las poblaciones y para la agricultura”.

En efecto, la nieve y el hielo de los Andes constituyen la principal fuente de agua para muchas comunidades, especialmente en Chile central. Además, hacia el final del verano, y sobre todo en años muy secos, los glaciares tienen alta relevancia en el caudal de los ríos, ya que aportan cerca del 60% del agua que llega al Valle Central.

El director del Centro IDEAL explica que el glaciar “es una especie de almacén de agua, que se va entregando de a poco, no como el río que lleva el agua hacia el océano de una. El glaciar entrega de a poco, por eso es tan importante ese recurso”.

La propuesta desde la ciencia

Frente a este diagnóstico desfavorable, González subraya la necesidad de una política proactiva en vez de reactiva. “Ponemos el parche cuando ya está la herida. No hay que ser brujos para saber que la pérdida de masas de glaciares en Chile es una cosa que está ocurriendo a un paso muy acelerado, y que algo hay que hacer”.

Por ello, en el informe presentado en Madrid, los miembros de la mesa de la Criósfera entregaron nueve recomendaciones a los tomadores de decisiones. Una de ellas es el posicionamiento del país como un referente mundial en la investigación de la criósfera, tanto de la Antártica como del sistema cordillerano de los Andes, fortaleciendo a su vez el conocimiento y sensibilidad de la ciudadanía respecto a un territorio de montañas y de características diversas.

Antártica © Diego Bravo
© Diego Bravo

En ese sentido, Poulin asegura que el país reúne las condiciones para erigirse como el principal centinela de la criósfera en el hemisferio sur, no solo por su alto porcentaje de glaciares andinos, sino también por su posición geográfica estratégica al estar cerca del continente blanco.

“Si bien el informe define a la región como ‘puerta de entrada a la Antártica’, creo que es mucho más que eso, y definiría la región de Magallanes y el extremo sur de Chile, en particular, como la antesala del continente antártico”, agrega Poulin, quien también es investigador del Instituto de Ecología y Biodiversidad y director del proyecto Anillo-Conicyt «Genomic Antarctic Biodiversity (GAB)».

Asimismo, los expertos apuntan a convertir este rincón del mundo en un laboratorio natural del cambio climático, en especial porque las regiones antártica y subantártica (sur de Chile) cumplen un rol fundamental en la regulación y estabilidad del clima regional y global, además de situarse entre los últimos lugares más prístinos del mundo.

Otra de las recomendaciones es potenciar las redes nacionales de monitoreo, como la Dirección Meteorológica de Chile (DMC) y la Dirección General de Aguas (DGA), además de la misión del Instituto Antártico Chileno (INACH), junto con establecer centros de investigación de excelencia que permitan acortar las brechas científicas y tecnológicas para el estudio de la criósfera.

A esto se suma la protección de los glaciares a través de una ley. “Hay que cautelar, que se haga bien, para que los glaciares puedan estar protegidos, considerando que hay múltiples usos”, añade González en alusión a las actividades humanas que consumen agua, producen gases de efecto invernadero y contribuyen a la pérdida de hielo y nieve.

Un caso emblemático es el impacto de la minería, la cual ha removido glaciares rocosos y ha sido una fuente constante de material particulado, cuya deposición oscurece la nieve y el hielo, lo que absorbe radiación solar y acelera el derretimiento. Hay otras acciones que producen esos efectos, como el uso de combustibles fósiles, quemas y la deforestación.

Por otro lado, los mares también están involucrados, en especial por la necesidad de resguardar la captura natural de CO2 mediante procesos biológicos, permitiendo que el carbono quede secuestrado por décadas o siglos en las zonas profundas del océano. En ese sentido, los expertos valoran el rol de las áreas marinas protegidas, como la propuesta por Chile y Argentina para la península Antártica.

Pingüino papua en Antártica © Diego Bravo
Pingüino papúa en Antártica © Diego Bravo

Incentivar la cooperación entre los sectores público, privado y organizaciones sociales interesadas en la criósfera (como el turismo), e implementar un programa ambicioso de educación del cambio climático en todos los niveles, son otras de las propuestas de la mesa temática.

“Hay tres aspectos que considerar. Uno es la mitigación, es decir, cómo frenamos los daños. También está la adaptación, es decir, dado que tenemos que convivir con el cambio climático, qué hacemos para adaptarnos a estas condiciones y, por último, la gobernanza, que se refiere en este caso a cómo le entregamos las herramientas, los que tenemos el conocimiento científico, a los que toman las decisiones”, puntualiza el científico del Centro IDEAL. “Debería haber una armonía entre la parte social, la medioambiental y la económica, para poder hacerlo en base a un desarrollo sustentable”, sentencia.

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