Cabo de Hornos: el “parque jurásico” de las aves del fin del mundo
En la Reserva de la Biósfera Cabo de Hornos, Región de Magallanes, las aves son las grandes protagonistas. Se llevan el título de los vertebrados más dominantes de los últimos bosques templados de toda América del Sur, en una zona libre de impacto humano directo al sur de Tierra del Fuego. Este lugar forma parte de una de las cuatro zonas principales para la observación de aves en Chile, albergando más de 100 especies residentes y migratorias, según la plataforma EBird. El Centro Internacional Cabo de Hornos para Estudios de Cambio Global y Conservación Biocultural (CHIC) ha desarrollado por más de 20 años estudios de estos plumíferos, monitoreándolos y revelando información nunca antes conocida de diversas especies en el hemisferio sur. Aquí te contamos más sobre este increíble lugar y el trabajo que se está haciendo en él.
Los bosques de Cabo de Hornos son los más australes del planeta. Aquí, especies de árboles como el coigüe de Magallanes (Nothofagus betuloides), la lenga (Nothofagus pumilio) o el ñirre (Nothofagus antartica), dominan un prístino paisaje, acompañados de otras siempreverdes como el canelo (Drimys winteri) y, cómo no, numerosas indispensables para los suelos que son parte de una riqueza excepcional de briófitas (musgos y hepáticas) y líquenes a nivel mundial.
En todos estos colores y ecosistemas vegetales, los cantos, movimientos y plumas son un eje fundamental. Esto porque en la Reserva de la Biósfera Cabo de Hornos –creada en 2005, siendo la octava en Chile-, las aves son los vertebrados dominantes y abarcan tanto especies residentes como migratorias. Es más, este lugar de la Región de Magallanes que, de acuerdo con un análisis desarrollado por Audubon Society, es una de las cuatro principales zonas de observación de avifauna en Chile, con 238 especies. Las tres zonas restantes corresponden a las regiones de Arica y Parinacota, Metropolitana y Valparaíso, y Los Lagos y Chiloé.
En este especial contexto, El Centro Internacional Cabo de Hornos para Estudios de Cambio Global y Conservación Biocultural (CHIC) ha investigado a las aves durante más de 20 años, llenando numerosos vacíos sobre su conocimiento ecológico, potenciando el aviturismo bajo un particular enfoque y la educación para la conservación, entre otras cosas.
Para conocer más sobre esto, conversamos con Ricardo Rozzi, director del CHIC y Doctor en Ecología, profesor titular de la Universidad de Magallanes y de la University of North Texas; Javiera Ferreyra, directora de Chile para Audubon Américas (el programa internacional de la National Audubon Society; y Rocío Jara, científica del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB) y del Programa de Conservación Biocultural Subantártica de la Universidad de Magallanes (UMAG).
El “embudo geográfico”
“No puede haber otro sitio mejor en el mundo para estudiar las aves migratorias que este, porque las aves migratorias no tienen, si no, el Cabo de Hornos para llegar”, afirma Ricardo Rozzi mientras señala un mapa del mundo. En él, la línea del Ecuador divide claramente a los hemisferios norte y sur.
Continúa: “Hacia el norte, cuando es invierno, las aves van a Centroamérica y cuando migran para reproducirse, se dispersan al tener mucho territorio. Aquí es al revés. Eso es una fortuna porque las tasas de recaptura son muy altas”.
Habría, entonces, que pensarlo así: Cabo de Hornos es una cumbre de las Américas, ubicándose casi diez grados de latitud más al sur que Nueva Zelanda. Si se observa las líneas entre sus latitudes (40°- 60°), hay predominantemente oceano hacia el hemisferio sur, contrastando completamente con el continental hemisferio norte. “Esto es súper relevante porque la tierra se calienta y enfría muy rápido. El mar, en cambio, cuesta mucho que se caliente y enfríe. Por lo tanto, en invierno y verano tenemos más o menos la misma temperatura. Aquí en Cabo de Hornos hay muy poca oscilación térmica”, comenta Ricardo.
De esta forma, es un lugar único como hábitat, pero también interesante para el estudio de aves migratorias de bosques y playeras, que el CHIC ha ido impulsando. Esos serían los únicos datos disponibles, en comparación a la abundante información con la que cuenta el hemisferio norte. Para eso, y posicionar la relevancia del lugar, tras empezar los trabajos en 1999, se logró un cambio de nombre de la comuna de Navarino a Cabo de Hornos y se acuñó a este lugar como una ecorregión subantártica de Magallanes.
“Es un lugar, entonces, que no tiene réplica. No hay nada en el mundo sobre su latitud. Y tenemos los bosques más australes del planeta. Entonces es el punto extremo de migración de muchas aves de bosque. Podría decir que es el punto más conservado de los ecosistemas de Chile, diría del hemisferio sur. ¿A qué me refiero con esto? Hablo de 5 millones de hectáreas de una región que es tundra, bosque, altoandino, mar y tierra. Un refugio de nidificación. Es como un parque jurásico que no ha sido creado, sino que salvado del impacto humano directo”, reflexiona Ricardo, “por ejemplo, han estado libres de lluvia ácida, una situación marcadamente contrastante con los ecosistemas subpolares del hemisferio norte que han sufrido la precipitación de ácidos de azufre y nitrógeno, que han eliminado gran parte de la flora liquénica y algunos invertebrados dulceacuícolas que son muy sensibles a los pH bajos”.
Las aves del fin del mundo
Al ingresar a los bosques de Cabo de Hornos, es posible escuchar los picoteos de los llamativos carpinteros negros (Campephilus magellanicus), ver pasar a algún pequeño chercán (Troglodytes aedon) o escuchar el clásico llamado al tío Agustín de un migratorio chincol (Zonotrichia capensis), entre muchos otros. Según la plataforma de observación de aves EBird, en el lugar (incluyendo los bosques y zonas sin ellos) se han registrado 154 especies.
“Los números son mucho más bajos que los trópicos, pero la proporción de singularidades, es decir, proporción de aves que sólo existen ahí, es altísimo. Entonces es bien interesante esto en una sociedad tan cuantitativa. La sorpresa no viene por lo cuantitativo, sino que por lo cualitativo”, comenta Ricardo, nombrando algunas especies endémicas como la perdicita cordillerana austral (Attagis malouinus), el yal cordillerano (Melanodera xanthogramma), el carancho negro (Phalcoboenus australis), el churrete antártico (Cinclodes antarcticus) o el pato vapor austral (Tachyeres pteneres).
Incluso, al sur de Cabo de Hornos, en las islas Diego Ramírez, se descubrió una nueva especie de ave terrestre: el rayadito subantártico (Aphrastura subantarctica), que tiene la particularidad de habitar en un lugar donde no hay árboles ni ninguna especie leñosa, siendo de hábitos totalmente diferentes al rayadito común (Aphrastrura spinicauda). Puedes leer más detalles sobre esta especie en esta nota.
Desde el inicio de los 2000 el CHIC ha mantenido el monitoreo y estudio de las especies presente en la zona. Dentro de esto se han incorporado a las aves migratorias, utilizando las redes nieblas, anillando especies e instalándoles geolocalizadores para luego recapturarlas y analizar los datos recopilados. Actualmente están incorporando las antenas motus. Estas son antenas de telemetría automatizada que funcionan a través de una red colaborativa, que permiten monitorear a las aves de una forma menos sesgada, al no tener que volver a capturarlas ni tampoco seleccionar solo ciertas aves con características más específicas para asegurar por sus comportamientos que vuelvan al lugar.
Ese monitoreo a largo a plazo, que continúa, se ha complementado con investigaciones, por ejemplo, del rayadito, los migratorios chincoles y fiofíos o el impacto de especies invasoras.
“Nos constituimos en el estudio de bosques templados subantárticos más prolongado de todo el hemisferio sur. Eso nos ha permitido descubrir, por ejemplo, que algunas de las aves que son muy parecidas al hemisferio norte viven más tiempo. Pensamos que puede ser, en parte, por causas ambientales, porque acá hay un clima siempre grato. Por otro lado, el trabajo del investigador Rodrigo Vásquez enfocado en el rayadito, nos dice que acá esta especie está menos estresada porque tiene menos adrenalina -que es la hormona que señala la alerta al enfrentarse a tensiones- por ejemplo, que los que viven en Fray Jorge o La Araucanía”, explica Ricardo.
La investigadora Rocío Jara, por su lado, ha desarrollado estudios de especies de bosque como los migratorios chincoles y fiofíos (Elaenia albiceps) -que tienen la migración de bosque más larga de América del sur- y la ecología reproductiva del zorzal (Turdus falcklandii), cometocino Patagónico (Phrygilus patagonicus) y cachudito (Anairetes parulus). Entre algunas conclusiones interesantes, la investigadora comenta:
“Comparamos la altura de los nidos en Navarino con poblaciones del continente. Encontramos que algunas especies, como los zorzales o los fíofíos, en la isla ubican los nidos más cerca del suelo. En el continente tienden a irse más hacia la copa de los árboles. No lo hemos demostrado, pero hipotetizamos que podría ser porque en la isla Navarino no hay depredadores terrestres, como zorros y güiñas, como sí pasa, por ejemplo, en La Araucanía. En cambio, sí tenemos una presión aérea, como aves rapaces, por lo que estas aves intentarían esconder los nidos más cerca del suelo”.
Por otro lado, está el tema de la reproducción de las especies. Entre las cinco antes mencionadas, Rocío comenta: “Haciendo un estudio comparativo, las tres residentes parten reproduciéndose antes de su temporada reproductiva. El chincol, que llega antes que el fío fío también. Por coincidencia, en primaveras más calurosas, se reproducen antes. Y con inviernos más largos y fríos es después. No podemos demostrar nada porque solo han pasado tres años. Por eso, ahora estudiamos cuál es el efecto del cambio climático en esto, es decir, si es que hay una asociación entre temperatura de primavera y cuando comienza la reproducción”.
Pero, además de las especies migratorias de bosque, están las vinculadas al mar, como playeras o pelágicas sobre todo considerando la ubicación de este lugar. “Hay una gran cantidad de aves migratorias que pasan gran parte de su ciclo de vida ahí, aunque no necesariamente sea su lugar de reproducción. O sea, la relevancia de todos los sitios a lo largo de su ruta migratoria es por ser puntos de llegada, además de que habitan nativas como el chorlo de Magallanes o el canquén, que son muy relevantes para la región”, comenta Javiera Ferreyra, de Audubon Society, que tiene una alianza con el CHIC para fortalecer el aviturismo, recuperación económica y fortalecimiento de monitoreo, investigación y la capacitación en torno a las aves migratorias, comparando evidencia de ambos extremos hemisféricos.
Dentro de esto, además, la presencia de aves pelágicas es clave. Por ejemplo, en la isla Diego Ramírez, más al sur de Cabo de Hornos, habitan colonias reproductivas del albatros de cabeza gris (Thalassarche chrysostoma), en Peligro de Extinción. Esto es clave porque significa que en la zona hay colonias reproductivas de aves pelágicas, que a nivel mundial están altamente amenazadas.
“Las colonias reproductivas de estas aves, sobre todo albatros, suelen tener amenazas como el visón, por ejemplo, que depreda sus huevos. Si perdemos estas colonias, estamos en riesgo de perder la especie (…) Así que, desde el punto de vista de conservación de especies, Magallanes es clave, por lo que Chile también debe tomar acciones para proteger en general las aves marinas. Hay que conservar sus hábitats. Solo en el hemisferio norte ya hemos perdido 3 billones de aves. Po eso trabajamos a lo largo de todas las rutas migratorias, no solo en los sitios de reproducción, sino también de invernada o el periodo de verano en el hemisferio sur porque si ahí no están a salvo o con alimento, no pueden continuar su viaje. Es un esfuerzo continental porque las aves no conocen fronteras”, comenta Javiera.
En cuanto a sus amenazas en un lugar tan prístino como Cabo de Hornos, estas se vinculan con la presencia de especies exóticas invasoras (por sospechas de depredación de sus huevos), la pérdida y cambio de hábitat (en lo que puede influir el cambio climático y también especies invasoras como el castor que produce inundaciones, lo que cambia el paisaje) o la presencia de enfermedades patógenas en las aves como la malaria aviar.
El desarrollo de un aviturismo y potenciar la educación
“Las aves nos sorprenden y son más inteligentes de lo que pensamos”, asegura Ricardo Rozzi. Hace alusión a sus increíbles capacidades como creadores de herramientas, arquitectura o invención (Puedes conocer más de este tema en esta nota), pero también en términos de conducta. Por ejemplo, el carpintero negro conoce los árboles y tiene grupos familiares muy particulares en su conducta. Los jóvenes polluelos enseñan a sus hermanos. Es transmisión cultural. Por eso son cohabitantes y, por lo tanto, los habitantes tienen mucho que aprender de aves como esta. Puedes leer más sobre el carpintero negro en esta nota.
En ese sentido, el trabajo del CHIC también se ha enfocado en la sociedad, la cultura y su relación con las aves, siendo una manera de abarcarlo el turismo con intereses especiales enfocado en aves. “Tenemos encuentros corazón a corazón con las aves, en una experiencia especial (…). Se produce un encuentro entre los pájaros y un individuo y eso lo extrapolemos a otro concepto, que es el de calendarios bioculturales, que tiene que ver con las estaciones, la exposición de las laderas, etc. Entonces hay una sintonía con las aves en los ecosistemas. Es un ecoturismo que la gente disfruta y es más lento”, comenta Ricardo. Algo parecido es lo que desarrollan en el Parque Omora de la Reserva de la Biósfera, bajo el Ecoturismo con Lupa.
El aviturismo, entonces, al hacerse de forma responsable, también genera recursos para aportar al trabajo que se está desarrollando en Cabo de Hornos. En esto, Audubon ha generado un aporte importante desde los estudios sobre aviturismo en la zona, su potencial y característica.
Para tener una idea, en general en Chile, desde Audubon han identificado tres tipos de avituristas. El primero es aquel que se enfoca en cumplir la checklist de ver ciertas aves. En el país, estos son todos extranjeros que pasan todo el tiempo necesario para cumplir su misión. Luego están los entusiastas y fotógrafos, a quienes les interesa conocer más de su entorno generando cercanía con este. Las aves sí son el motivo principal del viaje de ambos, pero el entusiasta quiere escuchar y sentir, mientras que el fotógrafo puede pasar más tiempo para lograr su captura fotográfica. Y luego, están los casuales ecoturistas, cuyo motivo principal no son las aves, pero sí dedican tiempo al aviturismo ya estando en su destino. Por último, otro segmento del turismo que también tiene participación en el mercado del aviturismo es el turismo de masas, que son grupos más grandes y si ven aves carismáticas, se atraen a verlas.
Si bien pueden llegar a la reserva de la biósfera un aviturista enfocado en las checklist, los dos tramos que más aportan y dejan recursos en los territorios son el entusiasta fotógrafo y casual ecoturista (Puedes revisar el análisis del mercado del aviturismo realizado por Audubon aquí). “El de Cabo de Hornos es un turista que llega a un destino remoto, porque el acceso no es fácil. No va al lujo. Busca naturaleza, principalmente llegan a hacer el circuito Dientes de Navarino, y si tienen unos días más, buscan qué hacer allá mismo (…). En Cabo de Hornos es un aviturismo con la conservación como foco principal, siendo la punta de lanza las aves. No se apunta al turista que va a hacer la checklist”, comenta Javiera. Eso también se complementa, explica, con la formación de guías naturalistas con enfoque en avistamiento de aves, es decir, con conocimientos holísticos de historia natural, social y cultural de los lugares, para lo cual también se está desarrollando un amplio trabajo.
“El ecoturismo bajo este enfoque se hizo por razones culturales, en el sentido de recuperar esa sintonía que hemos perdido con los pueblos originarios y la cultura campesina. Y por otro generar un ingreso, que esperamos sea alto, para los guías locales. Iniciamos una escuela técnica impulsada por la doctora Francisca Massardo para poder potenciar cultura y educación”, complementa Ricardo. Esa escuela, además, implementa un currículum educativo impulsado por Audubum en Colombia, enfocado en las aves.
De esta forma, los cantos y vuelos de numerosos plumíferos buscan ser conservados en un lugar especial del mundo, a través de su estudio y de la educación. Todo, gracias a un trabajo que continúa y que busca también ayudar a las comunidades locales, desde los grandes vuelos y curiosidades de los últimos bosques del fin del mundo.