Los días 19 y 20 de agosto Elisa Muñoz abrió las puertas de su taller para guiar a cerca de diez personas a través de su lugar de trabajo y contarles su proceso creativo. En esta instancia, impulsada por el Festival OH! Santiago, les enseñó a los visitantes a trabajar la totora y les explicó cómo desarrolla su arte, promoviendo la sostenibilidad ambiental. «Fue un muy buen momento. Mucha gente quedó impresionada de lo noble que es esta fibra (…). El evento era de tres a cinco, y se quedaron hasta las siete y media de la tarde», comenta de la experiencia.

La totora es una especie de junco que crece a orillas de los lagos, en terrenos pantanosos o junto al mar. De tallo grueso, firme y cilíndrico, se ha usado históricamente para construir estructuras como decoraciones, techos y embarcaciones. Incluso, en el lago Tititicaca pueblos indígenas habitan en casas flotantes construidas con este material.

Créditos: José Luis Rissetti.

«Es una fibra vegetal muy noble. En el humedal cumple una función purificadora de agua, pero nosotros hacemos cortinas de totora porque es aislante. Aísla el frío y el calor. También son muy duraderas, antes en todas las casas había una silla empajada que tenía totora y duraba 30 o 40 años», comenta Elisa.

Su método de trabajo preferido es la cestería en totora, una técnica ancestral de elaboración de objetos y materiales tan diversos como canastos, cortinas y sillones. Este trabajo artesanal comienza con la recolección de la planta, que crece de forma silvestre en distintos humedales de las zonas centro y norte del país. Una vez cosechada, se deja secar sobre las aguas del mismo humedal por una semana, tradicionalmente en balsas flotantes. El microclima del humedal ayuda a mantener las propiedades de la totora intactas, específicamente su flexibilidad y maleabilidad. Finalmente, se junta en gavilllas y se corta en tiras para comenzar a trenzar y torcer.

«Si usted no cosecha la totora se va cayendo y se va pudriendo. Entonces es muy bueno cosecharla, siempre y cuando usted sepa meterse al humedal y cortarla. El humedal no es llegar y caminar en cualquier parte, hay que ir cuidando de no pisar justamente los bulbos de la totora, que están bajo el agua. Hay que protegerlos, que no se dañen. Pero la totora es importante cosecharla, porque al final es como podar un arbolito», comenta.

Elisa Muñoz Méndez heredó este oficio de sus familiares. Su padre era quilicurano y se dedicaba a hacer enjuncados, y su hermano mayor fue el primero en indagar en el tejido de totora. «Yo empecé a incrusionar en el tema de la cestería. Empecé haciendo pantallas, que es mi fuerte. Pero también hago canastos, palmeras y todo esos artículos utilitarios y de decoración», comenta. Por su pasión a las artes plásticas, también confecciona telares, tapices y bordados.

Sin embargo, su oficio corre peligro. A lo largo de los años, artesanos de la zona de Quilicura han notado una disminución en la presencia de la planta totora, fenómeno que atribuyen a diversas causas como la expansión industrial y habitacional, además de la sequía agravada por el cambio climático. Elisa, que antes obtenía la totora exclusivamente de humedales cercanos a su barrio, hoy debe traerla desde lugares como Mallarauco, en Melipilla.  

“Ya no hay la cantidad de humedales que había antes, por lo que está cada vez más escasa la totora. Aquí hay muchos totoreros pero ya no se realiza la cantidad de totora que se necesita (…) Eso nos hizo tener que emigrar a cosechar totora en otros lugares, y obviamente, eso tiene otros costos ”, reflexiona.

Además, la disminución de los niveles de agua de los humedales de Quilicura, afectan el proceso de secado de la totora. «Los humedales que hay no tienen el agua que tenían antes (…). Entonces, en vez de reposar flotando en balsas, ahora la totora se corta y se va dejando al costado del humedal», comenta.

Elisa es parte del Observatorio Küla Kura, un colectivo de difusión y protección del Humedal Quilicura, que trabaja en la vinculación de este espacio con los vecinos de la comuna, además de la regeneración de la naturaleza del lugar.

“Yo soy quilicurana. Nací al lado de estos humedales, me crie aquí. Gracias a la conservación de estos lugares y el contacto directo con ellos, yo hoy día desarrollo un oficio como artesana. Soy artesana en totora. Entonces yo creo que es muy importante la conservación de estos lugares (…). Aquí no hay áreas verdes y esto es lo último que nos está quedando para mitigar un poco eso. Entonces creo que este lugar tiene un valor incalculable, por eso es urgente defenderlo y protegerlo”, expresa Elisa.

Giovanna Romero, encargada de plantaciones y regeneración del Observatorio Humedal Kula Kura enfatiza por qué es importante proteger los humedales: “Este lugar tiene una magia especial. Necesitamos visibilizarlo (…) Un humedal no son solamente los cursos de agua, sino que está compuesto por un territorio amplio, donde las aves pernoctan, donde anidan, donde crían a sus bebés. Es como un lugar donde ellos vienen a descansar, a reponer energías, para continuar un viaje”.

Otros panoramas que todavía puedes hacer en OH! Stgo

A pesar de que las fechas para visitar el taller de Elisa Muñoz y el Humedal Quilicura ya pasaron, en el contexto del festival OH! Santiago, se han abierto numerosas oportunidades de visitar lugares que destacan el patrimonio tanto ambiental como cultural de la Región Metropolitana.

Por ejemplo, el recorrido “La historia del agua”, en el Parque metropolitano invita a visualizar el paso que tiene que hacer el agua para llegar a las diferentes especies vegetales del Parque. Esta es una auténtica experiencia de forestación y cuidado de la flora y fauna chilenas.

El tour por la Comunidad Huertos José Maza, en La Pintana, incluye huertos agrícolas y la casona –hogar del presidente Aníbal Pinto– de arquitectura de adobe de dos pisos. Originalmente llamada Población de La Pintana, surgió en 1936 como cooperativa de vivienda tras la reunión de vecinos y vecinas. Desde su creación, impulsa la ley de Huertos Obreros y Familiares, creada en 1941. 

El paseo por el Parque Natural El Huinganal, un área silvestre de 15.0000 metros cuadrados atravesado por un estero natural, incorpora especies vegetales de bajo consumo de agua, riego eficiente y que propician la restauración ecológica.

Y finalmente, el recorrido guiado por el Geositio puente El Cristo, para observar las rocas esculpidas a lo largo de más de mil años de historia, por la erosión del viento. La ruta incluirá cuatro estaciones: arqueología, patrimonio cultural, patrimonio natural y estación de interés geológico, además de una visita al puente antiguo de 1917 y la “Cascada mineralizada”.

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